31. Sospechas.

Lo único que pudiera escuchar Victoria era como Felipe se quejaba una y otra vez en la situación. Frente a ella se encontraba su pequeño hijo, jugando con unas pequeñas canicas de cristal rosado que le había comprado Felipe hace unos cuantos días. Sentía que le dolía la cabeza y cada vez que sonaba el celular o el teléfono sentía que le temblaba el pecho porque sentía que en cualquier momento Danilo volvería a solicitarla. No podía entender como el tiempo había pasado tan rápido, tampoco podía entender cómo es qué la personalidad de Danilo había cambiado tanto. 

Le dolió demasiado el hecho de saber que la persona que durante tanto tiempo quiso, ya no existía. Quería aferrarse a la idea de qué lo que estaba sucediendo con Danilo no era más que una mentira. Aunque sabía perfectamente que no era una mentira.

—No puedo creer que ese imbécil se haya atrevido a regresar. Joder, pensé que se había muerto hace años y nuevamente aparece y todavía tiene el descaro de seguir coquete
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