Durante doce años estuve atrapada en una relación que pensé que duraría para siempre y durante tres años me encontré atrapada en la rutina de mi agotador trabajo. Me perdí algunas, o peor aún, varias presentaciones y momentos importantes en la vida de mi propio hijo porque estaba constantemente atrapada en el trabajo haciendo agotadoras horas extras para asegurarme de que no se perdía nada. Sabía que eso le dolía, pero siempre corría a abrazarme y a decirme que todo estaba bien y que lo importante era que le quería, y eso me estrujaba el corazón cada vez que lo pensaba. Pero haría cualquier cosa por cambiar eso y devolverle a mi hijo mi ausencia de su vida durante casi cuatro años.
Durante esos meses seguí una rutina con él, llevándole al colegio y luego yendo a entregar miles de currículos por la ciudad. Mis ahorros no durarían tanto, necesitaba más que nunca encontrar un buen trabajo que no me privara del tiempo de mi hijo.
Al final de la tarde recogía a Tom y siempre hacía algo con él, ya fuera ir un rato al parque o incluso preparar unas sabrosas palomitas y ayudarle con los deberes.
Los fines de semana le dejaba elegir lo que quería comer, porque según él era mejor quedarse en casa y comer mi comida que gastarla en la calle. Se me oprimió el pecho, porque sabía que solo intentaba evitar que gastara dinero para que durara más y tardara más en salir.
Cuando recibí la citación para comparecer ante el tribunal, me quedé sorprendida, pero confiada. La noche anterior había hablado con él y le había explicado lo que iba a pasar, pero se limitó a sonreír y a decir que confiaba en mí, que sabía que ganaría.
- Señorita Rebecca Clifford, estamos aquí para proceder con la solicitud que el señor James Williams hizo para la custodia de Tom Clifford Williams. - El corazón me latía deprisa y las manos me sudaban frío, me lo imaginaba todo menos que un día estaríamos sentados delante de un juez para decidir quién sería el tutor de Tom. - El juez dijo que usted no podía cuidar de su hijo porque no tenía trabajo y que por eso quería la custodia del niño.
Habían pasado dos meses desde aquel fatídico día, pero nunca había imaginado que echar a James de casa heriría tanto su orgullo que acudiría a los tribunales para quitarme a MI hijo. En ese momento quise abrazar a mi hijo y salir corriendo lo más lejos posible, pero tenía la esperanza de que conseguiría la custodia de mi hijo, y la débil sonrisa de mi abogado me ponía ansiosa, pero aun así intenté mantener la calma.
- Bien... I... - James tenía una mirada de superioridad y lo único en lo que podía pensar era en cómo podría volar a su cuello y abofetearlo a la primera oportunidad, cuando no hubiera ninguna autoridad mirándonos. Esa mirada me molestaba, era como si escondiera una carta bajo la manga. - Sé que ahora estoy en paro, pero puedo mantener a mi hijo, tengo coche y casa. Puedo vender el coche y encontraré un trabajo lo antes posible, así que mantener una vida cómoda para Tom no será difícil. - Tragué saliva y respiré hondo, esbozando una sonrisa confiada. - Es más, todavía tengo una cuenta de ahorros que heredé de mis padres, y solo con eso puedo mantener a Tom cómodo durante otros seis meses más o menos sin trabajo.
- No estoy de acuerdo. - James me lanzó una mirada desencajada y una sonrisita que me hizo ponerme roja de ira, pero pude ver el enfado en sus ojos, él no sabía lo de la herencia, era un acuerdo que había hecho con mis padres años antes de que murieran de que nunca les hablaría del dinero para tener consuelo en caso de emergencia. - De momento tengo un trabajo estable, puedo cuidar de Tom. Además, Rebecca ni siquiera fue nunca a una de las actuaciones de mi hijo, ¡porque siempre estaba en el trabajo! ¿Quién puede garantizar que mi hijo no se quede solo porque ella estaba trabajando hasta tarde en quién sabe qué?
Le miré incrédula y, al mismo tiempo, recibí una mirada intimidatoria del juez, como si estuviera esperando el momento oportuno para darme algún aviso, sabía que los dos eran conocidos y que al final perdería aquella vista. Pero tenía que intentarlo, después de todo, ¡era la custodia de mi hijo lo que estaba en juego!
