La culpa emergía desde lo profundo de sí y lo ponía en alerta porque no podía escapar del destino, su destino. Había roto la única regla impuesta por su Señor. Él solo tenía que hacer su trabajo, él solo debía recolectar las almas de aquellos seres humanos que cumplieron con el ciclo terrenal y conducirlas hasta donde se llevaría a cabo el Juicio Final y, aun así, se dejó guiar por los impulsos de emociones humanas, arraigando a que lo sientan otra vez; y era incluso más irracional el hecho de que lo vieron por primera vez. Se preguntó —otra vez— por qué a él.Era tan extraño cuestionarse sobre su existencia, sobre las emociones humanas que padecía o sobre su nombre real. No podía alejar de su inherencia aquella mixtura de evocación que sufrió cuando la pequeña dama lo vio y habló con él. Aquella situación no debió suceder, no estaba en su tarea, en su trabajo, en su misión, pero no solo era aquella situación, también la otra, la que padeció cuando visitó por segunda vez al ser humano
Continuación inmediata del capítulo anterior…Su esencia estaba modificando y no había vuelta atrás.—Hijo mío, si pasas esta prueba, volverás a mi lado y ascenderás a un nuevo rango —Temor, su interior vibró con algo nuevo. Sensaciones—. Estarás expuesto a las tentaciones de los seres humanos. No tendrás tu esencia. Serás una criatura tan frágil como el hombre ante la maldad. Conserva tu fe y convicción de lo que realmente eres. Ya no solo existirás, también vivirás, serás parte de lo terrenal. Tendrás un cuerpo de carne y hueso, transitarás por el mundo mortal como uno más, pero recuerda el lugar al cual perteneces. Escribí tu nombre y serás regido bajo La Ley del Destino y cuando tu tiempo finalice en la Tierra, volverás y recuperarás tu esencia.»Sariel, hijo mío y servidor, parte de mi coro de Ángeles de la Muerte, dicto mi sentencia final. Ahora serás un ser humano con un alma y, un tercio de esta, contendrá la Gracia Celestial que te recordará instintivamente quién eres realmen
No quería mentir de nuevo. No quería tener que engañar de nuevo. No cuando las personas que estaban a su lado y que lo miraban con evidente preocupación, podrían ver más allá de esas mentiras.—Sí, es cierto —Optó por la verdad, era lo mejor que podía hacer. Era lo correcto—. Pero no se preocupe, mi turno finaliza en unas horas e iré a descansar.—No —refutó el hombre mayor—. Una vez termines con el paciente, irás a casa.—Hazle caso al doctor, Oriel —profirió la fémina.Ella era una de las pocas personas que realmente albergaba pasión y sentimientos por el trabajo y sabía que se preocupaba por él genuinamente.—De acuerdo. Gracias, Dr. Allen —espetó.El hombre asintió conforme, le regaló una pequeña sonrisa a su compañera y otra a él y se dirigió por el pasillo rumbo a otra habitación.—Gracias a ti también, Anael —profesó.—Me preocupo por ti, Oriel. Eres un buen hombre —acotó Anael.No debería afectarle las palabras de la fémina, pero lo hacía. El peso de la culpa crecía cada un po
Comprendió lo relevante que era el tiempo en su nueva vida como mortal. Los días y noches eran diferentes y hubo veces en las que experimentó sensaciones insólitas al estar despierto hasta altas horas de la madrugada, como sentir el fluir de la sangre por sus venas o el latir frenético de su corazón al rememorar a cierto paciente, a cierto chico cuyo nombre no podía olvidar por más que quisiera. Sin embargo, también sentía el peso acrecentando por causa de las mentiras y engaños y aquella sensación de agobio que se adueñaba de sí cuando todo mutaba a un presentimiento lúgubre.El tiempo siguió avanzando, los días pasaron a ser semanas y cuando —por razones del propio destino— volvió a encontrarse con el chico, aquellas semanas se convirtieron en un mes.No supo qué pensar o cómo reaccionar ante las circunstancias de la vida o las casualidades del destino porque aquel cúmulo de emociones y sensaciones comenzaron a eclosionar en algo mucho más férreo, en algo que intuyó desde un princip
Las memorias aletargadas comenzaron a despertar y reconoció aquel rostro. Después de tres años sin verlo, ahora estaba delante de él y aquella vorágine de emociones y sensaciones eclosionaron en sentimientos, tal vez incluso desde la segunda vez que lo vio cuando aún era...—Lo siento, no prestaba atención —imperó. La rigidez abarcó su pecho y el peso de las mentiras y engaños renació—. Te ayudaré —musitó mientras se inclinaba para recoger los dos libros que yacían en medio de la vereda.Si bien la curiosidad no era mala, aún podía ser un arma de doble filo. Pese a ello, no pudo evitar hojear —con disimulo— uno de esos libros. Una extraña sensación afloró dentro de sí al percatarse del contenido. Sintiéndose apesadumbrado por el cúmulo de emociones dentro de sí, palpó con las yemas de los dedos las cecografías impresas, por más que no supiera qué decía.—Tú... Te conozco, sé que lo hago —Cerró el libro, agarró el otro y se irguió con estos, dispuesto a devolverlos a su dueño—. Tu voz.
