— No entiendo por qué no quieres unirte a la candidatura, serías un excelente alcalde para Memphis, tu familia ha vivido aquí por casi un siglo.
El suegro de Maximiliano lo siguió desde la máquina de café hacia el interior de su oficina con aquella absurda idea en su cabeza.
— No me interesa en lo más mínimo la política, ya tengo suficiente qué hacer con las empresas familiares. — Habló Maximiliano.
— ¡No entiendo cómo piensas, Maximiliano! — Anderson negó — La vida consiste en crecer, intentar mejorar, que tengas todo, no quiere decir que no pueda hacer algo más para ser mucho más grande.
Maximiliano negó, su suegro y socio no entendían la forma en que su vida no solo le parecía monótona, sino, demasiado complicada para involucrarse en algo más que no fuera ese trabajo que tenía. Un trabajo que no le gustaba, pero que debía aceptar.
¿Por qué?
¡Porque así era la vida!
Había nacido en una familia acomodada, le habían educado para ser el sucesor de la familia, le habían conseguido la esposa perfecta para crear una nueva generación y jamás había tenido oportunidad de negarse u opinar sobre eso, así que prefería quedarse como estaba. El hombre miró a su suegro carraspeando, aún no le había dicho absolutamente nada sobre estar a punto de divorciarse.
Tiffany aún no había contestado, ni siquiera me había llamado para insultar cómo le fascinaba hacer y, aunque, agradecía que no estuviera en la casa, ya que afectaba a los niños con sus ofensas o sus desprecios. Necesitaba que le dijera de una buena vez si quería un mutuo acuerdo.
— Anderson, quería comentarte que… — Maximiliano dudó un instante — las cosas con Tiffany no se han arreglado y ahora que Leila y Liam comprenden perfectamente la situación he decidido divorciarme, esta historia nunca a…
— ¿Qué? — el hombre se puso en pie con prisas — ¿Divorcio?, imposible, lo sabe tu madre o tu padre.
— No, eres la primera persona a la que le digo que no fuera Tiffany o mi abogado.
— ¿Por qué? — dice el hombre — pensé que ustedes habían llegado a un acuerdo, mi hija dijo que estaban bien.
— Nunca estuvimos bien y realmente me gustaría decir que la madre de mis hijos es una buena mujer, pero ni siquiera se ocupa de ellos.
— Tienen niñeras, no creo que eso sea razón para divorciarte.
— Anderson, Tiffany y yo no nos soportamos, dios sabe que he intentado mantener esto por años, pero no puedo más, no hay manera de que las cosas funciones y no puedo permitir que mis hijos se sientan mal porque su madre — advirtió — sin ofender, es un ser egoísta que ni siquiera quería que nacieran.
— Tiffany es una mujer educada para hacerte feliz, los niños no necesitan a sus padres todo el día con ellos y no puedo aceptar que te divorcies de mi hija, un par de problemas matrimoniales no pueden romper una alianza como la que tienen nuestras familias.
Aquello era lo que le molestaba a Maximiliano, no importaba cómo lo viera, a nadie le importaba realmente su opinión, él y Tiffany siempre fueron una moneda de cambio. El hombre frunció el ceño tratando de recordar una sola vez en la que no hubiese estado cerca de ella o que no le hubiesen recordado que era su prometida, pero no había ninguna como tampoco había un solo momento en su historia donde pudiera recordar que se querían o al menos se agradaran.
Maximiliano era un hombre frustrado, uno que había odiado discutir con sus padres o romper las reglas, pero antes no tenía a un par de niños que lloraban cuando su madre, la mujer que los había traído al mundo, les decía en sus propias caras que eran una molestia que había tenido que parir para no tener que verme a la cara cada noche.
¡Aquello era cruel e inadecuado!
— Lo siento Anderson, pero he hablado contigo y ya envié la notificación de divorcio a tu hija, hoy hablaré con mis padres.
— ¡No pienso permitir esto!
— No tienes cómo impedirlo, ella hace seis meses se largó, tengo todo el derecho a demandarla.
— Sabes dónde está, solo ve por ella, tráela a casa y…
— No — Maximiliano se puso en pie — no quiero que vuelva, así que asuman de una vez mis padres y tú que este matrimonio está acabado.
El hombre se puso en pie, caminó fuera de su propia oficina y se despidió de su secretaria antes de conducir de regreso a casa. Llevaba meses estresado. Tratando de que nadie supiera que su mujer se había largado solo porque estaba durmiendo con su entrenador de tenis. Bufó cuando se dio cuenta de que aquello ni siquiera le importaba.
¡Qué sentido tenía seguir en aquel matrimonio!
Llegar a casa fue un alivio, sabía que sus padres o su suegro no vendrían aquí sin previo aviso y si lo hacían podría simplemente negarles la entrada. Sabía que aquel divorcio sería un problema, unos días muy agitados estaban por venir, pero pensaba seguir adelante con su plan.
