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Samantha atravesó la puerta y vio el cuerpo anciano recostado en la camilla. Estaba conectada aún a los aparatos eléctricos, pero ya no tenía la manguerilla de oxígeno. Ella entreabrió los ojos poco a poco, y al identificarla, los abrió grandes llenos de sorpresa.

—Tú, ¡maldita puta del infierno!

—Hola… Heather.

—Así que esto es lo que ha estado sucediendo. Malnacida, ¡tienes mi cuerpo!

—Yo no hice nada, Heather. Estuve tan sorprendida como tú cuando desperté –Heather se echó a reír.

—Sorprendida pero feliz, ¿

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