Estoy aburrida –dijo la voz con pereza—. No hay nada qué hacer aquí. Ver a las hormiguitas deambular de un lado a otro no es divertido.
No son hormiguitas –dijo Él—. Son seres humanos.
Igual. Estoy aburrida.
Hubo un silencio en la expansión. Él, con su poder, agitó el aire, y delante de ambos, en medio de la nada, apareció la imagen difusa, como entre una bruma, de una niña que, con sus ojos cerrados y con un rostro inexpresivo, iba girando lentamente en medio de ellos para mostrar todos sus ángulos. Esa niña pronto se convirtió en adolescente, luego en adulta, y, por último, en una anciana; moría y otra tomaba su lugar, su espacio en el mundo. Todo un ciclo de vida pasando en lo que dura un suspiro, en un abrir y cerrar de ojos. Los humanos podían ser bastante patéticos a veces, pensó, y, sin embargo, eran también el motivo de todo.
¿Qué quieres que haga con eso? –dijo la primera voz, mirando con curiosidad la imagen que se volvía a formar. Esta niña que se mostraba aquí podía ser cualquiera allá abajo, pensó.
Diviértete—. ¿Divertirse? Se preguntó. ¿Le estaban dando un juguete o algo así? Miró fijamente a la niña y una sonrisa asomó. Eso le encantaba.
¿Tengo reglas para ello?
No. Tú las pones todas, o casi.
¿De veras? ¿Tanta libertad me das?
Es una prueba.
¿Y si lo hago mal?
Conviene que no sea así, porque es ella quien lo pagará.
¿Y si lo hago bien?
Se te compensará.
¿Con qué? –le preguntó—. Vivo en la eternidad, no sufro ni de hambre, ni de frío, ni de desnudez; no hay nada que me puedas ofrecer que me llame la atención—. Él dejó fluir una energía que le hizo entender que aquello era totalmente errado, y que le hizo cambiar de parecer al instante—. Está bien, está bien –dijo, con una sonrisa—. Ya mismo me ocupo –miró la imagen, y he aquí otra vez una niña con rasgos no demasiado llamativos, y que volvía a nacer, volvía a ser adolescente, adulta, anciana…
Era hora de jugar con ciertos seres humanos a ser todopoderoso; no todos los días se presentaba esa oportunidad.
¡Caray! –dijo, y otra vez apareció la sonrisa de expectación—. Necesitaré poder.
Lo tienes.
La luz hoy parecía más brillante de lo normal.Apoyada en su bastón, Samantha Jones se desplazaba a paso lento por una calle cualquiera rumbo a su pequeño apartamento, donde vivía hacía ya incontables años.Sí, la luz estaba más brillante de lo normal, a pesar de que el sol ya se estaba poniendo al fin, luego de una larga tarde de verano… O tal vez era que sus ojos ancianos ya no resistían tanta luz. Samantha ya tenía setenta y nueve años.Miró hacia el cielo las escasas nubes con una media sonrisa pintada en el rostro. Amaba los días soleados, y afortunadamente, de esos había muchos en San Francisco.Siguió andando por la empinada calle, con l
—Heather, por favor, ¡¡no!! –gritó Georgina desde la puerta de la enorme mansión, corriendo a pesar de sus tacones detrás de su hija, quien se internó en el deportivo haciendo oídos sordos a los llamados de su madre—. ¡Por favor, escúchame!— ¡Púdrete! –gritó Heather, enseñándole el dedo medio de su mano. Soltó los frenos casi al tiempo que pisaba el acelerador, y en el enorme jardín sólo se escuchó el chirrido de las llantas y la risa de Keith, el actual novio de Heather.Georgina se detuvo en medio de la calzada del car lobby frente a su mansión y se llevó una mano a sus labios, intentando contener el llanto desesperado que pugnaba por
