Los días habían pasado, la familia Alvear a pesar de que Lizy seguía sin recordar se estaba acostumbrando a esa nueva situación. Adrián no podía estar más feliz de poder llamar nuevamente "hija" a su pequeña Lizy. Tanto a él como Federico, ya nos les interesaba eso, solo se avocaban a disfrutar a que la tenían con ellos. Por fin había llegado el día de la boda de Lucia y Santiago, muy a pesar de la joven que quería que todo se mantuviera en la más absoluta reserva, los periodistas se habían agolpado en el lugar tratando de lograr imagenes exclusivas del gran evento. _ Lo siento mi hermosa Lucia, no tengo idea de como se filtró la noticia_ le dijo afligido cuando ella llegó al altar _ Por cierto, no he visto criatura más hermosa que tú_ continúo besándole la mano. Ella le sonrió mirándolo con dulzura. ¡Como amaba a ese descarado que la había logrado enamorarla! _ Y tú... estás muy guapo_ le susurró sonriendo sin mirarlo _ Ah, por cierto me había olvidado decirte... Estoy embarazad
Los años irremediablemente, habían pasado. Y aquellos que alguna vez, fueron jóvenes y con muchos conflictos internos hoy estaban estaban presenciando un acontecimiento importante en la vida de dos de sus hijos. Veinticinco años pasaron rápido y allí estaba una aún muy hermosa Elizabeth al lado de su amado hijo Lucas quien esperaba en el altar a una bella Amelia, hija de Lucia y de Santiago. Parecía que despúes de todo, tarde o temprano Lucia y Lizy terminarian siendo de la misma familia a través de sus hijos. Federico, peinando varias canas, seguía siendo el hombre elegante y guapo que lograba que las mujeres se lo quedaran viendo cuando aparecía en algún lugar, pero él no tenía ojos más que para su esposa a quien amaba profundamente. A su lado estaban Adrián y también Camila con quien había logrado tener un buen vinculo con el paso de los años. Más atrás, estaban los otros dos hijos de la pareja : Eloisa de veinte años y Alfonso de diecisiete, quienes bromeaban con sus primos,
Elizabeth Valverde se encontraba ante una terrible disyuntiva: Una promesa hecha a su madre, antes de que esta muriera o salvar a su querido tío de una inminente ruina. Con el corazón henchido de sentimientos encontrados, la joven recordaba las palabras de su madre, un juramento sagrado que le prohibía ceder ante un destino impuesto. La convicción en sus ojos reflejaba el compromiso de luchar por el amor verdadero, pese a las adversidades y las obligaciones familiares que amenazaban con doblegarla. — No lo aceptaré. ¡Le juré a mi madre que el día que me casara sería con alguien a quien amara de verdad! — Gritaba la pequeña mujer afirmada en el rincón más oscuro de la espaciosa habitación. Alfonso Valverde suspiró hondo. Su sobrina era demasiado terca y orgullosa como para aceptar una propuesta de matrimonio por conveniencia, se lo había repetido una y otra vez a su esposa Victoria, pero ella en la desesperación de quedar en la calle había insistido al punto del hartazgo del hombr
Desde su espaciosa y lujosa oficina en Downtown Houston, el corazón financiero más importante de la ciudad, Federico Alvear contemplaba el horizonte a través del ventanal de piso a techo. Los rascacielos resplandecían bajo la luz del sol, reflejando el mundo que él dominaba con mano firme. Todo lo que poseía estaba ahí, a su alcance: poder, riqueza, influencia… y pronto, también lo estaría ella. —¿Alfonso Valverde ha dado una respuesta? —preguntó fríamente, sin apartar la mirada del paisaje. Su voz sonó calmada, pero su asistente, Víctor Parra, percibió la amenaza latente en sus palabras. Tragó saliva antes de responder. —No, señor, me temo que aún no ha logrado convencer a su sobrina; ya sabe que ella es su punto débil. El ceño de Federico se frunció. En un movimiento rápido, se giró con furia contenida, tensando la mandíbula y apretando los puños. —¡Qué estupidez! ¡Es solo una mujer, una bastarda que debería sentirse orgullosa de que alguien como yo quiera casarse con ella!