— ¡Señor!, señor — una empleada corrió hacia él cuando le vio bajar de su auto — la señora…
— ¿Llamó? — Maximiliano buscó su móvil — ¿Qué fue lo que dijo?
— No, señor, ella no llamó, ella…
Max no escuchó mucho más, su cuerpo se tensó cuando la mujer completamente vestida de rojo se acercó a la puerta. La mandíbula del hombre se tensó. Hizo sus manos un puño hasta que sus nudillos se pusieron blancos y pasó junto a la empleada para llegar en un segundo donde Tiffany, la sujetó con fuerza del brazo.
— ¡Qué haces aquí! — gruñó — ¡Porque has vuelto!
La mujer impresionada que había llegado hacía un par de minutos a aquella inmensa mención miró con incredulidad al atractivo hombre que la sujetaba dolorosamente del brazo. Hanna no sabía qué había pasado en aquel matrimonio, pero notaba el odio en cada músculo de aquel sujeto, un sujeto guapo como ella solo había visto en las revistas.
— ¡No me mires como si fuera un extraño m*****a sea! — gritó con ira Maximiliano — ¿Acaso crees que puedes regresar como si nada?, ¿Qué? ¿Ya te aburriste de tirarte al profesor de Tenis?, ¡Habla Tiffany!
Hanna tragó, recordó entonces la advertencia de la mujer que le había contratado para suplantarla y salió de su estupor. Apartó su mano con rapidez de aquel atractivo extraño que ahora era su falso marido.
— Esta es… Es mi casa también — tragó — no pienso dejar que me demandes por abandono de hogar, no voy a … — mentir le costaba, pero puso todo de ella para hacerlo — no voy a divorciarme Maximiliano, esta es mi familia.
Hanna miró la espalda del hombre enfadado que se marchaba hacia algún lugar en aquella casa. La chica había llegado hacía dos horas, el vestido rojo y ajustado que le habían obligado a ponerse, tampoco la hacía sentir muy bien, pero ya no había manera de volver.¡Solo debía resistir!Se recordó la chica mientras miraba a la mujer, evidentemente forzada a estar de pie justo a unos pasos de ella. Hanna siempre había sido de las que esperaban una orden, nunca las había dado, así que trató de sonar lo menos extraña posible.— Sube las… Las maletas a mi habitación, por favor… — la miró —. ¿Cuál era tu nombre?— Aba señora, me llamo Aba, en un momento me haré cargo de todo.— Oh, bueno… Gracias…La mujer la miró con extrañeza, Hanna anotó mentalmente el hecho de que al parecer Tiffany no daba las gracias, quizás estuviera muriéndose, pero no parecía ser una mujer agradable, al menos eso creyó Hanna mientras observó a la empleada doméstica marchándose después de tomar las maletas junto a otr
— ¡Papá! Maximiliano tomó en brazos a su hija menor mientras veía a Liam acercarse con la mochila rosa que había sacado de los pequeños hombros de su hermana. Max trató de acariciar al chico en la cabeza, pero este se apartó antes de que pudiera. — ¿Qué sucede ahora Liam? — El chofer dijo que mamá volvió, mi hermano está molesto. — No sé por qué— dijo Maximiliano mirando a su hijo a un par de pasos junto a él —. Sabes muy bien que cuando ella está aquí no tiene mucha diferencia, además, eso va a terminar pronto. — ¿Va a volver a irse papá? — el hombre miró a su hija. — Sí, cariño, quizás… Quizás esta vez no vuelva más. La expresión en el rostro de la niña hizo sentir mal a su padre, miró el rostro de incredulidad de su hijo que aún seguía cruzado de brazos y Maximiliano sintió que había sido un terrible padre por obligarles a vivir con alguien como Tiffany, por un infierno, ni siquiera debió tenerlos, fue un idiota por ceder a las obligaciones que habían dejado en él sus padres
Maximiliano dejó los papeles que estaba revisando cuando tocaron en la puerta de su despacho para informarle de que iban a servir la cena. Suspiró diciéndose que podía seguir después de dedicarle este corto espacio de tiempo a sus hijos, pues ellos eran lo realmente importante.El hombre había tratado de crear el hábito en ellos de cenar en familia, o al menos eso era para los tres, porque Tiffany nunca había querido pertenecer a esa familia que les habían obligado a crear. Cuando Liam nació, dijo que su trabajo estaba hecho, pero su madre le pidió alguien más en la línea de suscepción y solo entonces pudieron concebir a Leila.El hombre ni siquiera sabía cómo había podido soportar por tantos años a una mujer como lo era Tiffany. Negó mientras entraba al comedor, no podía seguir resignándose a aquel tipo de vida solo porque así lo querían sus padres, no podía permitirlo.Maximiliano se sentó al final de la mesa como era de costumbre, sonrió con educación a una de las empleadas que luc
