Se preguntó si valía la pena salir del cuarto, no deseaba enfrentarse a la realidad. Los párpados le pesaban, el rostro demacrado con atisbo del llanto de anoche. Grandes círculos oscuros adornaban su mirada color verde-azulada. Su piel carecía de pigmentación, luciendo el semblante pálido como si fuera el rostro de un maniquí, aquellos que tantas veces veía en las vitrinas de las tiendas.Tomó una larga bocanada de aire y terminó de vestirse. Se resignó, si él no salía a trabajar se quedaría no solo sin comida, también sin techo.Posterior a abandonar su habitación, se encontró con un panorama usual. Botellas de licor regadas por la alfombra del living, cajetillas de cigarrillos, un cenicero que rebalsaba de colillas y su padre durmiendo en el sofá. Quedó parado en medio de la sala solo... observando la escena, anhelando que todo fuera producto de un sueño, pero no lo era. Cada día la misma situación, la misma imagen, el mismo caos.Hizo caso omiso al entorno y se dirigió sigiloso ha
Perdió el rumbo de su horizonte. Perdió el rumbo de su vida. Vivir por vivir.Su padre, el único familiar, murió por un ajuste de cuenta.Asariel era totalmente ajeno a las andanzas del hombre. Jamás imaginó que su progenitor tuviera un lado turbio y enfermizo. El poco dinero que le quitaba, iba destinado no solo a la bebida, sino a las apuestas ilegales. Y quizá hubiera sido mejor convivir con un alcohólico. Quizá hubiera sido mejor seguir soportando los golpes y maltratos. Hubiera preferido mil veces seguir viviendo en el calvario de su rutina y no enfrentarse a la cruel realidad; una realidad en la cual ya no tenía a su padre.La justicia terrenal no dispuso de todo su desempeño porque, al final, la muerte de su padre quedó como un archivo guardado en un cajón y destinado al olvido. Un caso cerrado, pero sin culpables detrás de las rejas.Dicen que después de una muerte la vida debería continuar, que no importa cuán duro sea, se debe salir adelante. Seguir levantándote día tras día
Su rostro se reflejó en el atildado cristal del baño. Sus ojos denotaban el cansancio y no se debía precisamente al agotamiento físico, no. Aquella extenuación que se reflejaba en su semblante era producto de su mente, de su estado anímico, de su espíritu. Su alma se agotó, ya no hallaba fuerzas ni siquiera sentir ganas de vivir.Un pinchazo sintió en medio de la cabeza como si una cuchilla afilada atravesase su piel, traspasando incluso el cráneo. Por instinto, llevó ambas manos a sus sienes, en un intento desesperado por aminorar el dolor.«—¿Por qué sigues luchando cuándo tus fuerzas te han abandonado? ¿Quieres morir? Cada que te acuestas por las noches, pides no despertar mas. Anhelas la muerte. Entonces...Hazlo. Hazlo.Muere».—¡No! —gritó, en un murmullo agónico—. ¡Cállate, déjame en paz!¿Por qué oía esa voz áspera dentro de su cabeza? ¿Quién era?El dolor comenzó a disminuir y suspiró aliviado, dejando su rostro al descubierto. Apoyó las manos sobre el lavado. Analizó su sembl
Desde aquella noche —que calificó como una de las más fatídicas que había experimentado— comenzó a notar ciertas anomalías en su departamento. Las luces titilaban como si fueran a apagarse y encontraba las puertas del placard abiertas de par en par, objetos fuera de su sitio habitual, entre un sinfín de situaciones similares.Trató de encontrar una explicación racional e incluso repasaba todas sus acciones antes de salir rumbo al trabajo y sencillamente nada pareciera ser normal. La primera vez que encontró el departamento revuelto, pensó que tal vez alguien ingresó (quizás un ladrón), pero al notar que nada se habían llevado, descartó la idea.Pese a las inusuales anomalías, restó importancia, culpando al cansancio de su cuerpo y mente.(…)Destapó una botella de cerveza y la entregó al hombre que se encontraba semiinconsciente, apoyado en un extremo del mostrador.—Señor, su bebida —espetó, elevando un poco la voz. El hombre se removió, alzando la vista, ojos inyectados de sangre y
