Dos meses habían pasado desde la graduación, y Dayleen y Sebastián habían estado pasando cada vez más tiempo juntos. Habían ido de caza, explorado el bosque e incluso habían tenido algunas sesiones de entrenamiento intensas.
Dayleen había empezado a sentirse más cómoda en su presencia, y Sebastián parecía disfrutar de su compañía. ¡La compañía de una simple Omega! Un día, mientras paseaban por el bosque, Dayleen le preguntó sobre su pasado. Quería hacerlo dede el comienzo pero le daba miedo arruinar lo que tenían si indagaba más allá. —¿Qué pasó entre tú y mi prima, Aria? —preguntó, mirándolo con curiosidad. —Nuestros padres no aprobaron la relación —confesó Sebastián, suspirando—. Aria ya estaba comprometida con otro lobo desde su nacimiento, y mis padres querían que yo me casara con alguien de una manada aliada para fortalecer nuestras alianzas. Después de todo, era mi deber volver a la manada más fuerte y hacer mi Luna a una mujer sin poder político era inconcebible. —¿Y tú aceptaste? —inquirió Dayleen, sorprendida. Él no parecía del tipo de hombre que abandonaría a nadie. —No —negó Sebastián, sacudiendo la cabeza—. Pero no tenía opción, tengo que pensar con la cabeza, se lo debo a mi manada y a la familia. Si hubiéramos estado destinados, nada nos podría hacer separado pero... Aria y yo nos separamos, y ella se casó con el lobo que sus padres habían elegido para ella. —Lo siento —se condoló Dayleen, mirándolo con tristeza—. Debes haber sufrido mucho. —Sí —admitió Sebastián, mirándola con una sonrisa triste—. Pero ya pasó. Ahora estoy aquí, contigo. La paciencia es una virtud y créeme que lo estoy disfrutando. Mientras caminaban de regreso a la manada, Dayleen no podía dejar de pensar en Sebastián y su pasado. Se sentía atraída por él, pero no sabía si debía confiar en sus sentimientos. ¿Cuánto había amado a su prima? Además, ella era una persona odiosa, ¿cómo pudo enamorarse de una mujer tan... mala? En las semanas siguientes, Dayleen y Sebastián continuaron conociéndose, divirtiéndose. Fueron a una ceremonia lunar, donde bailaron bajo la luz de la luna llena. Incluso, Sebastián le enseñó cómo cazar con habilidad y precisión aún sin tener a su loba despierta. Jamás se habría imaginado que era posible tener tanta fuerza aún sin estar completa. Dayleen se sentía cada vez más cómoda en su presencia, y empezó a darse cuenta de que sus sentimientos por Sebastián iban más allá de la amistad. Era algo innegable los sentimientos que afloraba en ella. Sin darse cuenta, se había enamorado de su Alfa. Una Omega como ella, sin poder, sin habilidad... Cayó rendida a sus pies. ... Aunque intento por todos los medios no encontrarla, resultaba lógico que en algún momento se iban a encontrar; después de todo, estaban en la misma manada y pertenecían al mismo sector. Dayleen se encontró con su prima Aria en el centro de la manada. Ella la miró con una sonrisa malévola que la puso alerta, y le mantuvo la mirada cuando se acercó a ella. —Así que crees que Sebastián se ha olvidado de mí, ¿verdad? —dijo Aria, riendo—. Crees que te ha elegido a ti en lugar de mí. Sus palabras la hicieron sentir incómoda, porque se veía tan segura de sus palabras, tan firme. Pero confiaba ciegamente en Sebastián, él jamás le haría daño. «Está intentando envenenarme la mente», pensó con furia. —No sé de qué hablas —respondió, intentando evitar la confrontación. —No te hagas la tonta —dijo Aria, acercándose más—. Sé que has estado pasando tiempo con él. Pero déjame decirte algo, prima. Sebastián nunca te amará como me amó. Nunca te elegirá a ti en lugar de a mí. Simplemente quiere hacerse el fuerte, es su deber, después de todo. Dayleen se sintió dolida por las palabras de su prima, pero intentó mantener la calma. —Para Sebastián, tú ya eres cosa del pasado —dijo, mirándola directamente a los ojos—. Y ahora él quiere estar conmigo. Aria se enfureció. Levantó