Abro los ojos, decidida a no quebrarme, me exijo mantener la compostura y tomo un par de respiraciones para no echarme a llorar en medio de la fiesta. Me siento pequeña, con la necesidad de esconder la cabeza debajo de la tierra y no salir de allí nunca, pero debo trabajar, alzar el rostro y sonreír.
Pienso que el alcohol me ayudará a soportar la noche hasta que pueda volver a mi habitación para echarme a llorar a solas de nuevo.
Me atrevo a tomar un whisky más, no tan puro, no con mucha agua, lo suficientemente fuerte para desinhibirme, y sentirme poderosa, y así poder dejar de llorar cada cinco minutos cuando recuerdo la expresión de burla de mi prometido al hablar de mí y de mi madre con su asistente en su despacho.
Aspiro aire y me tomo el contenido del vaso de una sola vez, arrugo el rostro al hacerlo, no disfruto del sabor de lo que bebo, pero sé que es lo que necesito para no sentir más dolor, al menos por unas horas.
Evito a todos los que conozco, con ellos no podría fingir ser alguien más, no veré luego a muchos de los que están esta noche, pienso, y busco con la mirada a algún extraño que quiera conversar, necesito sentirme diferente esta noche, necesito ser eso que él dice que no puedo ser: una mujer de verdad llena de pasión capaz de tentar a cualquier hombre… esas palabras crueles resuenan en mi mente como un eco interminable.
Mi pecho se llenó de una mezcla de rabia y tristeza, mientras apretaba los labios con fuerza, luchando por no romperme en pedazos. Pensar en su mirada fría, su sonrisa burlona y su tono despectivo cuando hablaba de mí con Valentina me hacía sentir como si mil dagas se clavaran en mi corazón al mismo tiempo.
No tuve el valor de enfrentarlos y hui sin decirles nada. Trato de olvidarlo y concentro mi mente en el lugar que estoy.
Hago un recorrido visual por la imponente sala y quedo decepcionada de lo que veo, nadie me atrae lo suficiente, quizás no he bebido lo necesario, pienso, y me sirvo otro vaso de whisky, está vez pongo mucha menos agua y me lo bebo de una vez, sacudo ligeramente la cabeza ante el sabor fuerte de la bebida.
Miro alrededor, nadie me ve, quizás él tenga razón, quizás soy nadie, tal vez no soy tan interesante y atractiva.
Me sirvo un vaso más de whisky, esta vez: puro. Necesito ser atrevida y sé que lo seré si bebo más, aunque me empieza un ligero dolor de cabeza, así que salgo hasta la parte externa para tomar aire, no quiero desmayarme, tampoco vomitar o hacer el ridículo, así que camino despacio y con la mirada en el suelo para que nadie me detenga, una vez afuera aspiro aire llenando mis pulmones, y lo suelto lentamente.
Hay un ligero olor a cigarro, muevo mi cabeza y miro a mi derecha: un hombre alto de traje está casi fuera de los límites del jardín fumando.
Me quedo hipnotizada, viendo como expulsa el humo mientras mira hacia arriba, y se queda con la cabeza así inclinada como contemplando el cielo, la luna o las estrellas.
Hacia donde el extraño está la poca luz no me deja ver quien es, lo miro de arriba abajo, el traje le ajusta a su cuerpo a la perfección, es de cuerpo atlético, sin embargo, no puedo ver su rostro, voltea hacia donde estoy, y desvío la mirada sintiéndome atrapada, pero es lo que quería, ¿no?, sonrío y vuelvo a ver en su dirección, obligándome a ser esa mujer que Xander dice que no puedo ser.
Me atrevo a dar unos pasos en su dirección, él se acerca también, lanza la cola de cigarro en un pote de basura y avanza hacia mí con una mano en su bolsillo, sus cabellos son oscuros y abundantes, brillan así como sus ojos grises que no se apartan de mí.
—¿Le pasa algo? —pregunta el hombre, acercándose peligrosamente. El olor de su perfume me obliga a abrir los ojos. Levanto la cabeza y nuestras miradas se cruzan. Me relamo los labios, niego de nuevo e intento hablar. El mareo me vence y casi caigo sobre él.
