capítulo 17 La Mentira
Habían pasado varios días y ellos los disfrutaron cuanto pudieron; iban a cabalgar, miraban películas, paseando por la ciudad. Pero más que nada él se había dedicado a darle todo el placer posible a Elizabeth.

Esa mañana, mientras Lizzy se duchaba, él se metió con ella y comenzó a besarla hasta que la joven se excitó. Le acarició la entrepierna hasta que notó humedecida, la puso contra la pared y mientras besaba su cuello, introdujo con suavidad, sus dedos en la vagina. Elizabeth trataba de aguantar sus gemidos ya que no quería que los sirvientes la oyeran. Pero, como siempre él la hacia olvidar de todo y cuando llegó al clímax, soltó un gemido hondo y liberador.

— Ya no puedo contra usted —dijo, rendida acariciándole el pecho.

El presionaba su miembro erecto contra ella. Lizzy no sabía como eran los de los demás hombres, pero a ella le parecía que el de su esposo era muy grande.

— Hoy te tocará darme un poco de placer a mí — dijo llevándole la mano a su falo—. Acaricialo así, lentamen
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