Raphael posó la copa de vino sobre la pequeña mesa de café cuando vio a Phillip Calahan acercarse. Estaban en el club del que ambos eran miembros y habían acordado una cita para hablar. Phillip se temía que era para cancelar el compromiso entre él y Heather, así que iba entre aprensivo y dispuesto a tomar la ofensiva; aunque contra los Branagan y su poder era poco lo que cualquiera podría hacer.
—Parece que algo te tiene preocupado, Raph –saludó Phillip.
—Muchas cosas me tienen preocupado –contestó Raphael—. Entre ellas, tu hija.
—Ah, no te apures, ya está perfectamente. Hoy incluso volvió a salir de casa. Acompañada, claro. He d
Aquello era, realmente, hacer compras.Como iba con Georgina, no tenía límites en cuanto a los gastos, y Heather sintió que entre las dos vaciaron las tiendas de aquél centro comercial.Debido a que la mayoría de almacenes tenían el servicio de entrega a domicilio, no tenían que andar con bolsas para arriba y para abajo. Georgina realmente tenía buen gusto y la asesoraba muy bien cada vez que señalaba algo que le llamaba la atención.—Cariño, me temo que para ti están vedados los tonos naranja y amarillo. ¡Eres pelirroja! –le dijo Georgina cuando se quedó mirando una chaqueta en un tono naranja pálido.—Tienes razón, a veces lo olvido
Alrededor todo fue conmoción. Georgina lanzó un grito asustado, Raphael corrió a ella y la alzó en sus brazos para acomodarla suavemente en el sofá más próximo. Phillip ya estaba planeando llamar un médico o una ambulancia hasta que Raphael le dijo que era un simple desmayo, que no era para tanto.¿Por qué lo había llamado Ralph? Se preguntó.Empezó a darle leves golpecitos en sus mejillas que estaban más pálidas de lo normal.— ¿Heather? –la llamó—. Heather, ¡despierta!Heather escuchó la voz, mientras estaba allá abajo, como en lo profundo de un pozo.
La cena transcurrió tranquilamente. De alguna manera Heather sabía cómo actuar en una mesa exquisitamente dispuesta, con todos los tenedores. Era como si a su mente acudieran los conocimientos que necesitaba para estar allí, en esa posición. Como si fuera la Heather que fue criada entre paños y manteles.Sentía la mirada constante de Raphael, aunque ella lo esquivaba. Phillip dominaba la conversación, y todo lo que hacía era hablar de trabajo y de personas desconocidas para ella. Georgina la miraba como si por el simple hecho de haberse presentado, y haber conseguido mantener la compostura, se mereciera el cielo.— ¿Cómo se llama tu empresa? —Le preguntó a Raphael.
— ¿Y Heather? –preguntó Georgina, asomándose a su habitación, que estaba vacía y pulcramente arreglada.—Salió temprano, señora –contestó la joven que miraba en derredor preguntándose qué hacer, ya que la señorita había hecho la limpieza en vez de ella.— ¿Madrugó?—Eso parece.—Heather nunca madruga. ¿Sabes a dónde fue?—Ni idea, señora. Pero fue con John.—Ah, bueno –Georgina salió un poco extrañada. No era normal que su hija madrugara tanto. ¡Apenas eran las siete de l
—Parece que te gustan las verduras –comentó él viendo cómo ella se llevaba un brócoli a la boca.—Son el alimento más sano y nutritivo. Buenas para la piel, el cabello y las uñas. Tú deberías comer un poco más—. Raphael sonrió.—Constantemente me recuerdas a una abuela—. Heather se atragantó y empezó a toser. Raphael tuvo que darle golpecitos en la espalda.— ¿Estás bien?—Sólo… broncoaspiré –logró articular.— ¿Bronco… qué?
— ¿Y se besaron? –Preguntó Tess impresionada.—Sí.— ¿Y qué tal fue? –Heather soltó un suspiro bastante descriptivo. Había salido de nuevo con John a la hora que sabía su amiga estaría de nuevo en casa, y nada más llegar, se habían puesto a cotorrear como dos abuelas con mucho que contar de sus nietos.—Vas a tener sexo del bueno, ¡cómo te envidio! –aquello la alarmó un poco, y el semblante le cambió.— ¿Crees que Heather fuera virgen? –Tess no disimuló lo chistoso que aquello le sonaba y rio de una manera que parecía más bien un grito.
— ¿Qué haces? –le preguntó Georgina a Heather, al encontrarla sumamente concentrada frente a un portátil en su habitación. En realidad, lo miraba como si fuera la primera vez que tenía uno delante.—Sé usarlo.—El qué.—Esta cosa.— ¿Hablas del portátil? Claro que sabes usarlo. Y todo lo que tenga que ver con aparatos que casi piensan por sí mismos.— ¿No es extraño?—Para nada… Oh… lo dices porque… ¿estás recobrando la memoria? –Heathe
Heather bajó del auto y miró el enorme jardín de la casa paterna de Raphael. Allí había vivido Ralph sus últimos años.La casa era preciosa, una verdadera casa de veraneo de dos niveles, blanca y compuesta más que todo de cristal, que no dejaba ver nada hacia el interior, pero que de seguro sí permitía ver de adentro hacia afuera. En el exterior, había muchas palmeras y rocas negras decorando el jardín, y en el momento, un hombre podaba el césped bajo la brillante luz del sol. Heather se puso su sombrero blanco que hacía juego con su vestido mirando hacia el cielo azul. Hacía un delicioso calor.Suspiró, pensando en que, si Ralph se hubiera casado con ella, no habrían llegado a ser lo