Vania Doskas se ha convertido en una mujer fría y calculadora, que tiene como único objetivo proteger a su hija a toda costa y huir de aquellos que la buscan para pagar una deuda que no le corresponde. Alexander Herrera es heredero de un imperio que no deja de crecer. Pero nadie habría previsto que la rivalidad que siempre tuvo con el hermano que su padre le impuso, lo empujarían a tomar la decisión que cambió su vida por completo. La vida de ambos se cruza de manera fortuita por un momento, pero el destino se encargará de volverlos a juntar para que uno le ayude al otro a liberarse de las cadenas que los tienen llenos de miseria y sin esperanza alguna.
Leer másEsta parte de la serie Volver a Amar ha culminado y ha sido un placer para mí el haberlas tenido a mi lado durante todo este tiempo. Sus comentarios fueron un apoyo invaluable para mi trabajo, agradezco que me hayan recomendado a sus amistades lectoras, y el valor que no dudan en pagar por mis historias.Eso manifiesta el respeto y consideración que me tienen por todas esas horas que he invertido para entregarles libros con personajes diferentes y tramas que desaten emociones diversas e intensas en cada una de ustedes.Cada vez que recibo todos estos incentivos me hacen sentir que el momento en que decidí dedicarme a escribir para esta plataforma no ha sido en vano. Me hace saber que hay gente que disfruta y estima lo que hago.Cuando eso pasa, decirles buenas noches a mis hijos y teclear hasta las madrugadas, en las que el sonido del teclado llena mi habitación y mis gatos se acomodan en mi regazo o a mis pies, mi esposo pasa a mis espaldas para preguntarme si quiero otro vaso de so
Abigaíl rechinó los dientes al escuchar el nombre del maldito inglés al que odiaba tanto.—¿Está aquí? Siempre anda a su alrededor, como un perro. Papá no ha muerto todavía, así que…—No te expreses así de él. Ambas sabemos que jamás tuvo una sola oportunidad con tu madre —dijo señalando con el mentón a la rubia seductora, que tomaba asiento con su traje de diseño sobre la lápida de su suegro y secaba sus lágrimas con un pañuelo bordado entre sus guantes.»¿Qué hay de Adam? Por lo visto mordió el anzuelo.—No lo creo, tía. Él no es como los demás. Lo he notado observarme por meses. Sabe bien quién soy y estoy segura de que también lo que quiero.—¿Y qué es eso? —preguntó su tía acariciándole el rostro mientras le sonreía divertida—. Te dije que te divirtieras. Los asuntos de la corporación los manejaré en persona. La próxima semana veré a su padre y hablaremos al respecto.»Al chico aún le falta poco más de un año por graduarse y tú lo harás en unos meses. Así que todavía no tiene el
Sus tacones se hundieron en el pasto con cada uno de sus pasos y al escuchar la risita de burla del resto de los Herrera que la precedían, decidió ignorarlos, tal como lo hizo antes de salir de la mansión, cuando le advirtieron que usar ese estilo de calzado no sería una buena idea.El fuerte brazo de Adam Baumann apareció justo a tiempo e impidió que hiciera el ridículo, sirviéndole de apoyo sin inmutarse.—¿Todo bien? —preguntó él con esa sonrisa enigmática que tenía a sus compañeras de la facultad convertidas en gelatinas acaloradas, igual que cada vez que lo veían a los ojos, con ese azul tan oscuro e intenso.—Gracias. Sé que no es lo que esperabas para una primera cita —dijo fingiendo que de verdad sentía los cambios de planes a último minuto, pero lo cierto era que ella pensó que podía escapar esta vez del compromiso familiar.—¡Abigaíl Herrera!El tono de advertencia por parte de su primo, Alexander, a sus espaldas, la orilló a sujetar al heredero Baumann con un poco más de fi
La hora de la cena llegó sin dilación. Después de que entraran tanto Fabio, como Javier y conservar la calma hasta el postre, Vania casi se echó a llorar por la mirada de compasión que recibió de sus cuñadas cuando Alexander no asistió. Las dos parejas se pusieron de pie, dando por finalizada la velada, pero ella quería quedarse a acabar con una botella entera, sola. Casi estaba segura de que su táctica daría resultado para limar asperezas con él y así volver a ser lo que fueron antes de lo sucedido, pero era evidente que estaba equivocada. —¿Todo en orden? —le preguntó Fabio, quien se había convertido en un buen confidente. —Todo perfecto —respondió. Evitó su mirada reservada, pero inquisidora, para no darle los vergonzosos detalles. —¿Un cigarrillo? Casi se le secó la garganta de necesidad al escucharlo, pero ya tenía un tiempo de no disfrutar uno, porque a Alexander le hacía mal. —Creí que no fumabas. —Si compartes tu vida con un Herrera, se convierte en una necesidad —brome
