PARÍS: CASA DE PIERO. Ya es más de medianoche, casi todos están ebrios, yo sólo estoy pendiente de los movimientos de Isabella, la noto serena, no ha tomado mucho, apenas unas copas de vino. Por otro lado Piero está muy tomado, se acerca a Isabella y se la lleva al centro del salón para bailar, me doy cuenta que Isabella no está muy agusto, él la aprieta y no permite que ella se desate del abrazo, Piero intenta besarla, ella lo esquiva, la conozco bien, está molesta, le dice algo a Piero, pero él se ríe en forma burlona y la aprieta más a él. —No, esto es demasiado, esto no lo puedo permitir. Con pasos firmes voy decidido a quitarle a Isabella de los brazos a Piero, cuando Mía llega primero que yo hasta ellos. —Piero como dijo tu mamá, está fiesta es para compartir, qué te parece si intercambiamos de pareja, ven novio, baila con Isabella, yo voy a bailar con Piero. De forma rápida me toma la mano, toma la mano de Isabella y une las dos manos.
CASA DE PIERO. —Mamá te botaste con esta reunión, ¿a quién piensas deslumbrar?, no me lo digas ya sé lo que te traes entre manos. —Todo lo estoy haciendo por tus amigos, quiero que cuando se vayan se lleven una buena impresión de ti y por supuesto de la mamá de Piero. —Yo creí que se trataba de una reunión sencilla, pero esto es una recepción por todo lo alto. —Hijo, las cosas por muy sencillas que sean siempre tienes que hacerlas bien. ¿Cuándo se van tus amigos? —No lo sé, al principio me dijeron que sólo iban a estar una semana, pero por cuestiones de negocios creo que se van a quedar unos días más. —Bueno ya se va acercando la hora de llegar los invitados, voy a arreglarme, esta noche tengo que lucir espectacular. —Anda, yo me voy a sentar un rato en la terraza a tomarme una copa de brandy. —Caramba aún no ha comenzado la recepción y ya vas a comenzar a beber. —No quiero que me digas nada, hoy quiero tomar. —Est
PARÍS HOTEL. No despertó en toda la noche, pero si se movió y se metió en mis brazos, así nos quedamos dormidos. Ya es de mañana, no me quiero mover de la cama para no despertarla, me quedo mirándola por largo rato, es hermosa, en verdad lo es. Lo siento mi amor, pero no aguanto las ganas de besarte, le doy un beso en la frente, luego en las mejillas, con mucha suavidad beso sus labios, ese beso si la despierta, abre los ojos y me ve asombrada. —Máximo, ¿qué haces aquí? —¿Qué hago aquí? Esta es mi habitación y esta es mi cama. Levanta la manta y se da cuenta que tiene puesta una de mis playeras. —¿Y mi ropa? —Está en el closet. —¿Quién me la quitó? —Yo. —¡Ay, Dios! —De qué te asombras, no es la primera vez que lo hago. —¿Qué pasó anoche? —De todo. —¡No puede ser! ¿Otra vez? —Si, otra vez. —Te aprovechaste que estaba tomada. —Jajajaja, no, fuistes tú quien se aprovechó de mí, yo también esta
ARGENTINA: BUENOS AIRES. Aquí estoy, sentado al frente de este vaso de whisky esperando al amor de mi vida; han pasado veinticinco años y aún no he podido olvidarla, aún recuerdo su perfume, sus ojos color aceituna, su mirada y la manera como sonreía con ella, sí porque ella tenía la habilidad de sonreír con la mirada, ¡Caramba!, todavía recuerdo su risa estrepitosa, cada vez que reía el mundo entero volteaba para verla. Qué manera de empatizar con las personas, su carisma era envolvente. Reconozco que yo fui el culpable de nuestra separación, yo me fui y la dejé, me fui amándola, me fui en busca de mejoras para mí vida. —Buenas tardes Tomás. —Buenas tardes Antonella, no te sentí llegar, estaba tan absorto en mis pensamientos que no escuché tus pasos. Ven, siéntate, aparté está mesa para nosotros. —No puedo quedarme por mucho tiempo. —Está bien, el tiempo que tú desees, dime, ¿qué quieres beber? ¿Quieres que te preparen el cóctel