Con un movimiento rápido, me sostiene por los brazos con firmeza. El calor de sus manos se filtra a través de mi piel, haciéndome jadear. Su mirada, cargada de preocupación, danza entre mis ojos.
—¿Está bien? ¿Está sola?
—Sí, sola, y bien —respondo con la voz agitada, afectada por su tacto repentino, por el efecto del alcohol en mi cuerpo y lo atractivo que me parece el extraño. Relamo mis labios, un calor sofocante recorre mis entrañas.
—Creo que debe ir a casa, señorita —dice serio mirándome a la cara con un gesto cariñoso, como si me conociera. Niego con la cabeza.
—Estoy perfecta, ¿estás solo?
—Estoy solo, creo que debe ir a casa y dejar de beber, sobre todo porque está sola, cualquiera podría aprovecharse.
—Entonces llévame a algún lugar lejos de aquí, donde estemos solos los dos —digo, llenándome de valor, impulsada por mi estado alcoholizado y movida por un deseo de venganza contra mi infiel prometido.
Él arquea una ceja, tragando saliva. Su mirada recorre mi rostro, como si buscara algo escondido en mis facciones, pasa saliva, parece dudar.
—¿Qué? —pregunta alzando una ceja.
—Llévame lejos. ¿No me deseas o tienes a alguien en casa? —provoco con una sonrisa amarga.
Por un instante, el hombre desvía la mirada, finge no inmutarse, pero sus labios se relamen con nerviosismo. Sus ojos regresan a los míos, llenos de algo indescifrable, como si una lucha interna lo consumiera.
—No deberías estar diciendo eso. Estás borracha.
—¿Por qué te importa? ¿Nunca te has ido con una extraña? —respondo en un susurro. Me acerco, dejando que nuestras respiraciones se entremezclen. Sus manos no me sueltan, pero siento cómo sus dedos se tensan, como si quisiera al mismo tiempo sostenerme y alejarse de mí.
—No eres cualquier extraña… —murmura en voz baja, casi para sí mismo, sin poder ocultar la tormenta en sus ojos.
Mi corazón se detiene por un segundo. Sus palabras me confunden, pero el alcohol no me permite analizarlas con claridad.
—Entonces, ¿por qué dudas? Si no soy una extraña, ¿qué soy para ti? —pregunto, buscando respuestas en su mirada.
Él suelta una risa corta, con un toque de amargura.
—Una mujer peligrosa.
—¿Peligrosa? —repito, dando un paso más cerca.
Sus labios se curvan en una media sonrisa, pero no responde. Finalmente, suspira, como si estuviera rindiéndose ante algo más fuerte que él.
—Vamos. Pero solo para asegurarnos de que estés bien.
Su voz suena firme, pero su mirada traiciona el remolino de emociones que intenta ocultar. Algo en su expresión me dice que me conoce más de lo que deja entrever, pero no tengo fuerzas para profundizar. Por ahora, lo único que quiero es olvidar, y él parece ser la escapatoria perfecta.
Se relame los labios, no deja de mirarme como si buscara en mis facciones algo familiar, o quizás algo que le deje saber que no es una broma, que de verdad una extraña se le está ofreciendo en una fiesta.
Me suelta con delicadeza, me repasa de arriba abajo, pasa saliva de nuevo y acaricia su corbata con una mano mientras fija su mirada en mis labios, para luego subir hasta mis ojos.
—¿No te parezco linda lo suficiente?
Sonríe de medio lado, alza una ceja.
—Eres preciosa —. Sonrío con la moral un poco subida, aunque creo que es algo que podría decirle a cualquier borracha que se le ofrece en una fiesta.
Se hace un nudo en mi garganta, mis ojos se humedecen, vuelvo a negar moviendo la cabeza.
—No me dejes sola esta noche —susurro casi en tono de súplica.
Suspira mirándome a los ojos como si quisiera aprenderse su forma de memoria.
—No te dejaré sola.
Sonrío y afirmo, no me iré sola a casa esta noche.
