Melesia había enviado la cena para los dos, de ninguna manera iba a permitir que coman la comida horrible del hospital, por más elegante que fuera. A su parecer, el señorito sólo si comía lo que ella le cocinaba desde que era niño.Luego de la cena, caminaron por el pasillo con lentitud por el pasillo del hospital, Lizzy en ningún momento se quiso separar de él. Y aunque él físicamente la sobrepasaba, ella lo sostenía del brazo para sostenerlo.— Pequeña puedo caminar solo. No es necesario que me sostengas—le dijo él sonriendo —. Mirate. Si me caigo, tú también lo harás conmigo —bromeó.Ella hizo una mueca y se encogió de hombros.— ¡No me importas lo que digas! ¡Caeremos juntos entonces! —le espetó ella con total espontaneidad, tomándole el brazo con más fuerza aún. Federico se echó a reír.—¡Eres tan obstinada como hermosa! —le dijo, mirándola como si estuviera bajo un hechizo. Una mirada que hizo que Lizzy se estremeciera por completo.Ella desvió la mirada, sintiendo su corazón ac
Y así pasaron varios días. Lentamente, Federico fue mejorando, y todo pareció volver a su cauce. Sin embargo, algo había cambiado entre él y Elizabeth. La cercanía que surgió a raíz de la casi tragedia los había llevado a un punto inesperado.Elizabeth pasaba sus días junto a él, cuidándolo con una dedicación que Federico nunca había experimentado. Al principio, él se mostraba arisco, reacio a aceptar ayuda, pero con el tiempo, comenzó a esperarla, a necesitarla. Cada gesto de ella, cada palabra de aliento fue derribando la coraza que él tanto se esforzaba en mantener.Mientras tanto, Elizabeth hablaba diariamente con su tío. Alfonso, aunque intentaba aparentar normalidad, día a día iba perdiendo fuerzas, su enfermedad lo estaba consumiendo.Sin que ella lo supiera, Federico se había contactado con él para brindarle todo su apoyo, pagando los mejores tratamientos y ayudándolo financieramente. Los negocios de Alfonso no habían atravesado su mejor momento y mucho menos después de la inte
Con Federico fuera de todo peligro, el pudo regresar a la casa, siempre cumpliendo a rajatabla la indicación de los médicos.Se acostó apenas llegó y después que los sirvientes dejaron la cena, todo preparado en la habitación y se fueron, Lizzy le dio de comer en la boca.— Elizabeth, puedo comer solo, ya estoy bien, el médico sólo me recomendó descanso y tranquilidad, pero puedo seguir mi vida normalmente.Ella arqueó una ceja y asintió de mala gana.— Está bien, toma un poco de agua y ya está.Él sonrió y obedeció.Jamás lo habían cuidado así y se sentía afortunado y satisfecho por tenerla. Elizabeth se había sentado a comer su cena, ensimismada en esa tarea, no podía percibir la adoración con la que él la miraba.Lo dicho: el cazador cazado.Cuando la joven terminó con su cena, él le pidió que se acostara a su lado —Ven por favor pequeña, te necesito.Ella se desvistió y se puso un camisolín corto de satén blanco con encaje, se soltó su oscuro y largo cabello, remarcando esa belleza
En los sucesivos días, se dedicaron a disfrutar el tiempo que les restaba en la finca. Eventualmente, volvieron a las cabalgatas y natación en la piscina climatizada que tenía el lugar, sin esforzar la salud de Federico.El hombre casi enloquece cuando vio a su esposa con su diminuta bikini. Se acercó a ella y la besó acariciándola con desesperación, tenía que hacer un esfuerzo sobre humano para no poseerla allí mismo.La llevó hasta una reposera grande y se puso a su lado, frente a ella.Empezó a tocarla tal cual a ella le gustaba mientras la joven se abandonaba ante las habilidosas y experimentadas caricias de él, porque extrañaba muchísimo disfrutar todo eso con su esposo.— Estás toda mojada — dijo sonriendo, acariciándole su vulva sobre la tela, acrecentándole el deseo a la joven.Ella sonrió tontamente. ¿Cuándo ese hombre le haría de una vez el amor? Se preguntó, con frustración y un poco de enojo. Él se apartó y le dijo con total naturalidad — ¿Merendamos? ¡Mira todo lo que Me
