Es Clarissa, mi Clarissa.
Su rostro no ha cambiado nada, sin embargo, es diferente, hay en su mirada la misma dulzura y candidez que siempre amé, pero ahora también hay algo de frialdad y tristeza en ellos, su forma de abrazarse, y la manera en la que sus labios tiemblan por el frío de la noche me hizo recordar las veces que la vi así y quise ser quien la abrazara para calmar el frío de su cuerpo y darle calor a su alma también.
No me reconoce, no quiero aclararle quién soy, se ve decida a tener su noche de pasión con un desconocido, solo que no lo soy, y ella no lo sabe, o más bien no lo recuerda. La miro atento mientras camina abrazada a ella, está unos pocos pasos alejados de mí.
Se ve hermosa enfundada en un vestido azul marino de mangas largas y de falda larga hasta las pantorrillas, le acentúa el trasero, calza zapatos azules de terciopelo como su vestido que le queda como un guante y abraza sus pechos llenos y su cadera pronunciada, su rostro angelical es adornado con labios carnosos pintados en rojos, lo que los hace más apetecibles para besar, su cabello negro lacio lo lleva amarrado en una cola de caballo alta, se ve imponente, ojalá ella pudiera verse con mis ojos.
—¿Dónde dejaste tu auto? —pregunta fastidiada cuando llegamos al estacionamiento.
Señalo el Mercedes negro, ella abre la boca y los ojos en señal de sorpresa, estiro mi mano y tomo la de ella, el contacto con su suave piel me electriza, sonrío y ella ladea la cabeza con coquetería.
Se vuelve a sorprender cuando la dirijo hacia los asientos traseros del auto, me mira con seriedad y se sube, la acompaño. Mi chófer hace contacto visual conmigo por el espejo retrovisor.
—Buenas noches, señor, señorita.
—Buenas noches, Marcos —respondo.
Ella se vuelve a mirarme, se acomoda en el asiento y mira por la ventana del auto mientras nos ponemos en marcha.
—¿Así que tienes chófer?
—Sabía que bebería, no es prudente manejar si bebes.
Sonríe de medio lado y afirma moviendo su cabeza.
—¿Entonces no lo haces para impresionarme?
Suelto una risa.
—Sí, desde que el adivino me dijo en un mercado hace tres años que me encontraría con una candente mujer en una fiesta y que debía llevarla a casa conmigo, dije que tenía que tener un Mercedes para impresionarla.
Sonríe.
—Con un Porsche me habrías impresionado más.
—¿En serio? —pregunto con tono divertido.
—No —responde, se echa a reír.
Es preciosa.
Suspiro pensado en poner mis labios sobre los suyos, en apretar sus caderas y pegarla de mí, saciar el calor de mi cuerpo, en especial deseo verla desnuda, admirar el tamaño de sus pechos pálidos, y recorrer con la mirada su estrecha cintura, ansío verla gemir.
También deseo abrazarla y besar su frente, decirle que la evidente mala situación por lo que esté pasando, pasará y será solo un mal recuerdo cuando mire atrás.
No deja de mirar asombrada el recorrido que hacemos por la urbanización hasta mi casa, parece una niña admirando vitrinas en Navidad, sonrío viendo su asombro, hasta que nos detenemos frente a las enormes rejas que dan la bienvenida a mi hogar, las rejas se abren y ella vuelve a mirarme, parece a punto de decir algo, pero se arrepiente.
Descendemos del auto, la ayudo a subir las escaleras, ya adentro mira a los lados como absorbiendo todas las imágenes.
—¿Quieres algo de tomar?
Niega.
—He bebido suficiente.
Me acerco a ella, la tomo por las caderas por detrás, la pongo de frente a mí, jadea, pone sus delicadas manos sobre mi pecho, me mira como ave asustada, también veo deseo en sus ojos, su respiración está agitada y los latidos de su corazón se han disparado, se relame los labios y los entreabre con sensualidad.
—¿De verdad esto es lo que quieres? Ya estoy imaginando como hacerte sacudir de placer, yo no juego.
—Lo deseo.
—Has bebido, quizás mucho, quiero asegurarme de que esto es consensual.
