Una vez que estuvo lista, Elizabeth bajó para comer algo, Federico la esperaba.— ¡Oh, se ve todo muy rico! Melesia es una muy buena cocinera —exclamó sonriendo.Federico asintió. — Vengo muy poco por aquí, de niño solía venir con mis abuelos, cuando mi madre se fue...Elizabeth soltó el tenedor y él de repente, dejó de hablar.—¿Sí? —dijo ella, interesada.— Olvídalo, son cosas pasadas. ¿Quieres ir a conocer los establos después?Ella se quedó estupefacta. Se dio cuenta que era muy difícil lograr que ese hombre hablara de sí mismo.—¡Oh sí! me gustaría —dijo como si nada hubiese pasado.Federico la miró en silencio, con el ceño apenas fruncido. No respondió. No estaba seguro de querer ahondar en una conversación que removiera recuerdos dolorosos, ni en ella ni en sí mismo. Siguieron caminando, envueltos en una calma íntima.Más tarde, salieron a caminar. Atravesaron un gran parque, ya que decidieron ir caminando hasta los establos en vez de usar algún vehículo, era septiembre el cli
Luego de que ambos cenaran, los sirvientes limpiaron todo y se fueron, dejando el lugar en completa soledad. Antes cuando la casa era frecuentada por sus dueños, los sirvientes permanecían en la residencia en los cuartos de servicio. Ahora, cuando terminaban sus labores se retiraban a sus respectivas casas ubicadas dentro de la propiedad. Tenían la orden de Federico de volver después de las 9 am, quería estar a solas con su esposa en la mayor intimidad posible.— Señor, me iré a dormir. Estoy muy cansada—dijo, suavemente.— Ve pequeña, trabajaré un rato en mi estudio, te alcanzaré más tarde —le dijo, esbozando una media sonrisa.La joven asintió y se retiró a la habitación. Mientras se ponía su fino camisolín se preguntaba hasta cuando Federico aguantaría sin tener relaciones. Ella no sabía si en los días que él la había dejado sola en Nueva York había estado con otras mujeres. Notaba que Federico era un hombre muy sexual, no le encontraba explicación a que se pudiera abstener tanto c
Lizzy salió en bata tratando de mantener la compostura y sonreír como lo había hecho antes que él se fuera.Federico la miró y notó una cierta sombra en sus ojos. Elizabeth no sabía mentir, sus ojos eran tan transparentes que decían todo y nada a la vez.—¿Sucede algo? —preguntó él, inquisitivo.— ¡Oh, no! ¡en absoluto! Me quedé leyendo y mis ojos se han cansado un poco, eso es todo.Él frunció el ceño. “Pequeña y hermosa mentirosa” pensó, tensando su mandíbula.Fue hasta ella y la besó, Elizabeth recibió su beso como hacia últimamente pero no atinó a tocarlo como había hecho en la noche ni en la mañana, se quedó con sus brazos caídos.Federico sintió una leve decepción y furia, pero debía contenerse o la espantaría y no quería eso. — Vístete, ponte algo cómodo y vayamos a tomar algo al jardín. ¿Quieres? —dijo, pellizcando su mejilla.Ella sonrió, complacida.— Claro, bajo enseguida.Federico, furioso bajó rápidamente la escalera.—¡María! —gritó.Héctor apareció enseguida.— ¿Señor?
