Aquella mañana del 23 de abril había comenzado de lo más especial. Hoy se celebraba el matrimonio oficial de Renzo Herrera y Luisana Navarro, dos amantes que decidieron darse una oportunidad a pesar de las adversidades.
El problema no solo era la pasada vida criminal de Renzo, sino que la tormenta apenas parecía comenzar.
El barrio de Nordelta había sido el elegido para celebrar, la boda estaría reducida a solo las personas más cercanas, Luisana no quería a la prensa, ni tampoco a nadie fuera de su círculo íntimo para que estuviera allí.
Mirando a través del espejo, observa como su cuñada entra, regalándole una sonrisa de tranquilidad. Era lo que necesitaba, el día estaba siendo demasiado tenso.
—Este es tu día especial, deja de estar pensando en lo que está sucediendo afuera —Luisana hace una mueca y se gira con su silla, mirando a la mujer
—No puedo sentirme cómoda sí sé que ella está a unos pocos metros.
—Ella puede irse a la m****a ahora mismo, finge que realmente no está. No voy a permitir que ninguno de los dos esté así de tenso, es su boda, carajo. Esto solo es una pantalla, tú tienes que pensar que este día lo vas a recordar toda tu vida.
—Y lo haré, pero voy a tomarme mis precauciones.
Ella abre los ojos con sorpresa cuando la mujer levanta su vestido blanco y le muestra su pierna descubierta. Tenía una correa que sostenía una pequeña arma, Luisana sin dudas estaba preparada para cualquier cosa y Lena estaba segura de ello.
Que Luisana se haya atrevido a llevar un arma el día de su boda decía mucho, pero ella no era la única preocupada. Renzo había prometido olvidarse de todo lo demás, pero había ciertos momentos en el que se le hacía imposible.
—No puedo creer que haya llegado este día —dice su madre. Ella mantenía una sonrisa en su rostro—. ¿Por qué estás tan tenso?
—Son los nervios previos, nada más —él le sonríe y toma una larga respiración— ¿Crees que todo esté bien afuera?
—Depende a lo que te refieras. ¿Hablas de la organización de la boda o sobre la policía?
—Sobre todo, mamá. Me preocupa que algo pase.
—Está todo en orden, Renzo. Los invitados están felices, tu hermana está con Luisana y la policía se puede ir a la m****a. No me van a arruinar un día como hoy, así que no se atreverán a venir. Mi gente está afuera, ellos vigilan que estemos bien —la mujer sonríe y termina de acomodar su corbata—. Voy a comprobar que todo esté bien con el cura, tenés que salir en unos minutos.
—Solo necesito un momento.
Estaba claro que Renzo no podía estar tranquilo cuando sabía que muchas cosas estaban pasando afuera. En principio, sentía que lo estaban siguiendo en las últimas semanas, según su madre, los enemigos que tenía en México estaban al acecho al igual que la policía. Para ellos sería un festín asistir a la boda y encontrarse con los dos narcos más buscados de Sudamérica.
Cuando la ceremonia comenzó, ambos quitaron sus tensiones y pensaron que aquel momento se debían un respiro. Que podían ser felices y dejar los problemas de lado, que quizás todo lo demás lo podían solucionar luego.
—Estás preciosa —murmura Renzo en su oído, provocando una sonrisa
—Estamos aquí reunidos...
El cura hablaba, comenzando a explicar la importancia de la unión, del amor de aquellas dos personas tenían en ese momento y de que, sin dudas, ese día sería inolvidable.
Estaba en lo cierto, porque las cosas estarían a punto de cambiar. A unos pocos kilómetros del evento, un grupo de cinco hombres estaban reunidos en busca de un objetivo final.
—¿Estás seguro de que tenemos el camino libre? —pregunta uno de ellos
—De eso me encargo yo, tú solo tienes que saber que nuestro objetivo es ella.
—No me jodas. Sabes que me gusta divertirme, no podemos entrar allí y solo cargarnos a una.
—¿Realmente eres estúpido? —gruñe—. No tiene sentido que mates a alguien más cuando sabes perfectamente que la orden es matarla a ella. Es nuestro objetivo, nuestro futuro depende de esto. Nos van a colgar de las pelotas si nos equivocamos.
—¿Cómo se supone que vamos a llegar hasta ella?
—Mira lo que tienes en la mano —le dice señalando su arma—. Solo le apuntas y le disparas en la cabeza. El plan es simple, entras disparando al aire, asustas a los invitados, te cargas a la puta mujer, y luego nos vamos. De que va a haber un par de plomazos es seguro, pero no nos pasará nada.
—Es que no lo entiendo... ¿Estás seguro de que ella es nuestro objetivo? —pregunta el hombre mientras hace una mueca
—Visualiza su rostro, porque a esa mujer le quedan pocos minutos de vida.
