El sol apenas asomaba entre las montañas cuando Tara salió al claro donde Rhidian le había indicado que comenzaría su entrenamiento. Habían pasado solo dos días desde que su vida había cambiado por completo, pero ya sentía que todo lo que había conocido antes era un recuerdo lejano.
Rhidian la esperaba, con los brazos cruzados y una expresión seria que no dejaba lugar a protestas. Llevaba una espada en la mano, no una de esas armas ceremoniales relucientes que había visto en historias, sino una que parecía forjada para la batalla. Oscura, pesada, y con un filo que reflejaba la luz de la mañana. —Llegas tarde —dijo, sin preámbulos. Tara alzó una ceja. Había tenido suficiente de su actitud arrogante, pero sabía que discutir con él no la llevaría a ninguna parte. —Estaba preparándome mentalmente para soportarte —replicó con un toque de sarcasmo. Rhidian dejó escapar una risa baja, inesperada, que la hizo estremecer. —Eso es bueno. La resistencia mental es clave. Aunque dudo que estés lista para lo que viene. Antes de que Tara pudiera responder, lanzó la espada hacia ella. Ella apenas tuvo tiempo de atraparla, y el peso del arma casi la derriba. —¿Es en serio? —se quejó, ajustando la empuñadura en sus manos. —La magia no es suficiente. Si quieres sobrevivir, tendrás que aprender a pelear. —Rhidian se acercó a ella, con pasos lentos pero decididos, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para que Tara sintiera el calor de su cuerpo—. Y para pelear, primero tienes que confiar en tu fuerza. —¿Y si no tengo fuerza? —preguntó, con una mezcla de desafío y duda en su voz. Rhidian inclinó la cabeza, evaluándola como siempre hacía. Sus ojos grises eran intensos, como si pudieran atravesarla. —Entonces aprenderás a encontrarla. Sin darle más tiempo para replicar, Rhidian levantó su espada y atacó. Fue un movimiento controlado, pero lo suficientemente rápido como para que Tara apenas pudiera reaccionar. Alzó su propia espada torpemente, bloqueando el golpe con un chasquido metálico que resonó en el claro. —¡¿Estás loco?! —gritó, retrocediendo tambaleante. —No aprenderás si no sientes la presión —respondió él, imperturbable. El entrenamiento continuó con intensidad. Rhidian no le dio tregua, obligándola a bloquear, esquivar y adaptarse a cada movimiento. Su cuerpo se tensaba con cada golpe, y aunque sabía que él estaba conteniéndose, sentía que estaba al límite. Finalmente, después de lo que le parecieron horas, Tara perdió el equilibrio y cayó al suelo. La espada se deslizó de sus manos, y jadeó, tratando de recuperar el aliento. Rhidian se acercó, deteniéndose a un paso de ella. —¿Eso es todo? —preguntó, con un tono que era mitad burla, mitad desafío. —¡Dame un maldito respiro! —espetó Tara, mirándolo desde el suelo con furia. Rhidian no respondió de inmediato. En cambio, se agachó frente a ella, lo suficientemente cerca como para que pudiera ver el brillo en sus ojos. —La oscuridad no te dará respiros, Tara. Si caes, no habrá nadie para salvarte. —Su voz era baja, pero cargada de intensidad—. Tienes que levantarte. Ella lo miró fijamente, sus ojos encontrándose en un momento que pareció alargarse. La proximidad entre ellos era electrizante, y Tara sintió su corazón acelerarse. Por un instante, olvidó el dolor en sus músculos, el peso de su espada, y todo lo demás. Solo estaban ellos, el uno frente al otro. —¿Por qué te importa tanto si caigo? —preguntó, en un susurro. Rhidian no apartó la mirada. Su mandíbula se tensó, y por un momento pareció debatirse consigo mismo. —Porque si caes, todo lo demás también lo hará. Antes de que Tara pudiera responder, un sonido rompió el momento. —¿Interrumpo algo? Ambos se giraron para ver a una mujer joven apoyada contra un árbol cercano. Tenía el cabello oscuro recogido en una trenza desordenada, y sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y desafío. —Bella —dijo Rhidian, poniéndose de pie con un suspiro audible—. Llegas justo a tiempo. —Eso parece. —Bella se acercó, mirando a Tara con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Así que tú eres la gran portadora de luz. Francamente, esperaba algo más impresionante. Tara sintió que la sangre le hervía ante el comentario, pero antes de que pudiera responder, Rhidian interrumpió. —Bella, compórtate. Ella no tiene que impresionarte. —Oh, tranquilo, hermano. Solo estoy tanteando el terreno. —Bella alzó las manos en un gesto de falsa inocencia antes de volver a dirigir su atención a Tara—. Pero