Luisana tenía demasiado estrés acumulado y le urgía ocuparse de su exnovio de verdad, últimamente estaba demasiado pesado y no quería que arruinara la fiesta con otro de sus números.
Renzo le sonríe y le hace una inclinación en forma de saludo a la última chica que queda dentro del baño. Luisana se apoya sobre el mármol del lavamanos y cierra los ojos, inclinando su cabeza para tomar una larga respiración.
—No veo bien que estés en el baño de mujeres—la mujer se reincorpora y mira a Renzo, quien está apoyado contra la pared, con los brazos cruzados—. Deberías irte. No tenés que hacer esto.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —pregunta con tranquilidad, deshaciendo el agarre de sus brazos y acercándose a ella
—No, no te preocupes.
—Bien —él aprieta los labios y asiente—. Al menos deja que te ayude con esa mancha.
Renzo enciende la canilla y toma una buena cantidad de servilletas en sus manos, pero Luisana no se esperaba para nada lo que iba a hacer a continuación. Él remoja su mano y comienza a pasarla por la piel expuesta de su abdomen, donde su piel estaba manchada con vino, haciéndola saltar de sorpresa en su lugar.
—¿Qué haces? —pregunta apretando sus labios
—Tu vestido es negro, no va a mancharse. Pero al menos si puedo sacar el olor a vino.
—Pero qué....
Luisana se queda con la boca entreabierta al recibir una mirada del hombre frente a ella, justo en el momento que vuelve a tocar la piel de su abdomen con aquella mano helada. Renzo le hace una mueca de lado y se pone en cuclillas frente a ella, comenzando a secar la zona.
—Bonito tatuaje —murmura sin pensar
—¿Qué?
Renzo se ríe por lo bajo cuando nota las mejillas sonrojadas de la mujer, ya que el dichoso tatuaje estaba un poco por debajo del ombligo y continuaba en una parte que ella no podía ver.
—Ese es un buen piercing —dice él, sonriéndole después de lamer sus labios—. Ya terminé. No es que lo hayas enviado a una tintorería, pero al menos no va a notarse que realmente te mojaste.
—Quizás solo por el olor a vino que traigo encima —Renzo sonríe de costado y chasquea su lengua
—Puedes sacarte el vestido y te lo lavo en dos segundos —Luisana levanta una ceja
—¿Es en serio? —Renzo se ríe
—Estás hablando con un experto, manché mi traje en muchas ocasiones. ¿Querés o no?
—¿Tengo opción? —la mujer hace una mueca—. Si mi padre llega a sentir el olor a vino que tengo, probablemente le dé un infarto.
—Entonces... sácate el vestido.
Luisana había elegido un vestido sin mangas, que cubría sus pechos y luego se unía en el lado derecho, simulando un nudo, el cual dejaba que la tela cayera hacia el otro costado y su piel quedara al descubierto. Finalmente caía hasta el suelo, sin contar con el corte que tenía en el lado izquierdo.
La empresaria lo duda por un momento y entonces decide finalmente quitárselo, no había otra manera de que pudiera repararlo. Era una fiesta muy importante y no quería estar oliendo a borracha, porque se había derramado una buena copa encima.
—Mierda. —se queja—. Ayúdame con el cierre.
Mirando la hora en su reloj, Luisana comienza a impacientarse, sabiendo que tenía que irse pronto o todo sería un lío. Sin embargo, también sabía el desagrado de su padre si llegaba a aparecerse con aquel olor a vino.
Renzo mira a la mujer y se adelanta hacia ella, quien se había puesto de espaldas para ofrecerle el cierre del vestido.
Los ojos del empresario bajaban por aquella piel morena, la mujer tenía curvas y ella se moría por poder apreciarlas. Sin embargo, tenía que sacar la mirada de allí y solo hacer lo que le había pedido.
Nunca pensó que bajaría el cierre de un vestido con tanta lentitud, pero allí estaba, como si realmente tendría diez metros de largo. Luisana traga saliva cuando la punta de su dedo comienza a bajar a la par del cierre, tocando su espina dorsal hasta la mitad de su espalda.