la mano para darle una cachetada a Dayleen, pero justo cuando estaba a punto de hacerlo, se escuchó un ruido detrás de ellas. Parecía que alguien estaba escuchando su conversación. Aria se asustó y bajó la mano. —¿Quién está ahí? —gritó, mirando alrededor. Pero no había nadie a la vista. Aria se dio la vuelta y huyó, dejando a Dayleen sola y confundida. Volteó a mirar hacia donde escuchó el ruido, pero no había nada. ¿Qué rayos había sido eso? ... Dayleen y Sebastián se sentaron a cenar en una mesa elegante, rodeados de velas y flores. La atmósfera era romántica y ella se sentía nerviosa. —Dayleen, desde que te conozco, he sabido que eres la elegida para mí —dijo Sebastián, tomando su mano—. Quiero que te conviertas en mi Luna, mi compañera para toda la vida. Se sintió emocionada, porque sus sentimientos eran recíprocos, pero también tuvo dudas. —Escucha, no sé si soy la adecuada para ti —dijo, mirándolo con inseguridad—. Mi loba aún no ha despertado, y no puedo servir a la manada como debería. Sebastián sonrió. —Hay una forma de despertar a tu loba —dijo, acercándose a ella—. Y es iniciando tu despertar sexual conmigo. Dayleen se sintió sorprendida. —¿Qué quieres decir? —preguntó, su corazón latiendo más rápido. —Quiero decir que si nos unimos, podemos descubrir si estamos destinados —dijo Sebastián, mirándola con intensidad—. Y si lo estamos, la regla de alfas y omegas no importará. Podremos casarnos sin impedimentos. Quiero que seas mi Luna. Dayleen se sintió tentada. La idea de unirse a Sebastián era atractiva, pero también era arriesgada. ¿Y si no estaban destinados? ¿Y si su loba no despertaba? ¿Y si aquello solo fuera un mito y habrían intimado en vano? Se sentía insegura, más de lo que había imaginado porque soñaba con unirse en cuerpo y alma con él; pero Sebastián la miró con tanta intensidad que ella no pudo resistirse. —Está bien —dijo finalmente, su voz apenas un susurro—. Lo haré. Seré tu Luna. Esa era la parte que más le había llegado al corazón. Nunca había sido bienvenida en la manada, pero ahora... Ahora se le presentaba la oportunidad de ser la madre guía de su manada. Y encima tendría a un hombre como Sebastián para amar por toda la eternidad. ¿Cómo podría negarse? Él sonrió y la tomó de la mano. La llevó a una cabaña en lo más profundo del bosque, rodeada de árboles y flores silvestres. La cabaña era acogedora y cálida, con una chimenea encendida y velas iluminando la habitación. «Oh, Diosa... Él realmente estaba ansiando este momento. Quiere estar conmigo», pensó con emoción. No pensó que aquello fuera raro o extraño, lo vio con un enfoque tan risueño que a futuro, lamentaría no haberse dado cuenta. Sebastián la miró con deseo y se acercó a ella. La besó suavemente, su lengua explorando su boca. Ella se sintió mareada de placer y se dejó llevar. Él la llevó a la cama y la acostó suavemente. Se quitó la ropa y se acostó a su lado, su cuerpo caliente y fuerte. Dayleen se sintió nerviosa, pero Sebastián la calmó con besos y caricias. Finalmente, Sebastián entró en ella, su movimiento suave y controlado. Dayleen se sintió llena y completa, su cuerpo respondiendo al suyo. Su loba se inquietó, no despertó por completo, pero sirvió para sentir el lazo que los unía. —Mía —gruñó Sebastián, su voz baja y posesiva—. Eres mía. Y le hizo el amor, su cuerpo moviéndose en el suyo con una pasión y una intensidad que Dayleen nunca había experimentado antes. Se sintió reclamada, poseída, y sabía que nunca podría pertenecer a otro. Esa noche unieron sus almas para volverse uno solo, la pequeña e insignificante Omega había sido reclamada por el Alfa de Fuego. «Las cartas del destino habían sido echadas, y ahora iban a jugar con ellas...»