Cargan sus armas en el momento que el cura los declara marido y mujer. Parece irónico, pero aquel grupo de hombre tenía planeado un matrimonio demasiado corto.
—Puede besar a la novia —dice con felicidad
Los festejos no tardaron en llegar, la familia estaba feliz, nadie tenía dudas de gran amor que ellos dos se tenían.
Al ser una celebración al aire libre y no en una iglesia, no tuvieron que trasladarse después de dar el sí, sino que solo tenían que caminar unos pocos metros al gran salón para poder entrar a la verdadera fiesta.
—Nunca pensé que tuviera una esposa tan hermosa —le dice Renzo con una sonrisa mientras la abraza
—Siempre supe que era muy afortunada de tenerte —la mujer acaricia su mandíbula—. Vamos a bailar y disfrutar de nuestra fiesta. Tengo algo muy importante qué decirte luego de esto.
—¿Tienes una sorpresa para mí? —pregunta entusiasmado
—Una muy especial.
Aquel baile tradicional de Luisana con su padre le hizo pensar en muchas cosas. En él veía miedo, algo que no le gustaba, incluso aunque él sonriera como si nada estuviera pasando. Estaba claro que Mariano no estaba de acuerdo con todo lo que ocurría, y no porque no quisiera a Renzo, sino por muchas otras cosas que no podía decir.
—¿Qué es lo que te preocupa, papá? —pregunta ella mientras lo mira a los ojos
—¿Por qué me lo dices?
—Te noto tenso —ella suspira—. Sé que esto no te gusta, pero por favor hazlo por mí.
—Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar lue...
El ambiente comenzó a tensarse cuando sonidos extraños se escuchaban desde afuera del salón. Por un momento, Luisana se detuvo en el medio de la pista y en pocos segundos la puerta principal fue abierta de una patada.
El terror se hizo presente cuando aquellos hombres que acababan de entrar comenzaron a disparar al aire, provocando que las personas presentes comenzaran a gritar y a tirarse al suelo. La mayoría de los invitados no tenían idea de lo que ocurría, pero el resto si, sobre todo Renzo.
Mientras ese hombre se acercaba a la pista, los ojos de Renzo se clavaron en él, notando que se acercaba a su esposa con el arma apuntando hacia ella. Mariano se dio cuenta de lo mismo y tomó a su hija de la cintura y la lanzó hacia atrás, tirando la mesa en el suelo para ponerla de escudo frente a ella.
El hombre comenzó a disparar de todas maneras y cuando Renzo sintió una mano en su hombro, se sorprendió de ver a su madre tan cerca.
—Toma esto, defiéndete —le dice mientras le entrega un arma
—¿Dónde m****a están tus hombres? —dice molesto mientras le quita el seguro— ¿Quiénes son?
—No tengo idea. Cúbreme.
Renzo no entendía por qué los hombres estaban disparando al aire, nadie estaba siendo herido y ellos actuaban como unos lunáticos, buscando algo en particular. Por un momento supuso que se trataba de su madre, estaba claro que el asunto tenía que ver con los negocios.
Claudia comenzó a dispararle a los hombres, hiriendo a uno en el pecho y a otro en la pierna. Renzo estaba respondiendo también, pero no dejaba de pensar en su esposa, quien intentaba escapar detrás de las mesas que la cubrían.
—¡Ven aquí, Renzo! —grita Claudia mientras ve que su hijo comienza a alejarse
—Voy a sacarla de aquí. Tienes que seguirme —le dice el hombre mientras dispara
—No, no, no. Quédate, carajo.
Estaba claro que Renzo no iba a escuchar sus órdenes, su prioridad era salvarla, porque sabía que la mujer no tenía nada que ver en todo esto. El arma en su mano no tenía demasiada munición, tenía que ser certero porque esos hombres tenían armas mucho mejores y ahora eran tres.
El disparo lo aturdió por un momento, sus ojos solo se enfocaron en Mariano, quien había recibido una bala en su brazo. El salón era muy grande y tardaba en llegar, pero se apresuró aún más cuando vio que su esposa estaba sacando de su vestido un arma y le apuntaba también.
En el momento en el que ella le disparó e hirió su abdomen, Renzo se tiró sobre ella cuando el segundo hombre le apuntó directamente a su esposa. El grito de Claudia se escuchó sobre los disparos cuando las balas impactaron en el cuerpo de Renzo, la mujer había intentado llegar hacia él para impedirle que siguiera su camino, pero no lo logró. En ese mismo instante, Claudia les disparó a los otros tres hombres en la cabeza, matándolos de una sola bala.
