Realmente pensó y creyó que esta vez sería diferente, pero no. Se enamoró, se obsesionó y le había contado toda la verdad a Cael; Cael, quien ahora tenía lágrimas bañando sus mejillas rosadas mientras negaba con la cabeza, tratando de asimilar todo lo que él contó.
—N-no es cierto —susurró el chico, mirándolo con súplica—. Por favor, dime que no es cierto.—Todo cuanto dije es la verdad. Soy un vampiro. Me enamoré de Calvin Dobrin, tu bisabuelo, me juzgaron por amar a un mortal, a un hombre, me alejaron de él y me condenaron a dormir —recitó, paseándose de un lado al otro—. Pero esto es el presente y terminé repitiendo la historia. La diferencia, soy el único dueño de mi destino.—T-te acercaste a mi porque te recuerdo a tu antiguo amor —Frunció el ceño, ¿qué...?—. Ingenuamente creí que estabas... Dios mío, ¿cómo pude ser tan idiota?—¿Qué...?—¡Maldita sea, Samael! —Pestañeó varias veces porque, ¿qué era todo esto? ¿Qué era este arranque de ira y enojo de Cael?—. Me importa un bledo si eres un vampiro o el mismo Conde Drácula —Y, de pronto, Cael estaba a su lado, mirándolo con lágrimas en los ojos—. Cuando te dije aquello en el restaurante, hablaba sobre ti —Incrédulo, comenzó a reír. No podía ser cierto—. ¿Por qué me hiciste creer yo era importante, que te importaba? ¿Por qué...?—Tú... —Dejó de reír. ¿Esto realmente estaba sucediendo?—. ¿Escuchaste la parte que soy un vampiro, que me alimento de...?—¿Y qué? He conocido a personas, seres humanos, que son verdaderos monstruos —El chico se pasó las manos por su rostro, secándose las lágrimas. Decepción escrita en el semblante de Cael—. Me gustas, Samael, y no puedo hacer nada al respecto. Si este es mi final, al menos moriré sabiendo que te serví de algo.No podía. No cuando todo lo que veía era a este hermoso ser humano, a este hermoso chico que lo miraba con resignación y... cariño. Cariño. Cael lo miraba con cariño. ¿Qué tan malo podía ser entregarse a este chico? Después de todo, se prometió escribir su destino.Tendió una mano. Cael no dudó. La tibieza lo envolvió, inhalando el aroma dulce que emanaba el chico que ceñía fuertemente entre sus brazos.—No te haré daño —aseguró—. Jamás te haría daño, Cael —Acunó el rostro tibio entre sus manos, su mirada fija en esos ojos color miel—. Mi pasado quedó atrás, enterrado junto con el amor que sentí por Calvin. Esto es el presente y el presente eres tú —Sonrió, sabiendo que sus colmillos quedaban a la vista—. Esto soy yo, Cael.—Realmente eres un... vampiro —Su sonrisa creció, causando un respingo en Cael—. Bien. De acuerdo, soy una persona de mente abierta. Estamos en el siglo XXI. Esto es real y el chico que me gusta, del que me estoy enamorando, es un vampiro.Y ahí estaba, esa mirada color miel atiborrada de cariño acompañada de una tímida sonrisa.—Creo que podría comerte ahora mismo —imperó, acunando el rostro de Cael entre sus manos—. Beber de ti, saciarme hasta el delirio con tu...Antes de que pudiera terminar de hablar, sus labios fueron tomados prisioneros por los de Cael. Ahogó un gemido, degustando el terciopelo dulce en su boca. La calidez, la ternura, el cariño...El amor.Besó con vehemencia a Cael mientras lo ceñía contra sí, sintiendo el calor que emanaba el cuerpo tembloroso entre sus brazos. Conteniéndose, mordió sutil el labio inferior de Cael, sacándole un gemido a este.—Dios... Nunca me besaron así —Abrió los ojos y admiró las mejillas asalmonadas, los labios hinchados y húmedos por el beso. Cael era... hermoso—. Y me mordiste.—Lo hice, pero jamás te haría daño —profesó sincero.—No puedo decir por qué, pero confío en ti —¿Qué era esto que comenzaba a sentir? ¿Qué era este sentimiento que afloraba dentro de sí?—. Estás mirándome como si no creyeras.—Porque nunca nadie me ha hecho sentir lo que tú y estoy tratando de asimilar que esto está sucediendo —confesó, señalándose a sí mismo y luego a Cael—. He vivido por tantos siglos y es la primera vez que alguien me...