— ¿Georgina? –saludó Phillip a su mujer contestando a su teléfono.
— ¡Ha despertado, Phillip! –Exclamó Georgina en cuanto escuchó la voz de su marido— ¡Heather ha despertado! —Phillip se quedó quieto en los pasillos de Branagan Enterprises. No dijo nada por espacio de un minuto, y Georgina lo que hizo fue explicar lo sucedido—. Hice que Tess viniera a verla, le pedí que le hablara, y no llevaba ni diez minutos dentro cuando salió para avisar a los médicos. También Adam lo vio, dice que abrió los ojos y le habló.
— ¿Le habló? –Dijo por fin Phillip—. ¿Qué le dijo?
—Le&h
Phillip miraba a Georgina sostenerle la mano a Heather, quien permanecía dormida. Los doctores aseguraban que en cualquier momento despertaría, y ellos estaban allí esperando.Había sido difícil ver a su esposa tan angustiada por su hija, todos los días preguntándose si despertaría algún día. A veces les parecía que habían estado allí toda la eternidad, esperando a que su hija reaccionara; la espera se hacía demasiado larga.Esa mañana no era diferente, pero ahora había una esperanza: ella había despertado ayer en la tarde, y según Adam Ellington, incluso había hablado con él.—¿Crees que no te haya reconocido? –Le había preguntado Georgina&mdas
— ¡Eres tú! –dijo Tess cuando al fin sus lágrimas pararon—. Deja de morirte, ¿quieres? ¡Te he despedido dos veces! ¡Qué mala amiga eres, de verdad! –Heather se echó a reír.—Ya, procuraré a la próxima morirme después de ti y no antes, para no hacerte pasar por esto otra vez—. Tess se sentó a su lado en la camilla, mirándola fijamente, estudiándola.—Te veo más linda que antes.—Gracias.— ¿Por qué estás aquí? Tu cuerpo ya…—Estoy aquí, porque aquí será a donde pertenezca de ahora en adelante.<
Raphael aún no se lo creía. Tal vez aquello era un sueño, no una pesadilla. Un sueño hermoso, donde recuperaba al amor de su vida, y todo era perfecto.Pensó entonces que, si aquello era un sueño, lo viviría al máximo, tal como había hecho Samantha cuando despertó en el cuerpo joven de Heather. Sonrió al pensar eso.Besó suavemente sus mejillas y buscó su boca para adueñarse de ella. Lamió sus labios con delicadeza, y el beso poco a poco fue cobrando fuerza. Eran dos semanas sin besos, dos eternas semanas. Quiso enredar su mano en sus cabellos, como solía hacer, pero entonces sintió la venda, y todo su cuerpo se enfrió súbitamente. Su novia estaba herida, por esta vez, tendría que contenerse.
Una enfermera entró cuando ya era hora de retirarle a Raphael la intravenosa, pero lo que encontró la sorprendió y la enterneció a partes iguales. Raphael y Heather dormían en la misma camilla, abrazados y agotados. Él tenía cuidado de no lastimarla, y ella de no obstruir con su abrazo el paso de la intravenosa. Entró sigilosamente, y sin hacer ruido, aprovechó para poner la otra bolsa de suero a Raphael, que, de haber estado despierto, se habría opuesto.Luego buscó una sábana y los cubrió con ella. No era muy ortodoxo que dos durmieran sobre una camilla, pero por una noche no estaba mal, además, sabía que sería difícil separarlos, y aquello sólo conseguiría interrumpir su descanso, que tanto necesitaban. Apagó
Cuando a Phillip le dijeron que su esposa estaba fuera de sus oficinas y quería hablar con él, se extrañó. Le pidió a su secretaria que la hiciera pasar inmediatamente; Georgina nunca iba a su lugar de trabajo, y si estaba aquí, era porque sucedía algo grave o tan importante que no podía ser tratado por teléfono. Sus sospechas se acentuaron cuando la vio entrar pálida y con mirada nerviosa. Casi corrió a ella para preguntarle qué pasaba. Georgina lo abrazó llorando. — ¿Qué tienes, mujer? ¡Qué pasa! –preguntó él—. Dime algo, que me tienes con el corazón en un puño. — ¡Lo siento tanto! — ¿Qué sientes? — ¡Es mi culpa! — ¡¿Qué cosa?! –la separó
Estoy aburrida –dijo la voz con pereza—. No hay nada qué hacer aquí. Ver a las hormiguitas deambular de un lado a otro no es divertido.No son hormiguitas –dijo Él—. Son seres humanos.Igual. Estoy aburrida.Hubo un silencio en la expansión. Él, con su poder, agitó el aire, y delante de ambos, en medio de la nada, apareció la imagen difusa, como entre una bruma, de una niña que, con sus ojos cerrados y con un rostro inexpresivo, iba girando lentamente en medio de ellos para mostrar todos sus ángulos. Esa niña pronto se convirtió en adolescente, luego en adulta, y, por último, en una anciana; moría y otra tomaba su lugar, su espacio en el mund
La luz hoy parecía más brillante de lo normal.Apoyada en su bastón, Samantha Jones se desplazaba a paso lento por una calle cualquiera rumbo a su pequeño apartamento, donde vivía hacía ya incontables años.Sí, la luz estaba más brillante de lo normal, a pesar de que el sol ya se estaba poniendo al fin, luego de una larga tarde de verano… O tal vez era que sus ojos ancianos ya no resistían tanta luz. Samantha ya tenía setenta y nueve años.Miró hacia el cielo las escasas nubes con una media sonrisa pintada en el rostro. Amaba los días soleados, y afortunadamente, de esos había muchos en San Francisco.Siguió andando por la empinada calle, con l
—Heather, por favor, ¡¡no!! –gritó Georgina desde la puerta de la enorme mansión, corriendo a pesar de sus tacones detrás de su hija, quien se internó en el deportivo haciendo oídos sordos a los llamados de su madre—. ¡Por favor, escúchame!— ¡Púdrete! –gritó Heather, enseñándole el dedo medio de su mano. Soltó los frenos casi al tiempo que pisaba el acelerador, y en el enorme jardín sólo se escuchó el chirrido de las llantas y la risa de Keith, el actual novio de Heather.Georgina se detuvo en medio de la calzada del car lobby frente a su mansión y se llevó una mano a sus labios, intentando contener el llanto desesperado que pugnaba por