—He bebido, tú también, sé lo que hago, lo deseo, es solo una vez, una noche —insiste, suspira y se pega más de mí, trago con dificultad, su movimiento ha hecho que mi sexo reaccione, jadeo y salto con mis labios sobre su boca, la ataco con hambre y deseo, ella responde con igual intensidad, se aferra a mi pecho, la oigo gemir mientras recorro su trasero con mis manos amansando con intensidad, y hurgo en su boca con mi lengua.
Suelto su boca para recorrer su cuello con mis labios, cierro los ojos y satisfago mi necesidad de recorrer su piel, ella gime y ladea la cabeza para que lo haga con más facilidad, echa la cabeza hacia atrás y se relame los labios, beso la delicada piel de su cuello.
—Vamos a mi habitación —digo con la voz entrecortada, agitado por el deseo.
La llevo de la mano, estoy ansioso por desvestirla, abro la puerta de la habitación, la cierro detrás de ella, y la pego contra la pared, vuelvo sobre su boca, nos enredamos en un beso apasionado y aprovecho de recorrer su cintura y sus pechos que acaricio por encima de la tela del vestido, gimotea y pone su mano sobre la mía guiando el movimiento sobre su pecho que le hace sentir más placer.
Vuelvo a besar su cuello mientras subo la falda de su vestido, meto mis manos en su intimidad y tanteo su sexo, está húmedo, ella se contonea ante mi contacto y suelta un quejido de placer aferrándose a mis hombros.
—¡Házmelo!
—A eso vamos, preciosa.
La muevo con brusquedad hacia la cama, alzo su vestido, ella está agitada, con el rostro rojo, me ayuda y por fin tengo ante mí una imagen que hace que mi pecho estalle: sus pechos blancos y llenos de diosa, sus pezones erectos por el efecto de lo que hacíamos, su piel como porcelana, se queda mirándome y arrebata mi camisa, me desvisto con desespero y la alzo sobre mí.
La deposito en la cama y no espero nada para sentirla, sentir su piel ardiendo con la mía, nos volvemos un caos de besos y caricias, gemidos y gritos de placer en medio de la habitación con la luz encendida.
La deseaba tanto.
Es la mujer más hermosa del mundo.
Contengo sus sacudidas de placer y beso sus labios cuando el acto acaba. Se echa a mi lado cubriéndose con la sabana, cierra los ojos y trata de regular su respiración, como yo.
—Eres increíble —digo jadeante.
—Fue cosa de una noche, no volverá a pasar, te lo dije —dice.
Me echo a reír.
—¿Y crees que después de tenerte así te voy a dejar ir tan fácil?
—No nos hemos dicho nuestros nombres. Solo quería un desahogo.
—Sé mis trucos, nena, y voy a querer más de esto —digo con tono seductor.
Sonríe con tristeza.
—El imbécil de mi prometido se coge a su asistente, lo oí decirle que es en ella, en quien piensa cuando está conmigo, que no le inspiro nada, que ningún hombre me desea por mala cama. Tú quieres volver a verme, supongo que no soy tan mala, entonces.
—Es un imbécil, no mereces eso.
—Es lo que hay, no puedo dejarlo, gracias por probar que se equivoca, debo irme.
Se levanta y se viste de forma monótona con expresión de dolor en el rostro, lo que me ha dicho le ha dolido decirlo, quisiera tener a ese hombre enfrente y partirle la cara.
—Mi chófer te llevará a dónde le digas.
—Gracias.
La veo alejarse caminando hacia la puerta con paso decidido, mi corazón nunca la superó, creí que sí que después de tantos años había logrado enterrarla en lo más profundo de mi corazón, pensé que tomar su cuerpo, sería suficiente.
Clarissa, preciosa, no mereces sufrir así, tú no, eres pura alegría y bondad, no merecías conocer la maldad.
