El Ojo que Todo lo Ve había revelado sus secretos. Ahora, con la certeza de lo que se avecinaba, el grupo se encontraba en el umbral de la guerra. Pero, en medio del caos inminente, también había espacio para la conexión, la cercanía y el deseo que ardía entre ellos. La noche envolvía el Castillo en una quietud casi irreal. Tara estaba apoyada en el marco de una de las ventanas, observando el cielo estrellado, cuando Rhidian se acercó sigilosamente por detrás y envolvió su cintura con sus brazos. Su calidez y su presencia la hicieron estremecer. —¿En qué piensas? —susurró él, depositando un suave beso en su cuello. Tara sonrió levemente y cerró los ojos, disfrutando el contacto. —En lo que viene. En nosotros… —Se giró para mirarlo—. No sé cuánto tiempo tendremos antes de que todo cambie. Rhidian deslizó una mano por su rostro, apartando un mechón de cabello detrás de su oreja. —Entonces aprovechemos cada instante. —Sus palabras eran suaves, pero su mirada ardía con una inte
Rhidian observaba a Tara mientras dormía, su pecho subiendo y bajando con cada respiración tranquila. La luz de la luna se filtraba por la ventana de piedra del santuario, iluminando sus facciones suaves y la curva de su cuello.Era hermosa. Más de lo que jamás admitiría en voz alta, porque sabía que Tara no necesitaba que alguien más le recordara su valor. Pero aún así, en momentos como este, cuando todo parecía estar en calma, no podía evitar pensar en lo mucho que la deseaba. No solo su cuerpo, sino su mente, su fuego, su terquedad. Todo lo que la hacía ser ella.Suspiró y se pasó una mano por el cabello. No había dormido mucho desde su llegada al santuario, y no solo porque las visiones y los recuerdos de Edrian y Elyndor lo mantenían inquieto. Algo en su interior le decía que el tiempo se estaba acabando. Que la guerra no esperaría más.Se movió con cuidado, alejándose de la cama sin despertarla. Necesitaba despejar su mente. Cruzó el pasillo en silencio y salió al balcón, dejand
Kael siempre había sido el tipo de persona que encontraba algo gracioso en cada situación, incluso cuando estaban al borde de una guerra que podría acabar con todo lo que conocían. Para él, el humor no era solo una forma de lidiar con el miedo, sino su forma de vida. Y ahora, en medio de todo el caos, no iba a cambiar eso.Deslizándose por el pasillo del santuario, Kael giró la cabeza hacia Bella, que caminaba a su lado con el ceño fruncido, concentrada en el libro que sostenía en sus manos.—Dime la verdad, Bella —dijo con una sonrisa juguetona—. ¿Lo sostienes así porque te gusta la textura del papel o porque crees que si lo miras lo suficiente, te revelará la respuesta a todos nuestros problemas?Bella alzó la vista y le lanzó una mirada de advertencia.—Kael, por favor. Estoy intentando concentrarme.—¿Ah, sí? Pues yo también. Estoy concentrado en intentar que sonrías. No es mi culpa que seas un desafío casi imposible.—Quizás porque la situación no es precisamente para bromas.Kae
Kael se recostó contra una de las columnas de piedra, cruzando los brazos tras la cabeza mientras observaba a los demás. Después de tantas batallas, tantos secretos revelados y entrenamientos agotadores, la tensión flotaba en el aire, pero él podía sentir algo más también: la atracción latente entre varios miembros del grupo.Bella estaba cerca, hojeando un libro que Emma le había dado, aunque Kael notaba cómo sus dedos jugaban distraídamente con la orilla de las páginas, un gesto que ella solo hacía cuando estaba nerviosa. Sonrió para sí mismo. Le gustaba verla así, contenida, intentando no mirarlo demasiado. Decidió provocarla un poco más.—Espero que ese libro no sea demasiado aburrido —murmuró, inclinándose lo suficiente para susurrarle en el oído.Bella levantó la mirada, sus ojos brillando con un destello desafiante.—No tanto como tú cuando hablas demasiado.Kael soltó una carcajada y se apartó, pero no antes de deslizar un dedo por su brazo, un roce intencional que la hizo ten
