Capítulo 3 No quiero nada

Lizzy refunfuñaba con resignación, desconocía por qué un hombre al que apenas había visto a la distancia alguna vez quería casarse con ella.

Conocía su fama de mujeriego, déspota y arrogante y eso hacía que se negara más a aceptar el destino que su tío prácticamente de manera implícita le había impuesto.

Si bien él no la obligaba, ella no tenía corazón para dejarlo “abandonado a su suerte” a Victoria y al molesto de Esteban, quizás sí " pensaba mientras sonría maquiavélicamente y divertida.

Pero no a su amado tío Alfonso, él la había cuidado, mimado y le había dado todo lo que tuvo a su alcance para que ella recibiera una educación adecuada. ¡A través de los libros le había enseñado un mundo nuevo! Alfonso la valoraba y la protegía de los malos comentarios de la gente de alta sociedad, por su origen. Incluso de los maliciosos comentarios de su tía Victoria y de su primo Esteban, quien, aunque en la actualidad era más cercano a ella, en los primeros tiempos la tildaba de bastarda, junto a su madre, por el sólo hecho de llevar el apellido materno y no saber quién era su padre.

Sus pensamientos se debatían entre esas emociones que los recuerdos generaban, juntamente con el desprecio que sentía por Federico.

Toc ...toc ... el sonido en su puerta, la sacó de su ostracismo.

— ¡Lizzy, soy yo!

—¡Adelante tío! —dijo, sonriendo con tristeza.

— Lo haré, acepto. Acepto casarme con ese hombre.

Alfonso bajó la cabeza, sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros. Sus dedos temblaban ligeramente mientras pasaba la mano por su rostro, como si intentara borrar el dolor que lo carcomía por dentro. Sus ojos, húmedos y cansados, recorrieron el rostro de su sobrina con un amor inmenso, pero también con una culpa insoportable.

—Querida Lizzy, necesito que hoy tomes la decisión, ya no podemos esperar más… —dijo con la voz quebrada, apenas un susurro.

Ella se levantó de golpe y corrió a abrazarlo con fuerza, enterrando el rostro en su pecho.

—Lo haré —murmuró, sintiendo su propia voz temblar—. Acepto casarme con ese hombre.

Alfonso cerró los ojos, incapaz de sostenerle la mirada. Si hablaba, su voz lo traicionaría. En su interior, gritaba que no quería esto para ella, que debería estar libre, que merecía algo mejor. Pero la realidad era cruel, y su amor por Lizzy no podía comprarle un destino distinto.

Cuando por fin se atrevió a mirarla, vio en sus ojos verdes un brillo apagado, una tristeza tan profunda que lo atravesó como una daga. Quiso decirle que todo estaría bien, que encontraría una forma de salvarla, pero sabía que sería una mentira.

— Haré todos los arreglos para la boda, Federico me ha encomendado de darte lo mejor, un vestido, fiesta, joyas lo que quieras... lo que desees se te dará.

Ella quedó erguida, subió el mentón y sus ojos se endurecieron, jamás iba a p — Si quiere un matrimonio, que sea en el papel y nada más. No necesito sus joyas ni sus lujos, solo su indiferencia. No me venderé por un vestido de novia. No quiero boda religiosa, podremos mentirles a todos. Pero a Dios, no.

Alfonso sintió que su pecho se encogía. Su sobrina tenía más dignidad y valentía de la que él había tenido en toda su vida.

Victoria se había quedado parada en la puerta escuchando y viendo todo.

— Pero ¿quién se cree esta mocosa que es? —pensó con rabia—. El hombre más rico del país quiere casarse con ella, darle todo y la señorita se da el lujo de rechazarlo.

Alfonso la miraba como adivinando sus pensamientos, agachó su cabeza, pasando por su lado.

— No todo en la vida es lujo y riquezas Victoria — dijo, sin mirarla.

Ella lo siguió ofuscada, gritándole.

— Le dimos todo a esa pequeña bastarda. Lo menos que puede hacer por nuestra familia, es eso.

Alfonso de naturaleza tranquila se dio vuelta, la miró con desprecio y se encerró en su estudio.

Lloró amargamente, recordando por qué se había casado con esa mujer desalmada. Él, mejor que nadie sabía lo que era un matrimonio sin amor, se había casado sólo para que Victoria no quedara expuesta ante la sociedad cuando quedó embarazada de Esteban y desde ahí, todo fue un terrible calvario.

Esteban se crio en ese ambiente en donde los padres a veces se trataban como extraños y cuando Lizzy llegó, Victoria descargaba su frustración en ella y algo parecido hacía él porque sentía celos de su prima, hasta que un día ya ellos más grandes, Esteban fue cambiando un poco su actitud y comenzó a acercarse a Lizzy, protegiéndola a veces de su propia madre.

Mientras Alfonso, pensaba en todo esto, sonó el teléfono.

— Hola...

— ¿Que decidió su sobrina? —Preguntó Federico, frio y tajante.

— Dijo que sí, sólo quiere una boda sencilla y lo más íntima posible, es lo único que exige.

— ¿Exige? ja —rio, fría y burlonamente, el hombre—. Está bien, se hará como ella quiera, no me interesa. Me da igual.

Federico arrojó el teléfono sobre el escritorio con tal fuerza que rebotó y cayó al suelo. Se pasó una mano por el cabello, exhalando con furia. ¿Cómo demonios se atrevía esa mocosa a rechazarlo? ¡A él! Sonrió con frialdad. No importaba, pronto aprendería.

—¡Maldit@ sea! —dijo, dando un puñetazo en el escritorio— Haz lo que quieras Elizabeth, en un par de días serás mía... absolutamente mía.

Sonrió fríamente, estaba convencido de que tarde o temprano lograría su cometido, enamorarla, usarla y cuando se aburriera de ella, dejarla y así cobrarse todos los desprecios que ella le estaba haciendo ahora.

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