Días atrás.Tomo el almuerzo con mis compañeros de departamento porque mi novio que es el director financiero de la compañía, tiene una junta de trabajo, no quería comer con ellos porque hace unos días fue mi compromiso con Xander y sabía que no dejarían de molestarme y hacerme comentarios al respecto.Miro mi anillo de compromiso y dentro de mi pecho se forma una emoción inmensa. Me voy a casar, pienso y el orgullo que siento se nubla por la tranquilidad de saber que estaré junto a un hombre que se ocupará de mí, de mi familia y que no me abandonará.Temía que me rechazara por el terrible momento personal que estoy pasando: mi madre está enferma y apenas puedo cubrir sus tratamientos médicos, y mi padre está desaparecido desde hace meses, dejó atrás una deuda que nos cobran constantemente a mi madre y a mí, es una deuda importante y no tengo de dónde sacar el dinero, no le dije toda la verdad a Xander.Permití que me ayudara solo con una parte, me daba vergüenza que pagara todo, no t
Tiempo actual.Mientras me baño recuerdo la noche que pasé con ese extraño, fue una buena noche, probé que Xander se equivocaba conmigo, sin embargo, no me siento bien recordando la situación, yo no soy así, solo necesitaba vengarme, y sentirme viva, vaya que me hizo sentir viva.Me demostré a mí misma que puedo seducir a un hombre atractivo, e incluso poderoso, porque ese hombre lo era, al menos puedo deducir que es un millonario.Me digo que dejaré esos pensamientos atrás, no volveré a ver a ese hombre, era solo un invitado más a la fiesta de mercadeo de un pequeño proveedor, quizás era el dueño o un banquero.Tuve que asistir a esa fiesta con el corazón destrozado porque mi jefa no podía ir y no podía faltar también, aunque no estuviera de ánimos.Nadie podía sospechar que algo pasaba entre Xander y yo, ni él mismo, tenía que pensar bien como abordar mi relación con él, mi economía no era la mejor, estaba pasando por demasiadas cosas.Lo descubrí un viernes, y pasé todo el fin de s
Mis manos tiemblan, sus ojos se posan en los míos, se levanta y tiende su mano en mi dirección.—Encantado, Clarissa, mi nombre es Daniel. Ya sabemos nuestros nombres —dice con picardía mostrándome una sonrisa encantadora, asiento con la cabeza, con los ojos muy abiertos.—Un placer —digo con timidez.Puedo sentir la tensión.Siento que el corazón se me va a salir por la boca, miro a Ileana quien sonríe tensa.—Daniel, siéntete en libertad de pedir lo que necesites, Clarissa es nueva en nuestro departamento, pero ya tiene muchos años en la compañía y está familiarizada con todo, en un momento debe subir Benjamín.—Gracias, Ileana, me parece bien que me faciliten este recurso —dice señalándome —, si conoce la compañía, me será muy útil su presencia, además de agradable.Ileana alza una ceja y sonríe.—Para empezar te hará entrar en la red interna —dice, me hace señas, camino con pasos temblorosos hasta él, quien se sienta y me mira con la barbilla alzada.Coloco los datos en la computa
DanielMi cuerpo está alterado por la presencia de Clarissa, deseo besarla y abrazarla, debo controlar mis impulsos, pero, además, veo a este imbécil de Valverde irrumpir en la sala como si fuera el dueño de todo, lo reto con la mirada.—Buenos días, puedes pasar —digo con ironía.Alza la cara, hace un gesto de desagrado con la nariz.—Evans, vine a ver a mi novia, no a hablar contigo, no te lameré los huevos como hacen los demás, para mí no eres más que un bravucón —dice, y yo alzo las cejas ante la noticia de que es el novio de Clarissa, la volteo a ver, parece asustada, baja la cabeza, no me vuelve a mirar.—Está trabajando conmigo, por si no te diste cuenta —respondo molesto.Bufa y sacude la cabeza, siempre fue un malcriado, bueno para nada.—Clarissa, necesitamos hablar, pasa algo, lo sé, no me has respondido los mensajes ni las llamadas, sé que estás molesta por algo.Volteo a ver a Clarissa, ya que el imbécil de Valverde no me hará caso por su prepotencia suicida.—¿Primer día
