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Capítulo 5: Una estatua en medio de una plaza.

     FRANCIA: PARÍS.

     —Señorita Isabella, todo está saliendo perfecto, la sala está llena, casi todas sus pinturas se han vendido y los críticos están muy impresionados con su trabajo, así que relájese.

     —Sí, estoy muy contenta, todo está saliendo bien, ¿dónde está Max?

     —No se preocupe por el niño, él está feliz, las muchachas lo tienen consentido.

     —Hermosa, -es Piero que se acerca- recuerda que después de la exposición tenemos un compromiso con mis amigos que llegaron de Estados Unidos.

    —¿Ellos vienen a la exposición?

     —No sé si vienen todos, una de las muchachas si viene, es una jovencita que está muy enamorada de tus pinturas, es raro que aún no esté aquí, con todo esto se me ha olvidado llamarlos.

     La noche continuó entre brindis, halagos y palabras alentadoras de los críticos.

     Bueno, gracias a Dios que ya todo terminó, estoy muy cansada, tengo ganas de llegar a mi casa, quitarme estos tacones y acostarme a dormir.

     Lo que menos quiero es ir con Piero a esa discoteca, voy por puro compromiso, la verdad es que Piero se ha portado muy bien conmigo, me ayudó muchísimo con la exposición, así que acompañarlo es lo menos que puedo hacer por él.

     —Katy, ya es hora que lleves a Max a la casa, tiene que descansar, por favor le dices a la señora Mery que le dé un vaso de leche antes de dormir y un baño de agua tibia.

     —Sí, no se preocupe yo me voy a quedar con él un rato, hasta que se duerma y luego me voy a mi casa.

     —Katy, no sé qué haría sin ti, eres un ángel, no sé cómo agradecerte tus atenciones para con mi niño, yo no pensaba traerlo, lo hice porque tú insististe.

     —Señorita Isabella, la que tengo que estar agradecida soy yo, siempre le daré las gracias por este trabajo, usted me paga muy bien, gracias a eso he podido continuar mis estudios, además yo adoro a su niño, vamos no lo piense más es hora que usted se divierta, salga con su galán, usted es muy joven, tiene que salir a divertirse. él quiere mucho a su hijo, piénselo bien y acepte su proposición.

     Me quedo pensando en las palabras de Katy, es verdad Piero quiere mucho a mi hijo, pero no sé si eso es suficiente para mantener una relación.

     —Hermosa, ¿nos vamos?, -allí viene mi galán, como dice Katy-  los muchachos me escribieron que ya  están en la discoteca.

     DISCOTECA.

     —Ya Mía, deja la lloradera, lamentablemente el vuelo se retrasó y llegamos muy tarde.

     —Máximo, tú bien sabes todo lo que le rogué a mi padre para que me dejara venir a París, todo para nada,  no llegué a tiempo a la exposición, perdí la oportunidad de conocer a mi pintora favorita.

     —Pero bueno, según el cronograma son tres días que las pinturas estarán expuestas al público, mañana podemos ir.

     —Yo lo sé, pero quería estar en la exposición, ella es una mujer muy ocupada y seguramente no va a estar esos días en la galería.

     —Igual vamos a ir, así que quita esa cara de amargada y vamos a divertirnos, me prometiste que no me  iba a aburrir aquí en París, así que cumple tu promesa, ven vamos a bailar.

      —Tienes razón, la noche apenas comienza, vamos a bailar.

     Todos los amigos de Mía ya estaban en la discoteca, el único que faltaba era el Francés, según dijeron venía con la novia, empezamos a tomar y a bailar, todos son muy alegres y mira que les gusta tomar, yo estoy pendiente de Mia, su papá me la encomendó, su primer pedido fue que la cuidara para que no tomara mucho.

     Salimos a bailar, después de tanto dar vueltas en la pista de baile regresamos a la mesa, cuando nos estamos acercando Mía me dice:

     —Mira ya llegó Piero, llegó con la novia.

     Me acerco a la mesa, regreso abrazado con Mía, en eso la novia de Piero se voltea, no lo puedo creer, tanto tiempo esperando este momento y ahora que estoy frente a ella no sé cómo reaccionar, sólo nos quedamos mirando.

