La Última Chispa
La Última Chispa
Por: Stacy
Prólogo

La noche estaba cargada de oscuridad, una que parecía más espesa y viva de lo que debería ser. Los árboles susurraban con un viento inexistente, y las estrellas, habitualmente brillantes, estaban veladas por una sombra inquietante.

En el corazón de un bosque olvidado por el tiempo, una figura encapuchada avanzaba con pasos rápidos, sosteniendo algo envuelto en tela entre sus brazos. La respiración del hombre era pesada, cada inhalación un recordatorio de que el peligro acechaba cerca.

—Debemos llegar antes de que ellos lo hagan —murmuró, más para sí mismo que para el pequeño grupo que lo seguía.

—¿Estás seguro de que es aquí? —preguntó una mujer detrás de él, su voz tensa pero controlada.

—No hay otra opción. Si no lo escondemos ahora, todo estará perdido.

El grupo llegó a un claro donde un círculo de piedras antiguas se alzaba como guardianes olvidados. Las runas que adornaban las piedras brillaban débilmente, como si respondieran a la presencia del hombre.

Él se detuvo en el centro del círculo y comenzó a susurrar palabras en una lengua antigua, sus manos temblando mientras desenrollaba la tela para revelar lo que llevaba.

Era una gema, pero no como cualquier otra. Dentro de su superficie cristalina, parecía arder una pequeña llama, viva y palpitante, como un corazón latiendo en el interior de la roca.

—¿Estás seguro de que funcionará? —insistió la mujer, mirando hacia los árboles con preocupación.

—No tengo dudas —respondió él, aunque su voz traicionaba un leve temblor—. Pero debemos ser rápidos.

Antes de que pudiera continuar, un sonido cortó el aire: un crujido, como ramas rompiéndose bajo un peso invisible. La oscuridad alrededor del claro pareció cobrar vida, retorciéndose y avanzando hacia ellos.

—Han llegado —dijo la mujer, desenvainando una espada que parecía brillar con luz propia.

—Protejan el círculo. —La orden del hombre era clara, y los demás se movieron rápidamente, formando un muro alrededor de las piedras mientras las sombras avanzaban.

El hombre colocó la gema en el centro del círculo y levantó las manos hacia el cielo.

—Por la luz que queda, por el fuego que no se extingue, escondo este poder donde nadie pueda alcanzarlo.

La gema comenzó a brillar, y el fuego en su interior pareció expandirse, llenando el claro con una luz cálida. Pero las sombras no retrocedieron. Al contrario, se movieron con más rapidez, convergiendo hacia el hombre con una intención letal.

La mujer gritó, lanzándose hacia él para protegerlo, pero las sombras fueron más rápidas. En un parpadeo, lo alcanzaron, y su grito resonó en el claro mientras la oscuridad lo reclamaba.

Pero su sacrificio no fue en vano. La gema desapareció, su luz desvaneciéndose en un parpadeo, como si nunca hubiera existido.

La mujer cayó de rodillas, mirando el espacio vacío donde antes había estado la gema. Las sombras retrocedieron, pero no desaparecieron del todo.

—No hemos terminado —dijo una voz, fría y susurrante, que parecía surgir de todas partes a la vez—. Ella no podrá escapar de su destino.

La mujer apretó los dientes, su mirada endureciéndose.

—Puede que no, pero lucharemos hasta el final.

Y con esas palabras, la historia de Tara comenzó, mucho antes de que ella siquiera supiera quién era o qué llevaba dentro de sí.

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