Cuando miró hacia su hijo, él estaba tendido en el suelo, con demasiada sangre en su camisa blanca mientras Luisana intentaba hacer algo con sus heridas.
—Por favor, por favor. No te mueras —suplica la mujer mientras comienza a sollozar, arrodillada en el suelo— ¡Llamen a una ambulancia!
—No, no, no. Hijo, por favor —Claudia comienza a acercarse hacia Renzo, solo que Luisana se adelantó
La mujer no había podido soportar la tensión de saber que era la culpable de todo lo que había sucedido con ellos en el último tiempo, de que ahora sus manos estuvieran cubiertas de sangre y que su esposo estuviera tendido en el suelo con cuatro balazos en el cuerpo.
Luisana le sacó el seguro al arma y la apuntó directamente en su cabeza, dejando a la mujer estática.
—Ni siquiera te atrevas —murmura entre dientes con rabia, mientras las sirenas de la policía comenzaban a escucharse—. ¡Todo esto es tu culpa!
El rugido de aquel motor hacía que su corazón se acelerara y sonriera por la adrenalina. Renzo pensaba que no había nada más emocionante que estar montado a una motocicleta mientras que la brisa pegaba en tu rostro. No estaba solo, había un grupo de hombres y mujeres que lo seguían en una camioneta, aquella que en la que él no quiso montarse solo para conducir por su cuenta. Renzo había insistido en que necesitaba hacer algo para matar el aburrimiento, y eso incluía entregar el cargamento de bolsas de marihuana, aquellas que se utilizarían para la venta en varios puntos de la ciudad. Era una tarea sencilla, aquello no generaba ningún riesgo, pero esta vez no sería todo tan fácil. En la última entrega, el castaño comenzó a darse cuenta de que lo estaban siguiendo, había al menos una patrulla desde hace más de cinco calles. —Lena, tenemos compañía —dice a través de la radio que lleva en su cintura —Vamos a tomar caminos diferentes —decreta la otra mujer. Con una media sonrisa en su
Luisana tenía demasiado estrés acumulado y le urgía ocuparse de su exnovio de verdad, últimamente estaba demasiado pesado y no quería que arruinara la fiesta con otro de sus números.Renzo le sonríe y le hace una inclinación en forma de saludo a la última chica que queda dentro del baño. Luisana se apoya sobre el mármol del lavamanos y cierra los ojos, inclinando su cabeza para tomar una larga respiración.—No veo bien que estés en el baño de mujeres—la mujer se reincorpora y mira a Renzo, quien está apoyado contra la pared, con los brazos cruzados—. Deberías irte. No tenés que hacer esto.—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —pregunta con tranquilidad, deshaciendo el agarre de sus brazos y acercándose a ella—No, no te preocupes.—Bien —él aprieta los labios y asiente—. Al menos deja que te ayude con esa mancha.Renzo enciende la canilla y toma una buena cantidad de servilletas en sus manos, pero Luisana no se esperaba para nada lo que iba a hacer a continuación. Él remoja su mano y
—¿Quién carajo eres? —lo mira—. Si eres su guardia personal, entonces estás despedido. Lárgate de aquí. Los problemas que tengo con mi mujer, los resuelvo yo —Mario comienza a acercarse al tipo mientras Luisana se desespera.—De verdad voy a sacarte por mi cuenta si no te vas.—Por favor, ya es suficiente —dice ella llegando hacia ambos—Tú te callas —Mario gruñe hacia la mujer—Mira, gran imbécil —Renzo lo toma de las solapas del traje, atrayéndolo hacia él—. Te dije que termines con lo que estás haciendo y te vayas de este lugar. No vuelvas a tratarla así. No te acerques a ella nunca más, no la molestes.—¿Tú y cuántos más me van a detener? —gruñe—Puedo romperte la cabeza sin ayuda de nadie.—Inténtalo —lo desafía—Por favor, ya —Luisana se acerca a Renzo y lo mira—. Suéltalo, deja que se vaya.—Que te pida disculpas —insiste—Esto no puede ser posible. —el hombre hace una sonrisa sarcástica—Se calman —grita la mujer—. Mario, es mejor que te vayas ahora —Luisana mira hacia Renzo—.
