Rhidian

Rhidian observaba a Tara mientras dormía, su pecho subiendo y bajando con cada respiración tranquila. La luz de la luna se filtraba por la ventana de piedra del santuario, iluminando sus facciones suaves y la curva de su cuello.

Era hermosa. Más de lo que jamás admitiría en voz alta, porque sabía que Tara no necesitaba que alguien más le recordara su valor. Pero aún así, en momentos como este, cuando todo parecía estar en calma, no podía evitar pensar en lo mucho que la deseaba. No solo su cuerpo, sino su mente, su fuego, su terquedad. Todo lo que la hacía ser ella.

Suspiró y se pasó una mano por el cabello. No había dormido mucho desde su llegada al santuario, y no solo porque las visiones y los recuerdos de Edrian y Elyndor lo mantenían inquieto. Algo en su interior le decía que el tiempo se estaba acabando. Que la guerra no esperaría más.

Se movió con cuidado, alejándose de la cama sin despertarla. Necesitaba despejar su mente. Cruzó el pasillo en silencio y salió al balcón, dejand
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