Realmente pensó y creyó que esta vez sería diferente, pero no. Se enamoró, se obsesionó y le había contado toda la verdad a Cael; Cael, quien ahora tenía lágrimas bañando sus mejillas rosadas mientras negaba con la cabeza, tratando de asimilar todo lo que él contó.—N-no es cierto —susurró el chico, mirándolo con súplica—. Por favor, dime que no es cierto.—Todo cuanto dije es la verdad. Soy un vampiro. Me enamoré de Calvin Dobrin, tu bisabuelo, me juzgaron por amar a un mortal, a un hombre, me alejaron de él y me condenaron a dormir —recitó, paseándose de un lado al otro—. Pero esto es el presente y terminé repitiendo la historia. La diferencia, soy el único dueño de mi destino.—T-te acercaste a mi porque te recuerdo a tu antiguo amor —Frunció el ceño, ¿qué...?—. Ingenuamente creí que estabas... Dios mío, ¿cómo pude ser tan idiota?—¿Qué...?—¡Maldita sea, Samael! —Pestañeó varias veces porque, ¿qué era todo esto? ¿Qué era este arranque de ira y enojo de Cael?—. Me importa un bledo
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