Lizzy refunfuñaba con resignación, desconocía por qué un hombre al que apenas había visto a la distancia alguna vez quería casarse con ella. Conocía su fama de mujeriego, déspota y arrogante y eso hacía que se negara más a aceptar el destino que su tío prácticamente de manera implícita le había impuesto. Si bien él no la obligaba, ella no tenía corazón para dejarlo “abandonado a su suerte” a Victoria y al molesto de Esteban, quizás sí " pensaba mientras sonría maquiavélicamente y divertida. Pero no a su amado tío Alfonso, él la había cuidado, mimado y le había dado todo lo que tuvo a su alcance para que ella recibiera una educación adecuada. ¡A través de los libros le había enseñado un mundo nuevo! Alfonso la valoraba y la protegía de los malos comentarios de la gente de alta sociedad, por su origen. Incluso de los maliciosos comentarios de su tía Victoria y de su primo Esteban, quien, aunque en la actualidad era más cercano a ella, en los primeros tiempos la tildaba de bastarda, j
La puerta de la habitación de Lizzy se abrió de par en par. La joven abrió sus ojos muy grandes. Al ver quien era la persona que entraba sin llamar. Lucía Mendoza su mejor amiga, acababa de llegar, agitada, con el rostro encendido y el aliento entrecortado. Su vestido ligeramente arrugado delataba que había corrido sin descanso hasta allí. —¡¿Estás loca Liz?! — dijo, a los gritos — ¿Cómo es eso que te casas con ese engendro? Lizzy se levantó lentamente de su cama, sus ojos esmeralda, mostraban que había llorado mucho, y su cara demacrada mostraban una tristeza absoluta. — Quién... ¿Quién te dijo? —preguntó, asombrada. — Tu tía le contó a mi madre, hace un rato y ella a mí, ¿Cómo es posible que siendo tu mejor amiga no me lo hayas dicho? — preguntó enojada. — No es algo que me enorgullezca contarlo— dijo, tirándose abatida sobre un silloncito. —¿Entonces? —Lucía, hay situaciones que escapan de mí, créeme tengo razones muy poderosas e importantes para mí que me orillan a
Era 5 de septiembre, el día señalado para la boda. Abajo, todo estaba dispuesto para la celebración. Los sirvientes habían seguido las instrucciones de Victoria al pie de la letra. Flores y decoraciones elegantes inundaban el salón y los jardines. En la sala principal se había dispuesto un pequeño altar donde los novios firmarían ante el juez. Si bien Elizabeth había pedido algo discreto, Victoria hizo caso omiso e invitó a varias personas. Incluso Esteban había llegado del extranjero junto a su prometida, Laura, y los padres de esta. También estaban el alcalde, su esposa y varias figuras importantes. La mayoría había asistido por el novio; siendo el hombre más rico y poderoso del país, era imposible desairarlo. —¿Qué pasó con la boda discreta y sencilla, Victoria? —preguntó Alfonso, ofuscado. —Tonterías —replicó Victoria, restándole importancia—. ¿Te das cuenta de lo que significa para nuestra familia emparentar con Federico Alvear? A nadie le interesa lo que opine Elizabeth. Alfo
—Recoge todas las pertenencias de la señora y llévalas a la mansión. En dos semanas volvemos —ordenó Federico a su asistente.Elizabeth estaba a su lado, pero era como si no existiera. Se abrazó a su tío Alfonso con desesperación, como si quisiera retenerlo para siempre.—Lizzy, solo deseo que seas feliz… y que no me odies —dijo el hombre con la voz quebrada.Ella alzó la mirada y vio que Federico se alejaba.—Tío, te prometo que estaré bien, mientras tú estés bien —susurró, antes de darle un beso en la mejilla. Luego se giró y, sin mirar atrás, caminó hasta el lujoso automóvil que la esperaba.—Adiós, Victoria. Quizás ahora estés un poco más feliz —murmuró antes de desaparecer tras la puerta del coche.La aludida la miró con asombro, pero no dijo nada.El chófer le abrió la puerta y Elizabeth agradeció con un leve asentimiento antes de entrar. A su lado estaba él, su flamante esposo, observándola con esa mirada que le resultaba incómoda, sofocante.—Elizabeth, querida, todo se ha hech