El rugido de aquel motor hacía que su corazón se acelerara y sonriera por la adrenalina. Renzo pensaba que no había nada más emocionante que estar montado a una motocicleta mientras que la brisa pegaba en tu rostro.
No estaba solo, había un grupo de hombres y mujeres que lo seguían en una camioneta, aquella que en la que él no quiso montarse solo para conducir por su cuenta. Renzo había insistido en que necesitaba hacer algo para matar el aburrimiento, y eso incluía entregar el cargamento de bolsas de marihuana, aquellas que se utilizarían para la venta en varios puntos de la ciudad.
Era una tarea sencilla, aquello no generaba ningún riesgo, pero esta vez no sería todo tan fácil. En la última entrega, el castaño comenzó a darse cuenta de que lo estaban siguiendo, había al menos una patrulla desde hace más de cinco calles.
—Lena, tenemos compañía —dice a través de la radio que lleva en su cintura
—Vamos a tomar caminos diferentes —decreta la otra mujer.
Con una media sonrisa en su rostro, él comienza a subir la velocidad, sabiendo que, aunque no cargaba nada encima que pudiera delatarlo, esos hombres si estaban al tanto de lo que había estado repartiendo. Por lo tanto, no iba a dejar que lo atraparan ni siquiera para hacerle preguntas.
Renzo dobló hacia la derecha, mientras que la camioneta que lo escoltaba lo hizo al lado contrario, intentando despistar a los oficiales. El castaño comenzó a meterse entre aquellos pasillos estrechos que dejaban las casas, huyendo de la patrulla que había elegido perseguirlo.
El hombre no tenía experiencias en situaciones como esta, pero sí las tenía con las motos, así que podría pilotear bien la manera de salir de allí. Se tomó con fuerza a la moto cuando escuchó el primer disparo, maniobrando por el estrecho pasillo mientras hace equilibrio para sacar el arma que tiene detrás del pantalón.
No iba a disparar puntualmente, después de todo era un sitio donde había personas. Todos comenzaron a esconderse cuando escucharon a los disparos, pero no se arriesgaría a herir a nadie. Esa fue la razón por el que gatilló al aire y aceleró su moto, saliendo de allí lo más pronto posible.
En aquel vehículo no tardó demasiado en tomar un atajo y salir hacia el otro lado, informándole a Lena que se encontrarían en la entrada de la casa. No se había arriesgado tanto hasta hoy, y dudaba que a su madre le gustara mucho el hecho de que no le haya dicho nada de todo eso.
Mirando a los guardias de la mansión, Renzo les da un asentamiento de cabeza antes de pasar por el puesto de vigilancia, para encontrarse con sus compañeros a unos pocos metros.
—Voy a dejar el dinero en el despacho. Tienes que apurarte o mamá comenzará a preguntar. Acuérdate que tenemos que ir a la fiesta.
—Distráela, te alvanzo en seguida.
Renzo le hace una seña antes de encender el motor y continuar con el largo camino a la casa principal, sabía que ella estaría esperando allí.
Claudia estaba preparando a su grupo para salir. Esta vez no podían acompañarlos a la fiesta, pero estarían afuera por si algo sucedía. Siempre tenían precauciones cuando salían a la ciudad.
Sin dudas el gran evento de cumpleaños al que tenían que asistir era importante, Mariano Navarro era su gran amigo. Sin embargo, antes de ello también tenía que asistir a una pequeña reunión con alguien que le daría muchos más beneficios, y sin dudas, alguien que había esperado por mucho tiempo.
—Señora, las armas y los hombres están listos para salir.
—Bien. Dile a Nadia y Renata que se vienen conmigo. Los demás, se van para la fiesta, que necesito seguridad en el evento —la mujer los mira—. Se visten bien lindos, porque es un lugar elegante. Gonzalo tiene sus trajes, se lo piden al salir.
—¿Segura que no quiere que la acompañe?
—No. Puedo con las chicas, tú ocúpate de los demás, no tienen que cometer ningún error porque allí es una zona peligrosa. Llévate a mi hijo y Lena, asegúrate que estén bien.
Los flashes estaban sobre ella, la noticia de su última ruptura había sido tendencia. Su ex novio era un actor Mexicano que le encantaba hablar sobre su vida privada, todo lo contrario a ella. Odiaba el hecho de que la estén persiguendo por todos lados.
—¿Necesitas que saque a estas personas, señora? —pregunta su custodio
—No, Alfred. ¿Ya está listo el chofer? Mi vuelo sale en una hora.