Es Clarissa, mi Clarissa. Su rostro no ha cambiado nada, sin embargo, es diferente, hay en su mirada la misma dulzura y candidez que siempre amé, pero ahora también hay algo de frialdad y tristeza en ellos, su forma de abrazarse, y la manera en la que sus labios tiemblan por el frío de la noche me hizo recordar las veces que la vi así y quise ser quien la abrazara para calmar el frío de su cuerpo y darle calor a su alma también, me acerco a ella de forma instintiva, quiero estar cerca de ella. No me reconoce, no quiero aclararle quién soy, se ve decida a tener su noche de pasión con un desconocido, solo que no soy un desconocido, y ella no lo sabe, o más bien no lo recuerda. La miro atento mientras camina abrazada a ella. Se ve hermosa enfundada en un vestido azul marino de mangas largas y de falda larga hasta las pantorrillas, le acentúa el trasero, calza zapatos azules de terciopelo como su vestido que le queda como un guante y abraza sus pechos llenos y su cadera pronunciada, su
Días atrás.Tomo el almuerzo con mis compañeros de departamento porque mi novio que es el director financiero de la compañía, tiene una junta de trabajo, no quería comer con ellos porque hace unos días fue mi compromiso con Xander y sabía que no dejarían de molestarme y hacerme comentarios al respecto.Miro mi anillo de compromiso y dentro de mi pecho se forma una emoción inmensa. Me voy a casar, pienso y el orgullo que siento se nubla por la tranquilidad de saber que estaré junto a un hombre que se ocupará de mí, de mi familia y que no me abandonará.Temía que me rechazara por el terrible momento personal que estoy pasando: mi madre está enferma y apenas puedo cubrir sus tratamientos médicos, y mi padre está desaparecido desde hace meses, dejó atrás una deuda que nos cobran constantemente a mi madre y a mí, es una deuda importante y no tengo de dónde sacar el dinero, no le dije toda la verdad a Xander.Permití que me ayudara solo con una parte, me daba vergüenza que pagara todo, no te
Tiempo actual.Mientras me baño recuerdo la noche que pasé con ese extraño, fue una buena noche, probé que Xander se equivocaba conmigo, sin embargo, no me siento bien recordando la situación, yo no soy así, solo necesitaba vengarme, y sentirme viva, vaya que me hizo sentir viva.Me demostré a mí misma que puedo seducir a un hombre atractivo, e incluso poderoso, porque ese hombre lo era, al menos puedo deducir que es un millonario.Me digo que dejaré esos pensamientos atrás, no volveré a ver a ese hombre, era solo un invitado más a la fiesta de mercadeo de un pequeño proveedor, quizás era el dueño o un banquero.Tuve que asistir a esa fiesta con el corazón destrozado porque mi jefa no podía ir y no podía faltar también, aunque no estuviera de ánimos.Nadie podía sospechar que algo pasaba entre Xander y yo, ni él mismo, tenía que pensar bien como abordar mi relación con él, mi economía no era la mejor, estaba pasando por demasiadas cosas.Lo descubrí un viernes, y pasé todo el fin de se
Mis manos tiemblan, sus ojos se posan en los míos, se levanta y tiende su mano en mi dirección.—Encantado, Clarissa, mi nombre es Daniel. Ya sabemos nuestros nombres —dice con picardía mostrándome una sonrisa encantadora, asiento con la cabeza, con los ojos muy abiertos.—Un placer —digo con timidez.Puedo sentir la tensión.Siento que el corazón se me va a salir por la boca, miro a Ileana quien sonríe tensa.—Daniel, siéntete en libertad de pedir lo que necesites, Clarissa es nueva en nuestro departamento, pero ya tiene muchos años en la compañía y está familiarizada con todo, en un momento debe subir Benjamín.—Gracias, Ileana, me parece bien que me faciliten este recurso —dice señalándome —, si conoce la compañía, me será muy útil su presencia, además de agradable.Ileana alza una ceja y sonríe.—Para empezar te hará entrar en la red interna —dice, me hace señas, camino con pasos temblorosos hasta él, quien se sienta y me mira con la barbilla alzada.Coloco los datos en la computad
DanielMi cuerpo está alterado por la presencia de Clarissa, deseo besarla y abrazarla, debo controlar mis impulsos, pero, además, veo a este imbécil de Valverde irrumpir en la sala como si fuera el dueño de todo, lo reto con la mirada.—Buenos días, puedes pasar —digo con ironía. Me tenso sin poder deshacer mi incomodidad por su presencia, de los Valderve es el que menos me agradó siempre.Alza la cara, hace un gesto de desagrado con la nariz.—Evans, vine a ver a mi novia, no a hablar contigo, no te lameré los huevos como hacen los demás, para mí no eres más que un bravucón —dice, y yo alzo las cejas ante la noticia de que es el novio de Clarissa, la volteo a ver, parece asustada, baja la cabeza, no me vuelve a mirar.—Está trabajando conmigo, por si no te diste cuenta —respondo molesto.Bufa y sacude la cabeza, siempre fue un malcriado, bueno para nada.—Clarissa, necesitamos hablar, pasa algo, lo sé, no me has respondido los mensajes ni las llamadas, sé que estás molesta por algo.
