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Phillip entró a la mansión con una sensación de alivio y calma; por una vez en su vida.

Nunca se había sentido así, nunca había esperado tanto el final de la jornada para estar en casa y ver a su esposa. Era una sensación inigualable. Encontró a Georgina en la sala comedor disponiendo la mesa para la cena. Al verlo, le sonrió.

—Llegas temprano –le dijo, y siguió ubicando los tenedores sobre la mesa. Él se metió una mano en el bolsillo mientras con la otra aún sostenía el maletín de cuero donde traía unos documentos que, si le daba tiempo o ánimo, más tarde revisaría. Miró a su esposa de pies a cabeza y se deleitó con la vista. Podía decir que la estaba descubriendo apenas—. ¿Qu&e

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