Su nariz acarició la nariz de Noah y sintió el temblor del cuerpo de Noah atravesar el suyo.—Noah, lo siento —vociferó, ladeando la cabeza hacia un lado, sin dejar de acunar el rostro del chico.Algo estalló en frenesí, algo acaparó cada recoveco de su ser y ese algo tuvo un significado... Amor.La suavidad del algodón, la textura del terciopelo y el dulce del azúcar. Labios que se fusionaron lentos, sondeándose tímidamente, reconociéndose en una gama de sabores inexplicables, únicos e inigualables. Tórridos alientos mezclados, acompañado la danza cohibida de su cabeza mientras buscaba otro ángulo, uno más accesible que le permitiera captar cada porción de terciopelo húmedo y tibio.A la deriva, como si fuera un náufrago en un océano desconocido y tormento, tratando de hallar respuestas en un cielo color gris y ámbar. Tal vez las respuestas que buscaba se encontraban en lo profundo y solo bastó renunciar al miedo, lanzarse a ese océano y dejarse arrastrar por las corrientes huracanad
«Su garganta ardió. Un grito de dolor que desgarró cada fibra de su cuerpo. Cayó de rodillas implorando al firmamento azul porque todo fuera producto de un sueño, porque todo fuera... una ilusión».(…)Salió de aquel bar de mala muerte como todas las noches. Contó los billetes que recibió como propina. Alcanzaba para comprar comida y abastecerse durante unos cuantos días. Hizo las cuentas mentalmente, percatándose de que aún quedaba dos largas semanas para fin de mes. El sueldo que ganaba cubría todos los gastos y lo poco que sobraba tenía que darle a su padre.Su padre, un hombre que dejó vencerse por la agonía y el dolor después de fallecer su esposa tres años atrás, entregándose a la bebida; único consuelo que consiguió suprimir los recuerdos de la mujer que tanto amó. Un consuelo efímero después de todo porque cuando el rastro de alcohol en su organismo lo abandonaba, aquel hombre mutaba a un ser despreciable, convirtiéndolo en su pesadilla.No solo su progenitor perdió a un ser q
Se preguntó si valía la pena salir del cuarto, no deseaba enfrentarse a la realidad. Los párpados le pesaban, el rostro demacrado con atisbo del llanto de anoche. Grandes círculos oscuros adornaban su mirada color verde-azulada. Su piel carecía de pigmentación, luciendo el semblante pálido como si fuera el rostro de un maniquí, aquellos que tantas veces veía en las vitrinas de las tiendas.Tomó una larga bocanada de aire y terminó de vestirse. Se resignó, si él no salía a trabajar se quedaría no solo sin comida, también sin techo.Posterior a abandonar su habitación, se encontró con un panorama usual. Botellas de licor regadas por la alfombra del living, cajetillas de cigarrillos, un cenicero que rebalsaba de colillas y su padre durmiendo en el sofá. Quedó parado en medio de la sala solo... observando la escena, anhelando que todo fuera producto de un sueño, pero no lo era. Cada día la misma situación, la misma imagen, el mismo caos.Hizo caso omiso al entorno y se dirigió sigiloso ha