Capítulo 7

Regreso a la sala de conferencia después de llorar un rato en el baño, me lavé la cara y me maquillé, debo verme digna, después del espectáculo bochornoso que pasé con Xander delante de ese hombre.

Las cosas con Xander serán más complicadas de lo que pensé.

Toco y abro la puerta, él alza la mirada y me escanea de arriba abajo, desvío la mirada porque me siento incómoda y avergonzada, ahora mismo quiero enterrar mi cabeza en la arena.

—Lamento lo que vio —digo.

—¿Así que él fue quien te fue infiel? ¿De él fue que hablaste aquella noche?

Suspiro y niego con un movimiento rápido de cabeza, no quiero ni recordar lo que le dije, fue una imprudencia.

—Sí, era de él que hablaba.

—Es un imbécil, no sabe valorar a una mujer, y tú no deberías aceptar esos tratos.

—Es mejor que no opine de mi vida personal, nos involucramos por error, le suplico que olvide lo que pasó entre los dos.

Sonríe con malicia, se rasca la barbilla, me mira de nuevo de arriba abajo, me examina los ojos, mis labios, se detiene en mis pechos y suspira. Su mirada me enciende el cuerpo, trago grueso para ocultar la turbación que causa en mí, ante los recuerdos de lo que hicimos. Debo recordarme quién es y anular esos pensamientos.

—No me pidas que lo olvide, no puedo, ojalá pudiera olvidar que vi lo que vi y, que sentí lo que sentí.

Alza la vista y cruzamos miradas, yo pongo los ojos en blanco.

—Tiene que olvidarlo, no pasará de nuevo, fue un error.

—Me advertiste que querías que fuera cosa de una noche.

—Exactamente —digo con un nudo en la garganta.

Se aleja, se asoma por la ventana.

—Ay, Clarissa, deberías dejar a ese imbécil que solo te manipula.

—¿Necesita algo más?

Se voltea, me mira con atención.

—Si necesitas ayuda puedes pedirla.

—Estoy bien.

—Me pareció que te amenazaba.

—Es mi novio, mi prometido, me pidió casarme con él, acepté, me ayuda con mi madre enferma y otros asuntos, es alguien en quien siempre me he podido apoyar, es la primera vez que me falla, y es algo que debo arreglar con él, solo con él.

Suspira.

—No me entrometo, solo me preocupas.

—No tiene por qué, solo soy una empleada más acá, señor.

Se muerde el labio y hace una mueca con la boca, mira de nuevo por la ventana.

—No me juzgues, lo que me contaste aquella noche, más la escena que he presenciado, me indican que no estás bien en esa relación.

—Preferiría no seguir hablando de mi vida personal con usted, por favor —digo suplicando. Asiente y chasquea la lengua como dándose por vencido.

—Ordena de forma cronológica los archivos digitales que me enviaron de presupuesto, desde el año más antiguo hasta el año pasado, solo cinco años.

—Entendido, señor, así lo haré.

Me siento frente a la portátil que me dejaron para trabajar con él, la enciendo y ubico los archivos, comienzo a ordenarlos sin levantar la vista, siento que al menos la necesidad de evadirlo me llevará a concentrarme mucho en el trabajo.

No presto atención a mi teléfono que no deja de sonar, solo lo reviso para ver si es de mi madre, como no lo es, ignoro todo lo demás.

Siento su mirada sobre mí de vez en cuando, es un hombre atractivo y mi cabeza me ha querido traicionar haciéndome recordar imágenes de nosotros esa noche, siento calor, y me abanico con una hoja de papel.

Paso saliva, recuerdo sus manos recorriendo mis pechos haciéndome retorcer de placer, sus dedos hurgando en mi intimidad con experticia como nadie nunca lo había hecho, lo cual me hizo sacudirme de placer debajo de él como una loca poseída.

Miro sus manos, sostiene un papel entre ellas, lo lee con mucha atención, sus ojos están posados allí de forma fija, trago saliva y me muerdo el labio inferior al recordar como esos dedos me hicieron temblar.