- ¿Y tú, James? Tuviste una aventura con la niñera de Tom durante un año, ¿quién te dice que no tendrás otra aventura y acabarás olvidándote de mi hijo por alguna falda? No creo que sea sano para mi hijo quedarse contigo y correr el riesgo de que alguien le haga daño contigo metiendo a varias mujeres en casa. Por cierto, señoría, si me lo permite, James es un pedófilo, mantuvo una relación extramatrimonial con una menor de edad, ¿no es eso pena de cárcel? - Vi que el juez suspiraba y miraba a James, un rastro de sonrisa se atrevió a aparecer en mis labios, pero solo fue un milisegundo antes de que el juez volviera a mirarme.
- Señoría, tengo algo aquí. - Smith, su abogado, resopló, cambió de tema y entregó al juez una carpeta. - La señorita Clifford no tiene pruebas de que mi cliente tuviera una relación extramatrimonial con una menor de edad, y dentro de esta carpeta hay documentos que demuestran que hace un año la señorita Clifford transfirió la casa a James Williams y el coche está a nombre de Tom Clifford Williams.
- ¡IMPOSIBLE! - Abrí mucho los ojos y me puse de pie, alterándome. - Eso es falso, ¡jamás le legaría a James la casa que me dejaron mis padres! ¡ES FALSO!
- Señorita Clifford, por favor, baje la voz. - El juez me miró con dureza y le entregó los documentos a mi abogado. - El documento es real, su firma está en él, ¿cómo puede demostrarme que es falso? No puede acusarle sin pruebas concretas.
Cuando cogí los documentos se me llenaron los ojos de lágrimas y fue entonces cuando me di cuenta. No era falso, mi firma estaba allí. Las imágenes empezaron a recorrer mi mente, mareándome. Mi abogado me puso la mano en el hombro y suspiró.
Había sido una e****a y solo entonces me di cuenta. Hace un año, James me dijo que tenía que firmar el papel de la gira de Tom y yo acepté sin leerlo. Estaba tan cansada que ni siquiera me di cuenta de nada, aparte de que el papel estaba parcialmente doblado. Había elegido muy bien el día en que yo estaría físicamente cansada y mentalmente agotada. Debía de llevar días preparándose para hacer su jugada.
- ¡Fue un golpe! - Me levanté, gesticulando, mientras sentía que se me saltaban las lágrimas. - ¡James me ha pegado!
- Bien podría demandarle por calumnias. ¿Has olvidado que tú me pasaste la casa a mí, Becca? - Cuando oí cómo había pronunciado mi apellido, me dejé llevar por la ira y me abalancé sobre él, dándole una bofetada en toda la cara.
- ¡Señorita Clifford! - gritó el juez, y solo recobré el sentido cuando sentí las manos de mi abogado en el brazo, apartándome de él-. - No solo está usted en paro y sin techo, ¡sino que además está fuera de control! La custodia de Tom Clifford Williams seguirá en manos de su padre, James Williams, ¡hasta nuevo aviso!
Mis piernas se tambaleaban sobre el suelo helado de la sala mientras veía a James y Smith celebrarlo. Las lágrimas se me atascaron en la garganta y sentí que lo había perdido todo en ese momento. ¿Cómo se vería Tom? ¿Cómo pude dejar que las cosas se me fueran de las manos de esa manera?
- Tom. - murmuré, levantándome rápidamente y saliendo de la sala con aquella gente, directa a la sala de espera donde Tom estaba sentado, esperándonos. - ¡Tom! - Grité su nombre en cuanto lo vi, y el chico me miró expectante y emocionado.
- ¡Mamá! - Corrió hacia mí con cara de emoción, pero cuando me vio con lágrimas en los ojos su semblante se preocupó, convirtiendo aquellos dulces ojos en una mueca de miedo. - ¿Mamá? O... ¿Qué ha pasado?
- Te quiero. - Le abracé con fuerza mientras lloraba. Mi cuerpo temblaba y la cabeza me daba vueltas, lo único que podía pensar era "lo siento, siento haber fallado. He sido una madre horrible". - Mamá volverá a tener su tutela. - Me aparté un poco y sostuve su cara entre mis manos mientras veía sus ojitos llenarse de lágrimas. - No llores, mi amor, mamá promete que se las arreglará, ¿eh? De momento te vas a quedar con tu padre, ¿vale?
- Quiero estar contigo. - Se aferró a mi cuello y empezó a llorar desesperadamente. - ¡Mamá, no quiero estar con papá! ¡Por favor, mamá! Déjame estar contigo, por favor mamá, te quiero.
- Vamos, Tom. - James lo apartó bruscamente, haciendo que me levantara de golpe.
- ¡Vas a hacerle daño, bastardo, irresponsable! - Cogió a Tom de todos modos y no dijo nada, solo se lo llevó.
