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Capítulo 5 Fuego y Acero

El claro se llenó del eco de espadas chocando, el sonido metálico resonando en el aire como una canción de desafío. Tara apenas llevaba un par de días entrenando con Rhidian, y ahora, para su sorpresa y consternación, tenía a Bella como oponente.

La hermana de Rhidian se movía con una elegancia que rozaba lo burlón, esquivando los torpes ataques de Tara con facilidad.

—Vamos, portadora de luz —dijo Bella, con una sonrisa irónica mientras giraba su espada de madera con facilidad—. Pensé que tendrías algo más interesante que ofrecer.

—Tal vez debería mostrarte lo que puedo hacer con mi magia —replicó Tara, estrechando los ojos mientras trataba de ignorar el ardor en sus músculos.

—Oh, claro, usa un poco de fuego para quemarme el cabello. Eso seguro que salvará el mundo.

—¡Bella! —La voz firme de Rhidian cortó el aire. Estaba apoyado contra un árbol cercano, observándolas con una mezcla de frustración y paciencia.

Bella rodó los ojos y bajó su espada, dándole a Tara una oportunidad de recuperar el aliento.

—Solo intento mantenerla despierta, hermano. Si sigue siendo tan blanda, la oscuridad se la tragará antes de que podamos hacer algo al respecto.

Tara se irguió, sintiendo que el calor de la humillación subía por su cuello. No iba a dejar que Bella la pisoteara.

—¿Y tú qué sabes de luchar contra la oscuridad? —espetó, limpiándose el sudor de la frente con el dorso de la mano.

Bella dio un paso hacia ella, sus ojos brillando con un fuego que rivalizaba con el propio temperamento de Tara.

—Sé más de lo que crees. No eres la única aquí que ha perdido algo por culpa de los Tejedores.

La intensidad en las palabras de Bella sorprendió a Tara, quien por un instante vio algo más allá de la arrogancia de la joven: un destello de dolor, profundo y bien escondido. Antes de que pudiera decir algo más, Rhidian intervino.

—Basta las dos. —Su voz era baja, pero cargada de autoridad—. No estamos aquí para competir.

Bella suspiró, pero retrocedió, lanzándole a Tara una última mirada evaluadora antes de guardar su espada.

—Haz lo que quieras, hermano, pero no creo que esta chica esté lista para lo que viene. —Sin esperar respuesta, se dio la vuelta y desapareció entre los árboles.

El silencio que dejó tras de sí fue pesado, cargado de tensiones no resueltas. Tara respiró hondo, tratando de controlar su frustración.

—¿Siempre es así? —preguntó finalmente, mirando a Rhidian.

Él se acercó, su andar lento pero lleno de esa confianza que parecía parte de él.

—Bella tiene su manera de hacer las cosas. —Hizo una pausa, buscando las palabras—. Ha pasado por mucho, igual que tú.

Tara dejó escapar una risa amarga.

—Eso no le da derecho a tratarme como si fuera un estorbo.

Rhidian inclinó la cabeza, observándola con esos ojos grises que parecían ver más de lo que quería mostrar.

—No eres un estorbo. —Su voz era baja, casi un susurro, pero las palabras tenían un peso que hizo que Tara lo mirara fijamente—. Ella simplemente no sabe cómo lidiar con alguien como tú.

—¿Alguien como yo? —preguntó Tara, cruzando los brazos, pero sin apartar la mirada.

Rhidian dio un paso más cerca, cerrando la distancia entre ellos. Su proximidad era abrumadora, y Tara sintió que el aire entre ambos se cargaba de algo que no podía definir.

—Alguien que no tiene miedo de luchar, incluso cuando no sabe cómo.

Las palabras la desarmaron más que cualquier espada. Por un momento, se quedó en silencio, atrapada en la intensidad de su mirada. Podía sentir el calor que emanaba de él, la fuerza que siempre parecía rodearlo.

—No estoy segura de si eso es un cumplido o una advertencia —murmuró finalmente, rompiendo el momento.

Rhidian esbozó una ligera sonrisa, algo raro en él, pero que hizo que su corazón latiera un poco más rápido.

—Ambas cosas.

Se dio la vuelta, volviendo hacia el centro del claro, donde recogió otra espada.

—Vamos, todavía no hemos terminado por hoy.

Tara suspiró, levantando su arma de nuevo. Sabía que este entrenamiento era necesario, pero no podía evitar sentir que cada golpe, cada palabra, era una prueba no solo de su habilidad, sino de su determinación.

Mientras retomaban el entrenamiento, no pudo evitar mirar hacia el lugar donde Bella había desaparecido. Había algo en esa chica que le resultaba familiar, como si compartieran más de lo que ambas estaban dispuestas a admitir.

Pero eso era un problema para después. Ahora, tenía que concentrarse en el hombre frente a ella, cuyo peso y misterio parecían crecer con cada momento que pasaban juntos.

Y aunque todavía no estaba lista para admitirlo, sabía que algo más profundo que el entrenamiento la mantenía conectada a Rhidian.

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