Sacudo la cabeza y me obligo a concentrarme en el trabajo, no puedo creer que esté pensando en eso, recordando nuestro encuentro cuando acabo de discutir con Xander delante de él.

Le dije la verdad a Xander, que lo oí.

Él tiene razón, no puedo dejarlo, es mi único apoyo, no solo económico, él incluso sabe detalles de los tratamientos médicos de mi madre.

Debo ocuparme por mí misma de ello.

No puedo perdonar a Xander, pero tampoco puedo dejarlo, no por ahora.

—¿Cuántos años tienes aquí trabajando?

Sacudo mi cabello, lo miro a los ojos y trato de olvidar las imágenes sensuales de él que tengo en mi cabeza.

—Cinco años, voy a cumplir cinco años.

—Vaya, es mucho tiempo, digo, para lo joven que eres.

—Supongo que sí.

—¿Desde cuándo estás con Xander?

Lo miro de reojo, hago una mueca de desagrado con la boca.

—Preferiría no hablar de nada personal.

Sonríe con malicia.

—Ya hemos hecho muchas cosas personales, Clarissa.

—¿Puede dejar de recordarlo? ¿O muere por contarle a todos de qué color son mis pezones? —pregunto mirándolo a los ojos, mis labios tiemblan de coraje.

Se pone serio, niega, desvía la mirada.

—Claro que no, soy un caballero, sería incapaz.

—Espero que lo sea y no solo que lo diga.

—Siento mucho si te incomodé, te prometo que no volveré a mencionar el asunto.

—Gracias —digo sin mirarlo.

Seguimos el resto de la mañana haciendo lo mismo, él revisando papeles, y yo ordenando su archivo.

—Es hora de comer, Clarissa, te invitaría, pero creo que tienes asuntos personales que resolver.

—Gracias por entender, vendré al terminar mi comida —digo.

Afirma, se queda mirándome de forma intensa, hace que mi sexo goteé y me avergüenzo por ello, me doy la vuelta y salgo de la oficina, no puedo encontrarlo atractivo, tengo novio, me fue infiel, sí, y técnicamente no hemos terminado, y yo también le fui infiel, pero después de saber lo que él hacía.

En ese estado de confusión llego hasta la oficina de Xander, llego sin avisar con la esperanza de encontrarlo de nuevo con las manos en la masa; Valentina me ve y amarra la cara en un gesto de desagrado que no se molesta en disimular.

—Buenos días, el señor está ocupado —dice con tono malhumorado.

—Me dijo que me iba a coger muy rico sobre su escritorio a esta hora, así que creo que eso es más importante que cualquier reunión —digo mirándola a los ojos, se pone roja, y bufa, aprieta los puños, pero no se mueve.

Paso a la oficina de Xander sin tocar, se levanta, se arregla el traje.

—¿Y?

—Iré a ese evento como tu novia, como siempre.

Sonríe, se acerca a mí, me abraza, evito su contacto, sin embargo, es más fuerte que yo y me aprieta contra él.

—Quiero todo, Clarissa, todo como antes, tu cuerpo, tu boca, tu devoción, tu trasero, tus tetas, eres mía, ¿lo entiendes?

Paso saliva, cierro los ojos, mi mandíbula está muy tensa y tengo la boca seca, aun así consigo responder.

—Sí, aunque no sé para qué, si la prefieres a ella —digo con dolor en mi voz.

—Porque puedo, porque prácticamente pago por ti, así que si quiero que seas mi puta, lo eres y ya, ¿entendiste?

Quiero llorar, evito hacerlo, por ello mis labios tiemblan.

—¿Qué si lo entendiste? —pregunta, me da con la palma abierta en la nalga con fuerza, me sobresalto.

—Sí —respondo.

Nunca me había sentido tan humillada, y nunca pensé que Xander me hiciera esto, estoy atrapada y con el corazón roto, totalmente destrozada y desesperada.

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