Justo cuando el hombre iba a decirle algo ella aclaró su garganta y se giró para caminar hacia uno de los cubículos del baño. Renzo hace un gesto con sus cejas y apoya su espalda contra la pared, esperándola y pensando en lo que le había afectado aquel acto tan simple, como si fuera un novato en cuestión de mujeres.
Se despertó de su sueño erótico cuando el vestido de la mujer fue arrojado a su cara. Qué buenos modales, parecía que la princesa hoy no estaba de muy buen humor y él también necesitaba irse de ahí pronto, no entendía lo que ocurría con ella.
Renzo suspiró y se giró para tomar un poco de jabón y solo mojar la parte manchada, comenzando a frotar con delicadeza. Ya había hecho aquello antes, así que no era nada difícil solo enjuagar lo que tenía jabón y luego meterlo bajo el secador de aire caliente. Solo bastaron unos pocos segundos para que se lo entregara de nuevo. No tirándoselo como ella, pero si poniéndolo sobre la puerta.
Luisana sale unos segundos más tarde, con la parte del medio del vestido sin anudar, dejando ver otra parte más del vestido.
—¿Me ayudas?
—¿Ah?
Renzo cierra los ojos por un momento cuando se da cuenta de que estaba increíblemente distraído por lo que ocurría frente a sus ojos, pero es que no era nada fácil tener a una mujer como ella, solo tapada por unas pocas telas.
Finalmente la ayudó a hacer aquel simple nudo para dejarlo en su lugar, ganándose por fin una sonrisa de la empresaria. El cierre ya estaba solucionado y Renzo solo aclaró su garganta para decirle.
—Gracias por eso —le dice Luisana.
—Oh... uhm... de nada —él aclara su garganta e intenta recobrar su postura—. ¿Sos modelo? —Luisana la mira y luego levanta una ceja
—No. De hecho acabo de salir de prisión, intento de asesinato hacia un imbécil que me sonreía cuando tenía mal humor
Renzo levanta las cejas y se ríe, ella era bastante particular.
Su celular comienza a sonar nuevamente, por lo que el rostro de la mujer se pone tenso al ver el nombre de la pantalla. Allí estaba él de nuevo, insistiendo para que fuera a verlo y la mujer no podía sentirse tan incómoda al respecto.
—Atiende, tranquila —dice Renzo
—Tengo que irme...
—¿Te sentís bien?
El hombre ni siquiera alcanzó a terminar las palabras porque Luisana ya estaba saliendo de allí, y si había algo en lo que Renzo se destacaba era en ser observadora, y quizás un poco chismoso, pero mucho más lo primero.
Luisana comienza a bajar las escaleras que la llevan hacia el patio trasero, esperando poder resolver ese asunto rápido, ya que había visto de reojo a su padre. Unos cuántos pasos afuera, ve como Mario estaba con las manos en los bolsillos de su traje blanco, mirándola con el ceño fruncido.
—¿Qué es lo que haces? ¿Por qué te presentas a la fiesta como si nada? ¿No te da vergüenza?
—No dijiste nada de que venías. Estoy llamándote desde hace un buen tiempo, Luisana. ¿Qué pasa contigo?
—¿Cómo? —la mujer se ríe de los nervios—. Tenés que irte, ya es suficiente. Hay muchas personas, podrían verte Mario.
—¿Y qué?
—¡Que no quiero eso! —gruñe por lo bajo—. Terminamos, no quiero saber nada de tu persona. Tampoco quiero que nos vean juntos, ni quiero escándalos. Es mejor que te vayas antes de que alguien nos vea.
—Quedamos en que hablaríamos, Luisana. Y me ha invitado a la fiesta, ¿Cómo no voy a venir? —el hombre se ríe.
—Te invitó antes de saber que me estabas engañando, estúpido. Termina con este circo.