Elizabeth había elegido un vestido verde ajustado que realzaba su silueta y unos zapatos de tacón que estilaban su figura. Apenas usaba maquillaje, pues no lo necesitaba; solo recogió su cabello negro en un moño impecable antes de salir.Cuando el chófer la vio por primera vez, quedó momentáneamente sin palabras. Había visto su foto en la revista, pero la imagen no le hacía justicia. En persona, la señora Alvear era sencillamente deslumbrante.—Vamos a River Oaks Boulevard, al este de la ciudad —dijo Elizabeth con entusiasmo.El chófer asintió con respeto.—Sí, señora. El señor ya me indicó el destino.Elizabeth esbozó una leve sonrisa.—Oh, está bien.Divertida, pensó: Le es imposible no querer controlarlo todo.Lo que su tío no le había dicho era que Victoria había invitado a varios amigos a la cena, entre ellos a los Mendoza. Sería una sorpresa.Por su parte, Elizabeth nunca mencionó que su esposo estaría ausente; lo excusaría cuando llegara.Cuando el auto se detuvo, bajó casi corr
Federico no era de los que pedían perdón, y no lo haría ahora. Estaba furioso con Pablo, no solo por atreverse a tocar a su mujer, sino también porque durante toda la cena lo había observado con desafío. Lo que más le molestaba, sin embargo, era que Elizabeth nunca le había dejado claro a Pablo que no estaría con él porque lo amaba, sino solo porque era su esposo. Eso lo dejaba vulnerable ante su rival, y lo sabía.Miró al frente, apretando la mandíbula.—¿Qué quieres, Elizabeth? —preguntó, con su voz cargada de tensión.Ella lo miró desconcertada, como si estuviera atrapada en una montaña rusa emocional. ¿Qué iba a decirle? La verdad sobre lo que sentía por él... No iba a hacer el ridículo diciendo eso ahora. Esa noche, Federico le había demostrado que no era más que un objeto de su capricho. Cerró los ojos y suspiró.— Estuve a tu lado mientras estuviste enfermo. Te he dado todo lo que me has pedido, y ahora me preguntas ¿que es lo que quiero?Federico sintió que la coherencia se le
Elizabeth se levantó y se miró en el espejo. Por alguna razón, se sentía distinta, como si su aura hubiera cambiado. ¿O sería solo su imaginación?Se dio un baño, eligió ropa cómoda y bajó a la cocina. Podría haber pedido que le llevaran el desayuno a su habitación, pero prefirió sentarse a comer abajo.Lupe ya la esperaba con la mesa servida.—Oh, Rose —le dijo a la ama de llaves con tono casual—, estoy con el periodo irregular. ¿Podrían cambiar las sábanas? Se mancharon un poco.Rosita, que ya llevaba años en la casa, se apresuró a responder con naturalidad:—Descuide, señora. El señor nunca usa las sábanas dos veces. Aquí se cambian todos los días.Elizabeth arqueó una ceja.—Ya veo…Su esposo era bastante meticuloso. Ahora que lo pensaba, en la finca también pasaba lo mismo.Su celular vibró sobre la mesa. Era Federico.—¿Cómo amaneció la señora Alvear? —Su tono era divertido.Elizabeth sonrió. Ese hombre era insufrible… adorable, pero insufrible.—Muy bien. ¿Y tú?Federico estaba
La chica rubia caminaba de un lado para el otro, sacudía su cabello y bufaba._En qué estabas pensando Pablo?? Qué pasó con el chico coherente, educado y correcto que siempre fuiste?El aludido estaba sentado en el sillón mientras se tomaba se agarraba la nuca con ambas manos.Lucía seguía con el sermón._te das cuenta que quizás nunca más pueda ver a mi amiga? - estaba furiosa._ La avergonzaste! te pusiste al mismo nivel que ese hombre! El joven se paró inmediatamente, sus ojos color avellana estaban estallados de furia._No soy como él! jamás me compares! _entonces no hagas lo mismo!El se dió vuelta y la miró extrañado._Cuando la obligué a casarse conmigo? cuando la extorsioné para que estuviera conmigo? ...hizo un gesto de desesperación. _la amo, Lucía.. Ella tocó su hombro._no la obligaste a nada, pero anoche te comportaste mal, ella trataba de explicarte, de hacerte entender que tiene un esposo, como sea pero lo tiene. Y después peleándose entre ustedes como si ella fuera u