Llamas de odio. Cenizas de amor
Llamas de odio. Cenizas de amor
Por: LashistoriasdeEva
Capítulo 1: La despedida.

     ARGENTINA (BUENOS AIRES)

     CASA DE LOS FERNÁNDEZ.

     Estoy en mi habitación comiéndome las uñas, cuando escucho que tocan mi puerta.

     —Adelante.

     —Buenos días señorita Isabella, su papá quiere hablar con usted, la está esperando en su oficina.

     —Buenos días Martina, dile que ya voy.

     Qué será lo que quiere hablar mi papá, bueno Isabella, vamos a ver lo que quiere el señor.

     

     —Buenos días  papá.

     —Pasa y cierra la puerta coloca el seguro, no quiero interrupciones.

     Ya mis piernas comienzan a desestabilizarse, mi corazón palpita un poco más aprisa, algo me dice que lo que viene no es bueno.

     De inmediato saca algo de la gaveta del escritorio y me lo lanza en mis piernas.

     —¿Me puedes explicar qué significa esto?

     No lo puedo creer frente a mí está una prueba de embarazo.

      —¿Creías que no me iba a enterar? Acaso no sabes que en está casa nada está oculto para mí.

     Delante de mí está la prueba que me había hecho la tarde anterior, la había lanzado en la papelera de mi baño y ahora está en las manos de mi padre.

     No sé qué decir, un sudor frío recorre mi espina dorsal.

     —¿No piensas hablar? Tú la sensata, la inteligente, la que no se le calla a nadie, ahora está en completo silencio.

     —¿Qué quiere que le diga? Está comprobado que en esta casa no hay privacidad, no tenemos vida propia, todo pasa primero por las manos del dueño de la casa y de nuestras vidas.

     —Así es, eso que no se te olvide, por ser el dueño es que he tomado una decisión.

     Lo miro con mis ojos apunto de salirse de mis órbitas, le tengo miedo a las decisiones de mi papá.

     —Si quieres conservar la vida de tu hijo y la vida de su padre, tienes que irte de esta casa, te vas del país; si decides quedarte entonces atente a las consecuencias.

     —Papá no me hagas esto, por favor estás hablando de la vida de tu nieto.

     —Ese engendro que llevas en tu vientre no puede ser mi nieto.

     —Quieras o no, por su cuerpo está corriendo tu sangre, ¿no te duele expresarte así de este niño que se está formando en el vientre de tu hija?

     —Pero también lleva la sangre de mi peor enemigo.

     —Dime papá, ¿por qué lo odias tanto?, ¿por qué odias tanto a esa familia?

     —Eso a ti no te importa, escucha bien, te estoy dando una oportunidad de salvar la vida de tu hijo y la de su padre, ya sabes tu decides, si quieres tener a tu hijo tienes que irte de Argentina.

     —Está bien papá, como siempre tú ganas, me voy, pero con una condición.

     No le vas a tocar ni un pelo a Máximo, me voy, pero antes júrame que él va a estar bien, si me llego a enterar que por tu culpa Máximo ha sufrido algún daño, te juro que me regreso, por encima de quién sea me regreso a Buenos Aires.

     —Okey, como tú quieras, te prometo que tú querido Maximo no va a sufrir ningún rasguño de parte mía.

     —¿Cuándo me iría?

     —Mañana mismo, ya tengo todo listo, mañana te vas para París, a este país no regresarás jamás.

     —¿Mamá lo sabe, ella está de acuerdo contigo?

     —Por supuesto, ella como siempre tiene que estar de acuerdo en todo lo que decida su marido.

     —Sí, está bien claro que todas las decisiones de esta casa las toma el padre ejemplar, espero que nunca te arrepientas de esto.

     —Jamás me voy a arrepentir, de eso puedes estar segura, prefiero verte fuera de aquí a verte unida con ese don nadie.

     En un último intento me acerco a papá, para intentar que el cambie de opinión, le tomo una mano, no quiero hacerlo, pero no puedo evitar que las  lágrimas resbalen  por mis mejillas.

     —Papá, por favor escúchame, Máximo es un buen hombre, nosotros nos amamos.

     —Isabella, escúchame bien, jamás, mientras yo esté vivo, jamás voy a permitir que te unas a él y no se te ocurra aparecerte en este país sin mi autorización, si lo haces te desheredo, todo, absolutamente todo se lo dejo a tu hermano.

     —Papá usted bien sabe, que eso a mí no me importa, si quieres déjale toda la parte de mi herencia a mi hermano, pero déjame aquí, yo no me quiero ir.