Un beso lánguido sobre los labios lo empujaba a abrir los ojos, aunque el esfuerzo era demasiado, así que desistió. No había podido pegar ojo en toda la noche y el inconveniente se repetía con frecuencia desde el atentado, empezando a pasarle factura con su mal humor. Escuchó su risita inconfundible cerca de su oído, pero hizo caso omiso a la pluma que sintió rozando su nariz. —¿Está muerto? —¡Abi! No digas esas cosas. Déjalo dormir, debe estar agotado. —Pregunto para saber si ha visto al abuelo allá arriba. Lo extraño. —Sé que es así, pero como te ha dicho tu tía Andrea, él seguirá visitándote en tus sueños y siempre te ve desde el cielo. —Alexander dijo que no es verdad, que su mamá es una tonta por creer en eso. ¿Sabes qué? Mejor iré abajo con mi tía Casandra y su bebé. Es más interesante que estar aquí, y… ¡Aaaahhh! —gritó con los ojos desorbitados, al darse cuenta que la habían alzado desde atrás, hasta hacerla aterrizar sobre el pecho musculoso del hombre que insistía en de
Creyó que le sería imposible avanzar con seguridad hacia la primera curva de la alfombra, que atravesaba tres peldaños hasta llegar a la pérgola, con el arco rodeado de flores, donde ya la esperaba Alexander. —Estás tiritando, niña —dijo Pablo yendo más despacio—. Si no quieres hacer esto, es el momento perfecto para ir en sentido contrario —añadió con una sonrisa tierna y con un gesto de curiosidad. Vania negó y se apoyó en los ojos azules que la miraban con añoranza, ignorando todos los comentarios de admiración sobre lo bien que se verían juntos y la suerte que ella tenía al haberlo atrapado. Sentir el calor de la mano de su suegro fue la certeza que necesitaba en ese momento. Advirtió que las notas bajaban de intensidad y olvidó disfrutar aquel instante que no se repetiría nunca más, porque su mente aún no dejaba ir del todo el nombre que la persiguió durante tanto tiempo, aún en sus pesadillas. ¿De verdad había terminado? Miró a Pablo diciéndole algo a Alexander que lo hizo
La música de cuerdas que Vania escuchó al entrar, en lugar de calmar su inquietud, le provocó un leve estremecimiento. Ella iba custodiada, igual que el resto de las mujeres Herrera y fue llevada hasta el interior del deslumbrante salón donde se efectuarían los discursos de la familia. El plan era desearles a sus empleados una feliz Navidad y un próspero año nuevo, así como la presentación de las más recientes integrantes a la familia y, de inmediato, iban a ser sorprendidos para ser partícipes de la unión nupcial de su primogénito. Momento en que aparecerían por primera vez en público Abigaíl y Vania. Un movimiento inusual en sus festejos, pero que fue aprobado por el equipo de imagen corporativa, que estuvo presionando a la familia para formar parte en los comerciales navideños de las diferentes empresas que la componían. Sin embargo, por los últimos acontecimientos, se habían negado en redondo como medida de seguridad. Las fotografías serían tomadas de esta celebración nada más
La carcajada de Vania lo hizo reír también, pero no estaba seguro de su estado físico, así que se removió al sentir el leve peso de su hija saltando en la cama para que Vania se ocupara de lo demás.Vio a sus dos rubias jugando a las cosquillas, mientras bajaba hasta su regazo.Vania le dedicó una mirada reprobatoria a su miembro tenso, pero lo cubrió con su cuerpo como si nada, mientras la chiquilla se subía sobre ella y luchaba hasta llegar a sus hombros y gritaba de nuevo:—¡Pirámide!Tanto Vania como él la acompañaron en el grito, embelesados con el tesoro más preciado que compartían. Alexander supo que no había nada mejor en la vida que eso. Esos pequeños instantes en que eran ellos tres, como si desde su concepción hubiese sido así.Imaginarse a sí mismo pendiente de rutinas caseras y arreglárselas para mantenerlas a ambas de buen humor, lo hacían sentir que podría con ello y que no se aburriría jamás.Suspiró satisfecho de tenerlas tan cerca y repitió en su mente el consejo qu
Cuando Alexander volteó de nuevo, Andrea estaba cruzada de brazos en el umbral, donde las cortinas ondeaban con fuerza desde el interior. —Dejarme de última para tu reunión familiar es inconcebible —dijo con reproche—. Javier viene en un momento. —¿Es una advertencia? —bromeó, con esa sonrisa que aparecía cuando estaba con ella aun sin proponérselo—. No te haré nada, mujer. —Sé que jamás harías algo de lo que puedes arrepentirte, Alex. Ya no. Te conozco y siempre te he admirado por ello. Me has protegido todos estos años y necesito exteriorizar que me sentí celosa cuando Vania llegó, pero verte junto a ella me ha mostrado el verdadero caballero de cuento de hadas que hay en ti. —Claro, con armadura y todos los aditamentos que el dinero puede comprar. —No hagas eso —dijo acercándose y envolviéndose en su mullida bata de dormir rosa. que la hacía verse como una muñeca de felpa—. También has sido un gran padre y aunque sé que Abi te sacará canas verdes… —No hablemos del futuro, po