Samantha no dejaba de llorar. Estaba sentada en el suelo, y lloraba con la cabeza enterrada entre sus rodillas, y lloraba, y lloraba. Dejar a Raphael le estaba costando la vida, pero seguía viva. Sentía como si le arrancaran del pecho el corazón, pero éste seguía allí.
Lloraba, y ser consciente de su propio llanto la hacía llorar más. Al parecer, iba a recordar para siempre, en el más allá, estuviera donde estuviese, su tragedia.
Era el peor castigo que cualquier dios griego ofendido se pudiese idear.
Había estado allí, había seguido en la habitación un par de segundos después de que su alma se separara de su cuerpo. Había visto cómo él frotaba sus brazos y su espalda para infundirles
Phillip esperaba fuera de las oficinas de Raphael Branagan, llevaba en sus manos una carpeta con documentos, fotografías, y evidencias.Se había presentado allí sin anunciarse, sin contarle nada a Georgina para no preocuparla más. Sabía que Raphael estaba en una reunión, y por eso esperaba. No había querido ir a Richard a ponerle la queja del comportamiento de su hijo, venía directamente a él para obtener respuestas, pues no sólo no había ido a ver a Heather al hospital, sino que también habían empezado rumores donde se decía que Raphael se devolvía a Londres indefinidamente.O él estaba dando por sentado que Heather nunca despertaría, o simplemente no le importaba lo que fuera de ella en el futuro, y no sólo estaría incumpl
— ¿Georgina? –saludó Phillip a su mujer contestando a su teléfono.— ¡Ha despertado, Phillip! –Exclamó Georgina en cuanto escuchó la voz de su marido— ¡Heather ha despertado! —Phillip se quedó quieto en los pasillos de Branagan Enterprises. No dijo nada por espacio de un minuto, y Georgina lo que hizo fue explicar lo sucedido—. Hice que Tess viniera a verla, le pedí que le hablara, y no llevaba ni diez minutos dentro cuando salió para avisar a los médicos. También Adam lo vio, dice que abrió los ojos y le habló.— ¿Le habló? –Dijo por fin Phillip—. ¿Qué le dijo?—Le&h
Phillip miraba a Georgina sostenerle la mano a Heather, quien permanecía dormida. Los doctores aseguraban que en cualquier momento despertaría, y ellos estaban allí esperando.Había sido difícil ver a su esposa tan angustiada por su hija, todos los días preguntándose si despertaría algún día. A veces les parecía que habían estado allí toda la eternidad, esperando a que su hija reaccionara; la espera se hacía demasiado larga.Esa mañana no era diferente, pero ahora había una esperanza: ella había despertado ayer en la tarde, y según Adam Ellington, incluso había hablado con él.—¿Crees que no te haya reconocido? –Le había preguntado Georgina&mdas
— ¡Eres tú! –dijo Tess cuando al fin sus lágrimas pararon—. Deja de morirte, ¿quieres? ¡Te he despedido dos veces! ¡Qué mala amiga eres, de verdad! –Heather se echó a reír.—Ya, procuraré a la próxima morirme después de ti y no antes, para no hacerte pasar por esto otra vez—. Tess se sentó a su lado en la camilla, mirándola fijamente, estudiándola.—Te veo más linda que antes.—Gracias.— ¿Por qué estás aquí? Tu cuerpo ya…—Estoy aquí, porque aquí será a donde pertenezca de ahora en adelante.<
Raphael aún no se lo creía. Tal vez aquello era un sueño, no una pesadilla. Un sueño hermoso, donde recuperaba al amor de su vida, y todo era perfecto.Pensó entonces que, si aquello era un sueño, lo viviría al máximo, tal como había hecho Samantha cuando despertó en el cuerpo joven de Heather. Sonrió al pensar eso.Besó suavemente sus mejillas y buscó su boca para adueñarse de ella. Lamió sus labios con delicadeza, y el beso poco a poco fue cobrando fuerza. Eran dos semanas sin besos, dos eternas semanas. Quiso enredar su mano en sus cabellos, como solía hacer, pero entonces sintió la venda, y todo su cuerpo se enfrió súbitamente. Su novia estaba herida, por esta vez, tendría que contenerse.
Una enfermera entró cuando ya era hora de retirarle a Raphael la intravenosa, pero lo que encontró la sorprendió y la enterneció a partes iguales. Raphael y Heather dormían en la misma camilla, abrazados y agotados. Él tenía cuidado de no lastimarla, y ella de no obstruir con su abrazo el paso de la intravenosa. Entró sigilosamente, y sin hacer ruido, aprovechó para poner la otra bolsa de suero a Raphael, que, de haber estado despierto, se habría opuesto.Luego buscó una sábana y los cubrió con ella. No era muy ortodoxo que dos durmieran sobre una camilla, pero por una noche no estaba mal, además, sabía que sería difícil separarlos, y aquello sólo conseguiría interrumpir su descanso, que tanto necesitaban. Apagó
Cuando a Phillip le dijeron que su esposa estaba fuera de sus oficinas y quería hablar con él, se extrañó. Le pidió a su secretaria que la hiciera pasar inmediatamente; Georgina nunca iba a su lugar de trabajo, y si estaba aquí, era porque sucedía algo grave o tan importante que no podía ser tratado por teléfono. Sus sospechas se acentuaron cuando la vio entrar pálida y con mirada nerviosa. Casi corrió a ella para preguntarle qué pasaba. Georgina lo abrazó llorando. — ¿Qué tienes, mujer? ¡Qué pasa! –preguntó él—. Dime algo, que me tienes con el corazón en un puño. — ¡Lo siento tanto! — ¿Qué sientes? — ¡Es mi culpa! — ¡¿Qué cosa?! –la separó
Estoy aburrida –dijo la voz con pereza—. No hay nada qué hacer aquí. Ver a las hormiguitas deambular de un lado a otro no es divertido.No son hormiguitas –dijo Él—. Son seres humanos.Igual. Estoy aburrida.Hubo un silencio en la expansión. Él, con su poder, agitó el aire, y delante de ambos, en medio de la nada, apareció la imagen difusa, como entre una bruma, de una niña que, con sus ojos cerrados y con un rostro inexpresivo, iba girando lentamente en medio de ellos para mostrar todos sus ángulos. Esa niña pronto se convirtió en adolescente, luego en adulta, y, por último, en una anciana; moría y otra tomaba su lugar, su espacio en el mund