17. Él me destruyó

Dayleen volvió a la cabaña con la cabeza baja después de su charla con el Alfa Tauriel, que no duró mucho; él le dijo que solo fuera sincera en la reunión porque ellos sabrían si les miente.

No lloraba. No temblaba. Pero por dentro, todo era un caos.

Annika se levantó al verla entrar, visiblemente arrepentida. Dio un paso hacia ella, pero Dayleen la ignoró, no quería hablar en ese momento si volverían a retomar su horrible sugerencia.

Cerró la puerta sin decir una palabra y fue directo al rincón donde dormía, necesitaba descansar un rato.

—Lo siento —dijo Annika en voz baja—. No quise sonar cruel. Sabes que soy tu amiga, jamás haría nada en contra tuya.

Dayleen no respondió. Acarició su vientre con una mano temblorosa, dentro de su corazón había sabido que no hubo malas intenciones en sus palabras, pero la sola idea de dañar a sus cachorros le haría profundamente.

—Solo pensé que… tú… no los ibas a querer. Pensé que no podrías, después de lo que te hizo. Después de lo que Sebast
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