Hanna quiso saber qué tan mala persona había sido la mujer que la contrató, pero supo que si lo hacía solo descubriría que las cosas merecían estar como estaban. La chica regresó al comedor donde aún la pequeña niña que debía ser la hija menor de aquella mujer estaba.La niña dejó de comer de su plato cuando la vio sentarse en la mesa. Hanna sonrió ligeramente, pero la pequeña solo hizo un puchero antes de dejar la mesa y correr hacia el hombre que se acercaba desde las puertas de la terraza por donde ella había entrado.— ¿Qué le has hecho? — Hanna fue acusada — maldita seas Tiffany.— No he hecho nada, yo… Yo ni siquiera he hablado.— ¿Qué te hizo cariño? —El hombre ni siquiera la miró a ella —. Venga, vamos a tu cuarto.— No quiero que esté cerca papi — la niña lloriqueó — no quiero que mi mamá diga cosas feas otra vez.El llanto destrozó a Hanna, vio al hombre que ya la odiaba mirarla con mucha más rabia y el hambre abandonó su cuerpo al darse cuenta de que aquella mujer que estab
— Sabía que eras una estúpida, pero pensé que te había enseñado mejor — Hanna se quedó completamente conmocionada cuando aquella mujer que ahora sabía era la madre de Tiffany volvió a abofetearla más fuerte. — ¿No podrías mantenerlo discreto?, tenías que ser una ramera he irte con ese estúpido sujeto que no tiene nada que ofrecer. — No sé qué crees, pero yo… — ¡Cierra la boca! — la mujer le gritó con rabia — tenías una única cosa que hacer en esta vida y era ser la mujer de Maximiliano, pero no supiste hacerlo — la mujer le acusó — Como infiernos dejaste que quisiera divorciarse. — Madre, no voy a divorciarme yo no voy a… — No me llames madre, no me hables si quiera y por supuesto que no vas a divorciarte porque no lo voy a permitir, ¿tengo que recordarte que va a pasar si eso sucediera?— Hanna fue empujada al suelo antes de que la mujer la tomara del cabello para que mirara directamente a su rostro— Eres una inútil pero eras la única opción, así que aprende de una vez que todo t
Maximiliano miró a su suegro con molestia cuando esté interrumpió su audioconferencia sin previo aviso, el hombre resopló antes de poner fin a la llamada porque sabía que su suegro no se iría de ahí hasta que hablaran. — Anderson, estoy realmente ocupado, no tengo tiempo para… — Mi mujer ya ha hablado con Tiffany, las cosas irán bien desde ahora, así que necesito que dejes toda esta tontería del divorcio. — No es una tontería y como le dije antes a tu mujer y tu hija, el divorcio es un hecho, solo estoy esperando el momento correcto para… — ¡No hay momento correcto!, no hay momento en general porque esta boda es irrompible, están prometidos desde los cinco años, mis nietos son los herederos de este grupo empresarial, somos una familia respetada, el divorcio no está permitido. — ¿No está permitido? — Maximiliano se puso en pie — ¿Por qué?, ya le di a mis padres y a ustedes lo que querían, estoy a cargo de la empresa, tengo dos hijos porque fueron tan extremos como para pensar en q
Hanna miró distraídamente su móvil, tenía la esperanza de que su hijo le enviara, aunque sea un texto, pero parecía incapaz de hacerlo, o al menos eso quería pensar porque esa poca esperanza de que pudiera llamarlo en cualquier momento era realmente importante. — Ya estamos aquí, señora — Marín, el chofer habló justo cuando detenía el coche frente a la puerta del colegio. La chica tragó mientras trataba de alargar un poco más la falda de aquel medianamente decente vestido que había encontrado en el armario de la mujer a la que remplazaba. Tiffany no tenía precisamente ropa recatada, así que había tenido que ingeniárselas para cubrir los expuestos hombros que dejaba el vestido con una chaqueta demasiado corta para siquiera llamarse chaqueta. La mujer hizo una mueca de disgusto cuando los zapatos le molestaron, colocó el móvil dentro de su bolsa y esperó a que los niños comenzarán a correr hacia fuera cuando la campana anunció el fin de las clases. Hanna había planeado acercarse a lo
Maximiliano corrió con prisas hacia el hospital cuando recibió la llamada del chofer informándole de que los niños habían tenido un accidente al salir del colegio. El miedo se movió por su cuerpo mientras subía a la planta vip del hospital donde los habían llevado y su cuerpo solo se calmó cuando sus ojos se encontraron con los de Marín, el chofer.Maximiliano pasó una mano por su rostro cuando vio a sus hijos sentados en las sillas del salón de espera. El hombre corrió hasta ellos, abrazó a Liam antes de mirar a su pequeña Leila, que tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar.— ¿Está bien todo?, están bien ustedes, qué fue lo que pasó, porque no están en casa.Maximiliano habló con prisas mientras se cercioraba una vez más de que ambos niños estuvieran bien. Liam miró a su padre durante un minuto antes de hablar.— Estamos esperando por mamá — dijo —. La llevaron dentro hace unas horas y aún no salen.— ¿Tiffany? — Maximiliano no entendió — ¿No entiendo alguien les chocó?— No, seño