- Presente -Dayleen sintió el peso del destino caer sobre sus hombros cuando cruzó las puertas de la cabaña que antes había compartido con Sebastián. Su corazón latía con fuerza, anticipando el dolor que se avecinaba, pero listo para enfrentarlo. La conexión de su vínculo la había alertado, aunque su mente se negaba a creerlo hasta no verlo con sus propios ojos.Necesitaba asegurarse.El olor dulce del sexo estaba por todas partes, mezclado con el aroma de Sebastián. Dayleen se detuvo, su pecho subiendo y bajando frenéticamente mientras su mirada se clavaba en la puerta entreabierta del dormitorio. No necesitaba abrirla para saber lo que ocurría al otro lado, pero su instinto la empujó hacia adelante.Cuando empujó la puerta, la escena frente a ella la golpeó como una daga al corazón. Sebastián estaba sobre Aria, sus cuerpos entrelazados de una manera que no dejaba lugar a dudas que él le hacía el amor.El gruñido de su loba resonó en su mente, furiosa, herida.—¿Sebastián? —Su voz t
Parecía que el frío quemaba la piel de Dayleen mientras corría a través del bosque oscuro, sus pies descalzos apenas rozando la tierra húmeda. Sintió que se le clavaban las piedras filosas en el talón y apretó los labios para no gritar.El ambiente estaba impregnado del aroma de musgo y del peligro, pero ella no se detuvo. Cada paso la alejaba más de la manada que la había traicionado y de Sebastián, el hombre que había destrozado su alma.Su pobre madre había pagado el precio. —No te detengas —gritó Annika a su lado, su voz apenas audible entre el crujir de las hojas secas bajo sus pies y sus alientos agitados—. Aún estamos cerca del territorio. Dayleen asintió, sintiendo que la desesperación la impulsaba hacia adelante. Sus piernas temblaban de agotamiento, pero su loba gruñía en su mente, exigiendo que siguiera moviéndose. No había opción. Si los guardias las alcanzaban, todo estaría perdido. —¿Cómo… cómo sigues viva? —preguntó Dayleen, jadeando, mientras sorteaban raíces y rama
La luna comenzaba a desvanecerse del cielo cuando las recién llegadas fueron escoltadas hasta la entrada del Círculo del Agua. Dayleen caminaba en silencio, sintiendo que con cada paso que daba, se alejaba más de lo que alguna vez fue su vida. A su lado, Annika lucía igual de sombría, pero no perdía oportunidad de lanzar miradas desdeñosas a su alrededor, como si el barro en el suelo o el aliento húmedo de la selva fueran una afrenta directa a su linaje.Y lo cierto es que así era, se sentía una violación a su naturaleza estar cerca de la magia pura del Agua. Aunque ella no tenía poder, y nunca lo tendría, su núcleo mágico seguía siendo la misma que todos en su manada. —Bienvenidas al territorio del Agua —dijo uno de los guerreros, un lobo de rostro curtido, cabello trenzado y tatuajes tribales que se deslizaban como serpientes por su cuello—. Desde este punto, sus habilidades están selladas. El río es sagrado, y su corriente está viva. Protege la manada. No podrán usar su magia aqu
El bosque parecía estar conteniendo el aliento, como si presintieran lo que estaba por venir. Un aura de incertidumbre se cernía sobre la manada de Agua, cuando los tambores ceremoniales retumbaron suavemente en el valle, anunciando la llegada de tropas enemigas. El alfa Xavier se adelantó a los límites de su territorio, flanqueado por sus betas y guerreros de mayor rango, su porte era firme, elegante, imperturbable. —Deténganse ahí —ordenó con voz autoritaria, al ver acercarse a los guerreros de Fuego. El que lideraba la comitiva dio un paso al frente. —El Alfa Sebastián desea hablar con usted en busca de respuestas. Sospecha que aquí se esconde alguien que le pertenece. Una fugitiva. Xavier entrecerró los ojos, pero esbozó una sonrisa controlada. —En este territorio no ha cruzado nadie que no haya sido autorizado. Y si lo hubiera hecho, el agua lo habría delatado. Como sabe, cada gota me responde. Nadie entra aquí sin pagar un precio —alzó una ceja en su dirección. Los gu
