Inicio / Romántica / Llamas de odio. Cenizas de amor / Capítulo 7: Mi encuentro con Max.
Capítulo 7: Mi encuentro con Max.

     PARÍS: EXPOSICIÓN.

     —Máximo, aquí estamos, dentro de poco vas a ver de nuevo a tu amor.

     —Ya ella no es mi amor, acaso se te olvida que tiene novio, el francesito.

     —Jajajaja, me gusta como lo llamas, el francesito.

     —Hablando de él, ¿qué tanto lo conoces?

     —En realidad sé lo que conocen todos los muchachos, sé que es hijo único, es huérfano de padre, su papá murió cuando él era un adolescente, desde allí su mamá se quedó a cargo de la cuantiosa fortuna que le dejó el esposo, no se volvió a casar, viven en una casa enorme, él aún vive con su madre.

     —¿Trabaja?

     —si, es contador, él le lleva la contabilidad a los negocios que dejó  su padre, su mamá aún está al frente, es una mujer mayor, pero muy conservada, no se ha vuelto a casar, pero si ha tenido sus aventuras y siempre con hombres mucho más joven que ella, bueno eso es lo que se rumora entre la élite que nos rodea.

     —Vaya, vaya, Isabella al parecer se anotó bien, ¿a parte de Isabella no se le ha conocido otras novias?

     —Sí, pero muy pocas, él es muy reservado en cuanto a sus cuestiones personales.

     Se dice que su mamá es muy estricta y le espanta las novias, puede que Isabella corra con suerte y le caiga bien a la señora, perdón Máximo, ya veo que ese comentario no te gustó.

     —No seas necia, ya nosotros tomamos caminos diferentes.

     —Bueno si es así entonces quita esa cara, vamos a entrar a ver las pinturas, eso fue lo que me movió a venir desde tan lejos.

     Vamos novio, deja que me cuelgue de tu brazo, tenemos que realizar nuestra actuación muy creíble, así que vamos pues.

     Al entrar a la galería me quedé muy impresionado, los cuadros de Isabella son hermosos, no cabe duda que es toda una artista.

     Comenzamos a pasear por todos los pasillos de la galería, de pronto me detengo en una obra.

     —¿Te gusta esa pintura?

     —Sí es hermosa, la pintó tal cual como es.

     —¿A qué te refieres? ¿Conoces el lugar?

     —Perfectamente, conozco cada uno de sus rincones.

     —No me digas que ese era el lugar de sus encuentros.

     —Sí, es la cabaña, me gustaría comprar esa pintura, pero la voy a comprar a nombre tuyo, no quiero que ella piense que todavía la extraño.

     —¿Y no es así?

     —Mia, por favor, ¿vas a seguir? lo quiero comprar por su belleza, es muy real.

     —Okey vamos a comprarlo, pero veo que todos las pinturas tienen un precio,  menos está, voy a preguntar.

     —Señorita, por favor.

     —Dígame señorita.

     —Estoy interesada en esta pintura, me puede dar el precio.

     —Lo siento mucho, pero está obra no tiene precio.

     —¿Y eso por qué?

     — Esa le pertenece a la señorita Isabella, está  aquí sólo para la exposición, pero no la vende.

     Mía me mira y sonríe, la señorita se retira y nosotros seguimos viendo otras pinturas, un joven se acerca con unas copas y nos brinda una copa de vino.

     De pronto siento que mis piernas tropiezan con alguien.

     —Max, deja de correr por poco haces caer al señor, disculpe por favor.

     —No se preocupe, se trata de un niño, ellos son así, siempre corriendo.

     El niño me mira con su carita angelical, me sonríe, miro sus ojos grises y su pelo abundante, se aferra a mis piernas sin querer soltarlas.

     —Max, suelta las piernas del señor.

     —Oye novio, qué coincidencia el niño se llama igual que tú.

     —No, el niño se llama Max y yo me llamó Máximo, ¿no es así campeón? ¿te gustaría montarte en mis hombros?

     —Si, si, si quiero.

     —Ven súbete, yo te ayudo.

     —No señor, que pena, Max ven conmigo.

     El niño, sin darle tiempo a la joven se sube a mi espalda.

     ¡Wao! Qué sensación tan agradable, algo inexplicable me pasa, quiero correr con el niño en mis hombros por toda la galería, pero sé que no puedo, coloco al niño en el piso, lo abrazo un rato y luego pregunto.

     —¿Es tu hijo?