—Si, la está esperando. Cuando esté lista entonces saldremos —la mujer asiente y deja una carpeta sobre el escritorio, dándole fin a su jornada laboral
—Vámonos, ya estoy comenzando a aburrirme de esto.
Luisana Navarro era una importante empresaria en Estados Unidos. Su marca de ropa comenzaba a ser cada vez más reconocida en aquel país, y no podía sentirse tan bien con ello, había trabajo duro en el último tiempo. Pensaba que se merecía un descanso y la oportunidad de asistir a la fiesta de cumpleaños de su padre la entusiasmaba.
—Señora, ha recibido una llamada —le informa su guardia mientras caminan hacia el vehículo
—Si se trata de ese cretino, dile que se puede ir al infierno. Y espero, por su bien, que no se le ocurra asistir a la fiesta.
La relación no había terminado en los mejores términos, el hombre se encargó de arruinarlo cuando se atrevió a acostarse con su mejor amiga. Luisana no supo lo que le había dolido más, pero si estaba segura de que era una capítulo cerrado en su vida.
Renzo caminaba junto a su hermana entre la multitud de personas. La fiesta apenas comenzaba, pero creían que lo mejor era haberse quedado en su casa jugando a las cartas.
—Esta fiesta es la más parecido a lo que hacen en un geriátrico un sábado por la noche —se queja Renzo. Lena comienza a reír, dándole la razón.
—Lo único que te molesta es que no has visto a ninguna mujer que te guste.
—Hay puras amigas de tu padre, ni siquiera vi a ninguna chica por ahora.
—Mejor nos acompañamos en el sentimiento y tomamos unos tragos. Si quieres cuando termine todo esto podemos irnos a un bar, seguro nos vamos a divertir mucho más —ella guiña el ojo
—Lo que se promete se cumple, hermana. No vayas a hacer como la última vez que desapareciste de un momento a otro por haberte encontrado a una mujer —Lena se ríe
—Cállate. No vaya a ser que te pase. Voy a ver si puedo conseguir algo para tomar, ¿Me esperas?
—Por supuesto que sí, sorpréndeme —el hombre sonríe
Lena le guiña un ojo y comienza a perderse entre la gente, dejando solo allí. Renzo era un hombre demasiado inquieto, no podría quedarse en un solo lugar para esperar a Lena, por lo que pensó en averiguar si al menos encontraría a alguien interesante en la fiesta.
Luisana caminaba con prisa hacia la parte trasera del salón mientras hablaba por teléfono, ya se sentía demasiado nerviosa cuando se enteró de que su exnovio estaba aquí. No sabía cómo carajo había hecho para entrar, pero tenía que hacer que se perdiera lo antes posible, ese hombre solo servía para generarle problemas.
—Si mi papá llega a verte....
La mujer intenta pasar entre medio de las personas, sin contar con el hecho de que había uno en particular que estaba demasiado distraído con su teléfono como para esquivarla. Renzo jugaba con su celular cuando el cuerpo de la Luisana chocó bruscamente con el suyo, provocando que la copa de vino que ella traía en su mano terminara en la tela de su vestido y que el celular del empresario volara por allí.
—Carajo —gruñe— ¿Por qué no miras por dónde caminas?
—Mírala a esta —Renzo sonríe— ¿De dónde saliste? ¿Y a dónde tan apurada?
Luisana comienza a buscar su teléfono por alguna parte, ignorando tanto al hombre frente a ella como a sus propias palabras. Suficiente tenía con lo que le estaba pasando como para hacerle caso.
—¿Que buscas? —Renzo sonríe de lado mientras toma el celular que no es suyo y lo coloca en el espacio de su cinto
—Mi celular... —Luisana frunce el ceño y mira al hombre, precisamente el lugar donde tiene su teléfono—. ¿Qué haces con mi celular?
—Vamos bajando los humos, preciosa. Porque estás armando un espectáculo y lo último que quiero es que mi mamá esté jodiéndome después por eso —Renzo hace una mueca y la mira—. Acompáñame, vamos a limpiar ese vestido.
—¿Qué? —Luisana hace una mueca y gruñe por lo bajo al notar que su vestido está empapado a la altura de su abdomen—. Lo único que me faltaba. Estás demente si pensás que voy a ir con vos a alguna parte.
—Cariño, solo mira a tu alrededor —él sonríe—. Todo el mundo está mirando, no creo que te guste hacer un escándalo. Además, ni que te hubiera hecho algo, solo intento ser amable.