PARIS: TALLER DE PINTURA. —Hola Amiga —Hola Valentina. Cuéntame, ¿cómo estás? —Te llamo para recordarte que tenemos una cita pendiente en Nueva York. —Sí ya lo sé, ese viaje me tiene muy estresada, estoy full trabajo, tengo que llevar nuevas obras. —Pero es que tú eres muy necia, tienes muchas pinturas en tu taller, puedes llevar unas de esas. —No, ninguna me gusta para la exposición. —Ya salió la perfeccionista. — Así soy, que le vamos hacer. —¿Cómo está mi sobrino? —Mas bello que nunca. —¿Y el papá? —No sé nada de él, tengo tres meses que no sé, ni quiero tener noticias suyas. —Yo sí tengo noticias, pero como no quieres saber nada, entonces me las guardo. —Valentina por Dios, por eso me llamaste así que suelta. —¿Cuál quieres, la mala o la buena? —La que tú quieras. —Okey voy con la buena, el muchacho se está haciendo famoso, lanzó un vídeo juego que le está haciendo ganar
—Valentina ya estamos aquí. —Sí mi amor, estoy muy feliz. —Creo que estás más contenta porque vas a ver a tu amiga, que por los preparativos de nuestra boda. —No digas eso, claro que la boda me tiene muy entusiasmada, pero no te puedo negar que ver a Isabella, después de tanto tiempo eso me tiene muy contenta. Tengo mucho tiempo sin verla, en cinco años nos hemos visto tres veces, eso es muy poco tiempo para nosotras que jamás nos habíamos separado. Cuando mis papás se vinieron a vivir para Nueva York, yo me quedé en Buenos Aires, tenía que terminar mi carrera y en todo ese tiempo de soledad quien me hizo compañía fue Isabella, lamentablemente pasó lo inevitable y mi amiga tuvo que viajar a París, me volví a quedar sola, pero nos hacíamos compañía con las videollamadas, pasábamos horas hablando. —Por qué hablas de: “cuando ocurrió lo inevitable” ¿qué fue eso tan grave qué obligó a Isabella a dejar Buenos Aires? —¿Yo dije eso? —Sí, eso dij
Sin soltarme la mano llegamos a su habitación, cierra la puerta, luego toma su teléfono. —Julián sólo te llamo para decirte que Isabellla está conmigo, eso es para que no se preocupen, por favor dile a Valentina que le guarde su abrigo, eso es todo, no Julián, no quiero hablar contigo. Corta la llamada, luego me dice. —Ya está, Valentina tiene tus cosas. —De verdad que tú estás loco, por favor pídeme un taxi. —En esas condiciones no sales de aquí. —¿ En cuáles condiciones? —Estás mareada, ya se está haciendo costumbre que tengo que rescatarte cuando estás pasada de copas. —Yo estoy bien, no tienes porque preocuparte, tú novia debe estar preguntándose por tu ausencia. —No te preocupes, ella conoce muy bien Nueva York, además no anda sola. —Pero no está contigo, ¿eso no te importa? —No, me importas tú. —¡Vaya! Qué manera de importarte. —Porque tú lo quieres así, si tú me pides que la deje yo lo hago, vente conmigo a C
ARGENTINA: CASA DE LOS FERNÁNDEZ. —Señora Antonella, el señor la está esperando en su oficina. —Estoy ocupada con mis rosas, tú sabes que cuando estoy en el jardín, no me gusta que me interrumpan. —Lo sé señora, pero me dijo que era urgente. —Dile que espere, tengo a mis rosas descuidadas, voy cuando termine aquí. —Señora usted sabe como se pone el señor cuando le desobedecen, es mejor que vaya. —Emilia, dile que voy cuando termine de arreglar mi jardín. —Está bien señora. Con mucho cuidado sigo arreglando mi jardín, sin apuro, ya no me asustan las amenazas de Fernández. —Ya terminé con mi jardín, lo tenía muy descuidado, ahora vamos a ver lo que quiere Fernández. Al llegar a la oficina lo veo con una cantidad de papeles en el escritorio, su abogado, un hombre de mirada fría, con una sonrisa calculadora, estaba sentado frente a él. —Buenas tardes. —Buenas tardes señora Antonella. —Caramba, por fin la reina se dignó