Rato después, Georgina salió de la habitación dejándola sola, y Heather aprovechó el momento de soledad y se levantó de su silla de ruedas para encaminarse al cuarto de baño.
Éste era enorme, y todo dentro era enorme también. Había una enorme bañera, una cascada que luego comprendió era la ducha, y un espejo doble que cubría toda la extensión de una pared. Al verse reflejada se quedó como de piedra.
Había intuido que era hermosa, pero aquello era poco. Era alta, y el mundo se veía diferente desde allá arriba, y el cabello rojo le llegaba a la cintura en suaves ondas. Sus ojos eran levemente entornados, grises, preciosos, atrapaban perfectamente la luz haciéndolos ver más pálidos. Nariz fileña y labios carnosos y rosados. No tenía pecas, y eso la decepcionó un poco. Pero bueno, ¿qué más podía pedir cuando antes era más bien bajita, de formas redondas, ojos marrones comunes y corrientes y de cabello oscuro? Ser tan llamativa era simplemente… raro.
Desabrochó la bata que llevaba puesta, y al verse sólo en bragas frente al espejo soltó una exclamación. ¿Esos senos eran reales? ¿Había una forma de saberlo? Rebosaban un poco sus manos, y eran redondos y respingones. Qué hermosa era la juventud. Los palpó y no sintió bolsas extrañas dentro, así que concluyó que eran naturales. Se sacó del todo la bata, y empezó a admirarse de medio lado. Ahora tenía un buen derrière, sin estrías ni celulitis. ¿Qué le habían echado en el biberón a esta mujer?
De pronto pensó que si ella, Samantha, hubiese tenido siempre este tipo de cuerpo, Ralph jamás se habría fijado en la rubia Cinthya. La habría tomado en sus brazos y la habría hecho suya al instante.
Se detuvo en sus pensamientos. Era raro para ella pensar así. ¿Se le estaba subiendo la vanidad a la cabeza?
Sintió la tentación de bajarse las bragas y seguir explorando, pero decidió que ya había fisgoneado y toqueteado demasiado el cuerpo de Heather. Tal vez ella nunca se enterara de lo que estaba sucediendo ahora, pero ella se preciaba de ser una mujer correcta y respetuosa de las cosas ajenas, así que volvió a anudarse la bata.
Caminó lentamente por la habitación y algo que notó fue la ausencia de libros. No había ninguno. Bueno, aquella era una casa enorme, seguramente estaban en otra habitación. No concebía que alguien pasara olímpicamente de lo que consideraba la única extensión de la mente y la imaginación.
Se sentó en un mueble analizando sus opciones. No podía salir por orden de Phillip, y no quería meter a Heather en problemas, pero quería ir y comprobar que Tess estaba bien. También debía esperar a sentirse mejor de sus golpes y rozaduras causados por el accidente, pero en cuanto tuviera la oportunidad, iría a verla; no se estaría tranquila hasta comprobar por sí misma que estaba bien.
Llegó la tarde, y la enfermera que le habían asignado la ayudó a bañarse y a vestirse. Se tomó sus pastillas, almorzó en su habitación, y poco después, Georgina entró con un juego de tarjetas en la mano.
—Son tus nuevas tarjetas bancarias, las anteriores las perdiste en el accidente. Tu padre hizo la gestión para que te asignaran estas… Ya… ya arregló también lo del cambio en tu mesada. Lo siento, no pude convencerlo de lo contrario.
— ¡Tendré que sobrevivir con treinta mil dólares al mes! –exclamó Heather en un tono claramente sarcástico.
—Si te quejas así delante de tu padre, él estará feliz de rebajártela aún más.
—Entonces mejor me quedo callada—. Georgina le sonrió. Realmente su hija estaba cambiada, y esta le gustaba más, mucho más. Nunca antes había logrado concluir una conversación con ella en buenos términos, y ahora hasta bromeaban—. ¿Por qué no hay ningún libro en mi habitación? –preguntó ella de repente.
—Ah… porque… no te gusta leer.
— ¿Qué?
—No te gusta… pasaste la carrera a duras penas.
— ¿En serio? ¿Qué estudié?
—Negocios…
— ¿Y sin leer? ¿No me he leído una novela en mi vida?
—No que yo sepa.
—Inaudito.
—Pero puedes salir y comprar una biblioteca entera, si quieres. Tu padre tiene libros, pero no de ese tipo.
—Y tú… ¿no tienes uno que me puedas prestar por ahora? –Georgina se sonrojó—. ¿Estás ocultando algo?
—A tu padre no le gustan ese tipo de lecturas.
—Me vale un pimiento. Quiero leer un libro y lo leeré. Y si tú puedes prestarme uno, más te vale que lo sueltes—. Georgina volvió a reír.
—Estás irreconocible. Está bien, tengo un par que te pueden gustar, pero te recomiendo que salgas y compres los tuyos.
— ¿Salir? ¿Acaso no soy una prisionera?
—Puedes salir si lo haces acompañada por alguien de la casa.
— ¿De verdad?
—Así dijo tu padre.
—Qué bueno, porque me gustaría… hacer unas diligencias—. Georgina frunció el ceño.
— ¿Diligencias? Creí que lo habías olvidado todo.
—Sí, pero… quiero salir un momento.
—Heather, que no sea para comprar droga o algo peor—. Cuando Heather la miró pasmada, Georgina quiso morderse la lengua.
— ¿Soy una adicta?
—Bueno…
— ¡Dímelo!
—Tú nunca lo has admitido. Siempre lo has negado, así que…
—Debería tener los síntomas de la abstinencia, ¿no? ¡Pero estoy bien!
—Sí, eso es raro…
—Te prometo que no saldré a buscar… drogas. ¡Dios! ¡Ni siquiera sé dónde tendría que ir!