—Ni se te ocurra hablarme. M*****a sea, tenía que toparme con un imbécil —masculla
Renzo se ríe por su comentario y Luisana solo la mira de mala manera mientras ambos comienzan a caminar hacia el baño, a unos pocos metros.
Luisana tenía demasiado estrés acumulado y le urgía ocuparse de su exnovio de verdad, últimamente estaba demasiado pesado y no quería que arruinara la fiesta con otro de sus números.Renzo le sonríe y le hace una inclinación en forma de saludo a la última chica que queda dentro del baño. Luisana se apoya sobre el mármol del lavamanos y cierra los ojos, inclinando su cabeza para tomar una larga respiración.—No veo bien que estés en el baño de mujeres—la mujer se reincorpora y mira a Renzo, quien está apoyado contra la pared, con los brazos cruzados—. Deberías irte. No tenés que hacer esto.—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —pregunta con tranquilidad, deshaciendo el agarre de sus brazos y acercándose a ella—No, no te preocupes.—Bien —él aprieta los labios y asiente—. Al menos deja que te ayude con esa mancha.Renzo enciende la canilla y toma una buena cantidad de servilletas en sus manos, pero Luisana no se esperaba para nada lo que iba a hacer a continuación. Él remoja su mano y
—¿Quién carajo eres? —lo mira—. Si eres su guardia personal, entonces estás despedido. Lárgate de aquí. Los problemas que tengo con mi mujer, los resuelvo yo —Mario comienza a acercarse al tipo mientras Luisana se desespera.—De verdad voy a sacarte por mi cuenta si no te vas.—Por favor, ya es suficiente —dice ella llegando hacia ambos—Tú te callas —Mario gruñe hacia la mujer—Mira, gran imbécil —Renzo lo toma de las solapas del traje, atrayéndolo hacia él—. Te dije que termines con lo que estás haciendo y te vayas de este lugar. No vuelvas a tratarla así. No te acerques a ella nunca más, no la molestes.—¿Tú y cuántos más me van a detener? —gruñe—Puedo romperte la cabeza sin ayuda de nadie.—Inténtalo —lo desafía—Por favor, ya —Luisana se acerca a Renzo y lo mira—. Suéltalo, deja que se vaya.—Que te pida disculpas —insiste—Esto no puede ser posible. —el hombre hace una sonrisa sarcástica—Se calman —grita la mujer—. Mario, es mejor que te vayas ahora —Luisana mira hacia Renzo—.
Lena lo siguió sin decir mucho, parecía frustrado. Y como para terminar con la historia aún peor, Claudia apareció de un momento para el otro.—¿Dónde están los guardias? —le dice con el ceño fruncido—Sacando a un tipo que se estaba poniendo violento —le explica Lena mientras Renzo toma una larga respiración.—¿Qué te pasa? —ella mira a su hijo— ¿Tuviste una pelea con él?—No importa —suspira—. Estaba molestando y además no era invitado. Está solucionado.—Entonces si está solucionado quita esa cara de amargado —Claudia toma un buen sorbo de su copa y sonríe—. Esta noche vamos a brindar y a disfrutar un poco.—Tu mamá tiene razón, ni siquiera vale la pena estar así. Conseguí unos tragos para nosotros, no puedes quejarte —Renzo le regala una media sonrisa a su hermana y acepta el trago—Apenas comienza la noche, va a ser divertido —lo anima Claudia—. Vamos que quiero presentarles a alguien.—Clau, ¿No has visto a mi padre? —pregunta Lena—, pensé que vendría contigo. —la mujer toma otr
Cuando Luisana se retira de al lado de su padre, ambos se quedan incrédulos. Ninguno de sus hijos solía actuar de esa manera, Luisana se había comportado muy seca con respecto a lo que ella solía ser y Renzo ni hablar, siempre era un muchacho simpático y sonriente.—Ella no está bien, siento si no te saludó del mejor modo —murmura Mariano mientras la toma del brazo y comienzan a caminar—. Acaba de separarse de su novio de años y está un poco triste. No me quiero imaginar cómo se debe sentir.—Me imagino —suspira—. El amor te tiene un poco estúpido la mayor parte del tiempo. Y no te preocupes, ella fue amable de todas maneras, ya se repondrá.—Mhm. Hablando de amores, ¿Dónde está José?—José —la mujer hace una mueca—. Lo estoy llamando hace horas y nada que aparece. La verdad es que últimamente pienso que algo está ocultando.—No quiero meterme en tus líos, pero creo que deberías hablar con él.—Si, ya voy a resolver nuestro asunto. ¿Cómo estás tú? —ella le sonríe—. Hace tiempo no te v