Mario no quería aceptar que las cosas se habían acabado, Luisana fue muy clara con él el día que terminó su relación. Al parecer, el hombre estaba más preocupado por lo que podía suceder con el público y la prensa que por su propia relación. Estaba claro que intentaría convencerla como muchas otras veces.
—Sé que me he portado mal contigo en muchas ocasiones, pero te aseguro que esta vez estás confundida. Si pudiéramos hablar, lo entenderías todo, por eso quiero que vengas conmigo, por favor —le dice tomándola del brazo—. Vamos al auto, aquí hay muchas personas.
—No vamos a hablar, esto ya está dicho. Suéltame.
—Vamos al auto, podríamos hablar sin que nadie nos vea. Estás confundida, ya te lo dije.
—Te dije que no, deja de agarrarme, Mario. ¡No me agarres!
—Tienes que escucharme...
—¿No te dijo que la sueltes?
Renzo no se había podido aguantar la situación tan tensa entre ellos, principalmente si el hombre intentaba intimidarla y tomarla de esa manera. No la conocía, ni tampoco a él, pero tampoco presenciaría algo como eso sin intervenir.
Luisana estaba sorprendida y enojada por la interrupción en partes iguales. Ya tenía suficiente con Mario como para que ese hombre que ni siquiera conocía se metiera en ese asunto. Tragó saliva cuando sintió la presión de Mario aún más fuerte sobre su mano y entonces sus ojos fueron hacia el hombre que tenía frente a ella.
—¿Y quién eres tú? ¿Ah? —Mario aprieta la mandíbula y lo mira desafiante—. No te metas, este es un asunto entre mi novia y yo.
—Me importa una m****a. Es mejor que la sueltes, idiota.
Renzo decide ir más allá y dar unos cuántos pasos más hacia ellos, podía notar que por un momento Luisana lo miró con miedo y no supo distinguir si era por el hecho de que estaban a punto de enfrentarse o por otra situación.
—¿Qué mier...
—Tres putos segundos para que la sueltes. Te hablo en serio.
Mario la suelta con brusquedad, provocando que Luisana hiciera un gesto de dolor y se tomara la muñeca con su otra mano. Solo bastó una mirada para saber que era un cobarde y un violento, Mario intentó tirarse hacia él para golpearlo, pero ni siquiera logró impactarlo con su puño porque Renzo lo había tomado y había maniobrado su brazo hacia atrás, provocando que girara sobre su eje.
De un empujón tira al hombre hacia adelante, haciéndolo dar unos cuántos pasos hasta que se endereza. Renzo solo le dio una mirada rápida a la mujer, comprobando de que estuviera bien antes de volver a observar a ese hombre.
—Es mejor que te vayas antes de que llame a seguridad.
—Te dije que no te metieras en este asunto. No sabes nada de lo que dices, idiota. Este es un problema de pareja. ¿Por qué no te vas tú?
—Solo me bastaron dos segundos para saber que ella no te quiere cerca. Si no estás invitado, andate de una vez. Vas a complicar las cosas y sabes muy bien que nadie va a respaldarte. Mucho menos si sos tan cobarde de estar amenazando así. ¿Qué pensaste? ¿Que nadie va a defenderla? Piensa muy bien en lo que vas a hacer. Toma una buena decisión para que no termine rompiendo su mandíbula por pendejo.
—¿Quién carajo eres? —lo mira—. Si eres su guardia personal, entonces estás despedido. Lárgate de aquí. Los problemas que tengo con mi mujer, los resuelvo yo —Mario comienza a acercarse al tipo mientras Luisana se desespera.—De verdad voy a sacarte por mi cuenta si no te vas.—Por favor, ya es suficiente —dice ella llegando hacia ambos—Tú te callas —Mario gruñe hacia la mujer—Mira, gran imbécil —Renzo lo toma de las solapas del traje, atrayéndolo hacia él—. Te dije que termines con lo que estás haciendo y te vayas de este lugar. No vuelvas a tratarla así. No te acerques a ella nunca más, no la molestes.—¿Tú y cuántos más me van a detener? —gruñe—Puedo romperte la cabeza sin ayuda de nadie.—Inténtalo —lo desafía—Por favor, ya —Luisana se acerca a Renzo y lo mira—. Suéltalo, deja que se vaya.—Que te pida disculpas —insiste—Esto no puede ser posible. —el hombre hace una sonrisa sarcástica—Se calman —grita la mujer—. Mario, es mejor que te vayas ahora —Luisana mira hacia Renzo—.