     Antes de responder la pregunta  del señor recordé lo que me dijo la jefa, que por varios días no llevara el niño a la galería, que ella me avisaba cuando pudiese llevarlo, pero a la señora Mery (la señora que lo cuida) se le presentó una emergencia, por ese motivo  tuve que quedarme con él; no puedo decir que el niño es de la señorita Isabella, ella tendrá sus razones para ocultarlo durante esos días.

     —Sí, es mi hijo.

     —¿La señorita Isabella se encuentra?, me gustaría saludarla.

     —No, ella salió y creo que por hoy no regresa.

     —Por favor le dice que la señorita Mía, estuvo aquí, mañana regreso, quisiera conversar con ella.

     ¿Qué le pasa a Mía? Cómo si está loca, ¿para qué quiere conversar con Isabella,?

     —Nosotros nos vamos, a mi novio le gustó un cuadro, quería comprarlo, pero lamentablemente no está en venta.

     —¿Se refiere a la pintura de la cabaña?

     —Sí, a esa misma.

     —¡Qué lástima!, al señor le gustó precisamente la que no se vende, esa pintura es exclusiva de la señorita Isabella.

     —De todas formas mañana volvemos, gracias es usted muy amable.

     El niño al ver que nos marchábamos, con su manito nos dijo adiós.

     —¿A tí como si te gustan los niños?

     —Sí, los adoro.

     —Qué raro, tú con la fama que tienes de mujeriego y que aún no tengas un hijo, se nota que has sido muy cuidadoso.

     —Así no los quiero tener, ¿sabes?, una vez conversando con Isabella hablamos de eso, con ella si quería tener un hijo.

     —Bueno, si no lo tuvieron es porque se protegieron bastante.

     — Te cuento, unos meses antes de su partida hubo una noche que lo hicimos sin protección, pero gracias a Dios que no salió embarazada.

     —Espera, está sonando mi teléfono, es Piero, lo voy a poner en altavoz.

     —Hola Piero, ¿cómo estás?

     —Hola Mía, ¿andas con Máximo?

     —Sí, está conmigo.

     —Que bueno, la invitación es para los dos, ya hablé con el resto del grupo, los invito mañana a cenar en mi casa.

     —¿En tu casa?

     —Sí, no quiero excusa, los espero a las ocho.

     Sin dar tiempo a responder, corta la llamada.

     —Lo siento Mía, pero vas tú sola, yo no quiero verle la cara a ese tipo.

     —Pero bueno si me acabas de decir que cada uno de ustedes tomó rumbos diferentes, es hora que lo asumas.

     —Una cosa es que cada uno de nosotros haya decidido vivir su vida por separado  y otra es que tenga que sentarme al lado de ellos como si nada y hablar con Isabella como si no la conociera, hasta allí no llega mi madurez.

     Entiendo que han pasado cinco años y que cada uno tiene que seguir con su vida, pero no me pidas que me siente a ver como ese tipo la abraza y quizás hasta la bese delante de mí, creo que eso es mucho pedir.

     —Está bien, no puedo obligarte a asistir a la cena, okey quédate en el hotel, yo me voy sola y les digo que tú te sientes mal, por eso no puedes acompañarme.

     —Sí es lo mejor.

     —Solo te voy a pedir una cosa,  que lo pienses muy bien, a mí me parece que deberías asistir, así te convences de una vez por todas que Isabella te olvidó, que está tratando de rehacer su vida y tú deberías hacer lo mismo o está la otra parte, está noche puedes corroborar que aún te ama y bueno vamos a ver si se arreglan de una vez.

     —No inventes Mía, yo mejor me quedo mirando una película.

     —Como tú quieras, yo solo estaba emitiendo mi opinión.

     

     ARGENTINA: CASA DE LOS FERNÁNDEZ.

     —Antonella, ¿para dónde vas a estás horas de la noche?

     —Voy a salir.

     —Esa no es respuesta, mira la hora que es, ya es muy tarde.

     —¿Estás preocupado por mí o por lo que dirán?

     —Por las dos cosas, recuerda que eres mi esposa y me debes respeto.

     —¿Y tú?,  acaso tú me has respetado? Llevamos veinticinco años de casados, dime en todo ese tiempo, ¿tú me has respetado?

     —¿A qué viene esa pregunta? 

     —¡A qué me cansé!,  lo estás escuchando, me cansé de ser la sumisa que dice sí a todo, me cansé de ser la mujer perfecta, que siempre tiene la casa ordenada, que siempre está con su mejor sonrisa para que su marido no se estrese, me cansé de esperarte toda la noche perfumada y arreglada para ti, para nada porque cuando llegas te volteas en la cama, me das la espalda y ni siquiera me miras para darme las buenas noches,  ¿quieres saber lo más importante?, que cuando me haces el amor y digo amor para darle algún nombre, aunque sé que ese nombre le queda grande, ese momento  tan importante para mí, tú seguro estás pensando en otra mujer, pero ya basta.