- ¡Mamá! - Tom extendió los brazos hacia mí y cuando me planteé caminar hacia él, unos policías se pusieron delante de mí, impidiéndome dar un paso.
Me quedé paralizada, no podía sentir nada más que una angustia creciente en el pecho. La imagen de Tom siendo llevado lejos de mí sin que yo pudiera hacer nada para impedirlo me hizo pensar en lo impotente que era. No podía moverme, a pesar de que la policía me llamaba y me pedía que recogiera mis cosas.
Desde entonces habían pasado dos horas, dos horas desde que me habían separado sin piedad de mi hijo. Caminaba por las calles sin un rumbo claro, estaba totalmente desorientada y conmocionada por todo aquello, no prestaba atención a nada de lo que me rodeaba. - Liv... - Empecé a llorar de nuevo cuando mi vieja amiga por fin contestó a la llamada.- ¿Becca? Siento haber tardado tanto en responderte, estaba en una videoconferencia con un cliente extranjero. ¿Cómo ha ido? ¿Por qué lloras? - Su voz estaba llena de preocupación y yo apenas podía articular palabra. - ¿Dónde está Tom?- Lo he perdido... - Me agazapé en medio de la acera, poniéndome la mano libre delante de los ojos, incapaz de contener los sollozos de un llanto doloroso. - Lo he perdido todo, mi casa, mi coche... y lo más importante, la custodia de mi hijo.- ¡¿Cómo?! - Oí caer un vaso al suelo, sacándome del estupor de la tristeza. Solo entonces caí en la cuenta: estaba sola, en un barrio que nunca había pisado, llorando m
- Es tan doloroso. - Tomé una de mis manos para secar una lágrima que se atrevía a caer. Mi garganta se cerró y de nuevo sentí que mi voz se apagaba mientras temblaba, sacudí la cabeza negando para mis adentros lo que había sucedido esa tarde. - Liv... ¡Estaba llorando, diciendo que quería estar conmigo! Nunca me perdonaré haber sido tan ingenua con James, nunca me perdonaré haber hecho llorar así a Tom, toda la situación es imperdonable. Debí haber escuchado a todos cuando me decían que James no valía nada. - Resoplé pensando en mis padres que siempre habían amado a James, al menos ellos no habían llegado a conocer el verdadero lado de James, eso les ahorró muchas decepciones. - Ese juez era amigo de James. - De nuevo cerré los ojos momentáneamente antes de volver a abrirlos. - Sé que terminé golpeando a James, pero el juez había estado de su lado desde el principio, eso era obvio para cualquiera.- Te ayudaré a que Tom vuelva en sí. - Olivia me abrazó mientras me permitía llorar de
El corazón le latía deprisa, tenía el pelo húmedo de sudor y el cuerpo le temblaba, todavía asustado por la pesadilla que había tenido hacía apenas unos minutos. Durante unos instantes su cuerpo no se movió, estaba completamente paralizado, se sentía como en una jaula dentro de su propio cuerpo, aunque quisiera, su cuerpo no respondía a sus órdenes.Con dificultad se sentó en la cama y buscó a tientas en la oscuridad su teléfono móvil, que estaba en algún lugar debajo de la almohada. Las 4.20 de la madrugada. Y una vez más había perdido el sueño, debía de ser la tercera semana consecutiva que solo dormía unas horas por culpa de los malditos recuerdos que venían en forma de pesadillas solo para atormentarlo.Suspirando, cerró los ojos y se pasó las manos por el pelo, despeinándolo con frustración. Estaba cansado mentalmente por las pesadillas cada vez más frecuentes y físicamente por la falta de sueño reparador durante días. Deseaba tanto olvidar aquellas malditas imágenes que le asfix
Fuera solo quedaba una candidata, Rebeca. La chica que acababa de salir sonrió nerviosa y se acercó a ella.- Si yo fuera tú, saldría corriendo y renunciaría a esta entrevista. - Becca frunció el ceño y preguntó por qué. - Aunque es un sueldo alto, no merece la pena. Quiere que estés disponible las veinticuatro horas del día, ¿cómo puedes tener una vida así? Nadie está tan loco como para aceptar eso y renunciar a su propia vida.- Señorita Clifford. - Rebecca se levantó con un largo suspiro y le dio las gracias cuando la mujer le dedicó una sonrisa alentadora antes de abandonar el pasillo.- Rebeca Clifford. - Dijo Edward leyendo los documentos que tenía delante sin molestarse siquiera en mirar a la mujer. - Treinta años, licenciada en arquitectura, hizo algunas prácticas hasta los veintitrés, pero luego se dedicó al diseño gráfico, pero abandonó los estudios en el tercer año y nunca trabajó en ese campo. De los 23 a los 27 no trabajó en absoluto, solo fue "ama de casa". Trabajó en RR