Lena lo siguió sin decir mucho, parecía frustrado. Y como para terminar con la historia aún peor, Claudia apareció de un momento para el otro.—¿Dónde están los guardias? —le dice con el ceño fruncido—Sacando a un tipo que se estaba poniendo violento —le explica Lena mientras Renzo toma una larga respiración.—¿Qué te pasa? —ella mira a su hijo— ¿Tuviste una pelea con él?—No importa —suspira—. Estaba molestando y además no era invitado. Está solucionado.—Entonces si está solucionado quita esa cara de amargado —Claudia toma un buen sorbo de su copa y sonríe—. Esta noche vamos a brindar y a disfrutar un poco.—Tu mamá tiene razón, ni siquiera vale la pena estar así. Conseguí unos tragos para nosotros, no puedes quejarte —Renzo le regala una media sonrisa a su hermana y acepta el trago—Apenas comienza la noche, va a ser divertido —lo anima Claudia—. Vamos que quiero presentarles a alguien.—Clau, ¿No has visto a mi padre? —pregunta Lena—, pensé que vendría contigo. —la mujer toma otr
Cuando Luisana se retira de al lado de su padre, ambos se quedan incrédulos. Ninguno de sus hijos solía actuar de esa manera, Luisana se había comportado muy seca con respecto a lo que ella solía ser y Renzo ni hablar, siempre era un muchacho simpático y sonriente.—Ella no está bien, siento si no te saludó del mejor modo —murmura Mariano mientras la toma del brazo y comienzan a caminar—. Acaba de separarse de su novio de años y está un poco triste. No me quiero imaginar cómo se debe sentir.—Me imagino —suspira—. El amor te tiene un poco estúpido la mayor parte del tiempo. Y no te preocupes, ella fue amable de todas maneras, ya se repondrá.—Mhm. Hablando de amores, ¿Dónde está José?—José —la mujer hace una mueca—. Lo estoy llamando hace horas y nada que aparece. La verdad es que últimamente pienso que algo está ocultando.—No quiero meterme en tus líos, pero creo que deberías hablar con él.—Si, ya voy a resolver nuestro asunto. ¿Cómo estás tú? —ella le sonríe—. Hace tiempo no te v
Un auto varado en el medio de una calle poco transitada fue reportado aquella mañana. No solo porque parecía estar maltratado, sino que cuando aquel hombre pasó por allí de camino al trabajo, vio a aquellas dos personas dentro del mismo, con mucha sangre sobre su ropa.A pesar del horror de haber tenido una imagen como esa, se atrevió a marcarle a la policía y quedarse allí, esperando que los oficiales llegaran.La comisaría comenzó a estar en alerta y fue camino hacia el sitio indicado, comenzando con el protocolo para estos casos. Anotaron todo lo que veían de la escena del crimen, los videos rotos, las balas en el suelo, la puerta forcejada y los cuerpos de ambas personas adentro, sin vida.—¿No hay cámaras de seguridad por aquí? —pregunta el oficial Matías—No, señor. Este lugar está muy alejado de la avenida principal, ni siquiera tiene luces.—¿Qué piensas?—Todo parece indicar que fue un robo —anuncia—. Los vidrios rotos, el forcejeo de la puerta, el hombre que está con medio c
(Horas antes de la fiesta de Mariano)Ya era de noche cuando Claudia llegó hacia aquel famoso hotel del centro de la ciudad. Ella necesitaba hacer una parada técnica antes de ir directamente hacia el cumpleaños, no podía dejar ese asunto pendiente.—Buenas noches, señora —dice uno de los hombres que la espera en la puerta trasera—Héctor, que bueno verte. ¿Hiciste la tarea hoy? —el hombre asiente—Las cámaras están congeladas y su huésped se encuentra en la habitación 107 —Claudia sonríe—. Me ocuparé de que nadie esté cerca en la próxima media hora —le informa, entregándole la tarjeta de la habitación.—Solo bastarán cinco minutos, Héctor. Dile al chico de la limpieza que pase por allí en diez. —Claudia mira a las chicas y les hace una seña—. Me siguen y se quedan afuera de la habitación.Claudia caminaba decidida por los pasillos mientras sus tacones resonaban por aquel mármol. La mujer nunca se había sentido tan decidida como en este momento, aunque claro, hubiese querido un mejor f