Lena lo siguió sin decir mucho, parecía frustrado. Y como para terminar con la historia aún peor, Claudia apareció de un momento para el otro.—¿Dónde están los guardias? —le dice con el ceño fruncido—Sacando a un tipo que se estaba poniendo violento —le explica Lena mientras Renzo toma una larga respiración.—¿Qué te pasa? —ella mira a su hijo— ¿Tuviste una pelea con él?—No importa —suspira—. Estaba molestando y además no era invitado. Está solucionado.—Entonces si está solucionado quita esa cara de amargado —Claudia toma un buen sorbo de su copa y sonríe—. Esta noche vamos a brindar y a disfrutar un poco.—Tu mamá tiene razón, ni siquiera vale la pena estar así. Conseguí unos tragos para nosotros, no puedes quejarte —Renzo le regala una media sonrisa a su hermana y acepta el trago—Apenas comienza la noche, va a ser divertido —lo anima Claudia—. Vamos que quiero presentarles a alguien.—Clau, ¿No has visto a mi padre? —pregunta Lena—, pensé que vendría contigo. —la mujer toma otr
Cuando Luisana se retira de al lado de su padre, ambos se quedan incrédulos. Ninguno de sus hijos solía actuar de esa manera, Luisana se había comportado muy seca con respecto a lo que ella solía ser y Renzo ni hablar, siempre era un muchacho simpático y sonriente.—Ella no está bien, siento si no te saludó del mejor modo —murmura Mariano mientras la toma del brazo y comienzan a caminar—. Acaba de separarse de su novio de años y está un poco triste. No me quiero imaginar cómo se debe sentir.—Me imagino —suspira—. El amor te tiene un poco estúpido la mayor parte del tiempo. Y no te preocupes, ella fue amable de todas maneras, ya se repondrá.—Mhm. Hablando de amores, ¿Dónde está José?—José —la mujer hace una mueca—. Lo estoy llamando hace horas y nada que aparece. La verdad es que últimamente pienso que algo está ocultando.—No quiero meterme en tus líos, pero creo que deberías hablar con él.—Si, ya voy a resolver nuestro asunto. ¿Cómo estás tú? —ella le sonríe—. Hace tiempo no te v
Un auto varado en el medio de una calle poco transitada fue reportado aquella mañana. No solo porque parecía estar maltratado, sino que cuando aquel hombre pasó por allí de camino al trabajo, vio a aquellas dos personas dentro del mismo, con mucha sangre sobre su ropa.A pesar del horror de haber tenido una imagen como esa, se atrevió a marcarle a la policía y quedarse allí, esperando que los oficiales llegaran.La comisaría comenzó a estar en alerta y fue camino hacia el sitio indicado, comenzando con el protocolo para estos casos. Anotaron todo lo que veían de la escena del crimen, los videos rotos, las balas en el suelo, la puerta forcejada y los cuerpos de ambas personas adentro, sin vida.—¿No hay cámaras de seguridad por aquí? —pregunta el oficial Matías—No, señor. Este lugar está muy alejado de la avenida principal, ni siquiera tiene luces.—¿Qué piensas?—Todo parece indicar que fue un robo —anuncia—. Los vidrios rotos, el forcejeo de la puerta, el hombre que está con medio c
(Horas antes de la fiesta de Mariano)Ya era de noche cuando Claudia llegó hacia aquel famoso hotel del centro de la ciudad. Ella necesitaba hacer una parada técnica antes de ir directamente hacia el cumpleaños, no podía dejar ese asunto pendiente.—Buenas noches, señora —dice uno de los hombres que la espera en la puerta trasera—Héctor, que bueno verte. ¿Hiciste la tarea hoy? —el hombre asiente—Las cámaras están congeladas y su huésped se encuentra en la habitación 107 —Claudia sonríe—. Me ocuparé de que nadie esté cerca en la próxima media hora —le informa, entregándole la tarjeta de la habitación.—Solo bastarán cinco minutos, Héctor. Dile al chico de la limpieza que pase por allí en diez. —Claudia mira a las chicas y les hace una seña—. Me siguen y se quedan afuera de la habitación.Claudia caminaba decidida por los pasillos mientras sus tacones resonaban por aquel mármol. La mujer nunca se había sentido tan decidida como en este momento, aunque claro, hubiese querido un mejor f
Mariano se retiró de la sala cuando su amiga pidió tener una charla con él. Tanto Renzo como Lena se quedaron en silencio, sin ningún tipo de opinión. El ambiente no era el mejor, pero el hombre no dejaría que las cosas quedaran de esa manera. Renzo no quería estar allí, necesitaba despejarse un poco para ser sincero, por lo que tomó aquella pequeña botella y se puso de pie. —¿Me acompañas? —¿A dónde quieres ir? —Solo a caminar un poco por los terrenos. Creo que ellos quieren tener privacidad después de todo —dice mirando a su madre, quién está sentada a unos pocos metros. Ambos comienzan a caminar en silencio, alejándose de la casa. Lo terrenos eran muy extensos, podían tener un poco de privacidad. le gustaba su compañía, la idea de estar solo en un momento como este no era su estilo y ella parecía estar mucho más calmada que el día anterior. —¿Aún sigues molesta conmigo? —pregunta él mientras le da una mirada —No, ya lo hemos hablado. El asunto se acabó —ella suspira—. Quiero p