Esa noche, la invitación llegó. Una nota sellada con el emblema del Alfa de Agua. La citaba en su mansión. La doncella que le trajo la carta espero afuera por ella, mientras Dayleen se preguntaba qué rayos debía hacer.«Llegó el momento... tienes que seducir al Alfa. Será tu única oportunidad», le dijo su loba.—Jamás estaré completa. Soy una loba a medias, no podremos compartir el lecho en nuestra forma natural de lobos. ¿Crees que él lo aceptará?Ella bufó.«Le arrancaré la cabeza si se atreve a minimizarnos».Sonrió. Annika estaba dormida, seguramente que no se daría cuenta de nada, no quería perturbar su sueño.Así que salió de la cabaña, lista para su misión.Dayleen fue conducida a través de pasillos de piedra caliza, las paredes estaban cubiertas de una fina capa de agua fluorescente, parecía una especie de... barrera luminosa. Se preguntaba qué tipo de cosas podían hacer con la magia del agua.Caminaron en silencio hasta llegar al gran salón donde Xavier esperaba. Vestía una t
Dayleen despertó con los primeros rayos del sol filtrándose por los cristales de agua que formaban parte de la arquitectura viva de la habitación. Nunca había estado en un lugar así, recordando su pasado con Sebastián, jamás la integro en su mansión, con la manada principal.Incluso cuando le juro amarla, nunca perteneció realmente a él. Incluso, consideraba que prácticamente la escondía. Sus paseos por el bosque, sus noches en la cabaña... Todo estaba fríamente calculado para mantenerla lejos de su papel como Heredero del Alfa. Se preguntaba porqué entonces la declaró su Luna, si finalmente iba a traicionarla.«Quizás solamente es un sádico que le gustaba burlarse de nosotras», gruñó su loba.Dió un suspiro largo cuando se percató de su situación: Ahora era oficialmente parte del harém del Alfa Xavier. Y eso significaba peligro, pero también era una gran oportunidad.Estaba sola en la habitación, por fortuna. Sentía vergüenza de recordar lo que sucedió, como sucumbió al deseo pese a
—Sí, Alfa. Haré lo que usted me diga. Solo tiene que darme las instrucciones —dijo de forma sumisa. Tenía que jugar bien su papel. Cuando Dayleen aceptó su propuesta, Xavier sonrió complacido. Como si supiera que ella aceptaría sin dudarlo. Su corazón palpito con ansiedad. ¿Qué otras cosas tenía planeado ese hombre? —Partiras en tres días —dijo el Alfa, sin rodeos, cruzando una linea de agua en el tronco del árbol para acercarse más a ella—. Debo buscar aliados en los reinos del este. La tensión con Fuego va a escalar. Y no puedo confiar solo en mi poder. Así que irás en mi representación con unos cuantos soldados, puede ponerse algo difícil esa visita. Dayleen frunció el ceño. ¿No confiaba en su poder? Por lo que podía sentir, la manada de agua resumaba un poder inmenso. Estar ahí era sentir vibrar el agua misma por su piel y sus sentidos, se sentía mejor ahí, más fuerte. ¿Realmente eran vulnerables, o le estaba ocultando algo? No quería emprender una misión sin tener el panoram
La mañana recibió a la manada del Agua con un aire gélido que parecía morder la piel. Y al anochecer las cosas no mejoraron del todo, ni siquiera la fauna nocturna hacia ruido.... parecían contener el aliento.El centro de ceremonias del Agua estaba decorado con guirnaldas flotantes hechas de lirios y piedras lunares. Aquella noche sería la celebración en honor a la nueva Luna de la manada de Fuego: Aria.Pero el corazón de Sebastián no estaba con ella.Aunque sabía que será considerado traición si se apartaba del lugar donde sería la celebración, no pudo evitarlo. Tendría que recurrir a sucios trucos para buscarla.Mientras los festejos se preparaban al otro lado del territorio, Sebastián se escabulló de la caravana. Su respiración era irregular, su lobo, Zeque, lo arrastraba con ansiedad en dirección al bosque espeso. Sentía algo. Sentía a ella.«No está lejos… está viva. Está con otro», reveló su lobo.—Maldita mujer —masculló, ocultando su esencia mientras se adentraba en la zona