Habían pasado varios días y ellos los disfrutaron cuanto pudieron; iban a cabalgar, miraban películas, paseando por la ciudad. Pero más que nada él se había dedicado a darle todo el placer posible a Elizabeth.Esa mañana, mientras Lizzy se duchaba, él se metió con ella y comenzó a besarla hasta que la joven se excitó. Le acarició la entrepierna hasta que notó humedecida, la puso contra la pared y mientras besaba su cuello, introdujo con suavidad, sus dedos en la vagina. Elizabeth trataba de aguantar sus gemidos ya que no quería que los sirvientes la oyeran. Pero, como siempre él la hacia olvidar de todo y cuando llegó al clímax, soltó un gemido hondo y liberador.— Ya no puedo contra usted —dijo, rendida acariciándole el pecho.El presionaba su miembro erecto contra ella. Lizzy no sabía como eran los de los demás hombres, pero a ella le parecía que el de su esposo era muy grande.— Hoy te tocará darme un poco de placer a mí — dijo llevándole la mano a su falo—. Acaricialo así, lentamen
Ella lo abrazó, llorando de emoción al verlo bien.— ¡Oye, oye! —sonrió Federico, quejándose con suavidad—. Acabo de despertar.Elizabeth se incorporó levemente y le acarició el cabello con una ternura que lo desarmó por completo.— Perdóname, es que estoy muy feliz de verte despierto.Federico sintió que algo dentro de él se aflojaba. No pasó por alto el detalle de que ya no lo trataba de usted. No hizo falta decir nada; el cambio estaba ahí, en su voz temblorosa, en la forma en que lo miraba.Él tomó su mano, entrelazando sus dedos con los de ella, y la atrajo suavemente hacia sí.— Pequeña, recuéstate a mi lado. Quizás me recupere más rápido si te quedas conmigo.No era solo una excusa; la calidez de su cuerpo cerca del suyo le proporcionaba un consuelo que no se atrevía a admitir. Federico aún podía escuchar su voz quebrada rogándole que no lo dejara, y aunque le gustaba fingir que nada lo afectaba, aquella súplica se había quedado grabada en su mente.Afuera, la lluvia seguía golp
Melesia había enviado la cena para los dos, de ninguna manera iba a permitir que coman la comida horrible del hospital, por más elegante que fuera. A su parecer, el señorito sólo si comía lo que ella le cocinaba desde que era niño.Luego de la cena, caminaron por el pasillo con lentitud por el pasillo del hospital, Lizzy en ningún momento se quiso separar de él. Y aunque él físicamente la sobrepasaba, ella lo sostenía del brazo para sostenerlo.— Pequeña puedo caminar solo. No es necesario que me sostengas—le dijo él sonriendo —. Mirate. Si me caigo, tú también lo harás conmigo —bromeó.Ella hizo una mueca y se encogió de hombros.— ¡No me importas lo que digas! ¡Caeremos juntos entonces! —le espetó ella con total espontaneidad, tomándole el brazo con más fuerza aún. Federico se echó a reír.—¡Eres tan obstinada como hermosa! —le dijo, mirándola como si estuviera bajo un hechizo. Una mirada que hizo que Lizzy se estremeciera por completo.Ella desvió la mirada, sintiendo su corazón ac
Y así pasaron varios días. Lentamente, Federico fue mejorando, y todo pareció volver a su cauce. Sin embargo, algo había cambiado entre él y Elizabeth. La cercanía que surgió a raíz de la casi tragedia los había llevado a un punto inesperado.Elizabeth pasaba sus días junto a él, cuidándolo con una dedicación que Federico nunca había experimentado. Al principio, él se mostraba arisco, reacio a aceptar ayuda, pero con el tiempo, comenzó a esperarla, a necesitarla. Cada gesto de ella, cada palabra de aliento fue derribando la coraza que él tanto se esforzaba en mantener.Mientras tanto, Elizabeth hablaba diariamente con su tío. Alfonso, aunque intentaba aparentar normalidad, día a día iba perdiendo fuerzas, su enfermedad lo estaba consumiendo.Sin que ella lo supiera, Federico se había contactado con él para brindarle todo su apoyo, pagando los mejores tratamientos y ayudándolo financieramente. Los negocios de Alfonso no habían atravesado su mejor momento y mucho menos después de la inte
Con Federico fuera de todo peligro, el pudo regresar a la casa, siempre cumpliendo a rajatabla la indicación de los médicos.Se acostó apenas llegó y después que los sirvientes dejaron la cena, todo preparado en la habitación y se fueron, Lizzy le dio de comer en la boca.— Elizabeth, puedo comer solo, ya estoy bien, el médico sólo me recomendó descanso y tranquilidad, pero puedo seguir mi vida normalmente.Ella arqueó una ceja y asintió de mala gana.— Está bien, toma un poco de agua y ya está.Él sonrió y obedeció.Jamás lo habían cuidado así y se sentía afortunado y satisfecho por tenerla. Elizabeth se había sentado a comer su cena, ensimismada en esa tarea, no podía percibir la adoración con la que él la miraba.Lo dicho: el cazador cazado.Cuando la joven terminó con su cena, él le pidió que se acostara a su lado —Ven por favor pequeña, te necesito.Ella se desvistió y se puso un camisolín corto de satén blanco con encaje, se soltó su oscuro y largo cabello, remarcando esa belleza