Capítulo 1.

Narra Daimon.

Tengo miles de años vagando por este mundo miserable, a mi paso he dejado un sinfín de destrucción y corazones rotos y no, no me importa soy un ser oscuro que antes fue luz, pero como dije ahora me embarga la oscuridad, soy un demonio que antes fue un ángel.

Soy Lucifer, Luzbel como quieren llamarme me da igual como me llames, ni yo mismo se cuántos años tengo, puedo mostrarme ante ti de cualquier forma, ya sea un anciano, un hombre, un niño lo que sea, soy hermoso siempre lo fui desde que fui un ángel mido dos metros de altura mis ojos son verdes si me muestro en humano claro está, pero si estoy en mi forma demonio son rojos vivos como el fuego.

Mi corazón ya no es puro y nunca lo será, los demonios estamos en constante conflicto con todas las razas que existen en la tierra, me río de los humanos porque ellos piensan que son los únicos que existen en este planeta, se creen el centro de atención pues no lo son.

Tomo mi forma humana y salgo a la superficie y voy con mi víctima del día un idiota que quiere riqueza y a cambio obtendré su alma.

Ya con mi forma humana voy al recinto donde vive ese idiota, no sabe que solo disfrutará de la riqueza por un corto plazo y luego su alma será toda mía, aún es de día.

Aparezco dentro de su casa precisamente donde esta él parado.

—Dime que es lo que quieres tener exactamente—. Él se voltea hacia mí, sus ojos se agrandan.

—Como entraste—.

—Soy Lucifer tú me invocaste, no me hagas perder el tiempo, di que es lo que quieres y yo te lo daré, pero tienes que darme algo a cambio—.

—Yo, yo...

—Habla ya o me largo—. Dejo que el olor azufre se intensifique.

—En verdad me darás lo que quiera—.

—Lo que pidas, dinero, mujeres, placeres lo que tú quieras—.

—Y a cambio que—.

—Cuando me invocaste que dijiste que me darías—.

—Mi alma—.

—Si—. Hago aparecer el contrato.

—Yo tendré que firmar—. Sonrió.

—No el mismo tomara la impresión—.

 —Impresión de que, mi huella—. Esto es lo malo de hacer pactos con los humanos ellos primero invocan y luego se arrepiente.

—No hagas que me lleve tu alma ya—. Lo miró, puedo sentir su miedo, los humanos no son más que unos cobardes.

—Está bien quiero riqueza, que mi esposa regrese y que mi empresa tenga éxito—.

Le acerco el contrato, él lo toma el mismo papel hace su magia y corta su piel así dejando una gota de su sangre en ella.

—Mañana que te levantes tus cuentas estarán llenas tu esposa estará en la puerta de tu casa y tu empresa será un éxito, solo no te olvides a quien le debes todo o vendré por tu alma antes del tiempo estipulado—. Dicho esto, desaparezco de su vista.

Tomo una forma humana más joven y empiezo mi andar buscando una nueva víctima, ladrones tengo a montones, asesinos ni se diga, mafiosos, tengo todas las escorias que necesito en este mundo.

De tanto caminar término frente a una Universidad, dos chicas vienen tan concentradas en su plática que no se dan cuenta que una de ellas se estrellará conmigo en unos segundos, y como lo dije una termina estrellándose en mi pecho, la tomó de la cintura para que no se caiga, la otra me mira asombrada sus ojos color miel conectan con los míos, algo recorre mi ser haciéndome estremecer.

Sus labios rosados se entre abren. —Yo no tengo culpa de ello—. Me defiendo antes que ella diga algo suelto a la otra.

—Ya Em creo que veníamos tan centrada en nuestra plática que no nos dimos cuenta que él venía—. Le dice la otra. —Lo sentimos verdad Em—. Le dice dándole con el codo por los costados.

—Si como sea vamos antes que papá se altere—. Le dice la que es Em.

Su mirada intensa me hace querer meterme a sus pensamientos, pero no lo logro, ni mirándola directo a los ojos.

Toma a la otra chica de la mano y la aleja de mí. —Adiós—. Dice la otro de manera educada.

Ella no me mira, pero voy averiguar por qué me sentí de esa manera con ella.

La sigo con la mirada hasta perderla, regreso al inframundo y pienso en ella y la sensación que sentí al verla.

Eso fue raro muy raro, solo recordarlo me estremezco y nadie ha logrado ese efecto en mi...

Narra Emily Jeane.

Hoy me levanté de mal humor, si de mal humor él catedrático de filosofía me está alejando de mi promedio perfecto si soy muy buena estudiante y mi promedio de excelencia está viéndose afectado por él, no sé qué es lo que tiene en mi contra quiero matarlo, no literalmente, pero sé que muchos quieren hacerlo, no solo yo soy afectada por su régimen estricto, a decir verdad, parece un dictador.

Mi nombre es Emily Jeane Govea Arezzo tengo dieciocho años en unos dos meses cumpliré diecinueve vivo con mis padres y mi hermana mayor ella tiene veinte, soy de estatura mediana mido 1.65 soy baja, mi cabello es castaño soy de complexión delgada.

Voy a la ducha y tomo mi ducha de quince minutos, al salir me miro al espejo tengo unas ojeras del tamaño de una mancha lunar.

Salgo y me visto, ya vestida voy a desayunar a la carrera.

—Buenos días—. Saludo a mis padres.

—Buenos día hija—.

—Em viste mi libreta de cálculo—. Mi hermana Esther siempre olvida donde deja las cosas.

—Creo que está en la ventana que dejas abierta todas las noches—.

—Huy sí que tonta—.

—Hija y esas ojeras—. Miro a mi madre y suspiró.

—Estuve hasta tarde despierta, el catedrático de filosofía me está matando y es mi primer año esto es una pesadilla—.

—Pronto mejoraras ya lo verás—. Dice mi padre dándome un beso en la coronilla. —Esther mueve o van a llegar tarde—. Grita papá.

—Ya estoy aquí papá no grites—. No sé cómo mi hermana luce perfecta todas las mañanas, y yo pues creo que un espanta pájaros se ven mucho mejor.

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