si realmente eres tan importante como él dice, espero que seas capaz de algo más que caer de culo. —¿Quién demonios es esta? —preguntó Tara, mirando a Rhidian con el ceño fruncido. —Mi hermana. —Rhidian parecía cansado, como si esta dinámica fuera algo que ya conocía bien—. Y va a ayudarnos. Tara miró a Bella de nuevo, esta vez con más detenimiento. Había algo en su actitud que la irritaba profundamente, pero también una fuerza innegable en su porte. —Genial —murmuró Tara, irónica—. Justo lo que necesitaba. Bella sonrió ampliamente, claramente disfrutando de la incomodidad de Tara. —Esto va a ser divertido. Pero mientras los ojos de Bella destellaban con malicia, Tara sintió algo extraño. Había algo en ella, algo familiar, como si compartieran un lazo que no alcanzaba a entender. El entrenamiento continuaría, pero Tara sabía que había mucho más bajo la superficie. Entre Rhidian, Bella, y los secretos que rodeaban su poder, estaba entrando en un juego mucho más peligroso de lo que había imaginado.El claro se llenó del eco de espadas chocando, el sonido metálico resonando en el aire como una canción de desafío. Tara apenas llevaba un par de días entrenando con Rhidian, y ahora, para su sorpresa y consternación, tenía a Bella como oponente.La hermana de Rhidian se movía con una elegancia que rozaba lo burlón, esquivando los torpes ataques de Tara con facilidad.—Vamos, portadora de luz —dijo Bella, con una sonrisa irónica mientras giraba su espada de madera con facilidad—. Pensé que tendrías algo más interesante que ofrecer.—Tal vez debería mostrarte lo que puedo hacer con mi magia —replicó Tara, estrechando los ojos mientras trataba de ignorar el ardor en sus músculos.—Oh, claro, usa un poco de fuego para quemarme el cabello. Eso seguro que salvará el mundo.—¡Bella! —La voz firme de Rhidian cortó el aire. Estaba apoyado contra un árbol cercano, observándolas con una mezcla de frustración y paciencia.Bella rodó los ojos y bajó su espada, dándole a Tara una oportunidad
Tara despertó temprano, con el cuerpo todavía dolorido del entrenamiento del día anterior. Cada músculo le recordaba los innumerables golpes que había recibido tanto de Rhidian como de Bella. "Sobreviví," pensó, con una mezcla de alivio y resignación mientras se levantaba.El claro estaba envuelto en una suave neblina, el aire fresco impregnado de los sonidos del bosque. Tara encontró a Bella junto a un fuego pequeño, ajustándose la capa mientras murmuraba algo en voz baja.—¿Vas a ignorarme como ayer, o esto será más civilizado? —preguntó Tara mientras se acercaba, con la intención de romper el hielo.Bella alzó una ceja, pero esta vez su sonrisa no era tan desdeñosa.—No soy tan terrible como crees. Solo estoy probándote.—¿Probándome para qué? —Tara se sentó frente a ella, cruzando las piernas.—Para ver si mereces todo el esfuerzo que estamos poniendo en ti. —Bella se encogió de hombros, pero sus ojos se suavizaron un poco—. Y, si te soy honesta, para protegerme.Tara se in
El claro se llenó de un silencio inquietante, la luz de la gema que había desaparecido dejando solo oscuridad. Tara podía sentir la presencia de los Tejedores, acercándose, acechando. El aire estaba denso, pesado, como si todo el bosque hubiera dejado de respirar.—¡Atrás! —gritó Rhidian, su espada levantada mientras avanzaba para ponerse entre Tara y las sombras que se deslizaban entre los árboles. Bella, detrás de él, también estaba lista, con la espada firmemente en sus manos.Tara sintió un frío helado recorrer su espina dorsal. En ese mismo instante, la oscuridad cobró forma, tomando las siluetas de criaturas altas y delgadas, con ojos brillantes como brasas ardientes. Los Tejedores.No eran humanos, ni criaturas puras de la oscuridad. Eran algo entre medio, seres que jugaban con la magia para torcerla a su voluntad. Tara había escuchado historias de ellos, pero nunca había creído que existieran realmente. Hasta ahora.—¡Defiéndete, Tara! —gritó Bella mientras atacaba a uno d