Regreso a la sala de conferencia después de llorar un rato en el baño, me lavé la cara y me maquillé, debo verme digna, después del espectáculo bochornoso que pasé con Xander delante de ese hombre.Las cosas con Xander serán más complicadas de lo que pensé.Toco y abro la puerta, él alza la mirada y me escanea de arriba abajo, desvío la mirada porque me siento incómoda y avergonzada, ahora mismo quiero enterrar mi cabeza en la arena.—Lamento lo que vio —digo.—¿Así que él fue quien te fue infiel? ¿De él fue que hablaste aquella noche?Suspiro y niego con un movimiento rápido de cabeza, no quiero ni recordar lo que le dije, fue una imprudencia.—Sí, era de él que hablaba.—Es un imbécil, no sabe valorar a una mujer, y tú no deberías aceptar esos tratos.—Es mejor que no opine de mi vida personal, nos involucramos por error, le suplico que olvide lo que pasó entre los dos.Sonríe con malicia, se rasca la barbilla, me mira de nuevo de arriba abajo, me examina los ojos, mis labios, se det
Daniel.Se abre la puerta, es ella, me dedica una tímida mirada por una milésima de segundo, baja la cabeza, tiene los ojos y la nariz roja, aunque se maquilló para disimularlo, y puedo darme cuenta.—¿Todo bien? —pregunto observándola con detenimiento.—Sí, todo bien. Continuaré con lo que hacía.La observó, se b**e el cabello y sigue en la misma posición que estaba más temprano, no aparta los ojos de la pantalla.Me relamo los labios observando su boca carnosa, paso saliva recordando mi boca sobre la suya, la lucha de nuestras lenguas, sus jadeos y gemidos debajo de mí.Me mira, desvía la mirada de nuevo.—Parece que lloraste —digo, menea la cabeza, y suspira.—No, todo está bien, señor Evans.—Mañana debo ir a la sucursal de Puerto nuevo, quiero que vengas conmigo.Me mira fijamente.—Está bien, usted manda —responde parca.—Trajeron café y galletas, ¿quieres?Cierra los ojos, suspira y me mira de nuevo, con reproche en su mirada.—Solo soy amable —le aclaro.—Lo sé, pero soy quien
Son las 5:00 a.m. y bebo una taza de café mientras espero el auto de la compañía Valverde que me llevará a Puerto nuevo junto con el señor Evans.Me pone nerviosa que estemos los dos solos por allá.Aún no puedo creer mi suerte, nunca antes me había atrevido a seducir a un hombre así, y justamente voy con él y nos acostamos, con lo feliz que estaba por la noche que pasé con él, a pesar de la resaca moral.Termino mi café y lavo la taza, la dejo en la alacena y me dirijo al cuarto de mi madre, que está vacío, ella está en esa clínica y no puedo tenerla en casa porque supondría pagar mucho más para adecuar los equipos, paso saliva y me retiro la única lágrima que me sale.Me siento inútil por no poder proveer a mi familia como debería, soy profesional y trabajo, y aun así los gastos y las circunstancias, me sobrepasan.Suena la bocina del auto de la compañía, me incorporo y tomo el bolso de la sala, abro la puerta, y salgo, compruebo que todo está oscuro aún, relamo mis labios al senti