—Estás despedido —Cerró los ojos, deseando que no fuera verdad—. ¿Cómo se te ocurrió salir huyendo? Ahora atente a las consecuencias.—Gael, no puedes despedirlo solo por defenderse de esos hombres —recriminó su compañero en su defensa—. Se propasaron con él. No solo verbalmente, lo acosaron físicamente.—¿Y qué? —bramó el hombre—. Hubiera aceptado, el dinero lo valía.—Me largo de aquí —espetó y abrió los ojos, se desató el mandil—. No soy esa clase de persona. No vendo mi cuerpo, no lo hice y no lo haré. Prefiero pasar hambre.—Te arrepentirás de tus palabras, mocoso —Se burló su ahora exjefe—. Conozco muy bien la clase de chicos como tú y cuando menos te lo esperes, estarás parado en la esquina de una calle, rogando porque alguien pague por ti.—Renuncio —Negó con la cabeza en torno a su compañero, ¿qué estaba haciendo?—. Si Asariel no trabajará más, yo tampoco. Tu pocilga de bar no lo vale. Suerte, Gael, la necesitarás —profesó Ethan, con la voz cargada de desdén.De un instante a
«—No eres un chico bueno, por supuesto que no. ¿Dónde quedó la persona que seguía adelante sin importar qué? ¿Qué pasó con el verdadero Asariel? ¡Mírate! Estás hundiéndote en tu miseria. ¿Piensas que cortándote lograrás algo? Me das pena. Llegué a pensar que serías más fuerte, pero me equivoqué contigo... ¡Me decepcionas! Oh, por cierto, pronto nos volveremos a ver».El sonido de algo llegó a sus oídos, causándole una gran molestia. Giró su cuerpo, cambiando de posición y al hacerlo, un punzante dolor caló por cada músculo. Sintió frío y buscó a ciegas las sábanas. No quería hacer ni el nimio intento de abrir los ojos.—Su ritmo cardíaco es estable —comentó alguien—. Perdió mucha sangre, doctor, y debimos hacer transfusiones. Varias de las heridas requirieron puntos y las más grotescas fueron las de sus muslos.—¿Avisaron a la familia? —preguntó otra voz.¿Quiénes eran? ¿Por qué hablaban de familia? ¿Qué familia?Se removió entre las mantas. Solo deseaba seguir durmiendo. Además, inco
—Entonces, escuchas una voz dentro de tu cabeza que te incita a que te lastimes —No fue una pregunta, sonó como si lo estuviera confirmando y oyó el suspiro largo que soltó el médico—. Asariel, no ha sido la primera vez que lo haces. Tienes unas cuantas cicatrices. Sin embargo, has ido muy lejos esta vez. Casi pierdes la vida. ¿Querías morir?Los latidos acrecentaron al oír la pregunta. Su respiración comenzó a elevarse, su pecho subía y bajaba de manera errática, sus pulmones exigieron más aire. Por inercia, llevó las manos a sus oídos. No deseaba escuchar esa pregunta, ya no.—¡Cállate! —exclamó. Su lado racional desvaneciéndose—. ¡Cállate! No quiero hacerlo, no quiero morir, no. ¡Déjame en paz!—Asariel, cálmate —No, no. Deseaba que parara, que se callara. Se removió incómodo al sentir unas manos tratando de quitar las suyas de sus oídos—. No quiero sedarte de nuevo. Eres un buen chico, cálmate. Asariel, ¿me oyes? Soy el doctor Marcus, no te haré daño.«—¿Así de fácil caerás de nue
Pestañeó un par de veces, tratando de asimilar el entorno y se percató de que seguía estando en la habitación del hospital. Una mueca de disgusto dibujó en los labios cuando sintió el escozor en las muñecas. Según el médico, era un síntoma habitual ya que las heridas comenzaban a cicatrizar.Se incorporó (se sentó) en la camilla, restregándose el rostro con ambas manos, barriendo el rastro de sueño que pareciera no querer abandonarlo o quizá su estado aletargado se debía al catéter en su brazo derecho que continuamente pasaba medicamentos a su torrente sanguíneo. Frunció el ceño al darse cuenta de ese detalle. ¿En qué momento lo conectaron? ¿Por qué tenía de nuevo la I.V? Profanó en los recuerdos de los últimos acontecimientos, tratando de hallar algún indicio que le indicara algo que...—Buen día, Asariel —La figura del doctor abarcó su campo de visión—. ¿Cómo estás, cómo te sientes? —preguntó el hombre.Se deslizó hacia arriba, su espalda chocó contra el respaldar de la cama, hacien