     Mía se suelta de mi abrazo y corre hacia ellos.

     —¡Dios es grande! -Grita Mía a todo pulmón- ¿Usted es la pintora Isabella?

     Ella sin dejar de mirarme, le responde a Mia.

     —Sí, yo soy.

     —Mucho gusto yo soy …

     Antes que termine la frase, respondo.

     —Ella es Mía, mi novia, -extiendo  mi mano, hacia ella- y yo soy Máximo.

     Mía me mira con ojos de asombro, pero se queda callada, le toma la mano a Isabella y le dice.

     —Disculpe mi ímpetu, pero al verla me emocioné mucho, yo estoy aquí por usted, por un retraso del vuelo, no pude asistir a la inauguración de su exposición, no sabe como lo lamento, nunca me llegué a imaginar que podía verla aquí, resulta que eres la novia de Piero, por eso digo que Dios es bueno, no pude ir a la exposición, pero ahora la tengo aquí.

     —Bueno y a mí no piensas saludarme, viniste a París por Isabella, pero por lo menos me merezco un abrazo 

     —Claro que sí Piero, me alegro mucho verte.

     —¿Dime cómo está tu papá?

     —Estupendo.

     —Y tú también, Mía  estás bellísima, amigo…

     —Máximo, me llamó Máximo.

     —Amigo Máximo, tiene a una mujer hermosísima a su lado.

     —Tú también, tu novia es muy bella.

     Cuando lo dijo sus ojos grises me miraron fríamente, su expresión fue de odio o eso fue lo que me pareció, mis piernas temblaban, un sudor frío, acompañado por un dolor recorren mi columna vertebral, en ese instante me quería morir, quién me iba a decir que esa noche iba a tener delante de mí al padre de mi hijo, el hombre que a pesar de los años aún amo más que mi vida misma, cinco años sin mirar esos ojos, cinco años sin mirar esa boca que tantas veces besé, esa mirada que ahora la siento tan fría, ¡Dios! no sé cuánto tiempo más voy a soportar esto.

     En eso interviene uno de los amigos de Piero.

      —Amigos ya el grupo está completo, así que vamos a divertirnos, Isabella considerate parte de nosotros, pide lo que quieras, estamos para complacerte, vengan vamos a sentarnos.

     Mi asiento queda frente al de Máximo, él mantiene a Mía abrazada, pero no deja de mirarme, el brillo que veo en su mirada no me gusta para nada, lo conozco y sé que está furioso, el labio inferior le tiembla y su mano la cierra y la abre constantemente.

     Piero no deja de llenarme de atenciones, eso en lugar de halagarme me incomoda más, a medida que transcurre la noche, Máximo no deja de tomar.

     —Isabella,-me pregunta Mía- ¿te puedo tutear?

     —Sí, por supuesto.

     —Según leí en una revista,  eres de Argentina, ¿es así?

     —Sí, yo soy de Argentina.

     —Qué coincidencia, Máximo también es de allá, ¿no piensa volver a su país?

     ¡Dios mío! Precisamente viene a. Preguntarme esto.

     —En estos momentos no sé qué responderte, por ahora no he pensado en volver, pero en realidad nosotros no sabemos lo que la vida nos pone en el camino, puede que regrese o pueda que no.

     —Señorita Isabella, disculpe mi atrevimiento, pero esa respuesta me parece que proviene de alguien que no tiene seguridad en lo que dice, debemos ser claros con nuestras palabras, nosotros no podemos vivir sin saber con exactitud que es lo queremos, eso de puede que sí o pueda que no, denota temor al futuro, en la vida cuando tomamos una determinación, debemos estar consciente de las consecuencias.

     Todos los presentes se miran entre sí, gracias a Dios Piero en ese momento no estaba presente, se había levantado de la mesa para ir a saludar a unos amigos que estaban llegando a la disco; los muchachos no entienden las palabras de Máximo, sobre todo en el tono como me responde, por supuesto yo sí sé el trasfondo de esas palabras; lo siento, no sé si es oportuno responderle, pero tengo que hacerlo, no me puedo quedar callada.

