Capítulo 3

Luisana tenía demasiado estrés acumulado y le urgía ocuparse de su exnovio de verdad, últimamente estaba demasiado pesado y no quería que arruinara la fiesta con otro de sus números.

Renzo le sonríe y le hace una inclinación en forma de saludo a la última chica que queda dentro del baño. Luisana se apoya sobre el mármol del lavamanos y cierra los ojos, inclinando su cabeza para tomar una larga respiración.

—No veo bien que estés en el baño de mujeres—la mujer se reincorpora y mira a Renzo, quien está apoyado contra la pared, con los brazos cruzados—. Deberías irte. No tenés que hacer esto.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —pregunta con tranquilidad, deshaciendo el agarre de sus brazos y acercándose a ella

—No, no te preocupes.

—Bien —él aprieta los labios y asiente—. Al menos deja que te ayude con esa mancha.

Renzo enciende la canilla y toma una buena cantidad de servilletas en sus manos, pero Luisana no se esperaba para nada lo que iba a hacer a continuación. Él remoja su mano y comienza a pasarla por la piel expuesta de su abdomen, donde su piel estaba manchada con vino, haciéndola saltar de sorpresa en su lugar.

—¿Qué haces? —pregunta apretando sus labios

—Tu vestido es negro, no va a mancharse. Pero al menos si puedo sacar el olor a vino.

—Pero qué....

Luisana se queda con la boca entreabierta al recibir una mirada del hombre frente a ella, justo en el momento que vuelve a tocar la piel de su abdomen con aquella mano helada. Renzo le hace una mueca de lado y se pone en cuclillas frente a ella, comenzando a secar la zona.

—Bonito tatuaje —murmura sin pensar

—¿Qué?

Renzo se ríe por lo bajo cuando nota las mejillas sonrojadas de la mujer, ya que el dichoso tatuaje estaba un poco por debajo del ombligo y continuaba en una parte que ella no podía ver.

—Ese es un buen piercing —dice él, sonriéndole después de lamer sus labios—. Ya terminé. No es que lo hayas enviado a una tintorería, pero al menos no va a notarse que realmente te mojaste.

—Quizás solo por el olor a vino que traigo encima —Renzo sonríe de costado y chasquea su lengua

—Puedes sacarte el vestido y te lo lavo en dos segundos —Luisana levanta una ceja

—¿Es en serio? —Renzo se ríe

—Estás hablando con un experto, manché mi traje en muchas ocasiones. ¿Querés o no?

—¿Tengo opción? —la mujer hace una mueca—. Si mi padre llega a sentir el olor a vino que tengo, probablemente le dé un infarto.

—Entonces... sácate el vestido.

Luisana había elegido un vestido sin mangas, que cubría sus pechos y luego se unía en el lado derecho, simulando un nudo, el cual dejaba que la tela cayera hacia el otro costado y su piel quedara al descubierto. Finalmente caía hasta el suelo, sin contar con el corte que tenía en el lado izquierdo.

La empresaria lo duda por un momento y entonces decide finalmente quitárselo, no había otra manera de que pudiera repararlo. Era una fiesta muy importante y no quería estar oliendo a borracha, porque se había derramado una buena copa encima.

—Mierda. —se queja—. Ayúdame con el cierre.

Mirando la hora en su reloj, Luisana comienza a impacientarse, sabiendo que tenía que irse pronto o todo sería un lío. Sin embargo, también sabía el desagrado de su padre si llegaba a aparecerse con aquel olor a vino.

Renzo mira a la mujer y se adelanta hacia ella, quien se había puesto de espaldas para ofrecerle el cierre del vestido.

Los ojos del empresario bajaban por aquella piel morena, la mujer tenía curvas y ella se moría por poder apreciarlas. Sin embargo, tenía que sacar la mirada de allí y solo hacer lo que le había pedido.

Nunca pensó que bajaría el cierre de un vestido con tanta lentitud, pero allí estaba, como si realmente tendría diez metros de largo. Luisana traga saliva cuando la punta de su dedo comienza a bajar a la par del cierre, tocando su espina dorsal hasta la mitad de su espalda.

Justo cuando el hombre iba a decirle algo ella aclaró su garganta y se giró para caminar hacia uno de los cubículos del baño. Renzo hace un gesto con sus cejas y apoya su espalda contra la pared, esperándola y pensando en lo que le había afectado aquel acto tan simple, como si fuera un novato en cuestión de mujeres.

Se despertó de su sueño erótico cuando el vestido de la mujer fue arrojado a su cara. Qué buenos modales, parecía que la princesa hoy no estaba de muy buen humor y él también necesitaba irse de ahí pronto, no entendía lo que ocurría con ella.

Renzo suspiró y se giró para tomar un poco de jabón y solo mojar la parte manchada, comenzando a frotar con delicadeza. Ya había hecho aquello antes, así que no era nada difícil solo enjuagar lo que tenía jabón y luego meterlo bajo el secador de aire caliente. Solo bastaron unos pocos segundos para que se lo entregara de nuevo. No tirándoselo como ella, pero si poniéndolo sobre la puerta.

Luisana sale unos segundos más tarde, con la parte del medio del vestido sin anudar, dejando ver otra parte más del vestido.

—¿Me ayudas?

—¿Ah?

Renzo cierra los ojos por un momento cuando se da cuenta de que estaba increíblemente distraído por lo que ocurría frente a sus ojos, pero es que no era nada fácil tener a una mujer como ella, solo tapada por unas pocas telas.

Finalmente la ayudó a hacer aquel simple nudo para dejarlo en su lugar, ganándose por fin una sonrisa de la empresaria. El cierre ya estaba solucionado y Renzo solo aclaró su garganta para decirle.

