CAPÍTULO 21

Carlo sintió que la mano que hasta ese momento se había aferrado a su brazo lo soltaba de golpe, y se volvió como un rayo para sostenerla antes de que se desvaneciera. Entonces Hans, aquella absurda noticia y todas las explicaciones que necesitaba pasaron a un segundo plano. Levantó a Aitana contra su pecho y la llevó adentro, se sentó en un cómodo sillón con ella en su regazo y no pronunció una sola palabra mientras se recuperaba y se abrazaba a su cuello llorando con desconsuelo.

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