Un auto varado en el medio de una calle poco transitada fue reportado aquella mañana. No solo porque parecía estar maltratado, sino que cuando aquel hombre pasó por allí de camino al trabajo, vio a aquellas dos personas dentro del mismo, con mucha sangre sobre su ropa.A pesar del horror de haber tenido una imagen como esa, se atrevió a marcarle a la policía y quedarse allí, esperando que los oficiales llegaran.La comisaría comenzó a estar en alerta y fue camino hacia el sitio indicado, comenzando con el protocolo para estos casos. Anotaron todo lo que veían de la escena del crimen, los videos rotos, las balas en el suelo, la puerta forcejada y los cuerpos de ambas personas adentro, sin vida.—¿No hay cámaras de seguridad por aquí? —pregunta el oficial Matías—No, señor. Este lugar está muy alejado de la avenida principal, ni siquiera tiene luces.—¿Qué piensas?—Todo parece indicar que fue un robo —anuncia—. Los vidrios rotos, el forcejeo de la puerta, el hombre que está con medio c
(Horas antes de la fiesta de Mariano)Ya era de noche cuando Claudia llegó hacia aquel famoso hotel del centro de la ciudad. Ella necesitaba hacer una parada técnica antes de ir directamente hacia el cumpleaños, no podía dejar ese asunto pendiente.—Buenas noches, señora —dice uno de los hombres que la espera en la puerta trasera—Héctor, que bueno verte. ¿Hiciste la tarea hoy? —el hombre asiente—Las cámaras están congeladas y su huésped se encuentra en la habitación 107 —Claudia sonríe—. Me ocuparé de que nadie esté cerca en la próxima media hora —le informa, entregándole la tarjeta de la habitación.—Solo bastarán cinco minutos, Héctor. Dile al chico de la limpieza que pase por allí en diez. —Claudia mira a las chicas y les hace una seña—. Me siguen y se quedan afuera de la habitación.Claudia caminaba decidida por los pasillos mientras sus tacones resonaban por aquel mármol. La mujer nunca se había sentido tan decidida como en este momento, aunque claro, hubiese querido un mejor f
Mariano se retiró de la sala cuando su amiga pidió tener una charla con él. Tanto Renzo como Lena se quedaron en silencio, sin ningún tipo de opinión. El ambiente no era el mejor, pero el hombre no dejaría que las cosas quedaran de esa manera. Renzo no quería estar allí, necesitaba despejarse un poco para ser sincero, por lo que tomó aquella pequeña botella y se puso de pie. —¿Me acompañas? —¿A dónde quieres ir? —Solo a caminar un poco por los terrenos. Creo que ellos quieren tener privacidad después de todo —dice mirando a su madre, quién está sentada a unos pocos metros. Ambos comienzan a caminar en silencio, alejándose de la casa. Lo terrenos eran muy extensos, podían tener un poco de privacidad. le gustaba su compañía, la idea de estar solo en un momento como este no era su estilo y ella parecía estar mucho más calmada que el día anterior. —¿Aún sigues molesta conmigo? —pregunta él mientras le da una mirada —No, ya lo hemos hablado. El asunto se acabó —ella suspira—. Quiero p
Lena maldecía el momento en el que decidió estar sola y tomar unas cuántas copas de más. No solo porque se supone que tenía que conducir a casa, sino porque ahora no tenía manera de irse de allí después de ver lo que estaba ocurriendo.Aquel hombre se pasó toda la noche mirándola, incluso cuando ella se había sumergido a su propio mundo y continuó allí tomando. Parecía que no se daría por vencido al estar más de una hora sentado esperando a saber cómo actuaría después, tenía el apoyo de sus amigos, y lo más importante es que la veía absolutamente sola.—El mismo trago, por favor —dice el hombre, volviéndose a poner a su lado— ¿Por qué estás tan amargada? ¿No querés divertirte un rato?—No me molestes.—Mira, tengo un grupo de amigos que te van a caer bien —la mujer pone los ojos en blanco—. Podemos tomar unos tragos, ir a otro lugar más divertido, tomar algunas cosas ricas que nos van a poner de buen humor. ¿Que pensas? ¿Eh?—Voy a llamar a seguridad —le advierte—¿Porqué, preciosa? —