     —Sé muy bien que el dinero no te importa, pero si debe importarte la vida del desgraciado de Máximo.

     —Por eso me voy, que eso te quede bien claro, me alejo de aquí por mí hijo y por Máximo.

     —Tengo otra condición.

     —¿Otra,  es que acaso no estás conforme con lo que me estás pidiendo?

     —No, quiero otra cosa; no le digas al don nadie de Máximo, los motivos por el cuál te vas, dile que lo dejas porque no lo amas.

     —Papá no puedo hacer eso.

     —Pues vas a poder, hoy lo vas a ver y le vas a decir que no lo amas y no se te ocurra decirle que estás embarazada.

     —No me hagas esto por favor, dime, ¿no es suficiente castigo el que me vaya y lo deje?

     —Para mi no es suficiente, quiero verlo sufrir, ya sabes esas son mis condiciones; ahora te puedes retirar mañana sales en el primer vuelo y no trates de engañarme, recuerda que yo tengo espías por todos lados.

     

     Papá sale de la oficina, dando un portazo, dejando una estela de rabia, de tristeza a su alrededor; me quedo sentada en el sillón sin saber qué hacer, en pocos minutos  veo como mi vida se me está derrumbando, tengo que irme, no puedo desafiar a mi papá, él es capaz de todo si me quedo, tampoco le puedo contar la verdad a Maximo, si lo hago lo estaría condenando a una muerte segura, escondernos no sería la solución , mi papá nos encontraría hasta debajo de las piedras.

     Amor, por ti y por nuestro bebé tengo que irme, aún no sé que voy a decirte, sé que te voy a herir, pero no me queda otra salida, me tengo que ir a París, me voy con tu hijo en mi vientre, de eso tampoco te puedes enterar, si te lo digo me vas a retener aquí contigo y eso sería cavar tu tumba, eso no lo puedo permitir, tú tienes que vivir, aunque yo esté muerta en vida.

     CABAÑAS SAN LORENZO.

     Las cabañas de San Lorenzo, están ubicadas un poco alejadas de la ciudad, este es un lugar maravilloso, el contacto con la naturaleza lo hace paradisíaco, es nuestro lugar, aquí es donde siempre nos escapamos para amarnos hasta que el amanecer nos sorprenda.

     Mi amor, mi vida, como te amo, ya estoy cansado de escondernos, pero tú no me dejas que hable con tu padre para formalizar lo nuestro.

     Ya estoy aquí, veo que ya Isabella llegó su auto está estacionado en nuestra cabaña de siempre, esto sí me suena raro siempre soy yo quien llega primero, ya veo que lo que me tiene que decir es muy importante.

     —Hola tesoro.

     —Hola mi amor

     Me lanzo en sus brazos para que él me sostenga, lo aprieto con fuerzas, es la última vez que voy a estar entre sus brazos, como me gustaría retratar este momento y llevarlo conmigo.

     —¡Hey! Amor, ¿qué te pasa?¿Tienes algún problema? Cuéntame estoy aquí, ven vamos a hablar.

     —Espera, abrázame, quiero que me abraces como si nuestras vidas dependieran de un abrazo.

     La abrazo muy fuerte, luego le levanto el rostro  y la miro detenidamente a los ojos.

     —Amor, ¿has estado llorando?

     —No digas nada, no quiero que hables, solo bésame.

     La beso, primero con dulzura, luego el néctar de sus labios va derramando una pasión descontrolada que nos va envolviendo de tal manera que nos hace olvidar de los problemas del mundo exterior.

     La levanto en mis brazos y la llevo a la cama, nuestros labios no se despegan, es como si una fuerza magnética nos atrae tan fuertemente que nos impide soltarnos.

     Comienzo a desvestirla, ella a su vez hace lo mismo conmigo; nuestra pasión, nuestras ganas de estar unidos, nos hace ser muy eficientes a la hora de despojarnos de nuestras ropas, a los pocos minutos o segundos, nuestras prendas están desparramadas por todos lados.

     Usando todas sus habilidades, como buena alumna, sus labios empezaron a recorrer todo mi cuerpo, como si quisiera dibujar con ellos toda mi piel.

     Me gusta lo que hace, pero noto cierta furia, su pasión es muy desenfrenada, pareciera que no quisiera detenerse, la dulzura que la caracteriza de pronto se convierte en un torrente de pasión mezclado con rabia.

     Pareciera que fuera ella, es más  es ella quien domina el momento, por un instante me pareció ver en sus ojos lágrimas a punto de desbordarse, pero que ella hábilmente supo contener para que esto no ocurriera.