—Gracias por eso —le dice Luisana.

—Oh... uhm... de nada —él aclara su garganta e intenta recobrar su postura—. ¿Sos modelo? —Luisana la mira y luego levanta una ceja

—No. De hecho acabo de salir de prisión, intento de asesinato hacia un imbécil que me sonreía cuando tenía mal humor

Renzo levanta las cejas y se ríe, ella era bastante particular.

Su celular comienza a sonar nuevamente, por lo que el rostro de la mujer se pone tenso al ver el nombre de la pantalla. Allí estaba él de nuevo, insistiendo para que fuera a verlo y la mujer no podía sentirse tan incómoda al respecto.

—Atiende, tranquila —dice Renzo

—Tengo que irme...

—¿Te sentís bien?

El hombre ni siquiera alcanzó a terminar las palabras porque Luisana ya estaba saliendo de allí, y si había algo en lo que Renzo se destacaba era en ser observadora, y quizás un poco chismoso, pero mucho más lo primero.

Luisana comienza a bajar las escaleras que la llevan hacia el patio trasero, esperando poder resolver ese asunto rápido, ya que había visto de reojo a su padre. Unos cuántos pasos afuera, ve como Mario estaba con las manos en los bolsillos de su traje blanco, mirándola con el ceño fruncido.

—¿Qué es lo que haces? ¿Por qué te presentas a la fiesta como si nada? ¿No te da vergüenza?

—No dijiste nada de que venías. Estoy llamándote desde hace un buen tiempo, Luisana. ¿Qué pasa contigo?

—¿Cómo? —la mujer se ríe de los nervios—. Tenés que irte, ya es suficiente. Hay muchas personas, podrían verte Mario.

—¿Y qué?

—¡Que no quiero eso! —gruñe por lo bajo—. Terminamos, no quiero saber nada de tu persona. Tampoco quiero que nos vean juntos, ni quiero escándalos. Es mejor que te vayas antes de que alguien nos vea.

—Quedamos en que hablaríamos, Luisana. Y me ha invitado a la fiesta, ¿Cómo no voy a venir? —el hombre se ríe.

—Te invitó antes de saber que me estabas engañando, estúpido. Termina con este circo.

Mario no quería aceptar que las cosas se habían acabado, Luisana fue muy clara con él el día que terminó su relación. Al parecer, el hombre estaba más preocupado por lo que podía suceder con el público y la prensa que por su propia relación. Estaba claro que intentaría convencerla como muchas otras veces.

—Sé que me he portado mal contigo en muchas ocasiones, pero te aseguro que esta vez estás confundida. Si pudiéramos hablar, lo entenderías todo, por eso quiero que vengas conmigo, por favor —le dice tomándola del brazo—. Vamos al auto, aquí hay muchas personas.

—No vamos a hablar, esto ya está dicho. Suéltame.

—Vamos al auto, podríamos hablar sin que nadie nos vea. Estás confundida, ya te lo dije.

—Te dije que no, deja de agarrarme, Mario. ¡No me agarres!

—Tienes que escucharme...

—¿No te dijo que la sueltes?

Renzo no se había podido aguantar la situación tan tensa entre ellos, principalmente si el hombre intentaba intimidarla y tomarla de esa manera. No la conocía, ni tampoco a él, pero tampoco presenciaría algo como eso sin intervenir.

Luisana estaba sorprendida y enojada por la interrupción en partes iguales. Ya tenía suficiente con Mario como para que ese hombre que ni siquiera conocía se metiera en ese asunto. Tragó saliva cuando sintió la presión de Mario aún más fuerte sobre su mano y entonces sus ojos fueron hacia el hombre que tenía frente a ella.

—¿Y quién eres tú? ¿Ah? —Mario aprieta la mandíbula y lo mira desafiante—. No te metas, este es un asunto entre mi novia y yo.

—Me importa una m****a. Es mejor que la sueltes, idiota.

Renzo decide ir más allá y dar unos cuántos pasos más hacia ellos, podía notar que por un momento Luisana lo miró con miedo y no supo distinguir si era por el hecho de que estaban a punto de enfrentarse o por otra situación.

—¿Qué mier...

—Tres putos segundos para que la sueltes. Te hablo en serio.

Mario la suelta con brusquedad, provocando que Luisana hiciera un gesto de dolor y se tomara la muñeca con su otra mano. Solo bastó una mirada para saber que era un cobarde y un violento, Mario intentó tirarse hacia él para golpearlo, pero ni siquiera logró impactarlo con su puño porque Renzo lo había tomado y había maniobrado su brazo hacia atrás, provocando que girara sobre su eje.

De un empujón tira al hombre hacia adelante, haciéndolo dar unos cuántos pasos hasta que se endereza. Renzo solo le dio una mirada rápida a la mujer, comprobando de que estuviera bien antes de volver a observar a ese hombre.

—Es mejor que te vayas antes de que llame a seguridad.

—Te dije que no te metieras en este asunto. No sabes nada de lo que dices, idiota. Este es un problema de pareja. ¿Por qué no te vas tú?

—Solo me bastaron dos segundos para saber que ella no te quiere cerca. Si no estás invitado, andate de una vez. Vas a complicar las cosas y sabes muy bien que nadie va a respaldarte. Mucho menos si sos tan cobarde de estar amenazando así. ¿Qué pensaste? ¿Que nadie va a defenderla? Piensa muy bien en lo que vas a hacer. Toma una buena decisión para que no termine rompiendo su mandíbula por pendejo.

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