Regreso a la sala de conferencia después de llorar un rato en el baño, me lavé la cara y me maquillé, debo verme digna, después del espectáculo bochornoso que pasé con Xander delante de ese hombre.Toco y abro la puerta, él alza la mirada y me escanea de arriba abajo, desvío la mirada porque me siento incómoda.—Lamento lo que vio —digo.—¿Así que él fue quien te fue infiel? ¿De él fue que hablaste aquella noche?Suspiro y niego con un movimiento rápido de cabeza, no quiero ni recordar lo que le dije, fue una imprudencia.—Sí, era de él que hablaba.—Es un imbécil, no sabe valorar a una mujer, y tú no deberías aceptar esos tratos.—Es mejor que no opine de mi vida personal, nos involucramos por error, le suplico que olvide lo que pasó entre los dos.Sonríe con malicia, se rasca la barbilla, me mira de nuevo de arriba abajo, examina mis, ojos, mis labios, se detiene en mis pechos y suspira.—No me pidas que lo olvide, no puedo, ojalá pudiera olvidar que vi lo que vi y, que sentí lo que
Daniel.Se abre la puerta, es ella, me dedica una tímida mirada por una milésima de segundo, baja la cabeza, tiene los ojos y la nariz roja, aunque se maquilló para disimularlo, y puedo darme cuenta.—¿Todo bien? —pregunto observándola con detenimiento.—Sí, todo bien. Continuaré con lo que hacía.La observó, se b**e el cabello y sigue en la misma posición que estaba más temprano, no aparta los ojos de la pantalla.Me relamo los labios observando su boca carnosa, paso saliva recordando mi boca sobre la suya, la lucha de nuestras lenguas, sus jadeos y gemidos debajo de mí.Me mira, desvía la mirada de nuevo.—Parece que lloraste —digo, menea la cabeza, y suspira.—No, todo está bien, señor Evans.—Mañana debo ir a la sucursal de Puerto nuevo, quiero que vengas conmigo.Me mira fijamente.—Está bien, usted manda —responde parca.—Trajeron café y galletas, ¿quieres?Cierra los ojos, suspira y me mira de nuevo, con reproche en su mirada.—Solo soy amable —le aclaro.—Lo sé, pero soy quien
Son las 5:00 a.m. y bebo una taza de café mientras espero el auto de la compañía Valverde que me llevará a Puerto nuevo junto con el señor Evans.Me pone nerviosa que estemos los dos solos por allá.Aún no puedo creer mi suerte, nunca antes me había atrevido a seducir a un hombre así, y justamente voy con él y nos acostamos, con lo feliz que estaba por la noche que pasé con él, a pesar de la resaca moral.Termino mi café y lavo la taza, la dejo en la alacena y me dirijo al cuarto de mi madre, que está vacío, ella está en esa clínica y no puedo tenerla en casa porque supondría pagar mucho más para adecuar los equipos, paso saliva y me retiro la única lágrima que me sale.Me siento inútil por no poder proveer a mi familia como debería, soy profesional y trabajo, y aun así los gastos y las circunstancias, me sobrepasan.Suena la bocina del auto de la compañía, me incorporo y tomo el bolso de la sala, abro la puerta, y salgo, compruebo que todo está oscuro aún, relamo mis labios al senti
Me atrevo a tomar un whisky más, no tan puro, no con mucha agua, lo suficientemente fuerte para desinhibirme, y sentirme poderosa, así dejar de llorar cada cinco minutos cuando recuerdo la expresión de burla de Xander al hablar de mí y de mi madre con Valentina en su despacho.Aspiro aire y me tomo el contenido del vaso de una sola vez, no disfruto del sabor de lo que bebo, pero sé que es lo que necesito para no sentir más dolor, al menos por unas horas.Evito a todos los que conozco, con ellos no podría fingir ser alguien más, no veré luego a muchos de los que están esta noche, pienso, y busco con la mirada a algún extraño que quiera conversar, necesito sentirme diferente esta noche, necesito ser eso que él dice que no puedo ser: una mujer de verdad llena de pasión capaz de tentar a cualquier hombre, aprieto los labios y contengo el llanto al recordar sus crueles palabras.Hago un recorrido visual por la imponente sala y quedo decepcionada de lo que veo, nadie me atrae lo suficiente,