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Una botella de cerveza se presentó ante sus ojos. Raphael la sostenía para ella.

No bebía cerveza, pero más porque antes no era muy bien visto que una dama las bebiera, y luego porque el médico siempre le prescribió: nada de alcohol. Ahora podía, aunque fuera un poco.

La recibió y le dio un sorbo. Era suave y refrescante, y estaba helada.

—Mmmm –murmuró. Raphael se sentó a su lado en la tumbona, y sin previo aviso, se acercó a ella y la besó.

En sus lenguas aún había restos de cerveza, así que el beso estuvo mezclado con la bebida y el sabor de la cebada.

Raphael metió la mano debajo de su ve

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