2. El stripper congelado

La habitación estaba en completo silencio cuando él sonrió ampliamente, quitándole la botella de Champagne por un momento antes de mirarla temblar sobre la cama. Un baile había sido suficiente para calentar todo el lugar, llenarlo de deseo prohibido que ella no sabía con exactitud si sabía controlar.

— ¿Quieres un poco?— preguntó viéndola, observando como constantemente ella apretaba las piernas, justo como si estuviera tratando de controlar su deseo hacia él.

Ella asintió y se mordió el labio al ver como el chico se acercaba la botella a la cadera y se tiraba encima un poco de la champagne.

—Bébelo de mí, cariño. —susurró con su voz gruesa, terriblemente seductora.

Victoria lo miró y suspiró realmente deseando beber de él. Él chico volvió a tirarse un poco de champagne sobre la cadera y la jaló delicadamente del tirante de aquel vestido negro. Sonrió al sentir aquellos delicados labios sobre su cadera y entonces le acarició el cabello mientras la chica tomaba el champagne que él tiraba sobre su cuerpo. 

—Sabes—susurró ella sobre su piel, alejándose ligeramente— no pienso dormir con un hombre que se acuesta con cada una de sus clientas—soltó, empujándolo con fuerza antes de decidir salir de la habitación.

El chico se mordió los labios con una gran sonrisa en el rostro. Disfrutando por completo la situación, atreviéndose a seguirla por el pasillo antes de finalmente jalarla de la cintura y estrellarla en la pared del pasillo oscuro. Victoria miró la perfecta sonrisa del chico y se mordió la mejilla interior, sabiendo el peligro que significaba tenerlo cerca.

No importaba cuando deseara a ese chico de ojos oscuros, tenía que comportarse y no dejarse llevar por el deseo. Era una dama, tenía que comportarse como una.

No podía engañar a Felipe, no podía hacerle eso. 

—No me acuesto con mis clientas pero por ti hago un sacrifico —dijo con una sonrisa, sintiéndola temblar entre sus brazos— dime... ¿Qué dice tu entrepierna?—soltó en un pequeño susurro— ¿Te pide que me alejes o me acompañes a la habitación?— le preguntó

—No...—susurró ella al sentir los labios de aquel joven hombre sobre su cuello, depositando suaves y peligrosos besos.

—Vamos cariño, será nuestro secreto. 

— ¿Eres un stripper o una clase de prostituto?

—En estos momentos solo soy un hombre. —susurró antes de suspirar pesadamente.

— ¿Danilo?— dijo una voz masculina cerca de ellos, a unos cuantos metros.

 Victoria miró al otro chico y suspiró agradecida, Danilo miró a su compañero y gruñó para luego alejarse de la hermosa chica. 

—Voy —dijo él. 

Ella lo vio alejarse y caminar hacia sus demás amigas. Se llevó las manos al rostro y se metió al baño intentando controlar el insistente deseo que había entre sus piernas, por un momento se miró en el espejo y observó sus mejillas completamente enrojecidas. Estaba perdiendo el control por completo.

—Necesito alejarme de ese stripper. Ya me bailo… ya con eso basta —susurró mirándose al espejo. — ¡Debes de controlarte, Victoria!

Danilo vio salir a Victoria del baño y suspiró frustrado.

 No podía quedarse con las ganas de obtener algo de esa chica. No le interesaba si estaba comprometida o no, se había encaprichado con ella y no descansaría hasta obtener algo de ella. 

Algo en ella le calentaba la sangre y todo lo que pudiera calentar. Necesitaba quitarse el deseo que lo invadía sin control o terminaría por volverse loco.

—Tenemos que irnos, nuestra hora se acabó— soltó su compañero mirándolo fijamente, bajando la mirada hacia los pantalones de su compañero para terminar riendo—  estás en problemas.

— ¿Ya pasó la hora?— soltó sorprendido — ¡Míralas, están nadando en dinero! ¿Por qué nomas pagaron una hora?— preguntó Danilo 

—Por qué sus amigas sabían lo apretada que era la novia. 

—Larguémonos —contestó molesto. Sabiendo que la presa se le había escapado.

Victoria suspiró tranquilamente al verlo salir del departamento, sintiéndose ligeramente orgullosa por no haberle sido infiel a su futuro esposo.

Danilo salió de edificio junto a Luis y gruñó al sentir el frío aire que corría con fuerza, sacó las llaves del bolsillo de su pantalón y corrió hacia su auto.  Entonces se maldijo a sí mismo por salir sin camiseta de aquel lugar. Abrió la puerta de su auto y entró con rapidez. Temblando de frio mientras veía a Luis irse rápidamente en su motocicleta.  

Busco su sudadera en el asiento trasero del auto y se lo puso antes de recordar el hermoso anillo que aquella chica rubia llevaba en su dedo anular.

“Probablemente cueste más de lo que gano en un año” pensó al mismo tiempo que metía las llaves y trataba de encenderlo. Frunciendo el ceño al darse cuenta que el auto no encendía.

Lo intento una y otra vez pero el auto no prendió. 

Se bajó del auto y abrió el cofre para encontrarse con un auto sin pila, le habían robado en un vecindario tan adinerado.

Cerró el cofre molesto y lo golpeó con fuerza. Sacando su celular para terminar enfureciéndose incluso un poco más. Ni siquiera tenía crédito para hacer una llamada.

No tenía opción. Dormiría en el auto.

***

El reloj marcó las dos de la mañana cuando Victoria levantó del suelo la última botella vacía que había en su departamento. Las chicas se habían ido y había pasado una noche estupenda junto a ellas, se sentía feliz y eso realmente lo atesoraba.

La temperatura del departamento rápidamente comenzó a bajar al no tener las luces ni las chicas que calentaran el lugar así que caminó hacia la calefacción y la encendió para poder calentar el lugar.

El efecto del alcohol desapareció por completo de su cuerpo después del baño con agua caliente. Victoria se colocó su pijama e hizo su típica rutina de cuidado facial nocturna antes de irse a dormir.

Los golpes de la puerta la alarmaron ligeramente antes que se animara a caminar hacia la puerta. Abriendo la puerta sin siquiera pensárselo dos veces. Palideciendo al ver a aquel apuesto chico frente a ella. Temblando mientras se aferraba a una sudadera de color gris.

—Lo siento ¿Puedo pasar un momento?— preguntó congelándose de frío en aquel pasillo, sintiendo como un ligero calor agradable provenía desde el interior del departamento.

Victoria lo miró y suspiró negando. ¿Cómo podía pedirle eso?

— ¿Crees que dejaré entrar a un extraño a mi departamento? 

—Lo único que puede pasar es que te termine durmiendo contigo, pero estoy lo bastante congelado como para pensar en eso ahorita. Solo esta noche, por favor. 

— ¿Toda la noche?— preguntó ella viéndolo. Sorprendida.

—Al menos solo hasta el amanecer —dijo el chico, mirándola fijamente a los ojos— O al menos déjame hacer una llamada.

—No tengo teléfono. No me gusta que me molesten.

—Genial...—susurró molesto. — ¡Sé que es una locura pero me moriré de frio!

—Dormirás en el cuarto de invitados —dijo ella, sintiendo como su cabeza se llenaba de extraños pensamientos eróticos.

—Perfecto, dormiré donde tú me lo pidas, cariño. 

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