—Me aseguraré de que tengas muchas «primera vez»...Esta vez fue él quien no lo dejó hablar. Abrigando a Cael entre sus brazos, lo besó con ímpetu...Y el tiempo fue solo una sucesión de eventos.Después de cuatro años de vivir un romance apasionado, bebió del exquisito elixir que corría por las venas de Cael, marcándolo y convirtiéndolo en su compañero inmortal, eterno.A veces la obsesión por alguien puede convertirse en una bonita historia de amor correspondida.Y hoy día, Samael y Cael continúan juntos. Durmiendo durante el día y...Amándose cada noche...Oyó el llanto de la madre que aclamaba piedad por la vida de su hijo, oyó el llanto del hombre que la acompañaba y oyó la sentencia final. La respiración se volvió lenta mientras el líquido ambarino ingresaba al torrente sanguíneo por medio de una intravenosa, hasta que el vaivén pausado del pecho... cesó.—Hora del deceso —preguntó un hombre, la vestimenta completamente blanca.Oyó la respuesta por parte de una fémina que verificó la hora en su reloj de pulsera; ladeó la cabeza hacia un lado, tratando de entender la caligrafía del hombre de blanco que seguía garabateando rápidamente en una especie de carpeta-documento. Se encogió de hombros y observó a las demás personas dentro de la habitación. El llanto de la madre acrecentó y esta se abalanzó sobre el cuerpo sin vida de su hijo, el hombre que la acompañaba no pudo contenerla y la dejó desahogarse.Analizó el rostro indiferente del hombre de blanco y supo que, simplemente, aquello era una mera máscara de profesionalismo. Los sentim
Cuando por fin estuvo dentro de la habitación, oyó nítidamente las disculpas de la fémina inexperta; se situó frente a una de las pequeñas cámaras transparente y analizó detalladamente el pueril cuerpecito. Irguió un dedo hasta deslizarlo sutilmente por la superficie translúcida de la incubadora y entonces esta comenzó a emitir cierto sonido.Una de las mujeres atravesó de prisa por la habitación; frenética y espetando órdenes, manipuló la incubadora hasta que sus manos alcanzaron el cuerpito del neonato.—¡No respira! —exclamó la mujer a las otras—. Llamen urgente al Dr. Alexander, por favor —demandó.Observó a la fémina experta maniobrar con apartados de respiración artificial y luego con manos decididas, manipulaba el indefenso cuerpito del recién nacido.Un llanto acaparó la habitación seguido de otro y otro más, pero ninguno provenía del diminuto bebé que yacía entre las manos de la mujer.Abandonó la habitación, dejando atrás aquel mar de llantos y lamentos por parte de las otra
Deambuló sin contar los minutos o las horas; el tiempo era solo una línea terrenal, algo que representaba sucesiones de estados y donde él se encontraba, aquello bien podría definirse como anfibológico o inexistente. Allí, en ese lugar, los días y noches eran iguales, no había nada que marcase una diferencia y lo mismo sucedía con los habitantes, todos eran iguales y él no era la excepción a la regla general.Sin embargo, sí había algo mucho más grande que todos ellos, un ser superior que —según lo poco que conocía, ya que no estaba permitido cuestionar nada— era portador del todo y de la nada, el que regía sobre el Cielo y la Tierra, sobre lo corpóreo e incorpóreo y, también, el único portador de La ley del Destino. El Supremo gobernaba sobre un todo y nada; era el único creador de los mundos y el único que tenía la última palabra.Desde que comenzó a existir, había sido forjado bajo un común denominador, con un solo objetivo: llevarse las almas de aquellos que habían cumplido con su
Caminó por el largo pasillo rumbo al sector de hematología y era tan extraño ahora que sabía más sobre sí mismo y de su trabajo. Jamás puso verdaderamente atención a su alrededor, solo se dedicaba a hacer lo suyo y eso era todo, pero las cosas habían modificado desde que comenzó a sentir emociones, emociones humanas. No sabía hasta qué punto podría alterar en el curso del destino —su destino— si seguía sintiéndose cada más consciente de lo que hacía; además, y después de todo, él era solo un mero servidor.—La paciente se está recuperando de la última sesión de quimioterapia —Oyó de pronto—. Pero creo que no sería conveniente hacerlo pasar por otro procedimiento similar.—En las primeras dos sesiones, el sistema inmunológico rechazó la ciclofosfamida¹, lo cual resultó en un verdadero retraso para completar con el tratamiento previo a la intervención —explicó el segundo hombre.Continuó caminando a la par de los hombres, dos médicos vestidos completamente de blanco.—Fue un verdadero p
