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Fournier era un hombre difícil. Era exigente, la acusaba de llevar mala cara, y, por tanto, de anular sus instintos creativos.

—Lo siento –se disculpaba Heather, pero no le era suficiente. Sin embargo, hacia el final de la mañana, y luego de subirla y bajarla mil veces de una pequeña tarima, medirle por aquí y por allá, poner delante de su cara cientos de muestras de tela que a su parecer eran todos iguales, pudo mostrarle varios bosquejos de lo que a lo mejor sería su vestido de novia.

Si bien Raphael la había dejado anoche, ella no iba a detener los preparativos. Iba a luchar hasta el final.

—Tienes que llevar a tu amiga Tess a casa para arreglar lo del vestido de la dama de honor &ndas

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