Mariano se retiró de la sala cuando su amiga pidió tener una charla con él. Tanto Renzo como Lena se quedaron en silencio, sin ningún tipo de opinión. El ambiente no era el mejor, pero el hombre no dejaría que las cosas quedaran de esa manera. Renzo no quería estar allí, necesitaba despejarse un poco para ser sincero, por lo que tomó aquella pequeña botella y se puso de pie. —¿Me acompañas? —¿A dónde quieres ir? —Solo a caminar un poco por los terrenos. Creo que ellos quieren tener privacidad después de todo —dice mirando a su madre, quién está sentada a unos pocos metros. Ambos comienzan a caminar en silencio, alejándose de la casa. Lo terrenos eran muy extensos, podían tener un poco de privacidad. le gustaba su compañía, la idea de estar solo en un momento como este no era su estilo y ella parecía estar mucho más calmada que el día anterior. —¿Aún sigues molesta conmigo? —pregunta él mientras le da una mirada —No, ya lo hemos hablado. El asunto se acabó —ella suspira—. Quiero p
Lena maldecía el momento en el que decidió estar sola y tomar unas cuántas copas de más. No solo porque se supone que tenía que conducir a casa, sino porque ahora no tenía manera de irse de allí después de ver lo que estaba ocurriendo.Aquel hombre se pasó toda la noche mirándola, incluso cuando ella se había sumergido a su propio mundo y continuó allí tomando. Parecía que no se daría por vencido al estar más de una hora sentado esperando a saber cómo actuaría después, tenía el apoyo de sus amigos, y lo más importante es que la veía absolutamente sola.—El mismo trago, por favor —dice el hombre, volviéndose a poner a su lado— ¿Por qué estás tan amargada? ¿No querés divertirte un rato?—No me molestes.—Mira, tengo un grupo de amigos que te van a caer bien —la mujer pone los ojos en blanco—. Podemos tomar unos tragos, ir a otro lugar más divertido, tomar algunas cosas ricas que nos van a poner de buen humor. ¿Que pensas? ¿Eh?—Voy a llamar a seguridad —le advierte—¿Porqué, preciosa? —
Lena estaba tan borracha que apenas podía mantenerse de pie. Tuvo suerte que la mujer a su lado se mantuviera allí mientras intentaba recuperar sus sentidos. Lourdes intentaba comunicarse con su teléfono con aquel amigo que podía ayudarla, mientras Lena la observaba.Era una mujer alta, de cabello castaño, vestida de negro, con un pantalón y una chaqueta de jean, la mujer tenía unas botas y peinada con una media cola. Sus ojos delineados de aquella manera resaltaban increíblemente sus ojos verdes, y sin dudas, Lena estaba al tanto de todo eso.Ella podía estar muy borracha, pero apreciaba a la mujer frente a ella sin ninguna duda.Solo fueron unos minutos de delirio mientras su hermano la llama al celular, por lo que decide atender con rapidez.—¿Dónde estás? —pregunta Renzo—En el baño. ¿Llegaste?—Si, estoy entrando. Hay muchas personas, no logro saber dónde está el baño.—Decile que a la derecha de la entrada hay un pequeño pasillo a la derecha que te lleva hasta los baños, ahí hay