El aire en el castillo estaba cargado de energía mientras el grupo se preparaba para un nuevo día de entrenamiento. La guerra se acercaba, y cada uno de ellos debía estar en su mejor forma. Sin embargo, dentro del frío de las piedras antiguas y el peso de la responsabilidad, las bromas de Kael lograban mantener el ambiente ligero.—¿Seguro que puedes moverte bien, Rhidian? —preguntó Kael con una sonrisa burlona mientras se estiraba. —Digo, con la cantidad de marcas que traes en el cuello, pensé que Tara te había dejado incapacitado.Bella soltó una risita, mientras Emma negó con la cabeza. Rhidian, quien intentaba mantenerse serio, simplemente exhaló con frustración y miró a Tara, quien parecía completamente indiferente a los comentarios de Kael.—¿Quieres que te ayude a entrenar, Kael? —Rhidian dijo con una sonrisa afilada—. Prometo dejarte tan marcado que necesitarás días para recuperarte.Kael se llevó una mano al pecho, fingiendo estar ofendido.—No necesitas ponerte tan sentiment
El entrenamiento en el castillo continuaba con la misma intensidad de siempre, pero había algo distinto en el ambiente. Kael no dejaba de lanzar miradas socarronas a Tara, y ella empezaba a ponerse nerviosa.—¿Qué? —preguntó finalmente, cruzándose de brazos.Kael sonrió de lado y señaló su cuello con un gesto exagerado.—Nada, nada… Solo que alguien parece haber tenido una noche muy intensa. —Su tono era burlón, y al instante, todas las miradas se volvieron hacia Tara.Bella se inclinó, mirándola con atención, y luego soltó una carcajada.—¡Oh, por todos los cielos! Tara, tienes un chupetón enorme. ¿Cómo no te diste cuenta?El rostro de Tara ardió en cuestión de segundos. Instintivamente, llevó la mano a su cuello, sintiendo el ardor delatador en su piel. Miró a Rhidian con el ceño fruncido, pero él solo se encogió de hombros con una media sonrisa.—No te quejaste anoche —murmuró él en voz baja, lo suficientemente alto para que solo ella lo escuchara.Tara le lanzó una mirada asesina
El sol brillaba sobre el campo de entrenamiento, reflejándose en las espadas y armaduras que los guerreros del castillo llevaban mientras practicaban. El aire estaba impregnado del sonido del metal chocando y las instrucciones de los entrenadores, pero la atención del grupo estaba centrada en otra cosa.Emma intentaba concentrarse en su ejercicio, pero el cosquilleo en su cuello la hacía sentirse expuesta. Alaric la había marcado la noche anterior, y aunque intentó cubrirlo con su cabello, la mirada de Kael fue suficiente para delatarla.—Emma, ¿qué tienes ahí? —preguntó con una sonrisa traviesa mientras se inclinaba para ver mejor.Ella retrocedió, pero no lo suficientemente rápido. Kael silbó y estalló en carcajadas.—¡Vaya, vaya! Alaric dejó su firma.Bella y Tara se acercaron al escuchar el escándalo, y cuando vieron la marca oscura en su cuello, Bella se llevó una mano a la boca para reprimir una risa.—Eso no estaba ahí ayer y Kael tienes una obsesión con ver los chipetones—come
La noche estaba cargada de oscuridad, una que parecía más espesa y viva de lo que debería ser. Los árboles susurraban con un viento inexistente, y las estrellas, habitualmente brillantes, estaban veladas por una sombra inquietante.En el corazón de un bosque olvidado por el tiempo, una figura encapuchada avanzaba con pasos rápidos, sosteniendo algo envuelto en tela entre sus brazos. La respiración del hombre era pesada, cada inhalación un recordatorio de que el peligro acechaba cerca.—Debemos llegar antes de que ellos lo hagan —murmuró, más para sí mismo que para el pequeño grupo que lo seguía.—¿Estás seguro de que es aquí? —preguntó una mujer detrás de él, su voz tensa pero controlada.—No hay otra opción. Si no lo escondemos ahora, todo estará perdido.El grupo llegó a un claro donde un círculo de piedras antiguas se alzaba como guardianes olvidados. Las runas que adornaban las piedras brillaban débilmente, como si respondieran a la presencia del hombre.Él se detuvo en el c