Raphael marcó el número de su padre con ademán furioso. Al otro lado le contestó Richard Branagan, que en el momento se hallaba en Australia por alguna reunión de negocios.—Qué agradable oír tu voz, hijo, pero dime a qué debo el placer –murmuró Richard Branagan con voz sonriente. Se hallaba en un almuerzo de trabajo, y tardaría unos cuantos días más en Sídney; Raphael lo sabía, así que le extrañaba su llamada.—Papá, necesito que reconsideres tu intención de casarme con Heather Calahan –le contestó él con voz pausada, a pesar de la urgencia que sentía, al tiempo que se movía por su sala con movimientos felinos.—Raph&hel
Samantha tenía los ojos cerrados. Había aprovechado la oscuridad de su habitación para explorar su cuerpo, y no había lugar a dudas; ese no era el suyo.Recordaba perfectamente la forma y la sensación del cuerpo con el que había pasado los últimos ochenta años y no era para nada esbelto, ni de formas firmes.Ahora tenía senos redonditos cuyos pezones apuntaban justo al frente, no hacia abajo; piernas largas, abdomen plano y cintura estrecha. Parecía una modelo de revista.Y el cabello, ¡por Dios! Había visto su color antes de que apagaran las luces, y lo tenía de un rojo encendido, abundante y largo, muy largo.No se h
Heather debía ser algo así como una princesa de cuentos de hadas.Un batallón de sirvientes la ayudaron a salir de la ambulancia que habían contratado expresamente para que la llevara a casa, y luego, otro batallón la había ayudado a llegar hasta su habitación, que era un espacio enorme donde cabría diez veces su viejo apartamento.Además, todo era del más exquisito gusto. Las paredes estaban forradas de fino papel tapiz, paneles de madera, y los muebles hacían juego con todo. Había pequeños y grandes jarrones con flores naturales, hermosas y frescas; y pinturas que de lejos se veían hechas por artistas reconocidos.Su habitación en particular era bas
Rato después, Georgina salió de la habitación dejándola sola, y Heather aprovechó el momento de soledad y se levantó de su silla de ruedas para encaminarse al cuarto de baño.Éste era enorme, y todo dentro era enorme también. Había una enorme bañera, una cascada que luego comprendió era la ducha, y un espejo doble que cubría toda la extensión de una pared. Al verse reflejada se quedó como de piedra.Había intuido que era hermosa, pero aquello era poco. Era alta, y el mundo se veía diferente desde allá arriba, y el cabello rojo le llegaba a la cintura en suaves ondas. Sus ojos eran levemente entornados, grises, preciosos, atrapaban perfectamente la luz haciéndolos ver m&a
Tuvo que esperar unos días para recuperarse del todo, aunque no estuvo aburrida; primero exploró toda la mansión, sus diferentes salas de juego y descanso, las habitaciones de sus padres, del servicio, de los huéspedes, y luego se entretuvo con los libros que Georgina le prestó. Cuando agotó estos, le entregó a John una lista de títulos para que fuera a alguna librería y se los trajera. Ahora tenía muchos libros y ninguna estantería donde ubicarlos, pero entonces Georgina se ocupó e hizo traer una que fuera acorde con el decorado de su habitación.Primer cambio en la habitación de Heather.Al menos, pensó, no era una cosa inamovible y permanente.El día que decidió ir y visitar a Tess, rebus
Raphael posó la copa de vino sobre la pequeña mesa de café cuando vio a Phillip Calahan acercarse. Estaban en el club del que ambos eran miembros y habían acordado una cita para hablar. Phillip se temía que era para cancelar el compromiso entre él y Heather, así que iba entre aprensivo y dispuesto a tomar la ofensiva; aunque contra los Branagan y su poder era poco lo que cualquiera podría hacer.—Parece que algo te tiene preocupado, Raph –saludó Phillip.—Muchas cosas me tienen preocupado –contestó Raphael—. Entre ellas, tu hija.—Ah, no te apures, ya está perfectamente. Hoy incluso volvió a salir de casa. Acompañada, claro. He d