Heather bajó del auto y miró el enorme jardín de la casa paterna de Raphael. Allí había vivido Ralph sus últimos años.
La casa era preciosa, una verdadera casa de veraneo de dos niveles, blanca y compuesta más que todo de cristal, que no dejaba ver nada hacia el interior, pero que de seguro sí permitía ver de adentro hacia afuera. En el exterior, había muchas palmeras y rocas negras decorando el jardín, y en el momento, un hombre podaba el césped bajo la brillante luz del sol. Heather se puso su sombrero blanco que hacía juego con su vestido mirando hacia el cielo azul. Hacía un delicioso calor.
Suspiró, pensando en que, si Ralph se hubiera casado con ella, no habrían llegado a ser lo
—¿Cómo murió Cinthya? –le preguntó Heather a Richard al final de la tarde, el sol se iba metiendo, pero ellos permanecían en la enorme sala acristalada desde donde aún entraba la luz.Ambos hombres alzaron la mirada; Raphael, porque no recordaba haberle dado el nombre de su abuela, y Richard sorprendido de que a su nuera le interesaran esos detalles de su familia.—Ah, este chico aún no había nacido –contestó Richard—. Cáncer. Cáncer de mama.—Vaya, lo siento –contestó Heather un poco impresionada. Raphael tenía veintiséis años, y si había muerto antes, indicaba que había sido a sus cincuenta, o antes… muy joven, a su parecer.
Desde el mismo momento en que Heather volvió a su casa, luego de dejar la de Raphael y Richard, se puso a manos a la obra en pro de la gala de beneficencia. Lo que Heather no imaginó es que hubiera tanto que hacer. Se resistía a contratar una empresa organizadora de eventos, así que junto a Georgina planeó el itinerario para visitar los estudios de renombrados artistas por todo el país para pedirles que donasen sus obras de arte para la gala. Esperaba que pocos se opusieran.El sábado llegó, y Heather buscó un vestido negro y sencillo y un hermoso arreglo floral para acompañar a Richard y a Raphael en la ceremonia del décimo aniversario de la muerte de Ralph Branagan. No se podía creer que lo hubiese sobrevivido tantos años… y menos que fuera a hacerle
Una botella de cerveza se presentó ante sus ojos. Raphael la sostenía para ella.No bebía cerveza, pero más porque antes no era muy bien visto que una dama las bebiera, y luego porque el médico siempre le prescribió: nada de alcohol. Ahora podía, aunque fuera un poco.La recibió y le dio un sorbo. Era suave y refrescante, y estaba helada.—Mmmm –murmuró. Raphael se sentó a su lado en la tumbona, y sin previo aviso, se acercó a ella y la besó.En sus lenguas aún había restos de cerveza, así que el beso estuvo mezclado con la bebida y el sabor de la cebada.Raphael metió la mano debajo de su ve
Los días se fueron pasando, y Heather se alegró de tener a mano el equipo que Raphael le ofreció para trabajar; fue más que eficiente, funcionaban como un reloj perfectamente cronometrado, y Heather comprendió cómo era que los ricos se hacían ricos. Parecían intuir cada sugerencia suya y se adelantaban a cumplirla. Era maravilloso.A Tess la llevaba de vez en cuando para aprovechar el tiempo y contarle todo lo que le estaba pasando en su nueva vida, cómo a veces no se creía que todo aquello fuera real… y tan perfecto. Tess sólo sonreía feliz por su vieja amiga.—Quiero que asistas a la fiesta –le dijo Heather, una tarde que asistían a una degustación del segundo servicio de catering que comprobaban para luego aceptar o descartar.
— ¿Para qué me traes aquí? –preguntó Lisa con tono altanero—. ¿Pretendes hacerme un llamado de atención, acaso?—Sólo reclamarte, porque debería ser a ti a quien más se le agradeciera la organización de esta gala.—No me vengas con mentiras, niña –soltó Lisa, y cuando vio a Tess entrar en el despacho y cerrar la puerta tras ella, la miró de arriba abajo—. ¿Qué hace ésta aquí?—Créeme, te conviene que me quede –susurró Tess, y se quedó quieta en su lugar. Lisa prefirió ignorarla y se volvió a Heather.—No te vengas con tus aires de grandeza, Heather Ca
Todo se estaba desarrollando con la mayor normalidad en la fiesta. Algunos alabando a Phillip por esa hija tan eficaz y activa que tenía, y a Raphael por su acertada elección para esposa. También, notó Phillip, muchos alababan a su mujer por varias razones; por lo guapa que estaba, por su sonrisa radiante… Había tenido que detenerse a mirar qué era lo que tanto veían los demás, y tuvo que admitir que era cierto, Georgina estaba radiante. ¿Tendría un amante? Ya Raphael casi había admitido que tendría una aventura con alguien como ella, así que no le extrañaría que algún otro joven se entusiasmara con su mujer.Eso le creó cierta molestia en alguna parte de su estómago.—Me complace saber que estás muy bien &ndash
Tess miró las joyas en manos de su nuevo dueño con un poco de pesar. Se sentía bien llevar encima algo tan costoso, pero no las volvería a ver, y el vestido que llevaba puesto jamás lo volvería a usar, pues, ¿cuándo? ¿Dónde? ¿En las presentaciones de la escuela de sus hijos?Miró en derredor y vio a Heather, su vieja amiga Samantha, hablar encantada con Raphael y sonreír como nunca lo había hecho, o al menos, como nunca la había visto. Ella podía ser Heather en cuerpo, pero sus sonrisas, su mirada brillante, y muchas de sus expresiones aún eran de Sam. Sonrió feliz por ella, y por una vez, casi que envidiándola.— ¿Dónde se conocieron? –Escuchó que alguien preguntaba. Se giró a mirar,
—Es… grande –dijo Heather, mirando en derredor la habitación de Raphael, con las finas zapatillas en la mano, y caminando descalza.En el centro del dormitorio y apoyada en un pequeño muro blanco se hallaba la cama, de madera oscura, sábanas blancas y de un tono verde olivo. Los ventanales guiaban a una terraza con mesa de desayuno y daban vista al jardín con piscina. Había cuadros decorativos, cortinas blancas que ahora estaban corridas y una araña de cristal pendía del alto techo. Una puerta estaba entreabierta y Heather, curiosa, la terminó de abrir. Conducía a una especie de biblioteca privada, con televisor y equipo de audio, y en un rincón, un aparador con una colección de lo que parecían autos de miniatura.Admirada, Heather se acercó a mir