—Está bien, te creeré… pero no traiciones mi confianza, ¿de acuerdo? –Heather asintió sintiéndose un poco cabreada con la verdadera Heather. Esa niña lo tenía todo, una madre maravillosa, un cuerpo y un rostro estupendo, dinero, poder… y ¿estaba echando a perder su vida con drogas?
Realmente no se merece esta vida, pensó, pero al instante se sintió mezquina, ladrona.
No, de todos modos, esta no era su vida. Tarde o temprano tendría que volver.
Pero antes, tenía mucho que hacer. Cuando Heather volviera, todo se pondría patas arriba otra vez, así que no podía dejar pasar más el tiempo.
Tuvo que esperar unos días para recuperarse del todo, aunque no estuvo aburrida; primero exploró toda la mansión, sus diferentes salas de juego y descanso, las habitaciones de sus padres, del servicio, de los huéspedes, y luego se entretuvo con los libros que Georgina le prestó. Cuando agotó estos, le entregó a John una lista de títulos para que fuera a alguna librería y se los trajera. Ahora tenía muchos libros y ninguna estantería donde ubicarlos, pero entonces Georgina se ocupó e hizo traer una que fuera acorde con el decorado de su habitación.Primer cambio en la habitación de Heather.Al menos, pensó, no era una cosa inamovible y permanente.El día que decidió ir y visitar a Tess, rebus
Raphael posó la copa de vino sobre la pequeña mesa de café cuando vio a Phillip Calahan acercarse. Estaban en el club del que ambos eran miembros y habían acordado una cita para hablar. Phillip se temía que era para cancelar el compromiso entre él y Heather, así que iba entre aprensivo y dispuesto a tomar la ofensiva; aunque contra los Branagan y su poder era poco lo que cualquiera podría hacer.—Parece que algo te tiene preocupado, Raph –saludó Phillip.—Muchas cosas me tienen preocupado –contestó Raphael—. Entre ellas, tu hija.—Ah, no te apures, ya está perfectamente. Hoy incluso volvió a salir de casa. Acompañada, claro. He d
Aquello era, realmente, hacer compras.Como iba con Georgina, no tenía límites en cuanto a los gastos, y Heather sintió que entre las dos vaciaron las tiendas de aquél centro comercial.Debido a que la mayoría de almacenes tenían el servicio de entrega a domicilio, no tenían que andar con bolsas para arriba y para abajo. Georgina realmente tenía buen gusto y la asesoraba muy bien cada vez que señalaba algo que le llamaba la atención.—Cariño, me temo que para ti están vedados los tonos naranja y amarillo. ¡Eres pelirroja! –le dijo Georgina cuando se quedó mirando una chaqueta en un tono naranja pálido.—Tienes razón, a veces lo olvido
Alrededor todo fue conmoción. Georgina lanzó un grito asustado, Raphael corrió a ella y la alzó en sus brazos para acomodarla suavemente en el sofá más próximo. Phillip ya estaba planeando llamar un médico o una ambulancia hasta que Raphael le dijo que era un simple desmayo, que no era para tanto.¿Por qué lo había llamado Ralph? Se preguntó.Empezó a darle leves golpecitos en sus mejillas que estaban más pálidas de lo normal.— ¿Heather? –la llamó—. Heather, ¡despierta!Heather escuchó la voz, mientras estaba allá abajo, como en lo profundo de un pozo.
La cena transcurrió tranquilamente. De alguna manera Heather sabía cómo actuar en una mesa exquisitamente dispuesta, con todos los tenedores. Era como si a su mente acudieran los conocimientos que necesitaba para estar allí, en esa posición. Como si fuera la Heather que fue criada entre paños y manteles.Sentía la mirada constante de Raphael, aunque ella lo esquivaba. Phillip dominaba la conversación, y todo lo que hacía era hablar de trabajo y de personas desconocidas para ella. Georgina la miraba como si por el simple hecho de haberse presentado, y haber conseguido mantener la compostura, se mereciera el cielo.— ¿Cómo se llama tu empresa? —Le preguntó a Raphael.
— ¿Y Heather? –preguntó Georgina, asomándose a su habitación, que estaba vacía y pulcramente arreglada.—Salió temprano, señora –contestó la joven que miraba en derredor preguntándose qué hacer, ya que la señorita había hecho la limpieza en vez de ella.— ¿Madrugó?—Eso parece.—Heather nunca madruga. ¿Sabes a dónde fue?—Ni idea, señora. Pero fue con John.—Ah, bueno –Georgina salió un poco extrañada. No era normal que su hija madrugara tanto. ¡Apenas eran las siete de l
—Parece que te gustan las verduras –comentó él viendo cómo ella se llevaba un brócoli a la boca.—Son el alimento más sano y nutritivo. Buenas para la piel, el cabello y las uñas. Tú deberías comer un poco más—. Raphael sonrió.—Constantemente me recuerdas a una abuela—. Heather se atragantó y empezó a toser. Raphael tuvo que darle golpecitos en la espalda.— ¿Estás bien?—Sólo… broncoaspiré –logró articular.— ¿Bronco… qué?
— ¿Y se besaron? –Preguntó Tess impresionada.—Sí.— ¿Y qué tal fue? –Heather soltó un suspiro bastante descriptivo. Había salido de nuevo con John a la hora que sabía su amiga estaría de nuevo en casa, y nada más llegar, se habían puesto a cotorrear como dos abuelas con mucho que contar de sus nietos.—Vas a tener sexo del bueno, ¡cómo te envidio! –aquello la alarmó un poco, y el semblante le cambió.— ¿Crees que Heather fuera virgen? –Tess no disimuló lo chistoso que aquello le sonaba y rio de una manera que parecía más bien un grito.
Último capítulo