     —Señor Máximo, ahora soy yo la que le pido disculpas, a veces la vida nos obliga a tomar ciertas decisiones y aunque nos duela, tenemos que aceptarlas, quizás mi respuesta,  pueda que sí o pueda que no, a usted no le agrade, pero lamentablemente esas inseguridades como usted las llama,  forma parte de la vida de muchas personas que viven fuera de su país y de su familia.

     Mía de inmediato intervino.

     —Un momento esta pregunta no la hice con él ánimo de crear disputas entre nosotros, así que vamos a olvidarnos del asunto, vinimos a divertirnos y es lo que vamos hacer.

     Máximo, baila con Isabella, pueda que él ritmo de la música los envuelva y los haga olvidar de lo que se habló aquí, vamos Máximo sal a bailar, ya Piero está aquí con nosotros yo voy a bailar con él.

     Mía se levanta y se lleva a Piero a la pista, que está llena de bailarines.

     Máximo se pone de pie y me extiende la mano.

     —Señorita Isabella, ¿me permite este baile?

     Tomo su mano, él me lleva a un rincón de la pista, como si el diyeis se hiciera cómplice del momento, cambia el ritmo de la música y en su lugar coloca una melodía muy suave.

     Máximo enlaza mi cintura y me pega a él.

      Estoy temblando, ojalá y no se dé cuenta de mis nervios.

     Estamos un poco lejos de la mesa donde está  el grupo, ellos no pueden vernos, se acerca a mi oído y me habla, sus labios rozan mi oreja.

     —Así que la famosa pintora, no le interesa regresar a su país, ya veo el porqué, está muy entretenida con su francés, dime cuando se casan, me imagino que me vas a invitar, ya no soy el.pobretón que dejaste en Argentina, ahora puedo costear mi pasaje a cualquier parte del mundo.

     —Espero que tú también me invites a tu boda, aunque no lo creo, ya creo que esa niña es una más del montón de mujeres con quién te has acostado.

     —Ya veo que me has seguido los pasos, eso significa que aún te intereso.

     —Estás equivocado, tú no me interesas para nada.

     —Estamos en igualdad de condiciones y con respecto a esa niña como tú la llamaste te diré que con ella es diferente, ella si es la mujer que quiero para casarme, todas las otras con las que me he acostado han dejado de ser importantes para mí.

     Esas palabras me dolieron mucho, está clarísimo que yo dejé de ser importante para él, pero no le puedo demostrar mi dolor, mi rabia, así que sigo la conversación.

     —Me alegro, es hora que te responsabilices de tus acciones.

     —Hace unos años atrás quise responsabilizarme, pero para mí felicidad, porque ahora me doy cuenta que es lo mejor que me ha pasado, la mujer con quién quise responsabilizarme huyó, uf y no te imaginas como me alegro que lo haya hecho, después de eso fue que comencé a vivir de verdad, ella creyó que me había hecho un daño, pues no, me hizo un favor.

     Me mira directamente a la cara, me toma el rostro con las dos manos, la acerca a su rostro y me besa, yo no puedo detenerlo, siento de nuevo el sabor de sus labios sobre los míos, me da un beso profundo, explora en mi boca como nunca lo había hecho, luego me vuelve a mirar con una mirada de rabia, me suelta y me dice.

     —Te odio, eso que te quede bien claro, jamás he odiado a nadie como te odio a ti.

     Allí me deja, se aleja y yo me quedo como una estatua en medio de una plaza.

     Después de unos minutos o segundos, no sé, reacciono y regreso a la mesa.

     —Isabella, nos dijo Máximo que habías ido al baño, él salió afuera a realizar una llamada telefónica.

     —Disculpen muchachos me tengo que ir. ¿Dónde está Piero?

     —Está bailando con Lis.

     —Por favor le dicen que me fui.

     —Isabella es muy tarde, espera que llegue Piero.

     —No, yo tomo un taxi, ustedes tenían mucho tiempo sin verse, dile que no se preocupe por mí, que disfrute la noche.

     Tomo mi abrigo y salgo de allí sin mirar atrás, en estos momentos quiero que la tierra se abra y me trague toda, me hago paso entre la multitud y llego hasta la puerta.

     Al salir de la discoteca lo veo, hablando por teléfono, me ve salir, se detiene y  yo corro hacia la avenida y detengo al primer taxi que pasa.

      

     

     

    

     

     

    

 

     

     

     

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