CAPÍTULO 20

El sol brilló sobre sus párpados y Carlo abrió los ojos de golpe, como si eso hiciera menos doloroso el hecho de que la mañana se llevaría toda la magia de la noche. Se levantó con la suavidad de un gato y abrió un poco las cortinas, la luz que se filtraba en la habitación tenía un poco de melancolía y de pecado. La observó dormir, desnuda, envuelta en la sábana de seda, abrazando la almohada con una areola de serenidad indescriptible.

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