Lizzy durmió plácidamente toda la noche. Al despertar, apenas recordaba los sucesos de los días anteriores.—¡Diablos, estoy casada! — murmuró, incrédula, mirando su alianza.Se puso la bata y corrió las cortinas. El sol iluminaba con fuerza la habitación. Buscó su celular y encontró mensajes de su tío y de Lucía, ambos preguntando cómo iba todo. Contestó escuetamente, sin dar detalles. Pero de él, ni rastro. Arqueó una ceja. Supuso que estaría trabajando, o con alguna chica complaciente. Tal vez con esa heredera rubia con la que aparecía en las revistas. En realidad, no le importaba mientras no la molestara.Se dirigió a la cocina y, al instante, apareció una mujer de unos treinta años, sonriente y atenta.—Buenos días, señora Alvear. Soy Lupe Cardona, su asistente. El señor Alvear dispuso que yo la atienda en todo lo que necesite.Lizzy abrió los ojos con asombro. Jamás había tenido una asistente. En la casa de su tío había empleados, pero nada tan personal.—Lupe, muchas gracias, pe
Habían pasado unos 5 días sin ninguna noticia sobre su esposo. El día que llegó del paseo Lizzy había visto las llamadas perdidas y quiso llamarlo, pero después consideró que era en vano hacerlo puesto que, no tenía nada de qué hablar y a decir verdad cruzar dos palabras con Federico la incomodaba.Los días parecían eternos, así que localizó una librería y adquirió varios libros, ya que amaba leer. Era un hábito que había adquirido junto a su madre y luego continuó con Alfonso quien siempre le traía algún libro cuando regresaba de sus viajes de negocios.Como esos días había usado el dinero que su tío le depositaba todos los meses, consultó su saldo.— Diablos, tendré que ser más cuidadosa o tendré que pedirle dinero a ese hombre y me niego a hacerlo. Quizás debería buscarme un empleo, ¡Cuánto antes!Era demasiado orgullosa como para pedirle algo a alguien y mucho menos a Federico, pues ella lo consideraba despreciable y lo odiaba.De pronto sonó el teléfono.—Lizzy, ¿Cómo estás mi peq
.Parecía que Federico había hallado en las duchas frías la solución a cada encontronazo con Lizzy, eso le daba la oportunidad de bajar el fuego corporal y espiritual. Era una continua lucha con el mismo desde que la había visto. No podía entender cómo es que una chiquilla caprichosa, orgullosa e inmadura lo había atrapado así. Él era un hombre de mundo, había vivido diferentes situaciones y de todas, había salido airoso. En otro momento hubiese aprovechado la soltura de Elizabeth y se habría sacado ventaja de la situación, pero por alguna razón era incapaz de hacerlo. Mientras estaba besándola y casi por desnudándola se le vinieron a la mente muchas cosas. ¿Y sí ella se entregaba a él por obligación? o ¿porque estaba un tanto ebria? o quizás mientras él la besaba y acariciaba ¿ella pensaba en Pablo?. Ya no le bastaba el cuerpo de Lizzy, él quería absolutamente todo, su alma si era necesario. La consideraba suya sólo porque había logrado comprar su voluntad para que se ca
Apenas abrió sus ojos, Elizabeth divisó una silueta contra el ventanal de la habitación, era Federico.—Buenos días, señor Alvear— Saludó con total naturalidad como si la noche anterior, no hubiese sucedido absolutamente nada.Él se volteó para mirarla, parecía no haber dormido muy bien. Su aspecto demacrado mostraba haber pasado una mala noche o una noche de juergas.—¿Preparaste todo como ordené? — dijo fríamente.Ella asintió con la cabeza, no se atrevía a hablarle.— Sí señor—dijo suavemente.Federico le tomó el rostro, tenía una mirada tan vacía, que hacía confundir a Lizzy.—Si quieres volver a tu casa, vuelve no pienso retenerte a la fuerza— fue firme y desinteresado al decirlo.Elizabeth quedó helada. ¡Jamás esperó algo así de él! De repente, una sensación gélida la invadió. ¿Qué iba a pasar con su tío?él pareció adivinar sus pensamientos.—No haré nada contra tu tío. ¿Quieres irte?, vete. Si decides seguir a mi lado, te estaré esperando afuera. Si en media hora no bajas, es p