     —¿Qué quieres decir con eso de ya basta? 

     —De ahora en adelante señor Fernández, dejo de ser una de sus empleadas que siempre está acatando sus órdenes, ahora soy la dueña de la casa, por lo tanto no tengo porque recibir órdenes suyas ni de nadie. Buenas noches.

     —Antonella no me dejes hablando solo, tengo que saber para donde vas.

     Salgo de allí con paso firme, seguro, ya era hora que abriera los ojos, por mi culpa, por mi sumisión, por mi cobardía tengo a mi hija alejada de mí, no supe defenderla, ella no tuvo, ni tiene porqué sufrir tantas humillaciones de su padre, al fin de cuentas, ella es la dueña de todo esto.

     Ahora tengo que actuar con inteligencia, Fernández es capaz de todo, hasta ahora me lo ha demostrado, por miedo hice y firmé cosas que no debía, pero ahora me tengo que asesorar bien, esto no puede continuar.

     Me voy a meter en el primer bar que vea, no me importa que uno de sus amigos me vea y le vaya con el chisme, total ya no tengo nada que perder.

     En pocos minutos estoy en la barra de un bar con una copa de vino delante de mi, tomo la copa y comienzo a deleitarme con ella, no tengo apuros, no hay nadie que me espere en casa.

     Después de esa copa vinieron otras más, no estoy acostumbrada a tomar, por eso ya me siento mareada.

     —Está sonando mi teléfono, seguro es Fernández el que me llama, no lo hace porque esté preocupado por mí, lo hace sólo porque es la primera vez desde que estamos casados que me atrevo a responderle.

     —Aló mamá.

     —Hola hija.

     —¿Qué haces? te noto la voz un poco  torpe.

     —Me estoy tomando unas copas de vino y creo que ya tomé demás.

    —¿Estás con papá?

     —No, ando sola.

     —¿Sola? Qué raro tú nunca sales sola, ¿qué pasó, te peleaste con papá?

     —En realidad no peleé, no quiero perder mi tiempo ni mi energía peleando con tu papá, no vale la pena, de ahora en adelante, no pienso consultar con Fernández lo que haga o deje de  hacer con mi vida,  ya perdí veinticinco años, todo lo que ha durado nuestro matrimonio con un hombre que nunca me supo valorar, ni respetar, mucho menos amar, a su lado sólo fui un adorno, nada más.

     —Mamá me estás asustando acaso te piensas divorciar.

     —Aún no lo he pensado, pero puede ser.

     —Recuerda que papá  es un hombre muy soberbio, él no va a aceptar que te divorcies de él, me asusta lo que pueda hacer.

     —Ya no le tengo miedo, estuve muchos años en un rincón precisamente por eso, por miedo, por cobarde, pero ya no más, por mí miedo, por no enfrentarme a él, por eso te alejó de mí, siendo aún una niña, y lo que es peor conociendo tu condición, por miedo permití que te fueras con mi nieto en tu vientre, por cobarde me estoy perdiendo su infancia, pero ya no más.

     —Mamá ten cuidado, tú sabes que mi papá no va a permitir que te vayas de su lado, él es capaz de todo, eso para él sería como una deshonra.

     —Bebé quédate tranquila, yo sé con quién me estoy enfrentando, tengo que actuar con inteligencia, yo lo conozco muy bien, no puedo actuar a la ligera, tengo que planear muy bien lo que tenga que hacer.

    —Mamá prométeme que todo lo que vayas hacer primero lo vas a consultar conmigo.

     —Está bien bebé, te lo prometo.

     —Ahora vete para la casa, has tomado mucho, tú no estás acostumbrada a beber tanto, me preocupa que estés manejando.

     —Por eso no te preocupes, me vine y me voy en un taxi, pero está bien, para que te quedes tranquila ya me voy para la casa, cancelo la cuenta y me voy de aquí, Dios te bendiga mi reina hermosa, mañana te llamo.

     —Bendición mamá, hasta mañana.

     Corto la llamada y busco en mi cartera para pagar la cuenta, cuando escucho una voz muy conocida que aún el paso de los años no me ha permitido olvidar.

     —Buenas noches.

     Levanto mi mirada y lo veo, han pasado veinticinco años y aún esa voz y esa mirada las llevo clavada en mi alma.

    

     

     

     

     

     

     

     

    

     

     

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo