Capítulo 2 : Un plan absurdo, su única opción
Hanna miró a la mujer frente a ella con incredulidad, no sabía de qué forma interpretar lo que sus ojos veían. La mujer, de cabello rubio platinado, ojos verdes similares a los suyos propios y que era prácticamente una copia idéntica de ella, dejó el carísimo bolso que llevaba sobre otra de las sillas de aquel café.
— ¿Qué te parece mi plan? —La mujer sonrió como si aquello fuera algo muy simple —. Te prometo que te daré el dinero que quieras. Escuché que tu marido se robó a tu hijo y creo que eso es una bendición, pero al parecer lo quieres de vuelta y yo podría ayudarte con eso si me ayudas.
¿Bendición?
Hanna se cuestionó realmente lo que aquella mujer había dicho, aunque lo que realmente necesitaba entender y no podía era como aquella chica podía parecerse tanto a ella. Hanna pasó una mano por su rostro un tanto contrariada.
— Mire, señora, no sé qué… ¿Qué quiere decir con lo de su plan, pero es absurdo que alguien haga algo como lo que pidió?
— Mire usted — la mujer habló con firmeza — tengo dinero, como le dije el médico me dijo que tengo solo nueve meses de vida, máximo un año, pero estoy en un matrimonio detestable, con un hombre detestable y una vida que no pedí — la mujer negó — piensa en esto como un favor a un pobre desaseado — Tiffany sabía que aquella mentira movería el corazón de la mujer frente a ella, todas las pobretonas tenían demasiados buenos sentimientos — por favor, compréndeme.
— No lo sé, señora, yo… Ni siquiera puedo entender que nos parecemos tanto, además, cómo podría yo tomar su lugar en la vida de su marido, es imposible — Hanna negó —, jamás tendría una relación con un hombre casado.
— Por favor, ¿Ese es el problema? — Tiffany negó — mi marido me odia, me aborrece, mi matrimonio está muerto desde que tuvimos a esa niña que tanto querían nuestros padres — comentó sacando un cigarrillo de su bolsa — quiero vivir mi vida, pero no puedo divorciarme, mis padres no lo permitirían, no quiero a mi esposo. Me parece un bastardo insufrible, no puedo dejar que me deje y, al parecer, si regreso a casa no tiene forma de divorciarse.
Hanna no sabía qué decir, ni siquiera podía entender lo que aquella mujer le proponía, entendía un poco el hecho de que quisiera vivir el tiempo que le quedaba de vida haciendo lo que quería, pero…
¿Lejos de sus hijos?
¡De su familia!
La chica acomodó su cabello con aburrimiento antes de encender su cigarrillo. Era obvio para Hanna que aquella mujer no había tenido ningún tipo de dificultades en la vida. La chica, algo contrariada, carraspeó antes de beber del café que le habían colocado para ella sobre la mesa de aquella cafetería.
— Lo siento, pero no puedo ayudarla, en mi situación…
— Escuché perfectamente lo que dijo aquel abogado, también sé que probablemente no has visto más de tres mil dólares juntos en toda tu vida y te estoy ofreciendo ochenta mil — Aquella mujer sacó algo más de su bolsa antes de tomar la mano de Hanna — piénsatelo, llámame, necesito volver a Tennessee en un par de días o ese bastado realmente se divorciará.
La mujer extraña se puso en pie, dejó un par de billetes sin mirar sobre la mesa y se marchó, dejando completamente descolocada a Hanna. La chica se quedó en completo silencio mientras veía a la otra mujer alejarse con su aire de superioridad. La mujer miró su mano, leyó el número sobre el nombre que asumió que sería el de aquella extraña y alzó la vista cuando el mesero vino por el dinero.
— Disculpe, señora, ha dejado cien dólares de más.
— ¿Disculpe?
— La cuenta era de cinco dólares, pero ha dejado cien de más.
— Yo no… No pagué, puede quedarse el dinero.
— Gracias.
La chica tragó, se puso en pie incrédula con el hecho de que aquella mujer había dejado cien dólares de propina cuando ella ni siquiera tenía para pagar un taxi y volvió a la estación del bus donde debía esperar. Miró el número en su mano antes de tomar su móvil. Marcó el número de su exesposo, pero este no contestó. Su corazón dolió mientras dejaba otro mensaje de voz.
— Soy, yo otra vez, por favor, llámame, déjame ver a mi hijo, esto no tiene sentido, esto no es justo, sabes muy bien lo que has hecho, sabes muy bien que solo estoy terminando lo que…
— No vuelvas a llamar, m*****a zorra — la voz de su exmarido cortó el buzón de voz —. Hanna, no pienso entregarte a mi hijo. Una basura como tú no puede cuidar a un niño, no tienes donde caerte muerta y menos ahora que me llevé lo que me correspondía, así que púdrete.
La llamada se cortó, Hanna sintió su corazón destrozado mientras las lágrimas caían por sus mejillas sin control y subió al autobús cuando este llegó. Se bajó veinte minutos después en aquel barrio donde había terminado. Entró a su habitación donde solo había una cama que había tenido años mejores.
¿Cómo podría conseguir traer a su hijo de regreso?
Su marido tenía razón, no tenía ningún futuro para ella o su hijo. No había nada que ofrecer en ella y, aunque le doliera, admitirlo. Su exmarido tenía una casa, un trabajo y un título que le permitía un puesto fijo.
Pudo haber sido un bastardo, pensó Hanna, pero se había encargado de usarla hasta que terminó sus propios estudios, la maltrató cuanto quiso, abusó de ella denegándola por no ser más que una estúpida que había dejado todo por irse a vivir con un hombre como él y luego de prácticamente volverla nada le robó todo.
Le robó a su hijo junto al dinero que había reunido para castigarla, para vengarse de ella por haberle denunciado por abuso doméstico, una denuncia que después retiró con miedo a que pasara justo lo que había pasado. Aquel bastardo le había robado a su hijo y ella no tenía pruebas o cómo luchar contra él.
¡No tenía nada!
Sus lágrimas salieron una vez, se inclinó para tomar su teléfono y vio una vez más el número de aquella mujer algo difuminado ya en su mano. Pensó en silencio alguna otra solución que no fuera valorar la locura que aquella mujer había propuesto, pero no había mucho donde elegir y quizás dios quería que ella ayudara a aquella mujer a vivir el tiempo que le quedaba como quería. Hanna recordó que había dicho que tendría que irse a Tennessee.
¡Ahí estaba su hijo!
¿Acaso era una consecuencia o era simplemente una señal? La chica tragó y mordió su labio con la duda, aún mientras marcaba aquel número de teléfono, tardó, pero contestaron. Hanna se acercó a la ventana para mirar hacia el deprimente vecindario donde estaba y cabrío sus labios cuando vio a un par de chicos golpear a alguien.
— ¿Quién habla?
— Hola yo… Yo soy la mujer que vio hoy en el juzgado.
— ¡Oh!, la pobretona que se parece a mí.
— Sí… Sí — respondió Hanna con vergüenza mientras volvía a la cama — esa soy yo.
— Excelente, ahora estoy algo liada, pero te enviaré una dirección y procura estar ahí mañana en la mañana — sonrío — quiero que regreses a mi casa lo antes posible.
Hanna no pudo afirmar o negar porque la otra mujer simplemente colgó, la mujer dejó el móvil sobre la cama antes de meterse al minúsculo baño de aquel cuarto que ni siquiera tenía una puerta. Deseó no tener que hacer algo tan absurdo como lo que le habían propuesto, esperó que nadie la descubriese tampoco porque estaba robándole la identidad a alguien más, pero si aquella mujer había dicho la verdad, Hanna tendría muchas más oportunidades de tener de regreso a su hijo.
La noche pasó con prisas, la chica que realmente no tenía mucho donde elegir simplemente se colocó un vestido de lana sobre unas medias de color negro y un par de botas. Caminó hacia la parada del autobús y tuvo que tomar dos más antes de llegar al lugar que había indicado la otra mujer.
La chica resultó detenerse frente a una tienda departamental, no tuvo que buscar mucho, ya que aquella mujer que supuestamente suplantaría era difícil de no notar. Caminó con prisas hacia aquella mujer una vez más vestida con ropa demasiado cara y ni siquiera tuvo tiempo de sonreír antes de que un par de mujeres la arrastraran a algún lugar, por lo que pareció una eternidad.
— Es realmente increíble lo que puede hacer un poco de maquillaje y ropa — comentó la mujer que fumaba un cigarrillo frente a Hanna — realmente te pareces a mí, ¿No lo crees?
La mujer en cuestión miró el resultado de su cambio, en el espejo, mientras la mujer que fumaba sonreía maliciosa al espejo. Le habían cortado y quitado el tinte café que solía darse sobre su rubio natural.
— Traje los papeles del contrato, así que firmemos de una vez.
La mujer se apartó mientras Hanna seguía mirando el resultado de las últimas horas. El maquillaje sin duda había iluminado su rostro de una manera que para ella jamás habría sido posible y aunque le costara aceptarlo, estaba mucho más guapa, pero seguía sintiéndose asustada de parecerse tanto a aquella extraña.
¿Cómo era eso posible?, no lo sabía, pero tampoco tendría mucha importancia.
— Bien, te daré mi pasaporte, mi licencia de conducir — rebuscó en su bolso antes de colocarle el documento a firmar frente a ella — oh, te daré también mis tarjetas de crédito — sacó una pequeña libreta forrada en cuero — me quedaré con los cheques. Desearía que la pasaras bien con mi marido, pero no lo creo y procura que no te descubran — achicó los ojos —. Oh, recuerda que esto se termina cuando yo lo decida, así que no importa cómo o cuándo, no olvides que solo eres un reemplazo. ¿Oíste?
— Sí, lo sé, pero… No sé… No sé nada de su esposo, de su casa o de usted — Hanna habló con prisas — como voy a… a sostener esta mentira.
— No lo sé, la verdad he perdido demasiado tiempo ya, estoy segura de que te arreglarás bien, Maximiliano tampoco es que sea un hombre complejo — la mujer bufó — ni siquiera hablarte — tu vuelo privado sale en una hora, no necesitas llevarte nada — la mujer chasqueó sus dedos. Hanna vio dos mujeres empujar cuatro maletas inmensas hacia ellas — esta es toda la ropa que he comprado este tiempo, úsala, será menos evidente tu poca clase si te vistes como yo lo haría y no me llames, bienvenida a mi desagradable familia.
— No entiendo por qué no quieres unirte a la candidatura, serías un excelente alcalde para Memphis, tu familia ha vivido aquí por casi un siglo.El suegro de Maximiliano lo siguió desde la máquina de café hacia el interior de su oficina con aquella absurda idea en su cabeza.— No me interesa en lo más mínimo la política, ya tengo suficiente qué hacer con las empresas familiares. — Habló Maximiliano.— ¡No entiendo cómo piensas, Maximiliano! — Anderson negó — La vida consiste en crecer, intentar mejorar, que tengas todo, no quiere decir que no pueda hacer algo más para ser mucho más grande.Maximiliano negó, su suegro y socio no entendían la forma en que su vida no solo le parecía monótona, sino, demasiado complicada para involucrarse en algo más que no fuera ese trabajo que tenía. Un trabajo que no le gustaba, pero que debía aceptar.¿Por qué?¡Porque así era la vida!Había nacido en una familia acomodada, le habían educado para ser el sucesor de la familia, le habían conseguido la es
Hanna miró la espalda del hombre enfadado que se marchaba hacia algún lugar en aquella casa. La chica había llegado hacía dos horas, el vestido rojo y ajustado que le habían obligado a ponerse, tampoco la hacía sentir muy bien, pero ya no había manera de volver.¡Solo debía resistir!Se recordó la chica mientras miraba a la mujer, evidentemente forzada a estar de pie justo a unos pasos de ella. Hanna siempre había sido de las que esperaban una orden, nunca las había dado, así que trató de sonar lo menos extraña posible.— Sube las… Las maletas a mi habitación, por favor… — la miró —. ¿Cuál era tu nombre?— Aba señora, me llamo Aba, en un momento me haré cargo de todo.— Oh, bueno… Gracias…La mujer la miró con extrañeza, Hanna anotó mentalmente el hecho de que al parecer Tiffany no daba las gracias, quizás estuviera muriéndose, pero no parecía ser una mujer agradable, al menos eso creyó Hanna mientras observó a la empleada doméstica marchándose después de tomar las maletas junto a otr
— ¡Papá! Maximiliano tomó en brazos a su hija menor mientras veía a Liam acercarse con la mochila rosa que había sacado de los pequeños hombros de su hermana. Max trató de acariciar al chico en la cabeza, pero este se apartó antes de que pudiera. — ¿Qué sucede ahora Liam? — El chofer dijo que mamá volvió, mi hermano está molesto. — No sé por qué— dijo Maximiliano mirando a su hijo a un par de pasos junto a él —. Sabes muy bien que cuando ella está aquí no tiene mucha diferencia, además, eso va a terminar pronto. — ¿Va a volver a irse papá? — el hombre miró a su hija. — Sí, cariño, quizás… Quizás esta vez no vuelva más. La expresión en el rostro de la niña hizo sentir mal a su padre, miró el rostro de incredulidad de su hijo que aún seguía cruzado de brazos y Maximiliano sintió que había sido un terrible padre por obligarles a vivir con alguien como Tiffany, por un infierno, ni siquiera debió tenerlos, fue un idiota por ceder a las obligaciones que habían dejado en él sus padres
Maximiliano dejó los papeles que estaba revisando cuando tocaron en la puerta de su despacho para informarle de que iban a servir la cena. Suspiró diciéndose que podía seguir después de dedicarle este corto espacio de tiempo a sus hijos, pues ellos eran lo realmente importante.El hombre había tratado de crear el hábito en ellos de cenar en familia, o al menos eso era para los tres, porque Tiffany nunca había querido pertenecer a esa familia que les habían obligado a crear. Cuando Liam nació, dijo que su trabajo estaba hecho, pero su madre le pidió alguien más en la línea de suscepción y solo entonces pudieron concebir a Leila.El hombre ni siquiera sabía cómo había podido soportar por tantos años a una mujer como lo era Tiffany. Negó mientras entraba al comedor, no podía seguir resignándose a aquel tipo de vida solo porque así lo querían sus padres, no podía permitirlo.Maximiliano se sentó al final de la mesa como era de costumbre, sonrió con educación a una de las empleadas que luc
Hanna quiso saber qué tan mala persona había sido la mujer que la contrató, pero supo que si lo hacía solo descubriría que las cosas merecían estar como estaban. La chica regresó al comedor donde aún la pequeña niña que debía ser la hija menor de aquella mujer estaba.La niña dejó de comer de su plato cuando la vio sentarse en la mesa. Hanna sonrió ligeramente, pero la pequeña solo hizo un puchero antes de dejar la mesa y correr hacia el hombre que se acercaba desde las puertas de la terraza por donde ella había entrado.— ¿Qué le has hecho? — Hanna fue acusada — maldita seas Tiffany.— No he hecho nada, yo… Yo ni siquiera he hablado.— ¿Qué te hizo cariño? —El hombre ni siquiera la miró a ella —. Venga, vamos a tu cuarto.— No quiero que esté cerca papi — la niña lloriqueó — no quiero que mi mamá diga cosas feas otra vez.El llanto destrozó a Hanna, vio al hombre que ya la odiaba mirarla con mucha más rabia y el hambre abandonó su cuerpo al darse cuenta de que aquella mujer que estab
— Sabía que eras una estúpida, pero pensé que te había enseñado mejor — Hanna se quedó completamente conmocionada cuando aquella mujer que ahora sabía era la madre de Tiffany volvió a abofetearla más fuerte. — ¿No podrías mantenerlo discreto?, tenías que ser una ramera he irte con ese estúpido sujeto que no tiene nada que ofrecer. — No sé qué crees, pero yo… — ¡Cierra la boca! — la mujer le gritó con rabia — tenías una única cosa que hacer en esta vida y era ser la mujer de Maximiliano, pero no supiste hacerlo — la mujer le acusó — Como infiernos dejaste que quisiera divorciarse. — Madre, no voy a divorciarme yo no voy a… — No me llames madre, no me hables si quiera y por supuesto que no vas a divorciarte porque no lo voy a permitir, ¿tengo que recordarte que va a pasar si eso sucediera?— Hanna fue empujada al suelo antes de que la mujer la tomara del cabello para que mirara directamente a su rostro— Eres una inútil pero eras la única opción, así que aprende de una vez que todo t
Maximiliano miró a su suegro con molestia cuando esté interrumpió su audioconferencia sin previo aviso, el hombre resopló antes de poner fin a la llamada porque sabía que su suegro no se iría de ahí hasta que hablaran. — Anderson, estoy realmente ocupado, no tengo tiempo para… — Mi mujer ya ha hablado con Tiffany, las cosas irán bien desde ahora, así que necesito que dejes toda esta tontería del divorcio. — No es una tontería y como le dije antes a tu mujer y tu hija, el divorcio es un hecho, solo estoy esperando el momento correcto para… — ¡No hay momento correcto!, no hay momento en general porque esta boda es irrompible, están prometidos desde los cinco años, mis nietos son los herederos de este grupo empresarial, somos una familia respetada, el divorcio no está permitido. — ¿No está permitido? — Maximiliano se puso en pie — ¿Por qué?, ya le di a mis padres y a ustedes lo que querían, estoy a cargo de la empresa, tengo dos hijos porque fueron tan extremos como para pensar en q
Hanna miró distraídamente su móvil, tenía la esperanza de que su hijo le enviara, aunque sea un texto, pero parecía incapaz de hacerlo, o al menos eso quería pensar porque esa poca esperanza de que pudiera llamarlo en cualquier momento era realmente importante. — Ya estamos aquí, señora — Marín, el chofer habló justo cuando detenía el coche frente a la puerta del colegio. La chica tragó mientras trataba de alargar un poco más la falda de aquel medianamente decente vestido que había encontrado en el armario de la mujer a la que remplazaba. Tiffany no tenía precisamente ropa recatada, así que había tenido que ingeniárselas para cubrir los expuestos hombros que dejaba el vestido con una chaqueta demasiado corta para siquiera llamarse chaqueta. La mujer hizo una mueca de disgusto cuando los zapatos le molestaron, colocó el móvil dentro de su bolsa y esperó a que los niños comenzarán a correr hacia fuera cuando la campana anunció el fin de las clases. Hanna había planeado acercarse a lo