Pablo Mendoza estaba tratando de arreglar todos sus asuntos y viajar cuanto antes a Houston para interiorizarse bien del apresurado y extraño matrimonio de Liz.Mientras hacía sus maletas en su cabeza resonaban las palabras que había leído en las noticias mientras desayunaba: “El multimillonario Federico Alvear se casó con la bellísima Elizabeth Valverde, sobrina del empresario naviero Alfonso Valverde” El joven se sentía desolado ante esta noticia. No podía entender que alguien tan dulce y libre como Lizzy, se hubiera unido a ese hombre que tenía una reputación de ser cruel e inescrupuloso.La explicación de Lucía había sido bastante escueta y poco creíble, se negaba a creer que Elizabeth se haya casado por dinero, no lo aceptaba. Pero su hermana por alguna razón estaba renuente a darle explicaciones.Se sentó en la cama y afirmó su barbilla sobre sus pulgares, evocando los recuerdos que lo apegaban a Liz, nunca había dudado de los sentimientos que tenía hacia ella, la amaba profund
Elizabeth estaba impaciente. De pronto sintió un dolor en el pecho, como una angustia aplastante. Quería correr a su casa con Alfonso, Lucía y sí fuera posible verlo a Pablo, siempre se sentía segura cuando él la abrazaba.No se dio cuenta de cuanto lo extrañaba como en ese momento. Recordó el día cuando él la rescató y la defendió en esa fiesta y sintió una terrible nostalgia.Lo que más le dolía era no poder seguir hablando con él. Apretó los labios amargamente, para no llorar.Era mejor así para todos, pero sobre todo para Pablo. Siempre lo iba a cuidar, porque lo quería y porque siempre sería especial para ella.Federico la miró frunciendo el ceño y tensando su mandíbula, como si adivinara los pensamientos de ella.Estamos llegando- dijo para sacarla de ese ostracismo.El avión aterrizó en la pista de la lujosa finca. Ella miró hacia afuera y suspiró, como no queriendo bajar, sólo quería regresar a su hogar. Él le tomó la mano.— Venga señora Alvear, bienvenida a Río Grande —le dij
Una vez que estuvo lista, Elizabeth bajó para comer algo, Federico la esperaba.— ¡Oh, se ve todo muy rico! Melesia es una muy buena cocinera —exclamó sonriendo.Federico asintió. — Vengo muy poco por aquí, de niño solía venir con mis abuelos, cuando mi madre se fue...Elizabeth soltó el tenedor y él de repente, dejó de hablar.—¿Sí? —dijo ella, interesada.— Olvídalo, son cosas pasadas. ¿Quieres ir a conocer los establos después?Ella se quedó estupefacta. Se dio cuenta que era muy difícil lograr que ese hombre hablara de sí mismo.—¡Oh sí! me gustaría —dijo como si nada hubiese pasado.Federico la miró en silencio, con el ceño apenas fruncido. No respondió. No estaba seguro de querer ahondar en una conversación que removiera recuerdos dolorosos, ni en ella ni en sí mismo. Siguieron caminando, envueltos en una calma íntima.Más tarde, salieron a caminar. Atravesaron un gran parque, ya que decidieron ir caminando hasta los establos en vez de usar algún vehículo, era septiembre el cli
Luego de que ambos cenaran, los sirvientes limpiaron todo y se fueron, dejando el lugar en completa soledad. Antes cuando la casa era frecuentada por sus dueños, los sirvientes permanecían en la residencia en los cuartos de servicio. Ahora, cuando terminaban sus labores se retiraban a sus respectivas casas ubicadas dentro de la propiedad. Tenían la orden de Federico de volver después de las 9 am, quería estar a solas con su esposa en la mayor intimidad posible.— Señor, me iré a dormir. Estoy muy cansada—dijo, suavemente.— Ve pequeña, trabajaré un rato en mi estudio, te alcanzaré más tarde —le dijo, esbozando una media sonrisa.La joven asintió y se retiró a la habitación. Mientras se ponía su fino camisolín se preguntaba hasta cuando Federico aguantaría sin tener relaciones. Ella no sabía si en los días que él la había dejado sola en Nueva York había estado con otras mujeres. Notaba que Federico era un hombre muy sexual, no le encontraba explicación a que se pudiera abstener tanto c