Emociones humanas.

La culpa emergía desde lo profundo de sí y lo ponía en alerta porque no podía escapar del destino, su destino. Había roto la única regla impuesta por su Señor. Él solo tenía que hacer su trabajo, él solo debía recolectar las almas de aquellos seres humanos que cumplieron con el ciclo terrenal y conducirlas hasta donde se llevaría a cabo el Juicio Final y, aun así, se dejó guiar por los impulsos de emociones humanas, arraigando a que lo sientan otra vez; y era incluso más irracional el hecho de que lo vieron por primera vez. Se preguntó —otra vez— por qué a él.

Era tan extraño cuestionarse sobre su existencia, sobre las emociones humanas que padecía o sobre su nombre real. No podía alejar de su inherencia aquella mixtura de evocación que sufrió cuando la pequeña dama lo vio y habló con él. Aquella situación no debió suceder, no estaba en su tarea, en su trabajo, en su misión, pero no solo era aquella situación, también la otra, la que padeció cuando visitó por segunda vez al ser humano
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