Inicio / Fantasía / La Última Chispa / Capítulo 2 El peso de las Sombras
Capítulo 2 El peso de las Sombras

Tara nunca había sentido el tiempo tan lento como en esos momentos. La mirada intensa de Rhidian era una prisión, pero también una invitación. Una parte de ella quería desafiarlo, pero otra, más oscura y desconocida, quería ceder a esa sensación de vértigo que él provocaba.

—Si realmente tienes respuestas, será mejor que hables —dijo finalmente, esforzándose por mantener la voz firme, aunque el temblor en sus manos la traicionó.

Rhidian ladeó la cabeza, evaluándola. La forma en que la estudiaba era casi hipnótica, como si estuviera desentrañando cada parte de ella con sus ojos.

—Las respuestas no siempre son amables, Tara. Y las tuyas... podrían ser una carga que no estás lista para llevar.

Ella apretó los dientes, odiando el tono condescendiente en su voz, pero también sabiendo que él tenía razón. Había algo en ella que no entendía, algo que la aterrorizaba. Pero eso no significaba que se rendiría sin luchar.

—Prueba conmigo —replicó, cruzando los brazos sobre el pecho, más para protegerse de la intensidad de su mirada que por desafío real.

Por un momento, Rhidian pareció sorprendido. Sus labios formaron una ligera curva, una sonrisa que no alcanzó sus ojos. Luego, con un movimiento rápido y fluido, cerró aún más la distancia entre ellos. Tara apenas pudo reaccionar cuando él extendió una mano y rozó la piel de su brazo.

El contacto fue un incendio. No físico, sino algo más profundo. Algo en su interior pareció despertar con un grito, una energía que quemaba como fuego y se extendía por sus venas. La luz dorada que había aparecido antes volvió a surgir, esta vez más intensa, iluminando sus manos y el espacio entre ellos.

—¿Qué me estás haciendo? —susurró Tara, tratando de apartarse, pero sin conseguirlo. Había algo en su mirada que la mantenía en su lugar, algo que le hablaba de peligro, pero también de seguridad.

—No soy yo. —Rhidian habló en un tono bajo, como si estuviera tratando de no asustarla más—. Es lo que eres. Lo que has sido siempre.

—¿Y qué soy? —exigió Tara, con un hilo de voz.

—Un portador de luz. —Sus palabras cayeron como una sentencia, y su tono era tan grave como el peso que cargaban—. Eres parte de un linaje antiguo, uno que debería haberse extinguido hace siglos.

La revelación golpeó a Tara como un torrente de agua helada. Portadora de luz. La frase resonó en su mente, pero no trajo claridad, solo más preguntas.

—No entiendo... ¿qué significa eso? —preguntó, su voz quebrándose al final.

—Significa que tienes un poder que no puedes controlar y que todos los que saben de tu existencia te querrán muerta. —Rhidian se apartó, como si quisiera darle espacio para respirar, pero su mirada seguía clavada en ella. Era como si sus ojos grises la vieran completamente, incluso las partes de sí misma que ella no quería reconocer.

Tara sintió que el suelo bajo sus pies tambaleaba. Quiso negarlo, decirle que estaba equivocado, pero una parte de ella, la misma que había sentido ese fuego, sabía que era verdad.

—¿Por qué debería creerte? —preguntó finalmente, con un toque de desafío en su voz.

Rhidian dejó escapar un suspiro, y por primera vez, su expresión mostró algo más que dureza. Había un destello de... compasión, aunque se desvaneció tan rápido como apareció.

—No tienes que creerme. Pero si no lo haces, no vivirás lo suficiente para entenderlo.

El silencio que siguió fue pesado, roto solo por el suave murmullo del bosque. Tara quiso responder, pero su atención fue atrapada por un movimiento en las sombras. Algo se acercaba, algo que no pertenecía a este mundo.

Rhidian lo notó antes que ella. En un instante, su postura cambió. Su cuerpo se tensó como el de un depredador acechando, y su mirada se volvió fría como el hielo.

—Escucha con atención. —Su voz era baja, pero cargada de urgencia—. Lo que sea que venga hacia aquí, está buscándote. No intentes enfrentarlo sola. Quédate detrás de mí.

Antes de que Tara pudiera protestar, una criatura emergió de las sombras. Era alta, con una figura humanoide retorcida, ojos vacíos y garras que destellaban bajo la luz de la luna. Su sola presencia hacía que el aire se sintiera más frío, y Tara supo, sin lugar a dudas, que estaba ante algo antinatural.

Rhidian no esperó. En un movimiento rápido, sacó una espada que parecía brillar con un fulgor oscuro, y se lanzó hacia la criatura con una habilidad que era casi imposible de seguir con la vista. Tara no pudo hacer otra cosa que mirar, atrapada entre el asombro y el miedo.

La lucha fue feroz, una danza mortal entre luz y sombra. Aunque Rhidian parecía tener ventaja, la criatura no cedía fácilmente. Y entonces, en un momento de distracción, una segunda figura surgió de las sombras, dirigiéndose directamente hacia Tara.

El miedo la paralizó, pero cuando la criatura estuvo a un paso de alcanzarla, sintió el calor de nuevo. La luz dorada explotó de sus manos, arrojando a la figura oscura hacia atrás con un grito inhumano.

Cuando todo terminó, Rhidian estaba junto a ella, respirando con dificultad. Su mirada estaba fija en las manos de Tara, ahora apagadas.

—Eres más poderosa de lo que pensé —dijo finalmente, con un tono que era tanto admiración como advertencia—. Pero si no aprendes a controlarlo, te destruirá.

El fuego dentro de ella aún ardía, pero esta vez no era solo miedo. Era algo más. Una chispa de determinación.

—Entonces enséñame.

Rhidian la miró en silencio por un largo momento antes de asentir.

—Espero que estés lista para lo que viene, pequeña. Porque este es solo el comienzo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo