capítulo 18 Dos tontos
Ella lo abrazó, llorando de emoción al verlo bien.

— ¡Oye, oye! —sonrió Federico, quejándose con suavidad—. Acabo de despertar.

Elizabeth se incorporó levemente y le acarició el cabello con una ternura que lo desarmó por completo.

— Perdóname, es que estoy muy feliz de verte despierto.

Federico sintió que algo dentro de él se aflojaba. No pasó por alto el detalle de que ya no lo trataba de usted. No hizo falta decir nada; el cambio estaba ahí, en su voz temblorosa, en la forma en que lo miraba.

Él tomó su mano, entrelazando sus dedos con los de ella, y la atrajo suavemente hacia sí.

— Pequeña, recuéstate a mi lado. Quizás me recupere más rápido si te quedas conmigo.

No era solo una excusa; la calidez de su cuerpo cerca del suyo le proporcionaba un consuelo que no se atrevía a admitir. Federico aún podía escuchar su voz quebrada rogándole que no lo dejara, y aunque le gustaba fingir que nada lo afectaba, aquella súplica se había quedado grabada en su mente.

Afuera, la lluvia seguía golp
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