Capítulo 5

Mis manos tiemblan, sus ojos se posan en los míos, se levanta y tiende su mano en mi dirección.

—Encantado, Clarissa, mi nombre es Daniel. Ya sabemos nuestros nombres —dice con picardía mostrándome una sonrisa encantadora, asiento con la cabeza, con los ojos muy abiertos.

—Un placer —digo con timidez.

Puedo sentir la tensión.

Siento que el corazón se me va a salir por la boca, miro a Ileana quien sonríe tensa.

—Daniel, siéntete en libertad de pedir lo que necesites, Clarissa es nueva en nuestro departamento, pero ya tiene muchos años en la compañía y está familiarizada con todo, en un momento debe subir Benjamín.

—Gracias, Ileana, me parece bien que me faciliten este recurso —dice señalándome —, si conoce la compañía, me será muy útil su presencia, además de agradable.

Ileana alza una ceja y sonríe.

—Para empezar te hará entrar en la red interna —dice, me hace señas, camino con pasos temblorosos hasta él, quien se sienta y me mira con la barbilla alzada.

Coloco los datos en la computadora con mis manos temblorosas, siento su mirada sobre mis manos, sobre mi cabello, mi cara, y no puedo pasar saliva sin que se note lo tensa que estoy.

—Gracias —susurra, su aliento roza mi cara y mi cabello, su perfume se siente intenso como aquella noche, trago grueso y me alejo un poco de él.

No dejo de pensar en que me acosté con un inversionista importante, un hombre en cuyas manos está el destino de la compañía, alguien que pensé que no vería más, y aquí está en la compañía donde mi novio y yo trabajábamos.

Yo estaba preocupada de que no me odiara por ser la novia del director de finanzas y ahora me preocupa que no se ponga a decir que se acostó conmigo.

Pensé que era un proveedor cualquiera, alguien sin importancia, ¿por qué justamente me tuve que acostar con él?, pienso.

«¡Fui infiel!, le fui infiel a mi infiel novio con un hombre con el que vamos a trabajar los dos», pienso, mi corazón no deja de latir como loco.

Tocan a la puerta, la abren sin esperar, es Benjamín, sonríe amable, saluda a Ileana y le dice que puede retirarse, me ve y se acerca, me besa en la mejilla.

—Buenos días, Clarissa, querida, gracias por atender a Daniel, bienvenida a tus nuevas funciones —dice entusiasmado, parece más bien nervioso.

Daniel se vuelve a levantar y se saludan con un afectuoso apretón de manos.

—Gracias, Benjamín, han sido muy amables todos desde que llegué, no pensaba quedarme tanto, pero ahora me siento motivado —dice, me mira por fracción de segundo, bajo la mirada, y Benjamín se sienta frente a él.

—Cuéntame, ¿qué te parece todo hasta ahora?

—He visto poco, me di cuenta de que tienen proyectos impulsados por colaboradores, pero no han tomado en cuenta ninguno en los últimos dos años.

Benjamín se pone serio.

—Están bajo la gerencia del director de finanzas, ha estado ocupado en otros asuntos, pero no los tenemos descartados del todo.

—Espero que no, son buenos, he visto algunos por encima y me han dejado impresionado, para bien.

—Me alegro, verás que aún vale la pena invertir en Industrias Valverde, he hecho mi mejor esfuerzo estos años, estamos comprometidos, verás los números que quieres ver, lo prometo.

Daniel me mira, mira a Benjamín y sonríe.

—Puedo comenzar a pedirle algunas cosas a Clarissa, para tener un mejor panorama, ¿nos permites? —pregunta.

Benjamín alza las cejas, se levanta y junta sus manos frente a su pecho.

—Por supuesto, lo que necesites, mandaré a que les suban café y algunos aperitivos, estás en tu casa, pide lo que quieras —dice, se despide de mí apretando los labios con una mirada tensa y sale.

Paso saliva, mis pies son como dos bloques de cemento, me quedo callada e inmóvil en una esquina de la oficina sin atreverme a mirarlo.

Daniel se levanta, se posa frente a mí, se lleva ambas manos a su cadera, suspira muy cerca de mi cara mirándome de forma intensa.

—Clarissa, ahora sé tu nombre, y tú conoces el mío, no como esa noche que nos fuimos sin decirlos.

—Porque era cosa de una noche —digo llenándome de valor, sus ojos me estudian con detenimiento, hacen que sienta un vacío en el estómago, su mirada es intensa, así como su presencia.

—¿Una noche?, pero ahora me verás aquí todos los días.

—Cosas de trabajo, es mejor no complicar las cosas, que ya están complicadas —respondo, trago grueso, no dejo de mirar sus ojos grises.

Se relame los labios, mira los míos.

—Fue la mejor noche de mi vida.

Vuelve a mirarme a los ojos.

—Solo pasó esa vez y no pasará de nuevo, señor.

Asiente alzando una ceja, creo que percibió la ironía en mi tono al llamarlo señor. Chasquea la lengua y suspira.

—Quiero que me busques el proyecto que tú presentaste.

—¿El mío? —pregunto confundida.

Se abre la puerta, nadie tocó antes, jadeo de asombro al ver a Xander, reta con la mirada a Daniel que se ha girado hacia la puerta ante el ruido, se miran en un duelo de miradas que hace que mi cuerpo vuelva a temblar.

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