Dejó de prestar atención a las demás personas, centrándose en la única que realmente importaba. Se acercó hasta quedar a pocos centímetros del pálido rostro de la fémina postrada en la camilla; ladeó la cabeza hacia un lado y el sonido de una de las máquinas alteró aún más a todos los especialistas.—¡No hay pulso, doctor! —exclamó alguien.—Desfibrilación, ¡ahora! —ordenó uno de los doctores.Un ruido, una descarga eléctrica directa a través del tórax de la paciente.Silencio.—Aumenta en un cuarenta por ciento... —demandó el mismo doctor, presionado un aparato en el pecho de la fémina—. Vamos, vamos, no nos dejes —pidió.No hubo nada más que otro largo silencio.Miró los rostros agotados, cada profesional dentro del cuarto emanaba un aura de pérdida y cada intento por recuperar los latidos, fueron en vano.Silbó una melodía y abandonó la habitación.Su trabajo estaba hecho.(…)Algo estaba ocurriendo en su rostro, algo que no comprendía del todo, pero que lo sentía mientras miraba a
Caminó por los pasillos del ala oeste del pabellón. Había experimentado más emociones humanas y cada se agregaban más preguntas dentro de sí. Se sentía diferente, extraño y no sabía qué tan malo serían los resultados de continuar así.El sector de oftalmología se encontraba bastante calmo y solo vio a dos hombre vestidos de blanco transitar por el pasillo. No le dio ninguna importancia, su destino estaba frente a él; ingresó al cuarto y de inmediato sintió algo semejante a la emoción o sensación de alegría. No lo sabía con exactitud. Era nuevo experimentando emociones humanas y no las comprendía del todo.—Hemos terminado con el examen —Oyó una voz que le sonó familiar—. Sin embargo, todavía hay una leve hinchazón en las capas externas y por ello sientes dolor. Te recetaré un nuevo medicamento, unas gotas para mantener la hidratación. Trata de no restregarte las manos. Tenemos que evitar cualquier tipo de posible infección.—Pero ha pasado más de una semana y no...—Te entiendo y es s
La culpa emergía desde lo profundo de sí y lo ponía en alerta porque no podía escapar del destino, su destino. Había roto la única regla impuesta por su Señor. Él solo tenía que hacer su trabajo, él solo debía recolectar las almas de aquellos seres humanos que cumplieron con el ciclo terrenal y conducirlas hasta donde se llevaría a cabo el Juicio Final y, aun así, se dejó guiar por los impulsos de emociones humanas, arraigando a que lo sientan otra vez; y era incluso más irracional el hecho de que lo vieron por primera vez. Se preguntó —otra vez— por qué a él.Era tan extraño cuestionarse sobre su existencia, sobre las emociones humanas que padecía o sobre su nombre real. No podía alejar de su inherencia aquella mixtura de evocación que sufrió cuando la pequeña dama lo vio y habló con él. Aquella situación no debió suceder, no estaba en su tarea, en su trabajo, en su misión, pero no solo era aquella situación, también la otra, la que padeció cuando visitó por segunda vez al ser humano
Continuación inmediata del capítulo anterior…Su esencia estaba modificando y no había vuelta atrás.—Hijo mío, si pasas esta prueba, volverás a mi lado y ascenderás a un nuevo rango —Temor, su interior vibró con algo nuevo. Sensaciones—. Estarás expuesto a las tentaciones de los seres humanos. No tendrás tu esencia. Serás una criatura tan frágil como el hombre ante la maldad. Conserva tu fe y convicción de lo que realmente eres. Ya no solo existirás, también vivirás, serás parte de lo terrenal. Tendrás un cuerpo de carne y hueso, transitarás por el mundo mortal como uno más, pero recuerda el lugar al cual perteneces. Escribí tu nombre y serás regido bajo La Ley del Destino y cuando tu tiempo finalice en la Tierra, volverás y recuperarás tu esencia.»Sariel, hijo mío y servidor, parte de mi coro de Ángeles de la Muerte, dicto mi sentencia final. Ahora serás un ser humano con un alma y, un tercio de esta, contendrá la Gracia Celestial que te recordará instintivamente quién eres realmen