- ¿Cómo es? - Olivia descruzó los brazos sorprendida, soltó una pequeña carcajada pensando que era una broma para aligerar el ambiente. - He oído mal, ¿verdad? - Cuando su amiga lo negó, sus ojos se agrandaron al instante mientras su asombro se convertía en puro terror. - Tienes que estar loca. ¿Acabas de separarte y te vas a vivir con un tío? Dimite inmediatamente. Te dije que hay una manera más fácil, acepta mi oferta. Dios, te has separado y te has convertido en una completa lunática. - Liv... - Rebecca cerró los ojos durante unos segundos y cuando volvió a abrirlos, abrazó a su amiga y suspiró, luego esbozó una débil sonrisa; no hacía mal en preocuparse, pero no debía ser así. - Sé que está mal que una mujer viva en casa de un hombre y todo eso... pero... no tengo elección. - Sus ojos se llenaron de lágrimas. - Necesito la custodia de Tom, y sé que estoy insistiendo todo el tiempo, actuando como un disco rayado, repitiendo siempre lo mismo... pero Tom es todo lo que más aprecio,
- Te lo enseñaré para que te acostumbres al entorno. - Elizabeth sonrió entusiasmada, mientras Edward se limitaba a poner cara de aburrimiento y asco mientras los seguía en completo silencio unos pasos por detrás. - Edward tiene alergia al polen, así que evitad las flores en casa, y no le gustan los dulces desde que era pequeño, así que excluidlos de cualquiera de sus comidas. - Rebecca pudo oír el suspiro ligeramente molesto del joven que venía detrás de ella, pero no sabía si adoptaba esa actitud porque su madre hablaba todo el rato de él, o si no quería tener a alguien viviendo con él y cuidándolo las veinticuatro horas del día. - Más tarde, les pedí que le dieran un menú con las cosas que debía comer cada día. - Rebeca anotaba todo en su móvil y prestaba atención a todo lo que le decían.- Tienes prohibido entrar en mi habitación bajo ningún concepto. Nunca. Entra. Mi. Habitación. - dijo Edward lentamente. Rebecca giró la cara para mirar a su jefe y frunció el ceño, solo asintió.
Sentado frente a su ventana, Arthur contemplaba con nostalgia el sol que ardía en el exterior, pensando en los últimos cinco años, en los que había pasado la mayor parte del tiempo solo en aquella habitación, a excepción de su madre, que a menudo entraba en la habitación para ver cómo estaba, ni siquiera los criados se atrevían a entrar.Echaba de menos la relación que tenía con su hermano y sobre todo con ella. Suspiró al recordar todos los recuerdos que había tenido con Victoria. Podían pasar siglos, pero era inevitable olvidar; la pelirroja había formado parte de su pasado y tenía un lugar más que especial en su corazón para el resto de su vida.Su sonrisa se tornó triste y llena de añoranza al recordar a su ex prometida y todos los momentos que habían pasado juntos hasta aquella fatídica tarde en la que ella le dio la espalda y jamás volvió ni envió palabra alguna.- No puedo seguir más contigo... No puedo, Arthur, he llegado a mi límite. - Sus ojos vagaban por la habitación, evit
Rebecca estaba sentada en el jardín mirando la foto de su hijo con una pequeña sonrisa en la cara. Le echaba de menos y ese sentimiento la asfixiaba hasta el punto de sentir las lágrimas fluir y el dolor en el pecho hacerle sollozar desesperadamente. Una vez más se sintió inútil por no poder proteger a su hijo y en consecuencia hacerles pasar por un sufrimiento tan innecesario.Desde lejos, en el balcón, Edward sorbía su café y observaba la escena sin entender mucho. Meditó varias veces si debía acercarse a preguntar qué había pasado o si era de mala educación porque aún ni siquiera se conocían bien. Por curiosidad, se acercó a ella, que estaba abrazada a sus rodillas, sollozando, y se quedó mirándola durante unos minutos, sin saber qué decir.- Tú -la sobresaltó y evitó mirarla directamente-. - ¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¿Necesitas ir al hospital? - Lo siento, es que... todo va bien. - Ella sonrió, se secó las lágrimas y se levantó apresuradamente, sobresaltando al hombre más jove