Capítulo 4

—¿Quién carajo eres? —lo mira—. Si eres su guardia personal, entonces estás despedido. Lárgate de aquí. Los problemas que tengo con mi mujer, los resuelvo yo —Mario comienza a acercarse al tipo mientras Luisana se desespera.

—De verdad voy a sacarte por mi cuenta si no te vas.

—Por favor, ya es suficiente —dice ella llegando hacia ambos

—Tú te callas —Mario gruñe hacia la mujer

—Mira, gran imbécil —Renzo lo toma de las solapas del traje, atrayéndolo hacia él—. Te dije que termines con lo que estás haciendo y te vayas de este lugar. No vuelvas a tratarla así. No te acerques a ella nunca más, no la molestes.

—¿Tú y cuántos más me van a detener? —gruñe

—Puedo romperte la cabeza sin ayuda de nadie.

—Inténtalo —lo desafía

—Por favor, ya —Luisana se acerca a Renzo y lo mira—. Suéltalo, deja que se vaya.

—Que te pida disculpas —insiste

—Esto no puede ser posible. —el hombre hace una sonrisa sarcástica

—Se calman —grita la mujer—. Mario, es mejor que te vayas ahora —Luisana mira hacia Renzo—. Déjalo, él se va a ir. Hay demasiadas personas cerca para que hagamos un escándalo.

Renzo gruñe y lo suelta nuevamente, ganas de romperle la cara no le faltaban, con aquellas sonrisas sarcásticas creyéndose el gran hombre. No era más que un idiota que se creía con derechos de hacer lo que se le daba la gana.

Sin ganas de irse por su cuenta, Mario se acomoda el traje y la mira a ella con una sonrisa, asintiendo con su cabeza.

—Ahora entiendo por qué te fuiste de casa. Tuve que adivinar que estabas con un matón como esté, que se cree importante. ¿Me acusas a mi? —él se ríe—. No eres más que una zorra, nunca debí confiar en ti. ¿Con cuántos más?

Renzo no podía creer lo que estaba escuchando de su boca, él parecía más imbécil cada vez que abría su boca. El tipo realmente no tenía noción de nada, estaba creándose una película equivocada y estaba dispuesto a hacerlo callar.

—Solo espera regresar a México. Nosotros nos volveremos a ver, eso te lo aseguro. Hija de p...

—Ahora si te ganaste la lotería —murmura Renzo

Mario se fue para atrás cuando el puñetazo de Renzo impactó en su boca. El hombre cayó al suelo mientras que Renzo estaba siendo sostenido del hombro.

—¿Qué m****a está pasando?

Mario se levantó del suelo con mucho más odio que antes, en ese momento estaba dispuesto a golpearlo si no fuera porque una mujer se interpuso entre ambos. Le daba rabia de solo pensar que ese hombre había estado con su novia, él sí que podía imaginarse cosas muy rápido, principalmente tenía agallas para acusarla a ella de algo que él mismo había hecho varias veces a lo largo de los años.

—¡Basta ya! —grita Luisana, levantando sus manos

—Voy a matarte, imbécil. Ya verás lo que va a pasarte cuando te vea en otro sitio —lo amenaza Mario

—¿Por qué no lo haces ahora? ¿Eh? —lo provoca—. Sos valiente para estar agrediendo a tu novia, pero no para venir y decírmelo en la cara. Cobarde. Mereces que te de una paliza.

—Termina con esto —le dice Lena, mirándolo

—Tienen que defenderte dos mujeres porque no tienes huevos. Pero no te preocupes, en algún momento vamos a vernos de nuevo. Mírala bien —le dice señalando a Luisana con la mirada—. Va a arruinarte la vida, te hará sentirte culpable a ti cuando ella me lo ha hecho peor —él aprieta la mandíbula—. No creas que me voy a olvidar de que te acostaste con mi mujer.

—Ridículo. Vamos a arreglar esto de una buena vez.

Renzo coloca sus manos en la cintura, provocando que su saco se fuera hacia atrás y allí es cuando Luisana abrió sus ojos y se horrorizó al ver el arma que tenía allí. Rápidamente se interpuso y lo tomó de las manos, esperando que de verdad no cometiera una locura.

—Ni se te ocurra. ¿Qué m****a te pasa? —le grita

—¿Qué?

—¿Vas a matarme, idiota? —le dice Mario—. Lo único que faltaba, que fueras un maleante. ¿Qué piensas que va a suceder? —Renzo pone los ojos en blanco— ¿Por qué no te enfrentas a mí? ¡Sin armas!

Ante el escándalo, los guardaespaldas de Renzo se acercan hacia él, mirando al hombre que estaba allí. Se ponen en alerta al ver sus gestos, pero se mantuvieron en su lugar cuando él les hizo una seña para que no procedieran.

—¿Sabes qué? Me aburriste. Muchachos, sáquenlo de este lugar. Se le prohíbe la entrada y dejan en claro que estaba agrediendo a esta mujer —Renzo mira a Mario una vez más—. Si me entero de que se te ocurre volver a buscarla, te aseguro que voy a encontrarte y no va a agradarte demasiado.

—¿Quién te crees? —el hombre forcejea con ambos guardaespaldas— ¡Suéltenme, imbéciles! ¡Tengo derecho a estar donde quiera!

Lena no entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando, sinceramente llegó demasiado tarde para entender el concepto de tal pelea entre ambos hombres. Pocas veces veía enojado a su hermano, siempre era un hombre calmo y para nada violento.

—¿Cómo se te ocurre querer apuntarlo con un arma? ¿Estás demente? —le grita Luisana con puro nerviosismo

—Nunca le apunté con un arma, ni siquiera la toqué. En vez de enojarte conmigo, tendrías que asegurarte de que ese tipo deje de seguirte.

—No hacía falta, nada de lo que pasó —se acomoda el cabello nerviosa—. Yo no sé qué suerte hemos tenido de que la m*****a prensa no se diera cuenta de esta situación.

—Gracias, ¿No? —él se ríe—. Me importa una m****a la prensa, podrían estar aquí y de todas maneras no dejaría que te faltara el respeto. No sé qué m****a pasó entre ustedes, pero no me voy a disculpar por reaccionar de esa manera. ¿Querés enojarte conmigo porque tenía una pistola en la cintura? Entonces hazlo. A la m****a.

Renzo se da media vuelta y decide irse de allí. No es que esperaba un abrazo por parte de ella tampoco, pero no era para que se enojara por algo que ni siquiera había hecho. No se le ocurrió en ningún momento sacar el arma y apuntarlo porqué si, podría encargarse de ese tipo sin ella, pero al parecer la mujer frente a él no pensaba lo mismo.

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