El silencio de la mansión se rompía solo por el crujir de la madera bajo sus pies mientras Tara recorría los pasillos. Aún no se había acostumbrado al ambiente oscuro y solemne de la casa. Las paredes, cargadas de historia, parecían susurrar secretos olvidados, pero Tara no podía dejar de pensar en lo que había sucedido en el bosque y lo que significaba la magia dentro de ella.Había algo que cambiaba cada vez que Rhidian la miraba. La tensión entre ambos había crecido, alimentada por las batallas, por la revelación de su poder, y por una atracción que ninguno de los dos quería admitir.—¿Estás bien? —La voz de Rhidian rompió sus pensamientos, suave, pero llena de preocupación.Tara se giró, encontrándose con él al final del pasillo. Él estaba allí, como una sombra que tomaba forma, su mirada fija en ella.—Solo… pensaba en todo esto —respondió ella, sin poder evitar que su voz sonara más vulnerable de lo que quisiera.Rhidian se acercó lentamente, su presencia dominante llenando
El ambiente en la mansión se había vuelto aún más tenso después de la inesperada aparición de Emma. Tara no podía dejar de pensar en el modo en que la chica había tocado el brazo de Rhidian con esa confianza absoluta, como si ya tuviera un derecho sobre él.Aunque había algo en su mirada que le parecía amigable, no podía evitar sentirse como una intrusa, como si ella fuera la última persona que debería estar allí. Después de todo, Rhidian la había llevado a la mansión para protegerla, pero ahora parecía que había otras presencias en el lugar, fuerzas y relaciones que Tara no comprendía por completo.Pero, ¿quién era Emma realmente?Emma había desaparecido en una de las habitaciones de la mansión poco después de la incómoda reunión. Tara había decidido que no podía seguir pensando en ella. Sin embargo, cada rincón de la mansión parecía serconde más preguntas, y la curiosidad de Tara era tan fuerte como el miedo que la invadía.De noche, cuando la mansión estaba envuelta en sombras, Tar
La campanada resonó en toda la mansión, vibrando a través de las paredes como un susurro antiguo que despertaba algo dormido. Tara sintió que el sonido le helaba la piel, como si anunciara que algo estaba a punto de cambiar.—¿Qué fue eso? —preguntó, deteniéndose en el pasillo mientras Rhidian la guiaba rápidamente hacia las escaleras.—No es normal que suene a esta hora —respondió él, con la mandíbula apretada—. Y cuando lo hace… significa problemas.Tara se tensó, sintiendo una corriente de ansiedad recorriéndole la espalda.—¿Problemas de qué tipo?Rhidian se detuvo al pie de la escalera, mirándola con intensidad.—Del tipo que no quieres conocer, pero no tendrás opción.La seriedad en su tono dejó claro que no estaba bromeando. Tara tragó saliva y asintió, siguiéndolo mientras descendían hacia el gran salón.La mansión, normalmente silenciosa, estaba ahora llena de una tensión que parecía palpable. Cuando llegaron al salón principal, Bella y otro hombre al que Tara no había visto
El nombre de Lilith resonó en la mente de Tara como un eco interminable. Había algo en ella que la hacía sentir expuesta, vulnerable. Pero al mismo tiempo, algo en esa mirada violeta despertaba una curiosidad que no podía ignorar.—¿La verdad sobre quién soy? —preguntó Tara, intentando mantener su voz firme, aunque su corazón latía con fuerza.Lilith asintió, dando un paso hacia adelante, pero Rhidian alzó una mano, deteniéndola con un gesto.—No darás un paso más —dijo él con frialdad. Sus ojos estaban fijos en los de Lilith, y Tara pudo notar la tensión en su mandíbula, como si estuviera conteniendo una emoción que podría explotar en cualquier momento.Lilith lo observó con una sonrisa tranquila, como si estuviera acostumbrada a esa reacción.—Tranquilo, Rhidian. No estoy aquí para pelear… aún.—Entonces habla desde donde estás —replicó Bella, que sostenía su daga como si estuviera lista para lanzarla en cualquier momento.Lilith suspiró, como si estuviera tratando con niños obstina
El aire en la biblioteca era diferente. Era más denso, cargado de un olor a libros antiguos y algo más que Tara no podía identificar. Rhidian abrió la puerta de madera con cuidado, como si lo que había dentro necesitara respeto.—Aquí estamos —dijo con un tono grave mientras la luz de la luna entraba por los ventanales altos.Tara no pudo evitar mirar a su alrededor. Las paredes estaban cubiertas de estanterías llenas de libros con cubiertas de cuero gastado y grabados extraños. Había símbolos que no podía reconocer, pero que parecían vibrar con una energía peculiar.—¿Qué es este lugar? —preguntó, su voz apenas un susurro.—Es más que una biblioteca —respondió Rhidian, cerrando la puerta detrás de ellos—. Aquí es donde encontrarás respuestas, si tienes el valor de buscarlas.Tara lo miró con una mezcla de curiosidad y cautela. Había algo en su tono que sugería que esas respuestas no serían fáciles de aceptar.—¿Por dónde empiezo? —preguntó, acercándose a una de las estanterías.Rhidi