     Quiero romantizar el momento y muy sutilmente empiezo a besarla, trato de bajar un poco su furia con la dulzura de mis besos, seco con mis labios, sus lágrimas a punto de salir, luego le susurro cosas lindas al oído, palabras que poco a poco la van envolviendo, me mira con dulzura  y me abraza.

     Sin palabras, sólo con nuestros gemidos y nuestro sudor bañando nuestros cuerpos desnudos terminamos lo más sublime y lo más hermoso de ese día, de ese espacio y de ese momento.

     Después de un largo rato en silencio, se levanta de la cama.

     —Voy a darme una ducha.

     —Voy contigo.

     —No, ya es tarde, tengo que irme, mi mamá me está esperando.

     Entra al baño, luego sale envuelta en una toalla.

     —¿No puedes quedarte un poco más?

     —No, mi mamá me espera, me comprometí con ella, voy a acompañarla a visitar a una amiga.

     —Okey, pero dijiste que querías decirme algo importante y no me has dicho nada.

     Mi corazón se congela, como decirle que esta fue nuestra despedida, como decirle que me voy porque no lo amo, no puedo, sé que lo voy a lastimar, ¡Dios ayúdame! 

     —Isabella, ¿qué pasa? siento que me estás ocultando algo, por favor sea lo que sea necesito que me lo digas.

     Me siento de nuevo en la cama y sin mirarlo a la cara le digo.

     —Me voy.

     —Sí, ya sé que te vas, eso de separarnos siempre nos duele, pero tú no me has dejado hablar con tu papá y así poder casarnos, sé que somos jóvenes para casarnos, pero nos amamos y eso es lo que importa, voy a trabajar duro en la empresa de mi papá para que no te falte nada de lo que estás acostumbrada.

     No lo dejé terminar, sin mirarlo a los ojos le digo.

     —Máximo, me voy del país.

     —¿Cómo es eso qué te vas de país?

     —Sí, me voy, mañana sale mi vuelo.

     —Ya va, quiero que me veas, no desvíes la mirada y me lo digas de nuevo.

     Me toma por los brazos, me hace girar y su cara la pega a la mía.

     —¿Te vas de vacaciones?  Dime si es sólo por unos días.

     —No, me voy, no pienso regresar a Buenos Aires.

     —¿Y lo nuestro Isabella? ¿Qué va a pasar con lo nuestro?

     —Lo nuestro tiene que terminar.

     —No entiendo, explícame, me voy a volver loco.

     —No hay nada que explicar, simplemente me voy.

      —Te vas, así  como si nuestro amor no te importara, ¿Isabella ya no me quieres?, habla porque no te entiendo, amor, mírame a los ojos y dime si ya no me quieres.

     Vamos Isabella estoy esperando tu respuesta, ¿no me quieres?, si es así te juro que no te lo pregunto más y te dejo ir, pero si hay otras razones por las cuales te vas, entonces dimelas y entre los dos las vamos a resolver.

     —Me voy a estudiar, tu sabes que siempre he querido ser una gran artista, la pintura es mi pasión, ahora tengo la oportunidad, me voy a Francia.

     —Okey, eso yo lo respeto y te admiro por eso, pero eso no significa que lo nuestro tenga que terminar, tú puedes venir de vacaciones.

     —No, me voy, pero no regreso, ni siquiera en vacaciones.

     —Eso significa que lo nuestro se termina.

     —Sí.

     —Una última pregunta, ¿dejaste de amarme?

     En ese instante sentí un sabor amargo en mi garganta, me dieron ganas de olvidarme de todo, de las amenazas de mi papá y envolverme en sus brazos, pero por el amor que le tengo, me tengo que ir.

     —Ya no te amo.

     En ese instante, después de mis palabras se siente un enorme silencio en la habitación, sólo se escucha el sonido de las hojas de los árboles que chocan entre sí, las hojas al chocar, gimen, con ese gemido se llevan  parte de mi alma, mi vida entera se queda en esa habitación, entre esas sábanas.

     Me levanto y como una autómata sin mirar atrás me alejo de la cabaña, allí se queda el hombre, el padre de mi bebé, no sé si me va a odiar, de lo que sí estoy segura es que si algún día nos volvemos a encontrar lo veré con el mismo amor que lo estoy dejando, se me desgarra el corazón, por eso no quiero voltear para verlo, si lo hago mis fuerzas se van a debilitar y voy a correr a sus brazos.

     Por eso tengo que seguir sin mirar atrás, en un tono de voz muy bajo para que no escuche, exclamo:

     —Te amo Máximo, espero que no me odies por esto.

     

     

     

     

 

     

     

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo